domingo, 13 de abril de 2025

Prensa turca e israelí en ladino o judeoespañol

 El bustan judeoespañol, en JotDown, por Berta Ares Yáñez

Aterricé en el aeropuerto de Ben Gurion una madrugada de julio de 1996. Había recibido una Beca MAEC para estudiar en la Universidad de Tel Aviv y desarrollar un proyecto de investigación. Este consistía en bucear en diferentes archivos del país para establecer una relación de la prensa en judeoespañol, y luego analizar la función que una parte determinada de esta prensa había desempeñado durante la creación del Estado. En aquel entonces, este país todavía no tenía medio siglo de existencia.

Lo que más me llamó la atención nada más llegar fue el afán absoluto de expresión que se vivía en sus calles, donde todo se discutía y matizaba. Cualquier tema de actualidad era causa de debate en el que cada cual marcaba su línea ideológica. Prueba de ello eran las innumerables pancartas expuestas en los comercios y en los balcones de las casas, o las pegatinas que se exhibían en todo tipo de vehículos, en los cascos de moto o en las carpetas de los universitarios. Antes de Twitter, pancartas y pegatinas eran los soportes ideales para el eslogan. 

Cuando llegué, el país estaba de luto. Isaac Rabin había sido asesinado hacía apenas unos meses por un ultranacionalista opuesto al proceso de paz y a los Acuerdos de Oslo. A su entierro había acudido Bill Clinton, quien en su discurso de despedida acabó con un «Shalom, jaber» (Adiós y paz, amigo). Esta frase se convirtió en el eslogan mayoritario de los pacifistas y de los que querían mantener vivo el proceso de paz. A esta consigna le siguieron «Jaber, ata jaser» (Amigo, haces falta) y «Jaber, ani zojer (Amigo, yo recuerdo). Algunos recortaban las frases y hacían collage con las pegatinas: «Shalom, ata jaser» (Paz, haces falta). 

Tras estos eslóganes iniciales hubo muchos más, que cada uno argüía desde su posición ideológica. Los tres más claros eran el izquierdista «Un pueblo fuerte hace la paz», el conservador «Paz, con prudencia», y el ortodoxo «Una generación de arrepentimiento traerá la paz». Al final, todo derivaba en dos modelos de redención: el laico «Una generación entera pide la paz», y el ortodoxo «Generaciones enteras solicitan al Mesías». Se temía entonces la existencia de una guerra civil, y las instituciones colgaban carteles en los que se leía «Opiniones diferentes sí, guerra de hermanos no».

También los problemas caseros se aireaban en pegatinas y pancartas. La compañía nacional de autobuses Eged —creada en su día por fuerzas sindicales y a cuyo volante estaban, al menos así me dijeron, curtidos soldados— expresaba sus desacuerdos con el entonces presidente Benjamin Netanyahu, a quien todos llaman «Bibi»: «Bibi no respeta pactos», «Eged en tu camino, Bibi en el camino que no».

Pegatinas de izquierda a derecha: Shalom, jaber (paz, amigo), Shalom, ata jaser (paz, haces falta), Dor shalem doresh shalom (una generación entera pide la paz).

Como ahora sucede con las redes sociales, entonces las consignas avivaban debates que parecían inaplazables, pero que tarde o temprano se desvanecían sin pena ni gloria. Veinticinco años después, el proyecto de paz está completamente abandonado, dejado a la lógica del capitalismo.

La diversidad de opciones e ideologías existentes antes de la fundación de Israel como Estado moderno en 1948 también es mucho mayor de lo que cabe suponerse en la actualidad. Es algo evidente cuando se lee la prensa de la época, en la que también se observa la continua metamorfosis que experimenta el país —y las variaciones de voto en las urnas— a medida que llegan diferentes oleadas de inmigrantes judíos, especialmente desde la creación del Estado y hasta finales de los noventa, tras la caída del muro de Berlín. 

Llegan de Alemania, Polonia, Rusia, Ucrania, Rumanía, Grecia, Bulgaria, Yemen, Etiopía, Argentina, México, Irak, Marruecos, Francia, Estados Unidos, y un largo etcétera de países. A modo de ejemplo diré que durante mi estancia allí, la televisión pública subtitulaba simultáneamente en los dos idiomas oficiales, el hebreo y el árabe, pero también en ruso, cuya población era entonces mayoritaria.

He escrito inmigrante y es un error llamarlo así. El término adecuado es olé (en masculino; olá, en femenino; olím, masculino plural; olot, femenino plural), pues no es un movimiento migratorio al uso, sino una aspiración sionista. Significa «el que sube a Israel». 

Si sumamos a la necesidad de expresión y comunicación, la diversidad ideológica existente, podemos comprender la abundantísima cantidad de publicaciones periódicas surgidas durante los años de fundación del Estado.  

Sin embargo, cuando empecé mi trabajo no existía una bibliografía que las reuniera, más allá del extraordinario trabajo que entonces desarrollaba el centro asociado a la Universidad de Tel Aviv, el Institute for the Study of Jewish Press; pero no tenían casi referencias de la prensa sefardí. 

