lunes, 3 de febrero de 2025

Solaris y sus citas al Quijote

 Publicado el domingo 23, febrero 2020 por BarbaRoja898 en Zoonpolitikon

Solaris (1972)

Hoy nos toca analizar la década de los años setenta, que no es otra que la que da comienzo a la edad de plata del cine. Como no podía ser de otra manera, nos encontramos con grandes de la ciencia ficción, entre las que cabe destacar “Alien el octavo pasajero” (1979), “La naranja mecánica” (1971) o “La guerra de las galaxias” (1977) en el plano comercial, y dos de las grandes de Tarkovsky en el cine más intimista: la que hoy nos incumbe y “Stalker” (1979), que ya analizamos en su momento. Sin contar, además, con gran cantidad de obras de referencia: la llegada a la gran pantalla de “Star Trek” (1979), la maltratada serie “Galáctica” (1978), “Westworld” (1973) —peor que la primera temporada de la nueva serie y mejor que el despropósito de la segunda—, “La invasión de los ultracuerpos” (1978) o “Encuentros en la tercera fase” (1977). Existen, a su vez, numerosas películas sobrevaloradas, destacando entre todas ellas la insufrible “El hombre que cayó a la tierra” (1977) o la asquerosa “La montaña sagrada” (1973). Respecto a “El planeta salvaje” (1973), la verdad es que he de reconocer que, puestos a ver animación surrealista, prefiero “Contact (C)” (1978), que resulta ser más interesante, sugerente y corta. Y sí, está pendiente “Doctor Who” (1963-1989)… aunque el problema es un poco como con la ya mencionada “Star Trek”: entre series y películas, da cierta sensación de infinito e, irremediablemente, de pereza; pues el tiempo que implicaría un visionado tranquilo sería de años, y todavía existen obras menos exigentes que merecen más la pena a la hora de analizar. Una vez comentado el contexto, hablemos ya de “Solaris” (1972).

«—No soy partidario de obtener conocimientos a toda costa. La verdadera sabiduría se basa en la moral.

—Del hombre depende que la ciencia sea inmoral».

Lo primero que destaca de esta cinta es su cuidadísima fotografía, la particular obsesión de su director con el agua y su ritmo pausado. Sin olvidar que lo importante son las ideas, cómo se articulan y su relación con la alegoría —que, como ya hemos repetido muchas veces, es algo propio del género; siendo esta película ejemplar en este sentido—. Para esto, se emplean todos los medios cinematográficos disponibles: desde el montaje hasta la música, pasando por el escenario, el vestuario, los movimientos de cámara o los diálogos. El uso del color, el paso al blanco y negro, los sonidos de sintetizador… el soviético es un maestro de la atmósfera. Además, no puede tener mejor guión. Poco más se puede decir de esta película sin entrar a destriparla… por lo tanto, a partir de esta línea, quien no la haya visto que se haga un favor y vaya aquí a verla, sin ignorar la segunda parte, o que tome la opción de dejar el cine.

«—»Sólo una cosa sé, Señor. Cuando yo… Cuando yo duermo, no conozco el miedo, ni las esperanzas, ni los trabajos, ni la dicha… Gracias a quien inventó el sueño, esta es la única balanza, que iguala al pastor y al rey, al tonto y al sabio. Sólo es malo el sueño profundo: se parece demasiado a la muerte.

—Sancho, nunca habías dicho un discurso tan elegante»».

Una de las primeras cosas que llama la atención es que, en una película de dos partes y de algo más de dos horas y media, antes de los primeros diez minutos destaca ya un busto de Sócrates, que veremos varias veces a lo largo de la película al estar uno en la casa —localización recurrente— y otro en la biblioteca de la nave. Nos encontramos ante varias conversaciones que nos ponen en situación sobre los extraños fenómenos en forma de alucinaciones que ocurren cerca del planeta oceánico de Solaris y sobre la problemática de experimentar irradiando el planeta para así intentar conocer sus secretos. Esta primera parte de la película provoca una cierta sensación de sobresalto si uno no viene de hacer un ciclo de cine independiente. En los tiempos en los que nos movemos, el cine cada vez es más rápido y está más programado para contentar a un público que, poco a poco, va siendo menos capaz de concentrar la atención. En mi caso, la última película que he ido a ver al cine fue la actual de “Mujercitas” (2019); que, evidentemente, no es una de “Los vengadores”, pero sí se mueve en el lenguaje audiovisual actual. Choca volverse a encontrar con una película que se toma su tiempo a la hora de generar la atmósfera y que no tiene intención de contentar al gran público. Después de la presentación, pasamos por una escena tremendamente abstracta —al estilo de la llegada a la Zona de “Stalker”— con cambios de colores y unos sonidos electrónicos bastante ominosos. Descubrimos una secuencia donde se están quemando unos papeles, una secuencia que remarca el libro del “Quijote” sobre una mesa y, más tarde, saltamos al viaje hacia Solaris; en el cual, por cierto, si algo destaca es el paso por un agujero de gusano que luego volveremos a ver en “Interestelar” (2014). De hecho, tanto eso como la existencia de un planeta acuático son las únicas semejanzas entre dos películas que, en el fondo, se parecen como un huevo a una castaña. Cerramos la primera parte con muchas preguntas y pocas respuestas. Aparece también el personaje de Hari, que tiene el vestido cosido de tal manera que nunca se lo pudo haber puesto.

«En realidad, no queremos conquistar ningún Cosmos. Queremos ampliar la Tierra hasta sus confines. No necesitamos otros mundos. Queremos un espejo. Buscamos un contacto, pero nunca lo encontraremos. Estamos en la necia situación del hombre que busca la cadena que teme y no necesita. Al ser humano le hace falta otro ser humano».

Comenzamos la segunda parte. Entra nuestro protagonista en pánico —con todo el sentido del mundo— y decide lanzar al espacio exterior a la aparición de su esposa difunta. Descubrimos que Solaris, de alguna manera, conoce los recuerdos de los humanos que se acercan y provoca que aparezcan unos visitantes compuestos de neutrinos en base a ellos. Sí, ni siquiera la premisa de “Horizonte Final” (1997) era original… pero es que también comprobamos que el núcleo de “Blade Runner” (1982) ya está en juego aquí, así como parte de las ideas de “Matrix” (1999). Se plantea la problemática de si algo que parece humano y se comporta como un humano, sabiendo a ciencia a cierta que no es humano, se podría considerar provisto de humanidad y, por lo tanto, también de dignidad. Con esta metáfora nos damos cuenta de que se plantea la pregunta de qué nos hace humanos y de cuál es la característica fundamental de la humanidad: ¿el conocimiento?, ¿el sentimiento?, ¿el amor?, ¿la importancia de la muerte, de la pérdida, de la finitud? Comprobamos que en “Solaris” Tarkovsky está poniendo en juego las cuestiones fundamentales que nos mueven y motivan, y que son al mismo tiempo aquellas que dieron origen propiamente a la civilización y a lo que es Occidente desde el sacrificio de Sócrates. También es cierto que se puede igualmente interpretar como una reflexión sobre el paso del tiempo y sobre si realmente somos los mismos cuando crecemos e, inevitablemente, cambiamos; además de como una meditación acerca de la cuestión del amor, ya en sí misma profundísima y capital.

«Yo sé cuál es mi lugar. La Naturaleza hizo al hombre para que la conozca. Al buscar la verdad, el hombre está condenado a trabar conocimiento. Lo demás es un desatino».

Después de la discusión en la biblioteca, la copia de Hari acaba —como la original— suicidándose (aunque, en este caso, bebiendo oxígeno líquido). Ocurre la escena de resurrección más impactante de la historia del cine, además de ser la secuencia en la que Hari descubre que, a diferencia de su homóloga humana, ella no puede morir tan fácilmente. Después de este suceso, nuestro protagonista enferma y en medio de un estado delirante nos presenta las últimas reflexiones de la película, que versan sobre el dolor, la pérdida, la muerte y el sentido de todo ello para el ser humano. Nos retrotraemos en el tiempo a una visión de su pasado familiar —con uno de esos cambios de color tan característicos de este director—, y comprobamos que nuestro protagonista no amaba a su familia porque no creía que la podía perder, así como igualmente comprendemos —a la vez que él— que no apreció su amor por Hari hasta que ésta se suicidó. Nuestro protagonista se despierta y comprueba que Hari se ha matado por tercera y última vez; y esta vez lo ha hecho por él, ya que no era buena idea el plan de quedarse en Solaris para vivir con su recuerdo.

«—¿Sabes qué? Al mostrar piedad nos vaciamos. Quizás sea cierto que el sufrimiento da a la vida un aire sombrío, lleno de sospechas. Pero yo no reconozco… No, no lo reconozco… ¿Acaso lo que no es una necesidad para nuestra vida la perjudica? No la perjudica. Claro que no. ¿Te acuerdas de los sufrimientos de Tolstoi por no poder amar a toda la humanidad? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde entonces? No puedo comprenderlo… Ayúdame. Por ejemplo, yo te amo como ser humano. El amor es un sentimiento que se puede experimentar, pero no hay forma de explicar como si fuera un concepto. Uno ama lo que puede perder: a sí mismo, a la mujer, a la patria… Hasta ahora la humanidad y la Tierra eran inaccesibles para el amor. ¿Me comprendes? ¡Somos tan pocos! ¡Tan sólo varios miles de millones! ¿Quizás estemos aquí sólo para sentir por primera vez al ser humano como motivo de amor?

—Tiene fiebre.

—¿Cómo murió Guibarián? No me lo has contado.

—Te lo diré luego.

—Guibarián no murió de miedo, sino de vergüenza. ¡La vergüenza salvará a la humanidad!»

En estas últimas escenas antes de la recta final, el problema concreto de Kris es un tema importante entre tantos otros que se sugieren; de hecho, de alguna manera, ya estaba insinuado desde el principio. No es otra cosa que una crítica al hombre pragmatista, inevitablemente individualista, subjetivista y egoísta; aquel que, incapaz de tolerar su finitud y la de los otros, cree que todo está por y para él. Por eso, Kris es incapaz de valorar —más allá de la mutua explotación basada en el mero placer— tanto a su familia como a Hari; no es capaz de comprender la delicadeza del ser humano y la facilidad con la que uno puede morir. Está muy claro en la escena con su madre en la que ella le lava las heridas, pero esta idea se encuentra ya también en las primeras secuencias de la cinta —por ejemplo, cuando comentan que se dedica a su informe incansablemente como un contable—, sin olvidar lo clara que es a este respecto la escena del garaje convertido en cuadra. Kris es un hombre que ha vivido postrado a los vientos de su época y que, cuando ya se encuentra en la recta final de su vida, empieza a comprender hasta dónde ha perdido el tiempo y ha despreciado la importancia de vivir acorde al drama característico del ser humano: todos vamos a morir y, como uno se descuide, lo hará sólo; por lo tanto, no debemos despreciar el amor ni emplear el poco tiempo que tenemos en la infinita variedad de banalidades que nos ofrece nuestra época.

«—Tienes mal aspecto. ¿Eres feliz?

—Ahora ese término es un poco anticuado».

Va terminando la película y nos sugiere, muy poco sutilmente, la comparación de Hari con Jesucristo; con todo lo que eso conlleva. Después, reflexiona sobre el hecho de pensar y su relación con la felicidad. La idea de que uno al meditar sobre los temas fundamentales de la humanidad se acerca al día de su muerte es muy poderosa. A su vez, la reflexión sobre la felicidad es aguda y explica muy bien por qué la gran mayoría de la gente prefiere no pensar: hacerlo, inevitablemente, te pone en contacto con la muerte, y todo el mundo prefiere vivir distraído sintiéndose inmortal. La idea de que ciertas cuestiones perviven mejor bajo el misterio y la superstición es una idea que vuelve una y otra vez en la obra de este autor, y tiene mucho sentido, además de ser un tema que hay que pensarse dos veces a la luz de todo lo ocurrido en los últimos dos siglos. Termina la película con un final que no te ves venir y que te vuela la cabeza, pero después de todo lo visto —la segunda venida de Jesucristo en forma de mujer (con resurrección y todo e incluyendo su muerte definitiva) y el descubrir que Snawt no es otro que Sócrates—, no sorprende cómo culmina la historia. ¿Es toda la película una alegoría del hecho de reflexionar? ¿Es Solaris nuestro fuero interno, mente o alma? Da igual cómo lo llamemos en este caso. El póster de la película cobraría un nuevo sentido… de alguna manera, ¿no es en ese lugar donde viven los recuerdos?, ¿o es todo un sueño? Los sueños no son sino alucinaciones mientras dormimos, y el acto de pensar tiene mucho de alucinación —aunque, eso sí, controlada—. También nos podríamos encontrar ante… ¿un paseo practicando el método peripatético?, ¿un paseo por nuestros pensamientos? Referencias a estas ideas a lo largo de la película no faltan; de hecho, al principio nos dicen que el protagonista se pasa horas paseando solo. En cualquiera de los casos, el final no es gratuito y le da una vuelta más a lo que nos están contando de una manera magistral. Es el mejor ejemplo de lo que es la ciencia ficción y el mejor canon para juzgar al resto de películas del género.

