martes, 27 de mayo de 2008

Nietzsche

Nietzsche está muy presente todavía en nuestra cultura; en el cine, por ejemplo, a través de cineastas como John Milius o en la película El muro de Alan Parker. Nuestro modesto Nietzsche, domestiquillo y gris, es Savater. Se suelen citar muchos mantras de Nietzsche, pero es un autor amante del fragmentarismo y suele más desorientar que guiar si no se conocen las líneas generales de su pensamiento, en muchos sentidos próximo (pero también opuesto) a Rousseau, y más bien cercano a Emerson, al que admiraba (de él tomó seguramente su nihilismo vitalista y positivo), y, sobre todo, a su más importante discípulo, el filósofo anarquista norteamericano Henry David Thoreau; pero el alemán ha sido desfigurado e interpretado con una violencia que él mismo habría detestado, aunque esta se encuentra implícita en alguna de sus manifestaciones -la metamorfosis central en hombre-león, la filosofía del martillazo-.

Esas líneas son la voluntad de poder o reducción del ser al valer, la oposición entre el vitalismo dionisiaco y el intelectualismo apolíneo, el eterno retorno, el ateísmo, la transmutación de los valores (para Nietzsche, la ética no tiene solo los dos sentidos del bien y del mal, sino los de la rosa de los vientos y los del planisferio astronómico, y un solo indicador, el individuo), la triple metamorfosis del hombre camello en hombre león y en sobrehombre niño, la estética del juego; todavía recuerdo lo que me costó digerir El anticristo, donde, por cierto, se contienen algunas de las claves que permiten entender mejor El árbol de la ciencia de mi leidísimo Pío Baroja, con ser, sin embargo, un libro fundamentalmente schopenhaueriano, como ha demostrado Inman Fox. Recuerdo esa frase que me iluminó tanto sobre el sentido de la poesía como reafirmación: "Solamente el arte transforma la realidad en algo que se pueda soportar", por eso proclamaba que, sin arte, la vida sería un error: es una de las cosas que nos hace nosotros, humanos: "El hombre, en su orgullo, creó a Dios a su imagen y semejanza" es solo una reformulación de uno de los principios de Feuerbach, a quien se le considera más como filósofo que como poeta, siendo también un lírico excelente, uno de los mejores del ateísmo. Lo de que "toda convicción es una cárcel" y que "Fe significa no querer saber la verdad" es bastante cierto, pero habría que puntualizar que es una elección posterior a la verdad. Lo de que "el sexo es una trampa de la naturaleza para no extinguirse" es bastante verosímil; a veces pienso que, si no diera tantos problemas, más de uno se castraría con gusto con tal de quitarse esa lata de encima y sus grotescas obligaciones. Que "la guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido" no es sino la anotación que podría haber hecho el observador de cualquier guerra: véase por ejemplo Irak. "El matrimonio acaba muchas locuras cortas con una larga estupidez"; vaya; ya tenemos aquí la fuente del pensamiento de Ortega y Gasset en Del amor: "el amor es un estado de estupidez transitoria". "El remordimiento es como la mordedura de un perro en una piedra. Una tontería"; cierto, pero, ¿por qué somos tan tontos?
"La demencia en el individuo es algo raro; en los grupos, en los partidos, en los pueblos, en las épocas, es la regla". Se nota que es alemán. "Nada más hipócrita que la eliminación de la hipocresía"; "la mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo." Estamos de acuerdo; quitarse la careta es solo inventarse otra un poco más fina y nueva para que dure más. "Todo idealismo frente a la necesidad es un engaño" ¿Nietzsche era un político? No debía de serlo, cuando acuñó una de las frases parafraseadas por los de mayo del 68: "Los que más han amado al hombre le han hecho siempre el máximo daño. Han exigido de él lo imposible, como todos los amantes".

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