Seguí buscando, pues sabía que miembros de la comunidad judía expulsada de Sefarad habían sido los encargados de introducir la imprenta en tierras del Imperio otomano. Contaba al menos con la referencia del primer periódico en ladino del que entonces había constancia: el Shaare Mizrah, fundado en 1845 por Raphael Uziel.

El Big-Bang de mi investigación, por así llamarlo —meses después de búsqueda de diarios en la Biblioteca Nacional y otros centros culturales, sin apenas éxito—, tuvo lugar cuando me lancé de lleno a investigar los archivos del Ben-Zvi Institute. Allí había un montón de información dispersa sobre publicaciones periódicas en judeoespañol y también ejemplares físicos procedentes de diversos lugares de la diáspora sefardí: especialmente de Bulgaria, de Nueva York, de la antigua Yugoslavia y de los territorios que formaban o estuvieron sometidos al Imperio otomano, como Salónica (Grecia), Estambul e Izmir (Turquía), y también de territorios de la llamada Erez Israel, especialmente en Jerusalén. 

Los periódicos impresos en Estambul a veces llevaban el nombre de la ciudad en españolico «Istambul», pero tampoco era raro encontrarlos con el topónimo «Costa», que es como los sefardíes de origen griego se referían a la antigua Constantinopla.  

Una vez hallado y ordenado el material, delimité la investigación a las publicaciones distribuidas en Israel y a un país de diáspora, el elegido fue Turquía. En total, analicé una veintena. Explicaré brevemente lo que hallé. Dividiré mi exposición en dos partes: una primera parte dedicada a la descripción de la prensa en judeoespañol distribuida en Turquía, y una segunda parte dedicada a la descripción de la prensa en judeoespañol distribuida en Israel. 

Esta segunda parte tiene como colofón un aliciente especial: está traducida al judeoespañol por el académico de la RAE en Israel Moshe Shaul, una de las personas vivas que mejor conocen y más ha cuidado este tesoro lingüístico.

La gran pegatina reza: «No tenemos en quien apoyarnos, sólo en nuestro Padre que está en los cielos».

Los medios en Turquía: del drama de la guerra mundial a la asimilación

Una publicación será clave en la historia de la comunidad sefardí que decide no emigrar y prefiere quedarse en Turquía durante el delicadísimo periodo que comprende la Segunda Guerra Mundial y la posguerra: La Boz de Türkiye. 

Bajo la dirección de Albert Cohen, esta publicación periódica de frecuencia quincenal comienza a publicarse el 1 de agosto de 1939, y de forma ininterrumpida hasta su cierre en 1949. Con sede en Estambul, mantuvo diversas corresponsalías y tuvo acceso a información internacional de calidad procedente de fuentes sobre el terreno, a través de la Agencia Telegráfica Judía —de la que el director de esta publicación era representante en Turquía— y de la Overseas News Agency, ambas dirigidas por Jacob Landau. 

Esta publicación hace un repaso del estado de los judíos en diferentes lugares en los que el nazismo se ensaña. El que expongo a continuación es un fragmento del suplemento especial titulado «Israel en el Galouth» (Israel en la diáspora), publicado el 15 de febrero de 1944:

La aniada 1943 fue un anio de destruccion y de ruinas, de muerte y de exterminacion. Miles y milarias de nuestros hermanos fueron hundidos en mares de miserias, angustias y matansas, cienes de comunidades judias fueron enteramente destruidas; cienes de miles de seres humanos fueron integrados en manos de persecutores sin que sus hermanos en los paises liberos puedan hacer nada por salvarlos. El Judaismo en Europa ocupada fue enteramente destruido. Esta destruccion fue el mas grande golpe dado a nuestra nacion en el mundo entero. La entera elita de sus hijos y de sus aglomeraciones, las mas mejores intelligencias, las mas grandes fuerzas creaderas del Judaismo Occidental, fueron atemados. En algunos paises los Judios fueron literalmente atemados fisicamente; en otros paises, ellos fueron deportados, exilados y matados. La mas grande parte de los exilados murieron en los wagones, otros no yegaron mismo a la frontera, siendo ellos fueron torturados y asasinados. Los jovenes fueron tomados a los travajos forsados, en fabricas o en fraguas, de fortificaciones en la Francia o en el fronte oriental. Los que no pueden travajar fueron matados sin otra forma de proceso

La Boz de Türkiye desempeñó una función esencial para la seguridad de las comunidades judías en la todavía joven república turca, inmersa en un intenso proceso nacionalista y cuya posición durante la guerra fue inicialmente de neutralidad, luego de relaciones diplomáticas con la Alemania nazi y finalmente su posición se decantó por los aliados. 

Esta publicación desempeñará un papel de mediador y portavoz entre el Estado, la sociedad turca y las comunidades judías dispersas por el país. Con un estilo sencillo y claro, el contenido se distribuye entre noticias y reportajes sobre las comunidades judías asentadas a lo largo y ancho del planeta. Al igual que se hace eco de las principales noticias sociales y políticas de carácter mundial, tampoco descuidan el contenido dedicado a la tradición. 

