Es un demonio el lenguaje, que delata frecuentemente lo que presupone quien lo usa. La educación es para quienes mandan una enfermedad, un cáncer, una molestia, un dolor, algo clínico. Sólo se hacen diagnósticos si hay enfermedad, pero lo importante es la cura. ¿Se hacen curas en la consejería de Educación o en la de Sanidad? ¿Podemos esperar, al menos, una tirita para la hemorragia del informe PISA? ¿Una gota mercromina? (*) ¿Se ha acabado el presupuesto con la compra de ordenadores Eductrade (PRISA) que se averían como el año antepasado, por falta de adecuado software humano? ¿Vamos a comprar nuevos procesadores de texto para gente que no sabe escribir a máquina, cuanto menos redactar o comprender el prospecto de un aparato mal traducido o traducido con un dispositivo trujimán sin filología?
No, curas no hay, ni siquiera en Religión, que ya no se enseña, como si el Cristianismo no fuese uno de los dos pilares centrales de la tradición occidental, junto con la cultura griega. Coño, pero si también quieren quitar el griego y su trasunto, el latín. Pues, ¿qué va a quedar de esas dos columnas a los de letras? ¿Qué dos cosas las van a sustituir? ¿El sujeto y el predicado? Pero eso de predicado suena a sermón religioso, hay que adecuarlo; pongamos asunto y comentario, que se entiende mejor... Aunque son términos generales, inespecíficos: así empobrezco el conocimiento, lo hago más inexacto... (¿más pedagógico?). Se reduce el léxico del diccionario, se reduce el pensamiento y se reducen las cabezas a tamaño jíbaro. La educación debiera ser un movimiento ascendente, no descendente (por descender, podemos darnos hasta un castañazo), y sólo a medias condescendiente. Para algunos los diccionarios tendrían que contar sólo dos palabras, sí y no, y los abecedarios tres o cuatro letras, las de sí y no, por ejemplo. Pues la realidad es compleja, y hay que aprender que lo es, qué se le va a hacer. Hay muchas combinaciones de números, pero sólo algunas expresan un sentido, y ese sentido es más entero cuanta más relación con el todo detenta; también muchas agrupaciones de letras, pero sólo algunas cuentan algo, y son siempre las más extensas, porque son las que más se ajustan a cada caso particular.
Se intenta atraer el futuro al presente demasiado deprisa, tanto que se precipita, que se abalanza sobre el pasado y lo fragmenta, lo hace añicos, lo hunde en el océano del olvido; pero el pasado pide su lugar y ejerce una fuerza para emerger como la del invariable principio de ese griego, Arquímedes, porque el pasado siempre fue más permanente, definido y auténtico que el futuro, que pocas veces descubre algo nuevo y, cuando lo hace, siempre suele estar conformado con trozos y facciones de pasado. Somos enanos a hombros de gigantes, que dijo ese humanista, Albertino Mussato, y no puede crecer ni sostenerse un árbol sin raíces. Nada nace de la nada, nada vuelve a la nada, escribió lapidariamente Lucrecio. Las humanidades aseguran que las ciencias sean entendidas y les dan sentido. La ciencia no es nada sin el arte, ya que aunque la ciencia pueda hacernos la vida más fácil y cómoda, sólo el arte y la cultura la harán digna de ser vivida.
*Postdata. Este texto se escribe en lengua oral, como recomendaba Juan de Valdés, así que el anglicismo de suprimir las preposiciones "de" es sólo un intento de calcar la lengua real.
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