«—Últimamente no congeniábamos. Oye, Snawt, ¿por qué él nos atormenta?

—Hemos perdido el sentido de lo cósmico. Los antiguos lo percibían mejor. Ellos no preguntarían por qué… Recuerda el mito de Sísifo».

Es cierto que la primera parte tiene momentos donde se hace un poco lenta y que el final es un poco demasiado, pero, de alguna manera, el tono pausado favorece que se genere el contraste necesario para que emerjan los momentos más brillantes y ayuda, a su vez, a parar un poco al público más acelerado, ayudándole a ponerse, en la medida de lo posible, ante la posibilidad de aburrirse un poco, y dando paso así a la meditación reflexiva que se nos propone. Es una película exigente intelectualmente, de eso no cabe duda, pero tampoco implica necesariamente haber leído ni haberse planteado nada con anterioridad para su disfrute. Es lo bueno de ser todos mortales. Un servidor la vio por primera vez hace más de diez años cuando poco sabía de Platón, del amor, de la muerte o del “Quijote” —cierto es que tenía ya inquietudes, angustias y tiempo para aburrirse, pero era mucho más imbécil e inculto que ahora—, y con todo y aun quedándose en la superficie tuvo claro que “Solaris” era una película valiosa e interesante. Cualquiera con dos dedos de frente, inquietudes y el tiempo para verla sin interrupciones la va a disfrutar; y cuanto más culto e inteligente se sea, más se haya leído y más se haya reflexionado sobre los temas fundamentales, más profundamente se entenderá su sentido, más grato será su disfrute y más fecundo resultará el poso que deje. Es una película que, como los buenos libros, hay que verla muchas veces a lo largo de la vida, para enriquecerse con otras obras y reflexiones entre una vez y otra; y es probable que cada vuelta a ella sea mejor, más profunda y se logren captar nuevos matices. Ocurre como con “Stalker”, pero con más pureza y claridad.

«—Cuando el hombre es feliz, el sentido de la vida y los demás temas eternos le interesan muy poco. Hay que abordarlos al final de la vida.

—Pero no sabemos cuándo llegará ese fin y por eso nos apresuramos.

—Las personas más felices son las que nunca se han interesado por esas malditas cuestiones.

—Preguntar es querer siempre conocer, pero para conservar las simples verdades humanas se necesitan los misterios: el misterio de la felicidad, el de la muerte, el del amor.

—Quizás tengas razón, pero trata de no pensar en todo eso.

—Pensar en esto es lo mismo que conocer el día de tu muerte. El desconocimiento de ese día nos hace inmortales».

Por todo lo dicho, concluimos que “Solaris” es una obra maestra que estaría, sin lugar a dudas, entre las 20 mejores del género y, posiblemente, entre las 20 mejores películas de la historia del cine. También deducimos que el señor Tarkovsky no es sólo un grandísimo director de cine y guionista, sino también un pensador; y, dado que está muerto, le debemos reconocer la autoridad de llegar por méritos propios a la categoría de filósofo —todo un honor teniendo en cuenta que a la altura del siglo XX la mayoría terminaron siendo sofistas—, y el primero en serlo a través del medio cinematográfico. Es un igual en toda regla. No tengáis ninguna duda de que volverá a estar en el foco de nuestras reflexiones.

«—¿Qué hacer después? ¿Volver a la Tierra? Poco a poco todo se normalizará. Surgirán nuevos intereses, conocidos, pero no podré dedicarme a ellos plenamente. ¿Acaso tengo derecho a renunciar, aunque sea a una supuesta posibilidad de contacto con el Océano, al que tantos años trata de tender mi raza hilos de comprensión? ¿Quedarme aquí, entre los objetos que ambos tocamos, que aún recuerdan nuestro aliento? ¿En aras de qué? ¿Con la esperanza de que regrese? Mas no tengo esa esperanza. Lo único que me queda es esperar. ¿Qué esperar? No sé… Nuevos milagros.

—¿No te has cansado?

—No, me siento muy bien.

—Me parece que ya es hora de que retornes a la Tierra.

—¿Así lo crees?

—Parménides fue el primero en tener razón—

domingo, 2 de febrero de 2025

Abuelos y padres en la crisis

 Javier Fesser, hijo en una familia de nueve hermanos, ha dicho algo que no solo sufren los abuelos, sino los padres: “Los abuelos tienden la mano y los hijos y nietos cogemos el brazo, después el piso, el coche y los ahorros, a ser posible”

El Bachillerato Internacional, un modelo para cultivar la pasión por aprender y el pensamiento crítico

 El Bachillerato Internacional, un modelo para cultivar la pasión por aprender y el pensamiento crítico. Nacho Meneses, en El País, 31 de enero de 2025:

Desde Primaria hasta el acceso a la universidad: casi 6.000 centros de todo el mundo adoptan un modelo académico que aporta una educación superior en competencias y valores

Ana Hidalgo recuerda sus años de Secundaria como una época de frustración constante: era buena estudiante, sacaba las mejores notas y, sin embargo, sentía que ni el sistema se adaptaba a ella, ni ella al sistema: “No le encontraba sentido al formato de clases magistrales, al aprendizaje memorístico ni a los currículums exageradamente densos en contenidos que resultaban inabarcables e imposibles de recordar una vez pasado el examen”, explica. Tenía interés por aprender, pero en su instituto no lo encontraba. Hasta que cumplió los 16 y encontró en el Bachillerato Internacional todo lo que había buscado hasta entonces: un modelo que fomenta el espíritu indagador, el pensamiento crítico, un aprendizaje significativo y competencial, una mentalidad abierta y la empatía necesaria para querer cambiar el mundo que le rodea.

Durante los siguientes dos años, y antes de empezar a estudiar Bioquímica en la Universidad Autónoma de Madrid, Ana cursó el programa del Diploma de Bachillerato Internacional (IB) en el Colegio St. George, en Madrid. Y todo cambió: “Desde el principio sentí que se adaptaba mucho más a mi forma de aprendizaje ideal, asimilando conceptos para después aplicarlos en situaciones que reflejen la realidad. Y sentía cómo mi mente se expandía a cada rato; los conocimientos encajaban como las piezas de un rompecabezas y yo era capaz de ver y comprender la imagen que formaban. Entendía lo que dábamos en clase y su utilidad en el mundo real”, recuerda. Una metodología práctica, actualizada y personalizable para que el alumno escoja parte de las materias que estudia y las adapte a sus propios intereses, potenciando así la curiosidad por aprender y mejorando sus resultados académicos.

Parte del éxito del IB, hoy presente en 5.963 centros públicos y privados de 163 países, radica en que sus programas “no están dirigidos hacia los exámenes, sino a que los estudiantes aprendan a pensar de forma crítica y a resolver problemas complejos. Los mejores resultados se obtienen cuando el aprendizaje permite conectar el currículo con su talento innato”, sostiene Maripé Menéndez, responsable de la Organización del Bachillerato Internacional para Iberoamérica.

Y aunque el aprendizaje basado en competencias solo ha empezado a generalizarse ahora, en el marco de la nueva ley educativa, los programas del Bachillerato Internacional llevan más de cuatro décadas implementándolo. “Con la llegada de la Lomloe, hay muchos más colegios interesados en implantar los programas del IB en Primaria y Secundaria, porque ayudan a los profesores a acelerar el proceso de cambio pedagógico en el aula”, añade por videoconferencia. Se va por buen camino, pero aún queda un largo trecho: “Evaluar lo que un alumno sabe y lo que sabe hacer con lo que sabe sigue siendo una asignatura pendiente en España”.

Es importante aclarar que, a pesar de que el Diploma del IB es su programa más popular, no se trata del único, ya que su metodología puede iniciarse desde la etapa de Primaria (PEP) con un programa de indagación adaptado a su edad, para continuar con el Programa de Años Intermedios (el PAI, equivalente a la ESO) y finalizar en el Diploma o el Programa de Orientación Profesional (POP). Este último, su programa más reciente, se desarrolló a instancias del Gobierno de Finlandia y viene implantándose internacionalmente desde 2012, aplicando la metodología del IB a la Formación Profesional. Este año ha llegado por fin a España, donde hay ya tres centros certificados.

¿En qué consiste el Bachillerato Internacional?

Los alumnos matriculados en el Diploma del Bachillerato Internacional han de cursar seis asignaturas troncales (tres a nivel medio y otras tres a nivel superior): su lengua materna; un idioma extranjero; Matemáticas; una materia de humanidades; otra de ciencias experimentales y una más a elegir entre Arte u otra asignatura adicional de humanidades, ciencias o una segunda lengua extranjera. Pero también deben cursar Teoría del Conocimiento (una materia dirigida al pensamiento crítico y a la indagación sobre el proceso de conocer); completar 150 horas de servicios comunitarios dentro del CAS (Creatividad, Acción y Servicio) y completar un trabajo de investigación.

Al final del programa (de dos años de duración), deben presentarse a una completa batería de 17 exámenes, idénticos y celebrados a la vez en todo el mundo, que luego son evaluados de forma externa, si bien entre el 20 y el 50 % de la nota final de una asignatura depende de la evaluación interna continuada que se va completando a lo largo de esos dos cursos. Los estudiantes que obtienen el diploma tienen como mínimo convalidada la parte general de los exámenes de la EBAU, si bien en algunas comunidades (como Madrid) la convalidación es total.

“No sé aquí, pero la primera vez que yo hice una tesis de 12.000 palabras fue justo en el último año de mi licenciatura; y aquí los estudiantes ya escriben monografías de 4.000 palabras sobre un tema de su elección. Es la mejor preparación para la universidad que he visto, y realmente fomenta la independencia y la madurez que luego necesitarán para tener éxito en su grado”, señala Nick Johnson, director de Secundaria en el St. George. “Por la experiencia acumulada en los últimos 18 años, sabemos que el universitario proveniente del IB es más resistente a la frustración, más autónomo, más creativo y posee más habilidades que el estudiante promedio en todo lo relacionado con la investigación y comunicación”, añade Roberto Vázquez, director del IES Marqués de Santillana, en Torrelavega (Cantabria).

Todo ello, además, con un enfoque fundamentalmente práctico en el que los alumnos “desarrollan habilidades de orden superior; buscan información; contrastan fuentes; toman decisiones y evalúan los efectos de estas tanto en poblaciones vulnerables como en la sostenibilidad del planeta”, describe Menéndez. Los alumnos pueden, además, personalizar alrededor de un 30 % del contenido de sus asignaturas por medio de trabajos de laboratorio, exploraciones matemáticas o preguntas de tipo histórico que han de responder. “Gracias al IB aprendí a gestionar mejor mi tiempo, a fortalecer mi expresión escrita y mi capacidad de investigación y saber sobrellevar las dificultades que fueron surgiendo por el camino”, admite Raquel Vega, exalumna del St. George y estudiante hoy del doble grado en Derecho y Relaciones Internacionales en IE University.

Ana Hidalgo, por su parte, recuerda cómo solía realizar trabajos tanto individuales como de grupo, y la importancia que tenían las presentaciones y la comunicación oral. Habilidades que luego le han dado un punto de ventaja en la universidad, a pesar de no estar contenta con la calidad de las clases: “Siguen prácticamente el mismo formato que en los institutos, con lecciones magistrales casi puramente teóricas, pero con la diferencia de que lo que se pide es lo que se aprende en el IB. Es decir, se exige que los estudiantes desarrollemos habilidades que [en el sistema tradicional] no te enseñan”.