Sin embargo, el movimiento nacionalista de la joven república no ve con buenos ojos estas actividades cosmopolitas y de singularidad cultural. De hecho, durante estos años se prohíbe a la ciudadanía mantener cualquier actividad independiente o asociación afiliada al extranjero. 

Algunos miembros de la comunidad judía tienen que enfrentarse a acusaciones de otros ciudadanos. Comienza a extenderse el rumor de que los judíos «mantienen una postura de indiferencia ante los hechos del país». Se les critica que empleen el judeoespañol en detrimento del turco. En este difícil contexto, el equipo editorial decide poner en marcha una campaña de difusión con un doble mensaje: 

El primero es: «Somos turcos, hablemos el turco». Tratan de mentalizar a sus lectores de que en la calle solo deben hablar turco, incluso entre ellos. Les avisan que no deben auto marginarse ni diferenciarse hablando otras lenguas. 

El segundo mensaje es: «Formamos parte del pueblo judío». A través del contenido se fomenta el sentido de pertenencia a esta comunidad milenaria y se sugiere que se hable judeoespañol en casa.

Entre los colaboradores de La Boz de Türkiye destacan Abraham Galante —un reputado escritor y periodista admirado por Atatürk—, quien defendió la lealtad de las autoridades judías como elemento indispensable en la construcción del Estado turco; y Abraham Elmaleh, quien años después será dirigente de la comunidad sefardí en Jerusalén.

Como señalé, esta publicación da cuenta de lo que acontece en el mundo. Tiene a sus lectores bien informados. El tono no es sensacionalista, sino que procura el análisis reposado. La situación de los judíos en Europa se agrava de día en día, por tanto, la situación es muy delicada. 

Se hacen eco de las noticias trágicas relativas a la guerra en Europa, pero también de las procedentes de Palestina, muchas de las cuales dan cuenta del desarrollo social y comercial del yishuv (asentamiento en Eretz Israel). 

El periódico hace una amplia cobertura de la guerra y de la dramática situación de sus correligionarios. Parecen llegar a casi todos los rincones. Veamos, por ejemplo, lo que escriben sobre los judíos en Finlandia, en una noticia de mayo de 1944: 

La situacion de los Judios resfuidos en Finlandia se amejoro considerablemente desde el trocamiento del governo en Marso ultimo segun un raporto de stokcholm. Algunos resfuidos que se topaban en un campo de concentracion en una isla del golfo de Finlandia, mientras la perioda del gobernamiento precedente, fueron transferados en ariendas agricoles en Tavastland. El campo fue serrado a precipio del autonio y los Judios fueron autorisados a establecerse en dos communas de la region onde ellos se topavan en mesura de ganar su vida, independientemente de los reglamientos del servicio del Travajo. Los resfuidos judios en cuenta de 117, fueron autorisados desde el mez de Deciembre a vivir en no importa cuala partida del pais onde los extranjeros tienen la permision de morar sin restricciones

Peores noticias, noticias fatales, llegan de la vecina Salónica. Al leer el fragmento que destacaré a continuación, no puedo sino preguntarme si Hannah Arendt estaba informada del proceso que había tenido lugar en Grecia, quince años antes de que ella misma atendiera el juicio de Eichmann para escribir su artículo en The New Yorker en 1963, y que tantas pesadumbres le acarreó. Quizá ella no, pero sí los lectores de La Boz de Türkiye, quienes debieron de leer con una enorme tristeza la crónica del corresponsal Baruch Schiby con fecha 1 de octubre de 1946. Se titula, «El judaísmo exterminado en Grecia. Un proceso histórico». Algunos fragmentos:

Los evenementos de Palestina no permitieron a la prensa Judia mundiala de prestar toda la atencion querida a un proceso unico en la historia del pueblo judio que se desarrollo en el empesijo de este mez en Salonique. Se trata del proceso de los Judios que se avian metido al servicio de los Allemanes mientras la ocupacion nazi. Vital Hasson, Leon Simon (Tipouz), Jacques Alabala, Edgar Cugue, etc y que servieron el enemigo mortal de nuestro pueblo con mas ardor que los mas feroces S.S. […] La prensa greiga locala entendio toda la importansa historica del proceso. Es por cualo antes y despues de este, los journales de Salonico le consacraron colonas entereras. La “Makedonia”, el mas grande journal de la Maccedonia, le consacro mismo medias paginas enteras. […] Fue establecido en el tribunal que si los acusados no se uvieren metido al servicio de los nazis de la manera que ellos lo hicieron, la mitad o al menos 20.000 judios de Salonica pudieren ser salvados. Los acusados provocaron dunque la muerte gracias a sus sola actividad de estos 20.000 Judios

A diferencia de la prensa escrita en hebreo que entonces se publica en Palestina, La Boz de Türkiye no participa activamente de la teoría de que el yishub o asentamiento en Eretz Israel —«Tierra de Israel» en relación al territorio israelita bíblico— podría ejercer una presión moral sobre las naciones del mundo para salvar a la judería europea durante la guerra. También hay una especie de silencio administrativo en torno a temas candentes como los actos de violencia cometidos por algunos correligionarios bajo el mandato británico o las medidas políticas tomadas por los mandatarios contra la inmigración que llegaba a Palestina. 

