Tras las no pocas quejas habidas por los errores de la traducción desde el mentecopto vulgar del doctor Tiquismiquis, este se ha excusado diciendo: "Hice lo que pude: el texto es oscuro, más corrupto e interpolado (no por Interpol, se entiende, aunque podría) que el Tribunal de cuentas". Por lo que, para satisfacer las justas demandas de los lectores de Mi Ciudad Real, pedí una traducción interlineal al latín macarrónico ("para mayor claridad", como dijo don Hermógenes) al sabio profesor Cáñides del Alcázar para el ya citado Apocalipsis apócrifo encontrado en una alcantarilla del desierto de Hag Hamadani, que insertaré en la traducción:
Después de esto miré, y hete aquí que una voz me erizó los pelos y fui arrebatado a un monte de piedad de los antiguos saqueados, no de los de los Padres del yermo, desde donde vi sentados entre las nubes a los veinticuatro ancianos del Constitucional, y de allí salían relámpagos y voces y truenos (et vidi viginti quatuor senatores vagos sedentesque, et exinde procedebam fulgura et voces et tonitrua, et volabant sine alis et sine aeroportibus)
Y de repente apareció un libro cerrado con siete sellos y más rocas y pedruscos que encima del Caudillo (Princeps carcundissimus et miles providentissimus aut borbonicus, quod magis dabit, etcaetera). Y, al mismo tiempo, vi un ángel fuerte y poderoso pregonar a grandes voces: "¿Quién es el digno de abrir el libro y de levantar sus sellos?" Y ninguno podía, ni el el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra, abrir el libro (et nemo poterat neque in caelo, neque in terra neque subtus terram, neque Miguelturra, quod totus stabat liatus et bene liatus).
Y vi a siete ángeles que tocaban diversos instrumentos en una jazz band bastante dixie (aunque no tanto como Tuba Skinny). Y se abrió el cielo y apareció un monstruo con diecisiete cuernos autonómicos y cuatro o cinco nacionalidades, y vi otro mayor aún que casi no cabía, y su nombre era Frankensteuropa. Y el ángel que dirigía lo indigerible me dijo: "No te abrumes tanto, ni siquiera aparece la deuda pública: no cabe". Y seguían cuatro caballistas en un solo patinete por las restricciones de la crisis (per pecuniam inopiam et mangoneum tantum), y Rajoy y sus tijeras los seguían.
Hubo de repente un cambio climático y aparecieron los falsos profetas de las encuestas. Desde el este surgió un bicho inmundo lleno también de cuernos y coronas; entre sus múltiples caras reconocí las de Jesús Gil, Vladimir Putin y Donald Trump; y ponía en todas las frentes su marca (et vidi bestiam ascendentem in Orientem, et nomen suum Nationalismus erat, et in frontibus omnium scripsit et cacavit insanias suas); su número era el 155. Quien tenga inteligencia para calcular, que lo haga, porque es un número que se puede cuantificar electoralmente, sin necesidad de recurrir al Centro de Investigaciones Sociológicas.
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