El IB en los centros públicos de España

Al comparar la titularidad de los centros con programas de IB se observa una diferencia notable entre España y los datos globales: aunque, a nivel internacional, los centros públicos representan un 54 % del total, en España este porcentaje se reduce hasta apenas un 29 %. Una de las causas puede estar en el hecho de que los estudiantes que opten por hacer el IB en un centro público deben cursar también el Bachillerato tradicional, algo que, sin embargo, no implica cursar el doble de asignaturas, ya que muchas de las materias son coincidentes (no así la metodología).

¿Merece, entonces, la pena? Los dos directores de institutos públicos de Secundaria consultados no albergan ninguna duda al respecto, y el “sí” es rotundo: “El IB no solo nos ofrece un currículo integrado por una serie de contenidos, actividades o enfoques, sino también por valores que contribuyen a la formación de nuestro alumnado como personas íntegras y solidarias”, sostiene Vázquez, que destaca también el trabajo colaborativo que desarrollan los docentes en el marco del Bachillerato Internacional, uno de los requisitos básicos de los distintos programas del IB que, además, tiene una incidencia directa en la atención a la diversidad.

En el IES Gerardo Diego, en Pozuelo de Alarcón (Madrid), la adopción del Programa de Años Intermedios (recordemos, el de Secundaria) del IB desde el curso 2022/23 obedeció a una necesidad de responder a las demandas de las familias, en un entorno con una altísima competencia de centros privados y concertados (27). Para ello, remodelaron sus espacios, formaron al profesorado y empezaron a desarrollar metodologías activas.

Más allá de los numerosos beneficios para alumnos y profesores (mejora de los resultados académicos; fomento del aprendizaje permanente a través de la indagación y de las habilidades blandas; orgullo y sentimiento de pertenencia; desarrollo profesional o poder transformador, entre otras), la evidencia del impacto se ve en otros factores de convivencia: “En el primer curso de implantación, el porcentaje de alumnos con más de dos materias suspensas en primero de la ESO bajó 10 puntos porcentuales; las faltas contrarias a la convivencia se redujeron a la mitad y la admisión se incrementó en un 80 %. Además, el año pasado este centro fue finalista en los Premios Princesa de Girona a la mejor escuela del año”, enumera Jesús Álvarez, su director.

Ambos directores destacan, además, la influencia de las horas de servicio comunitario en la formación de sus alumnos: en Torrelavega, los alumnos del IB del IES Marqués de Santillana desarrollaron proyectos en ámbitos como la mediación escolar, la atención al alumnado inmigrante o la incorporación tardía al sistema educativo (...), colaboraron con asociaciones y fundaciones benéficas relacionadas con la atención a personas mayores o la protección de los animales.

Mientras, en el IES Gerardo Diego donaron material escolar a las escuelas de Paiporta (Comunidad Valenciana) afectadas por la dana; recogieron juguetes usados y participaron en un programa de Cruz Roja ayudando a niños de tres a 10 años en sus estudios. “Los beneficios derivados de la satisfacción y realización personal que supone ayudar a los demás repercuten muy positivamente en la autoestima y la capacidad de trabajo en equipo del alumnado y, por extensión, favorece su evolución académica y su desarrollo integral como persona”, añade Vázquez.

El programa de Orientación Profesional

¿Cómo (y por qué) se implanta una metodología como la del Bachillerato Internacional en un contexto eminentemente práctico como el de la FP? La respuesta la conocen muy bien en Finlandia, “donde la formación profesional ya gozaba de prestigio, pero carecía de visión internacional. Además, se quería ayudar a desarrollar jóvenes con una mayor capacidad de pensamiento crítico y que poseyeran todas las habilidades que fomenta el IB, de pensamiento, investigación, comunicación, sociales y de autogestión”, sostiene Menéndez.

Se trata, añade la responsable del IBO, de “elevar de alguna manera la parte académica del programa de FP”, de manera que ese alumno “esté preparado para ir a la universidad, al mercado de trabajo o que sea capaz de montar su propia empresa, entrando y saliendo del sistema educativo siempre que lo necesite. Los trabajos de hoy cambian tan rápidamente que prácticamente será necesario formarse a lo largo de toda la vida”. En España está dirigido a estudiantes de Grado Medio de FP y ya son, de momento, tres los centros autorizados.

“Si tú estudiaras en un centro donde se desarrolle el programa de Orientación Profesional, cursarías dos asignaturas académicas del IB (por ejemplo, matemáticas a nivel superior o, si estás en una rama sanitaria, estudiar por ejemplo una Biología y una Química). Y luego, estudiar las materias propias del IB: una lengua extranjera, un proyecto de investigación, las horas de aprendizaje y servicio y una asignatura de habilidades sociales y profesionales”, describe Menéndez.

La diferencia, de nuevo, entre España y otros países como Reino Unido o Estados Unidos es que en estos países los estudiantes pueden progresar a la universidad, mientras que en España (de momento) evolucionan a un Grado Superior, a la espera de negociar con el Gobierno una futura ruta de acceso al sistema universitario.

La educación según Milei

 La educación según Milei, en El País, por Guillermo Ramón Ruiz, 31 ene 2025:

Un gobierno libertario asumió el poder y comenzó a cuestionar las características de la educación y sobre todo el rol del Estado

A lo largo de su historia, la educación pública ha tenido centralidad en la Argentina. Ello se evidenció en el esfuerzo alfabetizador del Estado, que se reflejó en la constante reducción del analfabetismo desde finales del siglo XIX. En 1895, el porcentaje de personas analfabetas era del 53,3%; en 1921, bajó al 35%; y en 1943, lo hizo al 16%. De esta forma, el país se convirtió en el más alfabetizado de América Latina. Entre los años 1960 y 1980, períodos de alta inestabilidad política el descenso del analfabetismo continuó (del 8,5% al 6,1%). Durante este siglo XXI esta tendencia se mantiene: bajó del 2,6% en 2001 al 1,9% en 2022. Esta referencia a la alfabetización da cuenta del rol que ha tenido el Estado argentino en la expansión de la escolarización durante los últimos dos siglos.

Ello también se constata en la Constitución nacional, donde la educación es reconocida como un derecho individual, social, político, económico, cultural, cuyos sujetos titulares son todas las personas que habitan la Argentina. La Constitución también establece la responsabilidad indelegable del Estado en materia educativa; la promoción de la gratuidad y la equidad; la igualdad de oportunidades y posibilidades sin discriminación; la educación intercultural-bilingüe; la educación ambiental. Por ello, la gratuidad de la educación pública abarca a todos los niveles. Es más, las universidades públicas no tienen exámenes de ingreso, ni de selectividad, ni cupos, y en ellas no se pagan los estudios de grado.

A estas características generales, cabría agregar que los gobiernos de la democracia, a partir de 1983, han llevado adelante diferentes políticas, para ampliar el contenido del derecho a la educación e incorporar contenidos curriculares tales como: el enfoque de derechos humanos, la construcción de la memoria colectiva sobre el terrorismo de Estado, la educación sexual integral y la educación ambiental en la escolarización obligatoria.

Se eliminó el Ministerio de Educación: la cartera fue reducida a una secretaría dentro de un Ministerio de Capital Humano.

El 10 de diciembre de 2023 con el inicio de la presidencia de Javier Milei, un gobierno libertario asumió el poder y comenzó a cuestionar las características de la educación y sobre todo el rol del Estado en este terreno. Se eliminó el Ministerio de Educación: la cartera fue reducida a una secretaría dentro de un Ministerio de Capital Humano. Se comenzó a enfatizar la idea de “sociedad educadora” para no cumplir con las obligaciones estatales en materia educativa, fijadas por la Constitución. Ello se tradujo en políticas educativas que dieron lugar al desfinanciamiento: se anuló el Fondo Nacional del Incentivo Docente; se suspendieron las normas sobre financiamiento educativo y de ciencia y tecnología; se redujo el presupuesto universitario.

Estas medidas fueron completadas con la creación de:

1) el Programa de vouchers educativos (para auxiliar a las familias en el pago de aranceles en centros privados); 

2) un Plan de Alfabetización carente de una planificación integral. El Estado nacional delegó en las provincias la ejecución de este último, dando lugar a diferentes respuestas, en función de las capacidades estatales de cada Estado provincial.

¿Cómo interpretar estas reformas? ¿Cómo comprender el lugar que tiene la educación en la agenda del actual Gobierno? Por un lado, una respuesta se encuentra en la corriente política a la que adscribe el presidente Milei, el paleolibertarismo. En ella se articulan ideas libertarias de libre mercado, junto con otras reaccionarias. Esta síntesis compleja apunta a erradicar al keynesianismo, al enfoque de derechos humanos, a la perspectiva de género y al feminismo, con un sesgo de anti-intelectualismo. Ubicado en esta perspectiva, Milei denuncia al Estado y al “colectivismo” como las causas de todas las crisis. Por ello propone desmantelar al Estado desde dentro, “como un topo”.

Por otro lado, el panorama se completa con un conjunto de difamaciones que las autoridades nacionales esgrimen sobre las instituciones educativas y sus actores. Aquí se ubica una segunda respuesta: el uso de la mentira moderna. Un rasgo de las extremas derechas libertarias es su capacidad para capitalizar las múltiples crisis del presente y así atacar continuamente a las instituciones públicas. En este sentido, se encuentran las críticas que diversas autoridades nacionales hacen a la obligatoriedad escolar, a la perspectiva de género, al marxismo. Sobresale el cuestionamiento a la educación sexual integral, a la educación ciudadana y a la literatura que se enseña en las escuelas. Esto recuerda al embustero de Hannah Arendt. El político embustero y las mentiras políticas modernas configuran otra realidad, fortalecida por la manipulación de los hechos a través de las redes sociales con denuncias no fundadas. El embustero no es exclusivo de las extremas derechas, pero ha sido clave su proliferación para ganar elecciones democráticas e instalar debates capciosos en los ámbitos educativos como en Argentina.

En suma, el panorama es desalentador. La ausencia de una ley de presupuesto para el año 2025 (que permitirá el uso discrecional de fondos desde el Poder Ejecutivo Nacional), la delegación de las obligaciones estatales en organizaciones de la sociedad civil, así como la utilización de engaños para socavar las instituciones estatales y cercenar derechos humanos, dan una pauta de lo previsto por el gobierno libertario: un rol subsidiario del Estado y posturas reaccionarias, contrarias al efectivo ejercicio del derecho a la educación.

Guillermo Ramón Ruiz es docente e investigador del Consejo Nacional de  Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en la Universidad de Buenos Aires.

Los últimos días de Patricia Highsmith

 Aquellos meses oscuros que compartí con Patricia Highsmith hace 30 años, en El País, Elena Gosálvez Blanco, New Haven (Connecticut, EE UU), 2 feb 2025:

Huraña y enferma, la autora de ‘Extraños en un tren’ pasó su último invierno encerrada en su casa de Suiza con una asistente española entonces veinteañera

Leí toda la obra de Patricia Highsmith de una sentada en otoño de 1994. Yo tenía veinte años y vivía con la autora en su casa de Tegna (Suiza) en una habitación empapelada con sus primeras ediciones en orden cronológico. Pat tenía 73 y sabía que estaba a punto de morir.

Mis recuerdos empiezan en un tranvía blanco y azul yendo a la casa de Anna y Daniel Keel en Zúrich. Anna era pintora y tuve la suerte de ser una de sus modelos desde que mi novio de entonces me la presentó a los 17 años. Su marido Daniel, cofundador y dueño de la editorial Diogenes Verlag, era brutalmente honesto, pero tenía ojos bondadosos. Sus muchas pilas de libros les valían de muebles.

En una de las “cenas interesantes” que celebraban, Dani me comentó que estaba “desesperado” buscando a alguien que hablara inglés, tuviera carné de conducir y pudiera mudarse a cuidar de un autor en su casa del Ticino. “No puedo anunciar el puesto en el periódico”, suspiró. El hombre discreto que había ocupado el cargo durante meses acababa de anunciar que no podía más y se iba a meter a monje. “Hablo inglés”, dije en inglés. Estaba a punto de volver a España para empezar tercero de carrera, pero podía recoger los libros, volver en octubre y quedarme hasta los exámenes de diciembre. Dani negó con la cabeza y me dijo que el autor era Patricia Highsmith. Yo no reaccioné. “¿Qué libros suyos has leído?”, me preguntó. “Ninguno”. Se le escapó una carcajada. Preguntaría a Pat pero, dada mi edad, no debíamos hacernos ilusiones.