No hicieron suyo el eslogan entonces extendido «Inmigración, defensa y asentamiento»; pero tampoco descuidaban la necesidad de consejo que podrían necesitar los conciudadanos que tenían el deseo de «subir» a Eretz Israel.

Escribían con mucha diplomacia y cuidado para mantener las relaciones con su país anfitrión, Turquía; para «cimentar la unión y predicar la harmonía», como ellos mismos señalan entre sus objetivos. Y podemos decir que lo lograron. Hacia finales de la década de los cuarenta, y gracias a las buenas relaciones que la comunidad ha ido forjando con las autoridades turcas, puede observarse una mayor apertura en materia de libertad de expresión que a su vez provocará una verdadera explosión de publicaciones en ladino. Precisamente, esta nueva oleada de publicaciones acabará arrinconando a La Boz de Türkiye, que deja de publicarse en 1949.

La primera publicación en aparecer fue Atikva (1947), cuyo nombre de cabecera en hebreo significa «Esperanza», como el himno nacional de Israel, y es el primer periódico judeoespañol distribuido en Turquía esencialmente sionista. Su director, Sabetay Leon, emigrará a Israel en 1949, donde se incorpora al partido presidido por Ben Gurión (Mapai). Le sigue Salom (1948), fundado por Abraham Leon, que todavía se publicaba cincuenta años más tarde. Otras cabeceras son Sabat (1947) reconvertido tres años más tarde en La Vara (1950), ambos bajo la dirección de Mose Benbassat, de carácter laico y modernizador. 

Otro semanal político e independiente es La Luz (1950), creado bajo la dirección de Eliezer Menda y Robert Balli. Luego, ambos se separan y el primero funda La Vera Luz (1953), y el segundo La luz de Turkiya (1953). Ambos se describen como continuadores de La Luz para adjudicarse a sus lectores. 

La Vera Luz es un periódico conservador, dirigido por el talmudista Eliezer Menda. El gran Rabinato, la comunidad, las noticias que llegan de la creación del Estado de Israel y la política internacional son los temas que definen el carácter del periódico, cuyo interés principal es el de contener al máximo el deseo de asimilación de los correligionarios que quedaban en Turquía. Por otro lado, La luz de Turkiya se apoya más en sostenes comerciales y sus noticias son más variadas, con especial atención a las informaciones que llegan de Israel. Su línea editorial se apoya prácticamente en su totalidad en la cuestión del antisemitismo. 

Finalmente, otros dos periódicos son: La Boz (1952), que tuvo una breve duración y reducida plantilla; lo dirigía M. Levi-Belman, un periodista mordaz que utilizaba este medio para criticar las decisiones tomadas por los dirigentes de la comunidad. Y El Tiempo (1957) del ortodoxo Levi Belman: conservador, antisionista, crítico con la gestión de la comunidad y observante estricto de la ley, denuncia toda reforma o ápice de liberalismo ante una comunidad que a sus ojos se torna abiertamente laica y asimilada.

«Opiniones diferentes sí, guerra de hermanos no»

(la pegatina del gato que alguien puso encima dice así: (¡Hay un gato nuevo en la ciudad! Y la verdad, tanto Tel Aviv como Jerusalén eran ciudades muy gatunas).

Los medios en Israel. La forja de un Estado

Buena parte de los periódicos en judeoespañol que se publican en Israel durante la Creación del Estado son dirigidos por y para sefardíes recién llegados de Turquía. Tres ejemplos de periódicos, independientes pero efímeros, son La Boz de Israel, La Boz de Jerusalaim y La Unión. Otros recibieron ayudas de grupos políticos con los que simpatizaban, así sucede con Libertad, afín al partido Herut; y El Avenir, Deretcho al Buto y Faktos afines al Mapai, los dos últimos explícitamente propagandísticos. Dos periódicos de mayor duración fueron apoyados parcialmente por partidos políticos: La Verdad, por el centrista General Zionists, y El Tiempo, por Mapai. 

El denominador común de estas publicaciones es el de facilitar a la vez que influir en el proceso de absorción de los inmigrantes (olím) sefardíes en Israel, al proporcionar la máxima información sobre su nueva patria, incluidas las explicaciones de problemas tan complejos que enfrenta el nuevo país como la internacionalización de Jerusalén, la educación secular en clara confrontación con la religiosa, las diferencias no superadas entre askenazis y sefardíes, y el contexto político en el Oriente Medio.

El periódico que gozó de un mayor protagonismo en la orientación de esta comunidad inmigrante fue El Avenir, subvencionado por Mapai o Partido de los Trabajadores de la Tierra de Israel, que lideraba Ben Gurion. Este periódico se publica, además de en ladino, en otros cinco idiomas simultáneamente: yidis, francés, húngaro, búlgaro y rumano.

Su oponente fue La Verdad, un periódico crítico con la administración laborista, especialmente con el sistema de favoritismo, amiguismo y clientelismo que, señalan, campaba en la política. El término empleado, de origen ruso, y que se ha incorporado al hebreo para describir esta práctica es «proteksia».  

