El pobrecillo (o no: habría que ver las cuentas suizas de su papi, el creador del negocio, que ha reclamado incluso un juez) Felipe VI.º el Urgente, que dicen es un rey y no un ninot de Eugenio Merino, todavía sin quemar (Eugenio es un artista conceptual frustrado, como Hitler, que solo quemaba judíos), no es un coronavirus, ni siquiera un monarcavirus (han matado en México a dos protectores de la mariposa Monarca, pero eso en México es habitual) porque en España esa infección es, al parecer, incurable, aunque tan benigna como la venida de China. Qué le vamos a hacer... Nada.
Nos han informado mal con la Corona, como con el virus chino, que nos alcanza y nos afecta a todos aunque digan que no. Uno puede huir incluso a la cara oscura de la Luna, y allí se encuentra también con un chino, un coche llamado Chang'e 4, instalado en una depresión más profunda que la de un joven parado español. Coronas era una marca de tabaco tan mortífero como ese virus (una idea para los de Vox y otros amantes de las hogueras, como el difunto Krahe: expulsar a los estanqueros por genocidio, o peor, por sobrecargar a la Seguridad Social, que es más económico / importante).
Otro pobrecillo, mi coterráneo Joaquín Sabina, menos difunto que Krahe, ha estado a punto de bajar el último escalón, el de la fosa, pero como tiene más baraka que el santísimo Caudillo, le ha dado por resucitar y todavía nos va a dejar alguno de esos sonetos tan buenos que escribe.
Yo le prefiero la escritura al canto, porque la escritura te enseña a asimilar; hoy en día hasta los guasap se envían hablados para no cometer las cada vez más abundosas y víricas faltas de ortografía, no digamos los artículos de prensa y la educación, cada vez más en vídeo. Con tanto ortopédico relajo se está perdiendo hasta la capacidad de abstraer, que es necesaria no digo ya que para redactar al menos una carta, sino para resumir un mundo tan complejo como el nuestro, que uno termina por concluir absente en un bar. La lectura siempre ha ejercitado la facultad de sacar algún sentido, incluso el común, a lo que no lo tiene, como se saca el común denominador a las fracciones de un mundo deshecho por la ignorancia, que es uno de los tres pecados capitales del budismo; los otros dos son el deseo y el desprecio; con esos tres nuestro mundo parece ir de cabeza no al nirvana, sino a la mierda. Porque nuestro mundo ha sido fragmentado por ese uno por ciento que posee el 86 % de la riqueza. Su voz es la única que suena, su estampa es la única que se retrata en los medios, de los que nos han hecho desaparecer, aunque seamos más reales que ellos, al menos cuantitativamente, pues somos tan muchos como los odiados chinipones.
Ellos han levantado un hospital en diez días. ¡Carape! ¡Atiza! ¡Arrea!, como decían nuestros abuelos: en Ciudad Real tardamos un poco más... no verás en Puertollano... Un amigo vasco de los que uno hace en Youtube, Jabiertzo, que es sociólogo y tiene un canal en que habla junto con su esposa china Lele, muy guapa ella, de lo mal que entendemos a los chinos (siempre habrá una Gran Muralla entre nosotros), ha desmontado todo el meollo que esconde el antisinismo actual. En el fondo es otra hoguera en la que queremos hacer arder al peligro amarillo. Soñamos con dejar KO a Bruce Lee, pero eso es historia alternativa, como la de Tarantino. No en vano auguraba ese gran profeta y visionario de la modernidad, Philip K. Dick, que nuestra época se caracterizaba por la desaparición de la realidad. Nosotros mismitos nos hemos metido dentro de un capullo o laberinto de pantallas, móviles, televisiones, muros, drogas, psicosis y paredes. De cuentos chinos en suma. Es hora no ya de ponerle puertas al campo, sino de pasar por ellas y dejarlo menos vacío y contaminado. Porque pronto dejará de existir.
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