Menos de una semana después, cogí el tren de Zúrich a Locarno. Patricia Highsmith había aceptado entrevistarme. En el viaje terminé El temblor de la falsificación, el primer libro suyo que leí. El hombre que había cuidado de ella me abrazó cuando vino a recogerme a la estación. “Es una autora extraordinaria...”, me dijo. “Pero no le gusta mucho la gente. Vas a notar que la molestas; no pienses que es algo que has hecho tú. Ella es así”. Me dejó en su puerta exclamando “Buena suerte”, sin bajarse del coche.

La casa brutalista, de ladrillo blanco y una sola planta, me pareció una enorme U. Highsmith la diseñó con ayuda de un arquitecto de Zúrich, Tobias Ammann, en 1988. Era la casa de sus sueños (con la que había soñado literalmente) y muy similar a la del arquitecto protagonista de su primera novela Extraños en un tren. Estaba bastante aislada, pero me gustaba el contraste de sus líneas rectas con el paisaje del valle. Aquel sábado de finales de agosto de 1994 el jardín era una maraña de malas hierbas y la fachada amarillenta había perdido su blanco original.

Patricia Highsmith abrió la puerta antes de que llamase al timbre, como si me hubiera estado espiando tras las cortinas. Llevaba un jersey de lana, unos vaqueros amplios y tenía cara de pocos amigos. Su flequillo canoso y grasiento caía sobre sus ojos. Me estrechó la mano. Sin mirarme, me ofreció cerveza o té, yo le pedí agua y desapareció hacia la cocina. En el salón había una revista literaria que nombraba a los cien mejores escritores vivos: García Márquez justo encima de Pat, que tardó más de diez minutos en volver con mi vaso de agua y su taza de café que entonces yo no sabía contenía cerveza.

“¿Te gusta Hemingway?”, me preguntó sin preámbulos. Por primera vez me miró a los ojos. Bebí un poco. No sabía nada de su vida, ni podía haberla buscado en Google en el tren en 1994. Decidí decir mi verdad por si acaso pedía argumentos. “No”, contesté como quien pone ficha en la mesa del casino. Todo al negro. Silencio.

“¡Odio a Hemingway!”, exclamó ella poniéndose de pie y caminando hacia la puerta. “¿Eso es todo?”, me preguntaba a mí misma sin atreverme a abrir la boca, aunque tenía mil preguntas sobre el trabajo, el sueldo, el horario, las fechas... Me dio las gracias y abrió la puerta para invitarme a salir. De vuelta en el Volkswagen —para sentarme tuve que coger un montón de correspondencia del asiento remitida simplemente a “Patricia Highsmith, Suiza”—, el futuro monje me dijo que sabía que la entrevista iba a durar poco, pero no tan poco. “¿Será que no le he gustado?”, le pregunté. “El próximo tren a Zúrich sale en unos quince minutos”, contestó, ignorando mi pregunta.

Estaba segura de que jamás volvería a ver a la gran dama de la novela negra que ni siquiera necesitaba dirección para recibir cartas. Pero justo antes de ir al aeropuerto para volver a Madrid donde me esperaba tercero de Filosofía en la Complutense, Daniel Keel llamó: “Esto es un milagro, Pat quiere saber cuándo puedes empezar”.

Regresé a la casa de Tegna a finales de octubre, con mi gorro negro, mis botines de tacón y un abrigo largo con vuelo, lista para mi aventura literaria. Mi cuarto era amplio y en las estanterías estaban todas las primeras ediciones de sus libros “en orden”, me explicó Pat. Le conté que solamente había leído El temblor y me había encantado. Dijo que esa era su mejor novela, así que todo lo que leyera después iba a defraudarme. No fue verdad y pronto El diario de Edith se convirtió en mi favorito. El cuarto tenía dos grandes puertas de cristal que abrían al patio frente al cual, como si fuera un espejo, estaba el cuarto de Pat en el otro palo de la U. Sus visillos estaban abiertos y podía ver su cama individual y su escritorio. Esta disposición le permitía también a ella verme a mí.

Se fue para dejarme deshacer la maleta. No sabía muy bien qué esperaba de mí. Cuando salí a esperarla al salón, se había metido en su cuarto. Podía oírla teclear la vieja máquina que usaba desde que escribió su primera novela, Extraños en un tren, durante su estancia en la colonia de escritores Yaddo. Cuando por fin salió de su cuarto para cenar puso un poco de agua a hervir y añadió un cubito de caldo. Me preguntó si yo quería. Asentí y añadió otro cubito. Esa era la cena. Se sirvió un gran tazón de cerveza oscura de una litrona que tenía en cajas fuera de la nevera.

Ahora yo era el chofer del Volkswagen polo negro. Era muy mala conductora, pero Pat no paraba de decirme lo bien que conducía probablemente porque iba despacio, lo cual, según ella, gastaba menos gasolina. Me explicó que yo iría sola una vez a la semana a comprar cubitos para la sopa, cajas de cerveza y comida para el gato que solo comía pulmones de vaca crudos. Pat llevaba bolsas de plástico en el bolso para no pagar los céntimos que costaban. Yo intentaba memorizar todo sin caer en la cuenta de que me iba a morir de hambre.

Cada cuatro o cinco días venía la cocinera con un guiso ya hecho porque no la dejaba cocinar allí. Pat apenas lo probaba cuando cada noche a las siete en punto, nos sentábamos en la penumbra a “cenar” juntas. Cada una se servía en la cocina en un bol, ella muy poco, pero traía una botella entera de cerveza a la mesa que despejábamos un poco de las montañas de correspondencia sin abrir. Yo comía despacio intentando copiar su falta de hambre y le hacía muchas preguntas que a ella le encantaba contestar. Nunca me ofreció cerveza, se sobrentendía que si quería beber debía traer mi propio alcohol. Los médicos no la dejaban beber su veneno favorito (whisky) pero en la cocina había una botella de Johnny Walker escondida que menguaba aunque ella decía que era para las visitas (que nunca venían). No debía beber y había dejado de fumar por sus problemas de salud. En teoría era un secreto, pero Anna insinuó que se trataba de cáncer.

La gata Charlotte pedía su comida en cuanto salía el sol. Pat me había explicado cómo tenía que trocear los pulmones crudos con las tijeras de cocina, los alvéolos estallando como miles de globitos. Pat escuchaba siempre las noticias de la BBC en la cama durante una hora antes de levantarse. Los días que tardaba en encender la radio me torturaba pensando que tal vez se había muerto y que me tocaría a mí encontrarla.

A veces me pedía que fuera a por el correo o salía a pasear por Tegna, donde aprovechaba para tomar un café como Dios manda en el diminuto bar, me comía un cruasán o me fumaba un cigarro, las cosas que ella solía hacer y ya no podía. En Correos siempre había algo para Pat pero los empleados me miraban mal. Supongo que sabían que Pat era lesbiana e imaginaban que una chica tan joven debía ser una amante remunerada. Yo pinta de enfermera no tenía. Entendí por qué ella jamás iba a por sus cartas. Mis paseos me valían para respirar antes de volver aquella casa opresiva y deprimente. La revista de los cien mejores escritores vivos le invitó a una celebración en París a la que por supuesto no fue: se consideraba entre los cien mejores, pero no tanto entre los “vivos”.

Anna y Dani llamaban cada domingo. Pat estaba corrigiendo las galeradas de Small G: un idilio de verano y tenía que mandarle las correcciones por fax. Cada día me pedía que mandara la misma página una y otra vez. Ella misma se refería a Small G como su última novela y parecía que quería salir por la puerta grande. Cuando la leí, unos meses después de su muerte, me impresionó cuánto sabía de la comunidad gay de Zúrich.

Pat no me dejaba llamar a mi novio y cuando él me llamaba decía que no estaba. Yo contaba con que él me podría visitar, incluso quedarse a dormir. Cuando tuve el valor de preguntar, ella me dijo que de ninguna manera. No le dejaría siquiera pisar el jardín, y si yo iba al bar del pueblo a verle, no podía faltar más de una hora. Mi novio y yo decidimos limitarnos a escribir cartas. Lo mismo ocurrió con mis padres y amigos. Las cartas tardaban unos diez días desde España, pero yo no podía ocupar la línea telefónica. No cuestioné las normas de Pat, ni la agresividad con que ella se negaba a compartirme, nadie podía interrumpir su amarga espera. Yo era sumisa, por la edad, la falta de experiencia y el miedo a que le pasara algo estando conmigo. Me obsesionaba no molestarla. Mis paseos por el pueblo se fueron acortando: me atormentaba que Pat estuviera sola, se encontrara mal o me tuviera que esperar para mandar, otra vez, la misma página corregida por fax.

Igual de aislada que ella, yo vivía leyendo sus libros y esperando la llamada de los domingos. Dani hablaba con Pat unos minutos y Anna hablaba conmigo un buen rato porque Pat se portaba mejor y no nos interrumpía. Anna notó que yo no estaba muy bien, así que vinieron de visita como habían prometido. Aparecieron con poco aviso y llegaron tarde, —”qué maleducados”, despotricaba Pat—, con un precioso ramo de dos docenas de rosas de té. Pat refunfuñó delante de ellos por haberse gastado cientos de francos en algo que no iba a tardar en morirse delante de nuestras narices.

Dani se entendía bien con Pat, tal vez porque era tan impaciente y abrasivo como ella. Llevaba décadas controlando los derechos de todas sus obras y ella, que había despedido a todos sus editores anteriores, le respetaba. Mientras despachaban los detalles de publicación de Small G, Anna vino a mi cuarto preocupada por mis ojeras y mi pérdida de peso. “Vives con alguien muy difícil que está esperando la muerte y tú le recuerdas todo lo que ya no podrá tener”, me consoló.

Pat no sabía decirle que no a Dani y les dio permiso para sacarme a cenar. Les confesé que al principio fue difícil que no me dejara recibir visitas ni llamadas, pero había logrado entender que Pat era mayor y maniática y también estaba aprendiendo mucho de ella leyendo cronológicamente sus libros, me impactaban sus antihéroes humanos e infelices, almas complicadas. Al principio me chocó tener que moverme con una linterna por la noche para no encender las luces, o que me gritara por gastar agua o gasolina… Era inexplicable para alguien con tanto dinero aquella obsesión patológica por ahorrar, pero cuando al morir donó toda su fortuna a Yaddo y otras colonias para escritores entendí que su frugalidad tenía la intención de ayudar al mayor número de autores posible. Aquella noche Anna me dijo que creía que Pat estaba enamorada de mí y yo bromee que más bien iba a intentar cometer el crimen perfecto conmigo. Cuando volví a casa, Pat me esperaba viendo la televisión visiblemente enfadada. Me había perdido el programa de crímenes semanal de la BBC que solíamos ver juntas y que le había dado muchas ideas.

Una o dos veces por semana la llevaba al hospital de Locarno para sus largos tratamientos. Leía mis deberes de Filosofía para que no me viera leer sus libros en público, porque le incomodaba ser reconocida. Entonces se podían encontrar en en la sección de “Misterio” en Estados Unidos; pero en Europa era una autora súper ventas de “literatura de verdad”. Mientras esperaba, solía irme a pasear por Locarno, que olía a castañas asadas igual que Madrid en noviembre. Pat salía sintiéndose mejor. La causa de su muerte (cáncer de pulmón) no fue pública hasta mucho después. A Pat le importaba el qué dirán y me pedía que confirmara a los médicos que no estaba bebiendo. Leí que también se había sentido muy culpable por ser homosexual, lo había ocultado y había probado relaciones con hombres, pero que en un momento dado logró aceptarse. La mujer que yo conocí había regresado a la vergüenza.

Dejé a Pat a mediados de diciembre de 1994. Le recordé mi partida durante semanas. No intentó reemplazarme, sólo me pidió que me quedara. Le expliqué que tenía que volver a hacer los exámenes y a mi casa por Navidad. No me hizo mucho caso, pensando que podía escribir nuestro destino como si fuera una novela. La noche anterior a mi marcha evitó hablarme y mirarme por completo. Con las maletas en la puerta me estrechó la mano, aunque yo esperaba un abrazo. Le pedí que me firmara un libro sobre su vida que me había regalado Dani y firmó su nombre, sin dedicatoria, ni nada personal. Estaba muy enfadada de que la abandonara como siempre habían hecho “otros”. Me dio un sobre con el dinero que me debía. Desapareció hacia su cuarto y me tuve que ir cerrando la puerta tras de mí y caminar hasta el trenecito rojo que me llevó a Locarno. No la volví a ver. En el tren soñé que nunca llegaba a casa y la policía les explicaba a mis padres que no podían encontrarme.