Este extendido uso de la «proteksia» —el libro Israel: Pluralism and Conflict del sociólogo Sammy Smooha trata esta cuestión—, desmoralizó a un buen número de inmigrantes hasta el punto de que hubo quien regresó a su país de origen, o cambió la dirección de su migración hacia Estados Unidos. El hecho de que judíos decidan «bajar» de Israel, es decir, irse del país y abandonar la idea del yishuv es una preocupación constante del nuevo Estado, desde entonces y todavía hoy.

Como en toda la prensa mundial, pero quizá con mayor importancia en un contexto de continuo conflicto bélico como el que viven los israelíes al arrancar su Estado, las columnas de humor y las novelas por entregas o folletín, fuente la primera de catarsis y la segunda de evasión, son decisivas. 

Solo el periódico Libertad —afín al partido Herut, procedente del movimiento paramilitar Irgun—prescinde del humor: mecanografiado y con grapas, austero, sin fotografías, este semanal dirigido expresamente a los inmigrantes recién llegados a Israel busca minar el trabajo del partido en el gobierno y suele incidir en el aumento de discriminación sobre los sefardíes en todos los ámbitos de la vida política, profesional y cotidiana.

El partido en el poder subvenciona otras publicaciones menores, también en judeoespañol y también dirigidas al olé procedente de Turquía: Deretcho al buto, que significa «directo al grano», aparece en 1959, y Faktos en 1961. Ambas tienen muy buena calidad de impresión y son gratuitas. Con ellas pretenden hacer sordina para las voces críticas.  

Pero lo mejor es reproducir el texto resumen de mi investigación y que el erudito Moshe Shaul tradujo al judeoespañol para su publicación en 1998 en Aki Yerushalayim, la más importante revista cultural en ladino, que se editó en papel desde 1979 a 2016. Valga a modo de resumen y conclusión. Espero que disfruten del color y musicalidad de este precioso lenguaje.

La prensa en djudeo-espanyol. La kreasion del estado de israel 

Kuando el eskritor espanyol Miguel de Unamuno oyo avlar por primera vez de la existensia del djudeo-espanyol, el se maraviyo al deskuvrir ke esta lengua pudo mantenerse biva, malgrado la falta de kontakto fiziko de los djudios sefaradis kon Espanya. El yego a la konkluzion ke una lengua ke proviene del rekuerdo i de la nostaljia devia poseder una ermozura espesiala i romantika. Otra konkluzion suya, aun ke yerrada, fue ke el djudeo-espanyol meresia ser alavado por no ser uzado para la redaksion de periodikos. 

El se yerro siendo ke ya avia desdel siglo XIX una muchidumbre de periodikos en djudeo-espanyol, publikados en Saloniko, Estambol, Izmir, Sofia i Viena i mas tadre en New York i Tel Aviv, por dar algunos eshemplos solo. No en vano fueron los ekspulsados de Espanya i Portugal los ke yevaron la imprimeria al Imperio Otomano. Eyos fueron tambien los primeros en este imperio a imprimir livros, aun ke al prinsipio sovresalieron los djeneros rabinikos i relijiozos i es solo en el siglo 19 ke se empeso a publikar romanes i livros de otros djeneros literarios ansi ke periodikos tambien en djudeo-espanyol. Desde su prinsipio la prensa djudeo-espanyola okupo un lugar importante en la vida kulturala de los sefaradis, sigun lo prova el echo ke en Saloniko onde los sefaradis resivian edukasion i kultura en fransez, italiano i alman, la lektura del djudeo-espanyol era embezada solamente para poder meldar los jurnales i algunas orasiones en ladino. 

Es posible ke kon la prensa eskrita, el djudeo-espanyol se alesho del kamino romantiko imajinado por Unamuno a kaminos mas pragmatikos, ma esta fue una eleksion de los ke no kijeron enmudeser frente a la istoria. Ansi fue despues del establesimiento del Estado de Israel onde de 1948 i asta los anyos 60, uvo a lo menos una diezena de periodikos redaktados enteramente en djudeo-espanyol, kon karakteres latinos, organizados i redaktados en sus mayoria por jurnalistas i colaboradores de orijin turko. 

Algunas de estas publikasiones partieron de inisiativas privadas i se mantuvieron independientes, del punto de vista politiko i ekonomiko, de kualker partido. Ansi fue kon «La Boz de Israel» (1949) i «La Boz de Yerushalayim» (1953-1954). Otras publikasiones fueron finansadas por partidos politikos i redaktadas i dirijidas por sus miembros. De este modo nasio el jurnal «Libertad» (1950) del partido Herut enkavesado por Menahem Bejín, i los ke eran finansados por el MAPAI, enkavesado por David Ben Gurion: «El Avenir» (1949- 1950), «Deretcho al Buto» (1959) i «Faktos» (1961). Djuntos kon esto los dos periodikos kon mas grande tiraje i durasion eskojeron el kamino de en medio: no fueron prensa de partido aun ke eran partidistas; no estuvieron finansados yenamente por sus partidos ma resivieron de eyos ayudo ekonomiko. Estos son: «La Verdad» (1950-kontinua en 1965) ke apoyava la politika de lo Sionistas Jenerales i «El Tiempo» (1950-1967) ke fue todo el tiempo portavoz de la politika del Mapai, el partido socialista al poder. 

