José Francés (1883-1964) fue uno de los más importantes críticos de arte y escritores del país antes de la Guerra Incivil; lo que no se sabe es que anduvo escribiendo e imprimiendo un periódico en Ciudad Real con su amigo, el futuro musicólogo José Subirá. Ambos estudiaron (como el novelista Gabriel Miró, entre otros) en el Instituto Santa María de Alarcos. Estas noticias que les voy a comunicar proceden en su mayor parte de una magnífica tesis de 2002 dirigida por Francisco Calvo Serraller que solo ahora se ha divulgado. Su autora es M.ª Piedad Villalba Salvador.
José Francés andaba rodando por todo el imperio colonial español con su familia a causa de la profesión funcionarial de su padre homónimo, quien por cierto también se dio al periodismo y reunió sus artículos en Galeradas (1898). Estuvieron en Cuba, Puerto Rico y Filipinas, y, ya en España, el joven y su única hermana estudiaron en León, Ciudad Real y Oviedo, donde el futuro escritor se graduó en el año 1900.
Su vinculación con esta ciudad manchega, antes villa, venía de lejos, ya que su abuelo Jacinto Banqueri Roldán fue secretario y gobernador civil interino de Ciudad Real precisamente en la época en que vivieron allí, para volver a ser secretario después. Este personaje dejó un recuerdo pintoresco, ya que hubo una serie de tumultos y se vio obligado a firmar un bando que le hizo famoso al prohibir a los ciudadrealeños salir a la calle con lanzas y garrotes... Lo cuenta uno de sus descendientes, Alberto Francés, que fue entrevistado por María Piedad. En cuanto al futuro escritor, ganó su primera peseta en Ciudad Real, entre 1897 y 1898, con el periodismo:
Tenía yo catorce años y cursaba el último año de Bachillerato en el Instituto de
Ciudad Real. Escribía versos, cuentos patrióticos y dibujaba caricaturas. Todo en
secreto, claro es.
Pero, como no me resignaba a que permanecieran inéditas mis audacias
precoces, fundé con otros cuantos compañeros de clase y novillerías –más de lo último
que de lo primero– un periódico titulado Calínez.
Los gastos de composición y tirada no eran muchos. Con seis pesetas de
gelatina y cola de pescado, dos latas para contener la pasta y el administrador, que se
copiaba todo el original literario de la redacción, conseguíamos lanzar cada sábado cien
ejemplares. Yo era el director y el dibujante, y le confieso a usted que me enorgullecía
más de lo segundo que de lo primero.
El periódico tuvo gran aceptación. Las suscripciones aumentaban. Tuvimos que adquirir una segunda “rotativa” de hojadelata, glicerina y cola de pescado… Incluso tuvimos anuncios y yo empecé a dibujar las tapas para encuadernar una novela de Balzac que publicábamos en un folletín. Al liquidar el primer mes repartimos ganancias y nos correspondió a cada uno de los propietarios y redactores siete pesetas. En ellas está, pues, incluida mi primera peseta
La proximidad de los exámenes obligó a suspender la publicación de Calínez para reanudarla en el otoño “con grandes reformas”, como dicen todos los periódicos fracasados, con el pudor de su desaparición definitiva. Calinez no volvió a publicarse; pero yo no me desanimé por ello. Quería ser caricaturista a toda costa. Y tres años después me presenté en la redacción de Vida Galante con una cartera de dibujos. Zamacois no fue aquella tarde... (José Francés, 1922)
El que sería gran crítico de arte de La Esfera quería ser entonces solamente un caricaturista, pero terminó convirtiéndose, de la mano de Eduardo Zamacois, en uno de los maestros del relato corto en la Edad de Plata y en un crítico de arte eminente por méritos propios. Por entonces escribió su primera pieza teatral, La intención basta, firmada a fines de 1899 y que no "intentó" siquiera estrenar. En realidad, Calínez era una imitación de un efímero semanario satírico de cuatro páginas que imprimió ocho números en Madrid entre 1898 y 1899, Calínez, impulsado por el gran cervantista Francisco Navarro Ledesma, pero dirigido por José de Roure Mesquiriz; tomaba su título de un personaje cómico habitual en el semanario cómico Gedeón, habitualmente secuestrado por sus críticas. En su versión manchega, de la que no conozco testimonios, firmaba Francés las caricaturas con el sobrenombre de Córcholis. Por entonces era un chico muy revoltoso; Andrés González Blanco lo retrata así:
Me parecía un mozalbete republicano con visos de ácrata, que hablaba mal de todo el mundo, que adoraba a Blasco Ibáñez como un supremo dios del Arte, que colaboraba en La Vida Galante y que silbaba en las calles tortuosas de las capitales de provincia cuando pasaban las procesiones de Semana Santa. ("Prólogo" a J. Francés, Miedo, 1907)
¡Vaya si era ácrata el muchacho! Ya lo veremos. En el instituto se topó con otro inquieto aspirante a escritor, José Subirá, quien andando el tiempo sería académico como él y uno de sus mejores amigos. Lo refiere el propio José Subirá en "Mi amigo Pepe Francés" (1964), una semblanza que escribió con motivo de su fallecimiento:
Nos conocimos en Ciudad Real. Éramos compañeros de aulas y de estudios en aquel antiguo convento mercedario que tuvo destinos civiles tras la desamortización y que en nuestra infancia y juventud albergó un Instituto de Segunda Enseñanza inolvidable.
"Un instituto de segunda enseñanza inolvidable". Caray. Cuántas cosas se perdieron con la guerra. Pero don José continúa su narración:
Allí él y yo habíamos incubado idealismos inconcretos e hicimos los primeros pinitos de índole artística: él emborronando cuartillas blancas y yo trazando notas sobre el papel pautado. Entonces había estallado el conflicto de Melilla produciendo sensibles pérdidas el Ejército Español, siendo una de las víctimas el general Margallo. Pepe Francés encendió al punto los ánimos de la grey estudiantil, organizó una manifestación callejera, formada por chicos de diez a quince o dieciséis años y en nombre de todos elevó ante las autoridades su voz indignada por obra de la tropelía marroquí. Al hablar en público allí por primera vez, poniendo acentos exaltados y conmovedores, inició así una carrera de conferenciante que tanto prestigio le había de dar al defender causas nobles con objetividad suma por amor a la verdad ya la belleza...
El Margallo ese era un general, bisabuelo del político pepero, principal motivo de la I.ª Guerra del Rif o "Guerra de Margallo" (1893-1894) al provocar a los integristas islámicos construyendo una fortaleza militar en un lugar de Melilla santo para ellos. Sin embargo, José Subirá, que ya tenía sus años, recuerda mal, ya que eso pasó antes de su estancia en Ciudad Real. Seguramente junta unos recuerdos con otros.
No acabó José Francés su relación con Ciudad Real pese a vivir tan poco tiempo en ella; ofreció en su Casino una conferencia en 1922: El paisaje en la moderna pintura española. No en vano el pintor manchego Ángel Andrade, seguramente promotor de esa visita, era un experto en este género.
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