Al poco de irme, después de Navidad, la ingresaron. Murió el 4 de febrero de 1995 en el hospital y me alegre de no haber tenido que lidiar con los peores días. Sentí culpa y vergüenza. Dani me invitó a su funeral en marzo, justo el día que yo cumplía veintiún años, pero no quise ir. Solo regresé a Tegna ― donde ella vivió veinte años y reposan sus cenizas ― mucho después, en 2021. A Pat le hubiera horrorizado ver su pueblo lleno de chalés vacacionales y saber que su casa no es un museo sobre ella como me aseguró que sería. La tenía alquilada una familia con niños y trastos por todas partes. Desde el jardín podado a la perfección vi un cuarto de jugar y en el patio, dentro de la U, una alberca. Me alegré de que Pat no viviera para verlo. La casa de sus sueños no tenía piscina.

Elena Gosálvez Blanco dirige el programa Yale Young Global Scholars en la Universidad de Yale.

sábado, 1 de febrero de 2025

Bielorrusia, una dictadura y unos exiliados más

 La tristeza de Svetlana Tijanóvskaya por la Bielorrusia que no pudo ser, en El País, Ricardo de Querol, 31 ene 2025:

El documental ‘La legítima presidenta de Bielorrusia’ sigue en su exilio a la líder opositora que se midió a Lukashenko en las elecciones de 2020, resueltas con un pucherazo. El filme deja un regusto amargo y de impotencia. El régimen dictatorial de Bielorrusia celebró elecciones presidenciales el pasado domingo. Sorpresa: Aleksandr Lukashenko obtuvo el 87,6% de los votos. No es para tanto, dado que no había oposición de ningún tipo, toda ella aplastada y todos sus líderes encarcelados o exiliados. Había sido incluso más increíble el resultado que proclamó en febrero de 2020. Entonces le surgió un contrincante de peso, Serguéi Tijanovski, un popular activista y youtuber, y lo metió en la cárcel, donde sigue encerrado hoy. Así que las papeletas de la oposición llevaron al final el nombre de su esposa, Svetlana Tijanóvskaya. El dictador la despreciaba por su sexo: dijo que el pueblo nunca votaría a una mujer, que la Constitución no está hecha para ellas y que una presidenta “colapsaría, pobrecita”. Pero la candidata (y otras dos mujeres igual de valientes a su lado: Maria Kolésnikova y Verónika Tsepkalo) despertaron entusiasmo entre la población. El conteo oficial dio un 80% para Lukashenko y un 10% para su rival. Ella dijo después que si el presidente se hubiera adjudicado, por ejemplo, un 55% del voto, quizás podría haber engañado a alguien. Así no engañaba a nadie.

Aquel pucherazo fue respondido con movilizaciones masivas en las calles de Minsk. Pero Lukashenko y su padrino Vladímir Putin no iban a permitir una revolución ciudadana como la que seis años antes había derribado a otro títere del Kremlin en Ucrania. La represión fue feroz. Tijanóvskaya, a quien sus seguidores llamaban Sveta, fue detenida brevemente y obligada (ese clásico de los autoritarios) a grabar un vídeo en que pedía a sus seguidores volver a casa. Y se refugió en Vilna, la capital de Lituania, a 40 kilómetros de la frontera bielorrusa, pero una distancia abismal entre la UE y la penúltima dictadura de Europa. Improvisó en Vilna un equipo de colaboradores, contactó con los líderes europeos y con la Casa Blanca, empezó a documentar los abusos del régimen. Trató de mantener viva la llama la oposición. Su historia se cuenta en el documental La legítima presidenta de Bielorrusia, producción británica disponible en Movistar+.

El metraje sigue a Tijanóvskaya en su día a día en Lituania y en sus gestiones internacionales. Hay poco material, eso se echa de menos, de las protestas multitudinarias en su país. Aunque sus colaboradores están todo el rato conectados a lo que pasa en Minsk, que siguen en directo por videocámaras, el relato no deja de ser tan penoso como es el exilio. En algún momento la vemos enfadarse con su equipo cuando no tiene planeados los próximos pasos. Ella reconoce algunas inseguridades: no era más que una filóloga que fue profesora y traductora, y era una esposa dedicada al hogar cuando tuvo que tomar el testigo de su marido y liderar un movimiento de masas. Vemos el peso de la responsabilidad sobre ella cuando ve a los suyos, desde lejos, apaleados y detenidos. Confiesa que sí, que fue ingenua al pensar que Lukashenko iba a permitir que llegara a presidenta. Tiene que explicar a sus dos hijos por qué no está papá con ellos. Él fue condenado a 18 años de prisión por desórdenes públicos. Ella misma fue juzgada en rebeldía y le cayeron 15 años. No está predispuesta al martirio como lo estuvo Alexéi Navalni en Rusia.

Los ganadores morales de las elecciones no ejercen el poder, lo hemos visto en otros sitios. El mismo nombre del documental refleja los titubeos del mundo ante estos casos. La legítima presidenta de Bielorrusia, como se ha traducido el filme en España, significa algo distinto que el título original The Accidental President, la presidenta accidental. El debate es incómodo para las democracias: reconocer a presidentes electos, pero nunca en ejercicio es éticamente defendible, pero en la práctica no lleva a ningún sitio (como se vio con Juan Guaidó, el “presidente encargado” que eligió el Parlamento venezolano, como se ve ahora con Edmundo González, pese a las pocas dudas de que fue el más votado). La diplomacia, como parte de la política, es el arte de lo posible.

Este documental deja el regusto amargo de la derrota, de la revolución fallida, del sacrificio inútil. Lukashenko sigue aferrado a su silla, y va para tres décadas. Después de aquella farsa electoral de 2020, inició una escalada de dislates: secuestró un avión para detener a otro opositor exiliado (el periodista Roman Protasevich, al que forzaron a renegar de su causa en televisión y acabó indultado); lanzó una ola de migrantes contra la UE, eso que llaman ataque híbrido, y sufrió una primera catarata de sanciones europeas. En 2022 se le impuso el mismo castigo que a Rusia por su participación, desde el primer día, en la guerra contra Ucrania. Todo esto no ha hecho más que acrecentar su dependencia de Moscú, que apunta incluso a una integración. Podemos ver a Tijanóvskaya seguir todos estos acontecimientos con determinación, pero desde la impotencia.

Es previsible que Trump y Putin se entiendan sobre Ucrania, que impongan una solución injusta al país invadido y a Europa. Que acabemos viendo el fin de las sanciones sobre el tirano bielorruso. Que ese sufrido pueblo continúe bajo su bota. Y que Svetlana Tijanóvskaya siga tan triste en Vilna cuando bien pudo cambiar la historia.

Carta inédita de Primo Levi

 En El País, "Sale a la luz la primera carta de Primo Levi tras ser liberado en Auschwitz: “De los 95, estamos vivos seis”. Íñigo Domínguez, Turín - 1 feb 2025:

Una exposición en Turín sobre la correspondencia privada del escritor italiano desvela la misiva que envió en 1945 y su intensa comunicación con lectores alemanes tras la traducción de ‘Si esto es un hombre

Es emocionante ver la primera carta que pudo escribir Primo Levi, una vez liberado en Auschwitz, para decir que estaba vivo. La escribió a su amiga Bianca Guidetti Serra y hasta ahora era desconocida. Se expone una reproducción en una exposición en el Palazzo Madama de Turín ―complejo espectacular con 2.000 años de historia que por sí mismo merece una visita―, dedicada a la correspondencia del escritor italiano, en su mayor parte aún inédita. Esa primera carta de Levi tiene fecha del 27 de abril de 1945, está datada en Katowice, Polonia, donde esperaba en un campo ruso en el que se iban reuniendo todos los supervivientes. Luego, como relata en La tregua (1963), tardó ocho meses en volver a su casa de Turín, que está a media hora de la exposición y donde aún se ve su apellido en el timbre del portal.

La carta es un folio escrito por las dos caras, con lápiz, aprovechando al máximo el espacio, sin márgenes, y comienza así: “Bianca carissima, puedo finalmente intentar escribir a Turín de nuevo…”. “No se conocía ni siquiera su existencia, ha sido descubierta hace poco”, explica Domenico Scarpa, comisario de la muestra y asesor literario del Centro Internacional de Estudios Primo Levi. Lo que más impresiona es la urgencia de Levi por dar noticias ciertas, con datos y detalles, con ese estilo suyo que parece casi frío porque es preciso. En realidad, es el primer germen de Si esto es un hombre, en dos folios está el esquema del libro. “Por primera vez cuenta su aventura y hace una síntesis”, señala Scarpa.

Ya en las primeras líneas aparece la terrible contabilidad de la muerte: “De los 600 que salimos de Fossoli [campo de concentración cerca de Módena], se eligieron al llegar 95 hombres válidos para el campo de Monowiz. De los otros, viejos, mujeres, niños, se ha perdido cualquier pista. De los 95, estamos vivos seis”. Guidetti Serra había logrado enviarle a Auschwitz dos cartas y un paquete de comida, y él a su vez había conseguido hacerle llegar tres postales, un “milagro”. “Bianca, tú no tienes idea de cuánto te debo”, le escribe en su primera misiva.

Junto a esta carta del final del horror, en la muestra se ve la reproducción de una postal igual de conmovedora, la primera cuando comenzaba la pesadilla 14 meses antes. Es la que dejó caer Levi desde el tren donde era deportado, sin sello, con la esperanza de que alguien la recogiera y la enviara. Con lápiz, en mayúscula, escribió: “Enviar por favor”. Y alguien se la encontró y la mandó. También iba dirigida a Bianca Guidetti Serra, lleva fecha del 23 de febrero de 1944 e impreso el lema fascista, Vinceremo: “Cara Bianca, todos en viaje a la manera clásica ―saluda a todos―, a vosotros la antorcha. Adiós Bianca, te queremos. Primo, Vanda, Luciana”. Vanda Maestro, que murió en Birkenau, y Luciana Nissim, superviviente, eran las dos compañeras partisanas con las que fue detenido.

La muestra, sin embargo, se centra en un aspecto muy concreto: las cartas de Levi con lectores alemanes, un diálogo esencial para él que comienza después de la publicación en ese país de Si esto es un hombre, en 1961. “Es con ellos con quienes quiere hablar desde el primer momento con su libro”, apunta Scarpa. Levi quiere comprender, desea una comunicación humana con quien estaba al otro lado, el de los verdugos. ‘Cartas de alemanes’ es el último capítulo de su último libro, Los sumergidos y los salvados (1986), donde incluyó citas de algunas de esas misivas y abordó esta problemática comunicación, que pretendía responder “a la pregunta de si es posible comprender a los alemanes”.

La exposición es un paso más en la publicación de las cartas privadas de Levi, actividad a la que se dedicó durante más de 40 años con rigor y disciplina. “El Levi escritor de cartas nos revela una nueva dimensión de su obra, una dimensión europea desde el principio”, apunta Scarpa. Levi escribía las cartas a máquina en su olivetti azul, hacía una copia con papel de calco y las conservaba con las respuestas. Luego se pasó a la máquina de escribir eléctrica y en 1984 fue uno de los primeros en Italia en usar un ordenador Macintosh. Scarpa calcula que en el archivo familiar hay más de un millar de cartas.

La editorial Einaudi acaba de publicar en Italia su intercambio epistolar con Heinz Riedt, su traductor alemán, que fue mucho más para él, un amigo. Contiene 132 misivas entre 1959 y 1968, un diálogo donde se aprecia la meticulosidad de Levi por buscar las palabras exactas para contar aquello para lo que no hay palabras. Además, está en marcha la digitalización y publicación en abierto de toda su correspondencia alemana, más de medio millar de documentos, en el portal Levinet, un proyecto coordinado por la profesora Martina Mengoni en la Universidad de Ferrara. “Queda mucho por conocer, y habrá sorpresas”, adelanta Scarpa.