Al marjen de los argumentos kontra i en favor de una prensa en djudeoespanyol o en otra lengua afuera del ebreo –tema sovre el kual uvo una fuerte polemika en los primeros anyos despues de la kreasion del Estado- se puede afirmar kon yena seguridad ke la prensa dirijida a los sefaradis, i mas konkretamente a los orijinarios de Turkia, a la fin de los anyos 40 i durante toda la dekada de los 50, kumplio una importante funksion, esensiala para la buena marcha del paiz: ayudar al ole (imigrante) a integrarse en su mueva vida en Israel. Komo? Ofresiendo kursos de ebreo, dando a konoser al ole el programa sionista, manteniendolo informado sovre todo tema de interes a la vida en Israel, i aziendolo partisipar en los diversos debates politikos ansi ke en los prinsipales akontesimientos ke tenian lugar adientro i afuera de las frontieras de Israel. 

Komo prensa dedikada a la formasion i integrasion del ole, eya no kijo i no pudo tener una influensa direkta en la politika nasionala. Ma los jurnales djudeo-espanyoles reflektaron en sus pajinas los prinsipales debates ke tuvieron lugar al seno del publiko israeli, ofresiendo a sus lektores diferentes pozisiones i opsiones politikas. Eyos denunsiaron tambien a traves de sus pajinas las difikultades ke enfrentavan a los olim, para ke el governo i los lideres politikos tengan yena konosensia de la situasion a traves de la prensa. De este modo, fueron munchas las linyas dedikadas a la internasionalizasion o no de Yerushalayim, a la edukasion laika o relijioza en las eskolas, a las diferensias entre eshkenazis y sefaradis, a la politika internasionala, sovre todo en el Oriente Medio, i fundamentalmente a los problemas atados al yishuv i al aresentamiento de los imigrantes en el nuevo estado. 

Es interesante sinyalar las diferentes pozisiones de los dos prinsipales periodikos: «El Tiempo», dirijido por Yitshak Ben Rubi, i «La Verdad», dirijido por Yitshak Yaesh. Los dos se preokuparon enormemente de elevar el moral de los olim i fasilitarles sus integrasion sosial: ma mientres ke «El Tiempo» apoyo siempre la politika del governo dirijido por Ben Gurion, «La Verdad» adopto kontinualmente una pozision de kritika enverso esta politika. Uvo entonses en la prensa opiniones diferentes i mizmo kontrarias i no solo un uniko punto de vista, lo ke kreo una situasion de rikeza komunikativa i ekspresiva. 

El premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez, apuntava ultimamente ke la fleksibilidad de la lengua espanyola desde hace tiempo no cabe en su pellejo. Ke diria el gran eskritor kolombiano frente a la rikeza i fleksibilidad del djudeo-espanyol en su larga trajektoria? Ke diria del karakter umano ke esta lengua estuvo dezvelopando? El djudeo-espanyol no enmudesio en Israel sino ke al kontrario: si en un primer momento esta prensa kumplio una importante funksion sosiala, formando i ayudando a los olim, sin pedrer el karakter periodistiko propio, al pasar los anyos esta prensa se esta konvertiendo ademas, en un dokumento istoriko de imenso valor. No solo porke en eyos se arekojeron para siempre los artikolos i las opiniones de tantos jurnalistas i kolaboradores, ke las muevas jenerasiones podran meldar, sino tambien porke en eyos se reflektan los akontesimientos de kada dia en la konstruksion del Estado de Israel.

Notas

(1) En farsi, la lengua de los persas, «bustan» hace referencia al huerto doméstico, compuesto por árboles frutales y hierbas aromáticas. Una importante obra de teatro en judeoespañol representada en las últimas décadas en el Teatro Nacional de Israel con gran éxito se titula Bustan sefaradí, del escritor y político Yitzjak Nabon, y recrea los años treinta del pasado siglo en uno de los barrios sefardíes de Jerusalén.

(2) Publicado originalmente en «AKI YERUSHALAYIM» Revista Kulturala DjudeoEspanyola, Anyo 19, 1998, nº57, pp.27-29.

La poesía de las locuciones idiomáticas

 La poesía de las locuciones idiomáticas, en JotDown, por Juan Bonilla:

He escrito en Google, convenientemente encerrada entre comillas, la frase «la poesía de las locuciones idiomáticas» y no hay ninguna entrada, así que esa es la primera razón para titular este texto así, aun teniendo en cuenta el inconveniente de que no sabe uno qué cosa sea la poesía —desde luego ninguna de las definiciones del Diccionario dice nada que nos sirva sobre ella— y, si tuviera que jugar a definirla, terminaría recurriendo a la socorrida ocurrencia de san Agustín cuando quiso hablar de qué cosa era el tiempo: «Si me preguntan por ella, no sé lo que es; si no me preguntan, sí lo sé». 

En efecto, por dejarse llevar por la vaguedad, tiene uno aprendido que poesía es una presencia —o una sustancia, o incluso, si se quiere rebajar su misterio y dotarla de materialidad, un ingrediente, como el humor, que a veces beatifica ciertos momentos y a veces no viene a cuento— que se reconoce cuando la tiene uno ante sí (y ese tenerla ante sí puede acontecer en una película o también en un espectáculo callejero, claro, aunque, raramente, en un libro de poemas), pero que, una vez difuminada, no hay modo de encogerla para que quepa en una definición satisfactoria. No aceptará uno en ningún caso que la poesía sea solo un género literario ni, colmo de los horrores, «idealidad, lirismo, cualidad que suscita un hondo sentimiento de belleza, manifiesta o no por medio del lenguaje». Todas las acepciones que juntan nuestros académicos en el Diccionario de la lengua española apenas ofrecen una cartografía muy elemental de la polisemia que extiende el concepto.

La parte final de la definición mentada deja claro que la poesía no es solo un arte verbal, ni los poemas, los únicos vehículos para trasladarla desde un emisor hasta un receptor. Se da a entender que tanta poesía puede encontrarse en un campo de fútbol como en el último premio Loewe: como la belleza, como la fotogenia, como el miedo, la poesía puede estar en cualquier parte, sin que para alzarla y producirla como sensación sea necesario el lenguaje. Pero, para no complicarnos mucho la vida, quedémonos en aquella zona de la poesía —o de lo poético— que solo se produce como caso del lenguaje. Aquella que a Juan de Mairena le hizo pedirle a un alumno que pusiera en lenguaje poético la frase burocrática y pedante: «Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa», y que el alumno, para procurarse su sobresaliente, tradujo como «lo que pasa en la calle». Importa decir que Antonio Machado nos previene contra la tentación de considerar el lenguaje poético como un lenguaje especializado —como pueda serlo el lenguaje científico, o sea, un lenguaje que solo a los entendidos es capaz de decirles algo, incluso de conmoverlos, pues seguro que conmueve E = √[(mc²)²+(pc)²] a quien comprenda lo que se está expresando, lo que desvela esa sucesión de signos que a la inmensa mayoría será incapaz de tocarle una fibra—. Machado trataba de salvar a la poesía de los especialistas, librarla del gueto y del pedestal. La poesía se hace con las palabras habituales, no necesita subirse al trono del lenguaje especializado —no es un lenguaje especializado por mucho que la propia Academia hable de un lenguaje poético y lo utilice para definir algunas palabras como níveo, de la que se nos entera que «en lenguaje poético, relativo a la nieve», sin que se sepa si ahí lenguaje poético puede sustituirse simplemente por bonito—. 

Lo que caracteriza a un lenguaje especializado, gremial, es que pretende dejar fuera a quien no pertenezca al gremio, y haber sido tomada como un lenguaje especializado le ha hecho más daño a la poesía que la infinidad de malos poemas que se han escrito. Unas veces se la tomaba como una simple modalidad del acertijo, que consistía en que el poeta, mediante metáfora, expresaba una cosa supliéndola por otra: «Su luna de pergamino / Preciosa tocando viene…», donde luna de pergamino es pandereta, y sanseacabó el misterio. Otras veces se jugaba a la falsa hondura: es decir, para expresar lo inexpresable no cabía más remedio que producir artefactos incomprensibles.

Las únicas metáforas eficaces son aquellas que no se pueden intercambiar por un objeto cualquiera, es decir, las que se emplean porque no queda más remedio, porque no hay otra forma de decir lo que se quiere decir, porque aquello que se expresa es abstracto y no produciría la menor emoción si se pronunciara con una abstracción que necesita de la figuración para al menos susurrar algo, pintar una estampa. «La noche es interminable cuando se apoya en los enfermos / y hay barcos que solo buscan ser mirados para poder hundirse tranquilos». (Pongo este ejemplo porque me suspendieron un examen una vez por decir que no tenía ni idea de qué querían significar esos versos, pero me figuraba que daban cuenta de una angustia muy grande que aquejaba al poeta y en cualquier caso lo había expresado tan bien que no los iba a olvidar en mi vida. Me pusieron un cero, yo creo que muy injustamente. En mi instituto no se valoraba la sinceridad). En ninguna parte ha demostrado nadie que, en su momento oportuno, colocado en su sitio y después de una serie de recursos retóricos empleados para causar un efecto determinado, «me cago en tu puta madre» no sea muchísimo más poético que «las ondas del azur que conducen a la aurora». 

Todo esto venía a cuento de las locuciones idiomáticas, que son expresiones fijas formadas por palabras que pierden el significado que tienen fuera de esas locuciones. Así, en la locución «Cogerlo con las manos en la masa», ninguna de las palabras que la componen tiene un significado literal (a no ser que se presente uno en una tahona a las cinco de la mañana buscando al panadero, claro) y la locución ha servido para señalar el momento en que se descubre a alguien cometiendo lo que sea —mayormente un delito, pero también puede ser un adulterio, en cuyo caso creo que coger, manos y masa estarían cerca de su significado literal—. Irse por las ramas, bailar con la más fea, subirse por las paredes, con la soga al cuello…, el español abunda en estas locuciones, algunas de las cuales tienen claramente fijada su partida de nacimiento. «Estar a la cuarta pregunta» es de raíz jurídica, pues para fichar a los detenidos se les preguntaba nombre, edad, profesión y rentas, y evitaban la última de las preguntas para no ser embargados; «tirar la toalla» procede del boxeo, pues un entrenador arroja una toalla al ring para indicar que su púgil se rinde; «entrar a saco», evidentemente, se relaciona con la costumbre militar de saquear los poblados conquistados, para lo cual los jefes permitían a sus soldados que metieran en un saco todo lo que se les antojara llevarse.