Riedt es una de las figuras clave de la muestra, junto a otro alemán, nacido en Viena: Hermann Langbein, “un hombre formidable” para Levi. Combatió en las brigadas internacionales de la Guerra Civil española, estuvo seis años preso en campos de concentración alemanes y después fue uno de los mayores investigadores y divulgadores del exterminio, además de cazador de nazis. Reidt también era para Levi “un alemán anómalo”. Tenía su edad y hablaba italiano porque había pasado su infancia en Italia. Iniciada la guerra fue a estudiar a Padua y entró en la resistencia, donde se infiltró como intérprete en las SS. Militante comunista, tras la guerra vivía en Berlín Este, de donde huyó cuando comenzó la construcción del Muro.

Entre julio de 1959 y mayo de 1960, Reidt tradujo Si esto es un hombre, con un intercambio frenético de cartas con Levi, precisando términos y conceptos. También porque el escritor quería reflejar el alemán particular que se manejaba en Auschwitz. Al escritor turinés le interesaba muchísimo la traducción alemana y Riedt fue el hombre adecuado, que le escribía en agosto de 1959: “Espero de todo corazón que tenga éxito, no solo de ventas, sino que penetre en las almas, que sea motivo de reflexión humana”. Y Levi respondió: “Me haría feliz conocerle personalmente, es más, quizá es usted la persona que esperaba encontrar desde hace años”. Se verán finalmente al inicio de agosto de 1961. Y una semana después comenzará la construcción del Muro de Berlín. Riedt logrará escapar con la familia, y le escribe una carta dramática contando lo que ha visto, el silencio absoluto en las calles, “una visión de condenados a muerte sin ninguna esperanza, un inmenso gueto”. Si esto es un hombre y La tregua no fueron traducidos en Alemania del Este, por su visión crítica de los prisioneros políticos alemanes, incluidos los comunistas y su descripción irónica del Ejército rojo.

“No he sentido nunca odio hacia el pueblo alemán”

Con la publicación en Alemania de Si esto es un hombre comienza un intenso intercambio de cartas con lectores alemanes. Estudiantes, funcionarios, médicos, arquitectos. Levi conservaba en su archivo copias de 30 cartas que había escrito y 57 recibidas. La primera que le llegó fue de un joven de 27 años, Wolfgang Beutin, que era un niño al final de la guerra y le escribió para decirle que, “sin embargo, siento vergüenza”. Levi le respondió el 10 de diciembre de 1961: “Es la carta que esperaba y ansiaba. ¿Por qué? Porque usted es joven, y porque es alemán”.

Levi precisa en otra carta, a alguien que se admira de que no odie a los alemanes, que solo comprende el odio “ad personam”, no a un colectivo. A Reidt le había escrito en 1960: “No he sentido nunca odio hacia el pueblo alemán, y si lo hubiera sentido ahora me habría curado, después de haberle conocido a usted. No comprendo, no soporto que se juzgue a un hombre no por lo que es, sino por el grupo al que le toca pertenecer”.

Una bibliotecaria, Hety Schmitt-Maass, tuvo un papel especial. Con ella se intercambió 133 cartas porque organizó una red de contactos con otras personas. Había estado casada con un químico de la fábrica I. G. Farben, la empresa que gestionaba el complejo donde fue esclavizado Levi en Auschwitz. Gracias a ella, el escritor pudo contactar por fin con un alemán “de la otra parte”, el químico Ferdinand Meyer, que era responsable del laboratorio de Buna-Auschwitz III, donde él fue destinado. Aparecerá más tarde como el personaje del doctor Müller en Vanadio, un cuento de El sistema periódico (1975). Levi lo recordaba, y es más, tenía un buen recuerdo de él, según dice en una de sus cartas, porque llegó a percibir que sentía piedad por ellos, “y quizá también vergüenza”. Meyer también se acordaba de él y sus compañeros, y esto emociona a Levi: “He sentido estupor, conmoción, y también gratitud al leer que usted recordaba nuestros nombres. ¡Así que no éramos solo números, al menos para alguien!”.

En la primera carta que recibe de Meyer, Levi subraya una palabra alemana: “bewältigung”, “superación” del pasado. Y en su respuesta del 12 de marzo de 1967 le dice: “Considero necesario para cualquier hombre civilizado alcanzar una bewältigung del pasado”, y escribe: “No le oculto que le escribo con dudas: es la primera vez que me ocurre (como al término de una partida de ajedrez) estar en comunicación con alguien que estaba de la otra parte de las barricadas”. Levi le cuenta un poco su vida, y dice incluso: “No soy escritor de profesión, he escrito solo para dar testimonio”. Y termina: “Considero este encuentro, por ahora solo epistolar, un inesperado y extraordinario don del destino, y estoy seguro de que no puede más que hacer surgir el bien”.

La humanidad y lucidez de Levi para ir al encuentro del otro, emerge en muchos pasajes. El propio Meyer se da cuenta de la dificultad de su comunicación y elogia su capacidad de amar a sus enemigos. Levi responde: “Es muy generoso por su parte atribuirme este sentimiento, pero honestamente no llego a sentirlo. Seré más preciso: me siento capaz de perdonar e incluso amar a mi enemigo, si aprecio en él un arrepentimiento sincero (no solo de palabra, y no a posteriori): pero, en tal caso, ¿es todavía realmente un enemigo?”.

El volumen de cartas era tan alto y su interés, tan innegable, que Levi propuso a Einaudi reunirlas en un libro, pero la editorial rechazó la idea. Lo transformó 20 años después en el último capítulo de su último libro. Einaudi ya había rechazado el manuscrito de Si esto es un hombre, que apareció por primera vez en 1947 en una pequeña editorial y pasó inadvertido. Un detalle sorprendente es que fue la gran escritora Natalia Ginzburg, cuyo marido había muerto en prisión, torturado por los nazis, quien se lo comunicó. Scarpa opina que fue una decisión de todo el equipo editorial, en el que estaba además Cesare Pavese, en un momento en que se habían publicado muchos libros de memorias tras la guerra. “El interés por la Shoah vuelve en 1954, con la publicación de El diario de Ana Frank”, explica. En 1958, Einaudi editó Si esto es un hombre, que entonces se convirtió en un éxito, y luego toda la obra de Levi.

jueves, 30 de enero de 2025

La lengua más fácil.

 ¿Cuál es la lengua más fácil de aprender? En cuanto a las lenguas naturales, y para el caso de un hablante de español, cualquier otra lengua indoeuropea; pero hay algunas muy sencillas, como, según Wisbegierde, el indonesio; también el hawaiano; pero ninguna más pobre que el pirahã, una lengua amazónica que carece incluso de recursividad y, por tanto, no permite construir frases dentro de frases infinitamente. De las artificiales, el esperanto, etcétera; lenguas que cualquiera, sea cual sea su lengua materna, puede aprender de forma sencilla y con pocos problemas. El esperanto empezó siendo una lengua construida artificialmente, pero hoy cuenta con millones de hablantes, y existe desde hace tanto tiempo que puede decirse que es una lengua plenamente viva. Si solo contamos por la categoría de lenguas vivas, entonces la lingvo internacia. Si no es así, y si nos limitamos a incluir las lenguas por la definición general de humano sistema de comunicación con gramática, vocabulario, etc., entonces el toki pona. El Toki Pona (literalmente "habla bien") fue diseñado por la conlanger ("creadora de lenguajes construidos") Sonja Lang a principios de la década de 2000 como un intento de crear el lenguaje más sencillo posible. Estas son algunas de sus interesantes características:

124 palabras. Total. Un sistema de composición de palabras para sortear su límite (por ejemplo, "alcohol" es "agua loca"). 14 fonemas, o sonidos, en la lengua (en comparación, el inglés tiene hasta 40, dependiendo del acento). Estructura silábica consonante-vocal, como el japonés o el hawaiano, pero literalmente lo más restrictiva posible. Sin tiempos verbales. Tres números: 1, 2 y 5 (por ejemplo, 9 es literalmente "5-2-2"). Se puede aprender en menos de un día de estudio.

Esta lengua recibió una relativa popularidad y hoy cuenta con unos 200 hablantes fluidos, mucho, mucho más de lo que consigue el conlang medio. En 2014 se publicó un libro sobre ella.

Por el contrario, el ǃxóõ (con más de cien fonemas y dos tonos), el finlandés, el estonio, el húngaro, el mandarín, el árabe y el vasco son las más difíciles.

martes, 28 de enero de 2025

DeepSeek

 Por qué DeepSeek ha tumbado con su IA a los gigantes de Silicon Valley. La compañía china ha creado un modelo más barato y eficiente de inteligencia artificial exprimiendo los desarrollos previos, en El País, Jordi Pérez Colomé, 28 ene 2025.

La revolución de los modelos de inteligencia artificial (IA) de la china DeepSeek se basa en un motivo clave: hacen lo mismo pero más barato. Su funcionamiento en general es igual de bueno que los líderes del mercado de Silicon Valley, pero son mucho menos costosos de crear y de usar. OpenAI, Anthropic y Google, creadores de los modelos más célebres, y Nvidia, al cargo de los sofisticados chips que emplean esas compañías, han visto derrumbarse toda su aparente ventaja en apenas unos días. Hoy hay menos expertos que creen que entrenar y usar un modelo de IA requiera la potencia de un gigante tecnológico. La monumental caída en bolsa de Nvidia es la ilustración de esa creencia.

Los chatbots de la china DeepSeek funcionan igual que todos. El usuario se da de alta con un email y una contraseña en la página de la compañía y puede empezar a preguntarle lo que quiera. A veces tarda algo más de responder, no contesta siempre a preguntas políticas delicadas sobre Tiananmen o Taiwan y funciona bastante bien en español. Lo mejor, sin embargo, es que es gratis. El modelo de negocio de DeepSeek se basa en cobrar a usuarios que requieren un uso profesional.

R1 es el modelo más reciente de la compañía china, el que ha provocado el derrumbe del edificio de la IA occidental. Razona igual que la creación más avanzada de OpenAI, el o1. Pero en plenas fiestas navideñas, los chinos lanzaron su modelo V3, equivalente al más común ChatGPT-4, que ya incluía los avances técnicos que han generado el revuelo.

DeepSeek ha logrado que entrenar un modelo nuevo, que costaba más de 100 millones de dólares en el caso de ChatGPT-4, haya pasado a menos de 6 millones. Andrei Karpathy, cofundador de OpenAI, exdirector de IA en Tesla y uno de los expertos más respetados del sector, describió ese presupuesto como “de broma” y añadió: “Hay que asegurarse de que no somos derrochadores con lo que tenemos y este modelo parece una buena demostración de que hay mucho que revisar tanto en datos como en algoritmos”. El último modelo de DeepSeek es tan eficiente que requirió una décima parte del poder informático del modelo comparable de Meta.

Estos modelos de IA son extremadamente caros tanto de entrenar como luego de usar. DeepSeek ha logrado rebajar costes en ambos casos. Para entrenarlos, ha logrado que su modelo aprenda de otros anteriores. Esto es algo que los términos de servicio de estas empresas no permiten, pero es muy difícil de detectar y de evitar. Igual que los modelos originales de OpenAI tomaron todos los datos de internet sin pagar por ellos, ahora un modelo chino emplea los modelos cerrados con un coste mínimo. Esto se logra con una técnica llamada destilación, que permite hacer preguntas al modelo anterior y guardar las respuestas y así ir aprendiendo y entrenándose. Esta técnica implica que los modelos pueden aprender unos de otros, lo que nos arroja a otro escenario de evolución aún más rápido y desconocido.

La otra técnica que usa DeepSeek para rebajar costes es un sistema llamado de “expertos”. Cada vez que el usuario hace una pregunta, el modelo decide si debe activar a su experto médico, traductor, abogado o físico. Los modelos clásicos activan a todos de golpe, lo que supone un despilfarro de energía y computación. Es como necesitar una enorme planta propia de electricidad para poner en marcha una cadena de montaje elaboradísima. DeepSeek ha hecho lo mismo conectando su pequeña fábrica a un enchufe y un puñado de generadores.

De repente, los usuarios que hasta ahora pagan unos 20 euros por usar los modelos de OpenAI ven cómo pueden obtener casi los mismos resultados gratis. La expansión de la IA está llegando más rápido de lo previsto a su etapa de comoditización, cuando la nueva tecnología se convierte en un producto común y accesible a todos.

Todo esto ha ocurrido además en una empresa de Hangzhou, una ciudad china cercana a Shanghai. La Administración de Biden vetó la exportación de los chips más nuevos para limitar la competencia china. La respuesta del gigante asiático ha sido simple: no los necesitamos. Y lo han logrado con código abierto, enseñando las tripas de sus logros con documentación publicada en internet. Hacer de la necesidad virtud.

El fin de esta etapa inicial de la IA parece ser una mala noticia para los gigantes pioneros, que ven como una buena parte de su ventaja desaparece. Pero el resto de grandes compañías, como Amazon o Apple, que no estaban al frente de esta competición de la inteligencia artificial, pueden claramente beneficiarse y ofrecer los mismos beneficios que el resto a una porción del coste.

Ejemplo clásico de acoso laboral en el CNIO

 Hablan los denunciantes de acoso en el CNIO: “No hay miedo a María Blasco, hay terror”. Varios afectados relatan sus casos a EL PAÍS. Sufrieron ansiedad y enfermedades psiquiátricas que achacan a lo vivido en el centro. La directora defiende que las denuncias no prosperaron. Por Nuño Domínguez, 28 ene 2025:

Cuatro personas que denunciaron a María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) por acoso, abuso de poder y otros problemas, han aceptado relatar su experiencia a EL PAÍS. La mayoría de ellas lo hacen de forma anónima, pues tienen miedo a las represalias por parte de Blasco. Sus casos son algunos de los más de 10 registrados en el centro desde 2013, y que recopila un informe interno que ya está en manos del Gobierno y de los patronos del organismo. Se trata de denuncias internas que no llegaron a prosperar por diversas razones. Entre los denunciantes hay jefes, directores, investigadores, becarios. Al menos cinco son mujeres. El miércoles se reunirá el patronato para valorar la continuidad de la dirección del centro: fuentes del Gobierno aseguran a EL PAÍS que allí se decidirá el futuro de María Blasco, que lleva al frente del CNIO desde 2011.

El mayor centro de investigación del cáncer de España atraviesa una de sus peores crisis desde que se creó en 1998. El CNIO arrastra graves deficiencias en sus infraestructuras científicas. Además, existe un conflicto laboral por las diferencias salariales, así como conflicto entre la dirección y sus empleados. Veinticuatro jefes científicos del centro, la mitad de todos los del organismo, exigen al Gobierno que cese a Blasco.

La directora del CNIO ha decidido seguir al frente del cargo. Ha denunciado ser víctima de una campaña de desinformación, asegura que se la acosa por ser mujer y que sufre una maniobra de desprestigio y calumnias por parte de algunos medios que ha llegado a comparar con lo sufrido por los judíos durante el holocausto.

“Respecto a las acusaciones de acoso, las que puedan haberse producido en el CNIO, habrán seguido el correspondiente protocolo, que debe activar el Gerente, Juan Arroyo, como se desprende de los propios protocolos”, ha respondido Blasco por correo electrónico a EL PAÍS. “Desde 2013 funcionaba el Código de Conducta Ética y desde 2023 ha sido sustituido por el Protocolo de actuación ante situaciones de conflicto interno, violencia y acoso en CNIO. Cuando se ha dirimido algo según protocolos, no se ha corroborado ni acoso laboral o moral, ni abuso de autoridad por parte de la directora del CNIO”, ha añadido. Solo una organización científica ha salido en defensa de Blasco: la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT).

En el CNIO “no hay miedo a María Blasco, hay terror”, confiesa una de las personas que ha denunciado, y que asegura haber sufrido acoso de Blasco “durante años”. Este afectado asegura que conoce a otros compañeros que también quieren denunciar, pero no se atreven. Cuando se trabaja en ciencia, las referencias del superior son esenciales, explica. Enfrentarse al jefe “puede truncar tu carrera para siempre”, detalla esta persona. “La imagen de María es limpia de puertas afuera, pero de puertas adentro es terrible. Tiene una falta de respeto total hacia todo el mundo”, asegura.

Varias de las fuentes consultadas declaran haber sufrido problemas de salud mental y física debido a la presión y las situaciones de acoso que han vivido en el CNIO. Estos trastornos incluyen crisis de ansiedad, presiones en el pecho lo bastante fuertes como para acudir a urgencias, incluso problemas neurológicos, según relatan dos denunciantes. A uno de ellos, la médica de urgencias le explicó que sufría ansiedad y le recomendó denunciar ante el comité de empresa. En ocasiones, se echaban a llorar mientras relataban estas vivencias.

Una de las personas que denunciaron a Blasco ante la gerencia del centro habla de cargas de trabajo insoportables, pues pasó meses haciendo sola la tarea que antes hacían cuatro personas. A esto se añadían presiones de Blasco para que fuese más rápida. “Eres subóptima”, “llegas tarde”, eran algunas de las frases de Blasco, según esta persona. “Había noches que me sentaba a trabajar y acababa viendo amanecer. Mis hijos se despertaban y me los llevaba al colegio”, explica. “Me hicieron llorar y me veían llorando en la pantalla del ordenador, me hacían ver que no cumplía”, relata esta persona sobre Blasco y otros altos cargos del CNIO. Este denunciante asegura que la directora del CNIO hace luz de gas a los empleados que ella considera que le han fallado, por ejemplo, no dirigiéndose nunca a ellos directamente, haciendo como si no existieran. “Las reuniones eran una tortura. Lo peor es que no fui consciente de que eso estaba mal, pensaba que era lo que había que hacer para ser excelente, tal y como preconizaba Blasco. Después lo hablé con otras personas. Y cuando fui consciente, no la denuncié por pánico. No se me hubiera ocurrido hacerlo”, confiesa, en referencia a hacer una denuncia formal de su caso.

Esta persona recuerda que en el momento de vivir la situación no había un protocolo de acoso claro. “El comité científico era el que decidía, y este órgano lo presidía ella [Blasco] junto a una persona adjunta a ella y un investigador. Aunque les diera pena, no hubieran hecho nada. Nunca me he arrepentido de no denunciar. No había ningún tipo de garantía. Y encima sabía que me quería echar”, confiesa. Según este denunciante, hay más empleados del CNIO en la misma situación: “Hay mucho miedo. La gente no habla, no reacciona”.

“Mala persona”

“Tía chula”, “quién te crees que eres”, “no solo eres chula, sino mala persona”, “no eres una jugadora de equipo”, “no sé lo que tienes en la cabeza y te resistes”, “no trabajas desde que tienes reducción de jornada”. Son algunos de los comentarios que recibió una investigadora por parte de María Blasco en una reunión a “puerta cerrada”, según denunció esta persona a la gerencia del CNIO cuando sucedieron los hechos, en mayo de 2016. Se trataba de una investigadora del grupo de Telómeros y Telomerasa, que dirige Blasco. La víctima relató estos hechos en un correo electrónico a gerencia al que ha tenido acceso este diario y que figura entre la documentación que maneja el Patronato, presidido por la secretaria general de Investigación, Eva Ortega Paíno. La denunciante, de origen brasileño, también achaca insultos racistas a Blasco. “Aquí no se hace magia negra”, le espetó en aquella reunión, según el documento. La denunciante lo consideró un comentario “con una connotación extremadamente racista referido a mi raza y mi color de piel”. “Los gritos de esta reunión se pudieron oír por varios testigos fuera del despecho de la doctora Blasco. Yo salí llorando de su oficina y llegué llorando a recoger a mi hijo del colegio”, detalla el correo electrónico. María Blasco llegó a despedir a esta persona y a decirle luego que la reaceptaba si le pedía perdón, según explica la propia víctima en su correo.

Esta persona aseguró en su denuncia que Blasco la apartó de su proyecto y la acosó psicológicamente. También asegura que sufrió una reducción de jornada laboral “forzosa” y concatenación de contratos temporales.

Otra denunciante explica sobre una reunión con Blasco: “Me sentí fatal, insultada en frente de todos mis compañeros y superiores, sin poder defenderme”. “Me subió mucho la tensión, creí que me iba a dar algo, y que por lo bronco de la reunión y las acusaciones, que yo no entendía, como poco, nos echaban del CNIO”, asegura.

“Yo he oído gritos de María Blasco, los ha oído gente de su grupo y también los han oído personas de muy alta responsabilidad en el CNIO”, explica una científica del centro que prefiere no ser identificada, también por miedo a represalias.

La gran mayoría de estas denuncias no llegaron a prosperar por varios motivos. En ocasiones, los propios denunciantes las retiraban por miedo a represalias, pues de lo contrario debían pasar a conocimiento de órganos en los que estaba María Blasco, explican fuentes del CNIO. Otras llegaron a conocimiento del Instituto Nacional de Salud Carlos III, pero no se hizo nada, explican las fuentes consultadas. El actual protocolo contra el acoso en el centro es de abril de 2023 y ya prevé garantías como que la identidad de los denunciantes permanezca anónima y que las denuncias sean gestionadas por abogados y comités externos, explican fuentes del CNIO.

En 2023, un becario denunció a Blasco por acoso y abuso de poder. En este caso se hizo una investigación externa que eximió a Blasco de acoso, pero sí detectaba un posible caso de abuso de poder.

El bioquímico austriaco Erwin Wagner, de 75 años, protagonizó la primera denuncia contra Blasco que se registra en el informe que maneja el Patronato. El caso se remonta a 2013, cuando el investigador dimitió como vicedirector por desacuerdos con la forma en que Blasco dirigía el CNIO, explica Wagner a este diario. “Al inicio de una reunión del Consejo Asesor Científico, no acepté la decisión de Blasco de no dejar entrar a personal, investigadores postdoctorales, miembros de otros grupos de investigación, en la sala de conferencias cuando presentábamos nuestros datos”, relata Wagner en un correo electrónico. “Antes de que yo hablara, Blasco dijo que ella era la jefa y que teníamos que seguir sus decisiones, nos gustaran o no. Fue el comienzo de lo que llamé, frente a los miembros internacionales del comité, una dictadura, y desde ese momento no la apoyé más y renuncié a mi cargo de vicedirector en el acto. Ella dejó de hablarme y si nos cruzábamos, ni me saludaba”, añade Wagner, quien acabó abandonando el CNIO en 2018, y actualmente dirige su grupo de investigación en la Universidad de Medicina de Viena y el Hospital Universitario de esta ciudad. “Parece que por fin se va a hacer justicia”, señala Wagner en referencia al próximo Patronato, “pero ya es tarde: se ha hecho un gran daño, y ha habido demasiado nepotismo y mentiras”.

lunes, 27 de enero de 2025

Cuando el estrés acaba en suicidio es un accidente de trabajo

 Cuando el estrés acaba en suicidio es un accidente de trabajo. Los jueces abren la puerta a considerar la relación causa-efecto entre un empleo y la autolisis de prevención del suicidio. En El País, Marcelino Abad Ramón, 26 de enero de 2025.

El 10 de mayo de 2020, Juan se suicidó en un almacén de la empresa química en la que trabajaba como director de fábrica desde hacía 17 años. Un clima laboral que le generaba “tensión y angustia” debido al “elevado estrés por la gran intensidad laboral” y la situación derivada de la “pandemia” parecen ser el desencadenante que le llevó a quitarse la vida con poco más de 40 años. Así se desprende de la sentencia que ha condenado recientemente a las compañías que lo empleaban, Alcover Química S. L. y Cromogenia Units S. A., a indemnizar a su familia con más de un millón de euros.

“Se dan suficientes elementos como para pensar que ostentaba el rol de testaferro u hombre de paja, de tal modo que asumía la culpa por acciones y omisiones que cubrieran a los auténticos directivos”, señala uno de los informes periciales a los que hace referencia el relato de hechos probados. No en vano, el trabajador estaba siendo investigado por delitos ambientales relacionados con una de las empresas, de la que había sido administrador único.

Desde el punto de vista jurídico, la sentencia, además de intentar resarcir el daño causado a la familia, resuelve un debate frecuente en los tribunales y la academia al considerar que la supuesta voluntariedad del suicidio no impide su calificación como accidente de trabajo. Tradicionalmente, en la doctrina no casaba bien la definición de enfermedad ni la de accidente laboral con la de suicidio, pues la premeditación de quien se quita la vida se consideraba contraria al carácter fortuito o imprevisto de los accidentes. Por ello, las sentencias no solían responsabilizar a los empleadores de la autolisis de las personas trabajadoras.

Sin embargo, poco a poco se está abriendo una corriente jurisprudencial que defiende que el suicidio sí puede tener cabida en la Ley General de la Seguridad Social, que determina qué se entiende por accidente de trabajo. Según dispone, es “toda lesión corporal que el trabajador sufra con ocasión o por consecuencia del trabajo”. Como explica la abogada que ha defendido a la familia del empleado fallecido, Pilar Casas, para ello debe acreditarse un vínculo “causa-efecto” claro o una “relación de causalidad” entre la autolisis y el trabajo, o lo que es lo mismo, que la situación laboral sea la base de la decisión de quitarse la vida.

En este caso, la letrada de Colectivo Ronda probó a través de correos electrónicos entre el trabajador fallecido y las empresas condenadas y mediante el testimonio “clave” de otro empleado que la situación de la fábrica y su condición de “imputado” le preocupaban y “angustiaban” de forma extrema; un estado que era conocido por “todo el personal”. Sin embargo, como remarca la sentencia, las empresas “no realizaron ninguna prevención para evitar el desgraciado accidente”, incumpliendo así la normativa sobre prevención de riesgos psicosociales.

Voluntad doblegada

En estos procesos, uno de los argumentos clásicos que ha utilizado la defensa de las empresas para tratar de eludir su responsabilidad se basa en apelar a la culpa, negligencia o dolo del trabajador que pone fin a su vida. Sin embargo, como explica José Sánchez, profesor de derecho laboral de la Universidad de Granada, el suicidio no se produce porque la persona tenga la voluntad de morir, sino que quiere dejar de padecer “una situación de sufrimiento extremo”. Por tanto, su voluntad está doblegada. Los empleadores también suelen invocar causas ajenas al trabajo, como posibles problemas sentimentales o familiares del fallecido, para despojar de carácter laboral a la autolisis.

En 2023, el profesor logró otra de las sentencias que de forma excepcional declaran en España la muerte por suicidio como accidente de trabajo. Actuó como abogado de la familia de un responsable de tienda de la cadena de supermercados Aldi, que se ahorcó después de haber sido denunciado por acoso laboral. Horas antes de morir buscó en Google las consecuencias penales derivadas del acoso y redactó una carta de despedida dirigida a sus seres queridos.

“Intentaron utilizar la carta para desvirtuar” el componente laboral del suicidio porque en ella “no se quejaba de la empresa”, sino que se despedía de su mujer e hija. También trataron de defenderse de la autolisis apelando a supuestos problemas del trabajador fallecido con su esposa y a una grave enfermedad que sufría su padre. Sin embargo, “verse inmiscuido en un procedimiento en el que le planteaban que era un acosador, aunque fuera falso, siendo un padre de familia”, lo empujó a quitarse la vida, dice Sánchez. La sentencia concluyó que había un nexo causal entre “la situación laboral estresante y el suicidio”.

Como explica el magistrado de lo social Carlos Javier Galán, para probar que la autolisis obedece a factores laborales, en estos juicios es muy importante lo que se conoce como “autopsia psicológica”. Se trata de “recoger y valorar” toda la información que pueda “ayudar a comprender las circunstancias en las que se produce la muerte”. Para ello, son “fundamentales las pruebas testificales” de las personas que conocían los detalles de la situación laboral del trabajador fallecido y cómo la vivía, “los informes de la Inspección de Trabajo, los informes psiquiátricos y psicológicos preexistentes y, muy especialmente, los dictámenes periciales que se emitan específicamente” al respecto.

A todos los trabajadores que como Juan (nombre ficticio) se encuentran en una situación de sufrimiento psicológico, el teléfono 024 ayuda a las personas con pensamientos suicidas, sus familiares y allegados. Se trata de una línea gratuita del Ministerio de Sanidad, confidencial y disponible las 24 horas del día, los 365 días del año.

Riesgos psicosociales

Poco a poco la salud mental está dejando de ser “la hermana pobre” de la prevención de riesgos laborales, dice la abogada Pilar Casas. No en vano, la ley obliga a los empleadores a proteger a los trabajadores de riesgos psicosociales como el estrés, la violencia o el acoso mediante entrevistas o evaluaciones. Pese a la importancia de estos reconocimientos, en el suicidio del trabajador defendido por la letrada, las empresas no habían abordado una evaluación que, según la Inspección de Trabajo, “podría haber evitado” el suicidio o ayudado a detectar “el gran estado de angustia” que lo desencadenó. 

Pros y contras del método Montessori

 Pros y contras del método Montessori, una educación que se sale de lo convencional, en El País, Mayte Ametlla, 27 ene 2025:

Esta corriente pedagógica lleva más de un siglo en las aulas con un enfoque que respeta los ritmos de cada niño y fomenta su autonomía, creatividad y aprendizaje, pero algunos expertos señalan la falta de límites y de objetivos claros. La principal fortaleza del método Montessori es que sitúa al niño en el centro del aprendizaje, permitiéndole desarrollar habilidades como el pensamiento lógico, creativo y abstracto.

En la era de las redes sociales y la sobreinformación, los padres enfrentan un aluvión constante de consejos y opiniones sobre cómo educar a sus hijos. Desde blogs y foros hasta influencers especializados en crianza, cada día parecen surgir nuevas corrientes pedagógicas que prometen ser la clave para el éxito educativo y emocional de los más pequeños. Aunque no es nueva, una de las más populares es el método Montessori, creado por la pedagoga italiana Maria Montessori en 1912. Un enfoque educativo que lleva más de un siglo generando polémica, atrayendo tanto a fervientes defensores como a voces críticas.

Entre los mitos más comunes sobre este tipo de enseñanza se dice que los niños no tienen límites ni reglas, que no socializan porque trabajan solos, que no saben adaptarse a la educación tradicional o que crecen indisciplinados porque se les deja ser libres. Pero, ¿qué hay de cierto en esto? ¿Cuáles son las ventajas y los inconvenientes de una educación que se sale de lo convencional?

Miriam Escacena, ingeniera, madre de dos hijos, experta en pedagogía Montessori y formadora de maestros, asegura que el objetivo de esta educación es “permitir el desarrollo integral del niño desde un punto de vista intelectual, físico, emocional y social”. También destaca que esta educación respeta al menor y sus tiempos: “No se obliga a alcanzar hitos concretos, como dejar el pañal a los tres años o aprender a leer y escribir a los cuatro. Si un pequeño necesita más tiempo, se respeta, porque forzar un aprendizaje puede crear rutas neuronales incorrectas”.

“Su principal fortaleza es que sitúa al niño en el centro del aprendizaje, permitiéndole desarrollar habilidades como el pensamiento lógico, creativo y abstracto”, sostiene también Laura Cerdán, licenciada en Psicología por la Universidad de Barcelona y en Psicopedagogía por la Universitat Oberta de Catalunya. Sin embargo, Cerdán advierte que, en muchas ocasiones, el método se aplica sin límites o pautas claras: “Dejar que el niño marque completamente su formación puede convertirlo en una norma demasiado permisiva”.

Escacena, también creadora de la web Tú guía Montessori, resalta, en cambio, que esta disciplina fomenta una gran autonomía en los menores, lo que repercute directamente en su autoestima: “Estamos acostumbrados a sobreproteger en exceso a los pequeños, y eso les convierte en inválidos. En nuestras escuelas se les da libertad para tomar decisiones desde muy temprano, fortaleciendo sus funciones ejecutivas esenciales para organizar el tiempo y resolver problemas”. Respecto a la formación académica, Escacena desmiente que los alumnos educados en esta disciplina no alcanzan los mismos niveles que los matriculados en los colegios tradicionales: “El aprendizaje es muy significativo porque se basa en experiencias sensoriales y manipulativas. Todo lo que pasa por el cuerpo se conecta mejor en el cerebro. Como decía Maria Montessori, la mano es el instrumento de la inteligencia”.

Deborah, madre de una niña de 2 años y un niño de 5, también valora el impacto positivo de los colegios Montessori: “Muchos creen que los pequeños no son capaces de hacer prácticamente nada solos, pero, si se les da la oportunidad, pueden lograr muchísimo. Mi hija de 2 años ya pone la mesa, se sirve agua y se viste sola”. Sarah Reynoso, madre de dos niños de 1 y 5 años que vive en Miami (Estados Unidos), asegura que el método Montessori transformó la vida de toda su familia. “No solo me volví más comprensiva con mis retoños, sino también conmigo misma. Me abracé, sané y cambié mucho”, afirma. Además de educar a sus hijos en un colegio Montessori, está certificada en esta pedagogía.

Pero el testimonio de algunas familias refleja que este método no siempre cumple con las expectativas deseadas. “Cuando Marc tenía 8 años costaba mucho que estuviera sentado a una mesa. En el colegio nos decían que los niños necesitaban moverse, pero su padre y yo sentíamos que no era normal. Cada vez que íbamos a un restaurante era una locura; incluso un camarero llegó a llamarnos la atención porque molestaba al personal”, recuerda Laura, madre de Marc y Blanca. También comenzó a notar que el menor iba retrasado en lectura y, más tarde, su hija Blanca mostró dificultades similares. “Una amiga me habló del colegio donde iban sus hijos, que era más tradicional, y decidimos cambiar antes de que Marc llegara a Primaria, y fue un acierto”.

Cerdán, autora del libro Para quererte mejor (Editorial Aulamagna, 2023), menciona algunos casos tratados en su consulta cuando la flexibilidad del método ha derivado en problemas: “He visto alumnos en 4º de Primaria que no sabían multiplicar por dos cifras porque los niños no habían pedido aprender esto. Respetar su ritmo está bien, pero no marcar objetivos claros puede tener consecuencias nefastas”.

Algo fundamental que destaca Cerdán es cuándo y cómo debe aplicarse este tipo de enseñanza para que sea realmente efectiva. “Aunque se puede aplicar en toda la vida escolar, el enfoque Montessori funciona especialmente bien en la etapa de infantil [de 0 a 6 años], una edad clave para el aprendizaje sensorial y emocional”, aclara. Sin embargo, considera que tanto en Primaria como en etapas posteriores es crucial que la disciplina se implemente correctamente por docentes bien formados. “Conozco casos en los que los alumnos no tenían ni mesa para sentarse, visitaban el huerto, aprendían cosas lúdicas muy interesantes, pero no sabían leer o sumar”, advierte. Por ello, recomienda a las familias informarse a fondo antes de elegir un centro, asegurándose de que está bien aplicada y supervisada.

Cerdán insiste en que vivimos en una sociedad competitiva que exige resultados y que, aunque las pedagogías innovadoras son positivas, es esencial garantizar que los niños adquieran competencias básicas, “porque vivimos en una sociedad que busca resultados”. Escacena no comparte las reservas que plantean algunos detractores y defiende que “en un mundo donde la tecnología pone toda la información al alcance de un clic, el método Montessori destaca por su capacidad para desarrollar las llamadas soft skills (competencias sociales)”. Según la experta, estas habilidades, que incluyen “la creatividad, la resolución de problemas, el trabajo en equipo y el pensamiento crítico, son esenciales en el siglo XXI” y preparan a los niños para enfrentarse con éxito a los retos de un entorno en constante cambio.

Otra de las críticas más comunes hacia el método Montessori es que se percibe como “solo para ricos” debido a los altos costos de las escuelas privadas que lo implementan. Escacena reconoce que, en algunos casos, las tarifas son más elevadas por la baja ratio de alumnos por maestro, pero recuerda que cada vez son más los colegios públicos en España que están adoptando esta metodología como parte de sus proyectos educativos. “Esto demuestra que es un enfoque accesible y aplicable en distintos contextos”, aclara. Como ejemplo, menciona el CEIP San Benito en Madrid, donde, según confirma, toda la etapa de Educación Infantil lo ha incorporado. “Es una propuesta educativa que puede beneficiar a cualquier niño”, concluye.

Además, la experta y guía Montessori defiende que este enfoque no solo impacta positivamente en el desarrollo de los menores, sino también en las relaciones entre padres, educadores y alumnos, fomentando una comunicación respetuosa y una comprensión más profunda de las etapas del crecimiento. Cerdán, por su parte, recalca que el niño puede ser el maquinista del tren, pero necesita una buena locomotora, “unas vías en buen estado y alguien que le ofrezca opciones de posibles rutas”.