Otras muchas esperan a que su etimólogo nos saque de dudas. No hay un diccionario de locuciones idiomáticas que indague en el nacimiento de cada una, y los que hay —o los que yo he llegado a ver, como el meritorio pero insuficiente Diccionario de locuciones idiomáticas del español actual, de Inmaculada Penadés— tienen el indiscutible valor de apilar locuciones y explicarlas, pero no van más allá. Está el Diccionario fraseológico documentado del español actual, de Manuel Seco, Olga Andrés y Gabino Ramos, que espiga locuciones y modismos del Diccionario de la lengua española. Otros muchos se dedican más bien a traducir a otros idiomas las locuciones que se listan, buscando las equivalencias oportunas. Creo que es un trabajo que está por hacer. En cualquier caso, hoy mismo vemos nacer locuciones que quizá consigan nadar el tiempo y colarse en la lengua futura —por ejemplo, «pasar pantalla», que al parecer es de las pocas cosas valiosas que ha producido el procés independentista—, aunque con la lengua nunca se sabe qué expresiones perdurarán y cuáles necesitarán de filólogo que en nota a pie de página nos aclare su sentido y deduzca su procedencia.

La mayoría de las locuciones, por expresivas que resulten y hasta graciosas —en Perú, para quien está un poco trastornado se dice «le falta un jugador»—, no son más que formulaciones idóneas que aprovechan lo que sea —las broncas tabernarias donde se desenvainaban armas para dar con «entre la espada y la pared», o el derecho de pernada que permitía al señor feudal pasar la primera noche con la recién casada, y, para expresarlo, colocaba una cornamenta de ciervo en la puerta del nuevo matrimonio, de donde viene «poner los cuernos», aunque esta locución también puede tener su origen en la mitología griega, cuando Pasifae, entregada al rey Minos, mantuvo amores con un toro blanco para parir al Minotauro—. A veces, su rotundidad no esconde su misteriosa genialidad: «quedarse con alguien», con el significado de engañarlo. «Me dijo que me daban el premio seguro y se quedó conmigo». ¡Se quedó conmigo, no como en el «Me quedo contigo» de Los Chunguitos!

No es de extrañar que algunos estudiantes extranjeros quieran tirarse por la ventana cuando tratan de entender algunas de las expresiones de nuestro idioma (se ha viralizado un vídeo en el que un norteamericano «se hace la picha un lío» a causa del modo que tenemos en español de referirnos a la temperatura; le resulta incomprensible que utilicemos el verbo tener para el frío o el calor, pero también el verbo ser, el verbo estar y el verbo hacer). Aunque de vez en cuando, como por otra parte es condición de la poesía —como es condición de toda cumbre ser excepcional, pues, si todo fuera cumbre, la cumbre entera sería llano—, se produce, no se sabe ni cuándo ni cómo ni por qué, algún hallazgo eminentemente poético. Álvarez de Miranda llama a la locución «voy a irme yendo», que tan a menudo se utiliza para avisar de que uno se queda donde está, pero se acerca la hora de marcharse, «pequeño prodigio», cosa que sin duda es: utiliza tres veces seguidas el verbo ir para en el fondo sugerir que, de momento, nos quedamos. Parece una definición de «estar vivos», como si quienquiera que fuese el primero que la empleó hubiese sabido condensar así lo que hacemos todos de continuo: un ir irse yendo. «La muerte me desgasta, incesante», decía Borges. Si yo pusiera ese verso en un examen y me encontrara con un alumno que me dijese «aquí el poeta nos dice que va a irse yendo», le pondría un diez irremediable. De ahí que tenga uno por casos de auténtica poesía popular —de hecho, las muestras más breves y compactas de poesía popular de las que se tiene noticia— algunas locuciones idiomáticas a las que no les echamos cuenta por haberse camuflado en el lenguaje ordinario. 

Cumpliendo la elocuente regla de la poesía popular, esas locuciones, además, no tienen autor ni propietario: al revés que el dinero público, que, según aseguraba aquella mandataria, no era de nadie, la poesía popular es de todos, tan de todos es que ha ido variando conforme pasaban las generaciones y admite todo tipo de intervenciones. No hay premio mayor para un poeta que conseguir colar unos versos en ese caudal. La última vez que escuché la maravillosa copla de Manuel Machado: «Tu calle ya no es tu calle, / que es una calle cualquiera, / camino de cualquier parte», quien la decía la variaba: «Mi calle ya no es mi calle. / Es una calle cualquiera, / camino de cualquier parte», transformando el poema de desamor en un poema sobre la identidad. En otra ocasión oí a alguien citar malamente el verso del Eclesiastés: «No hay nada nuevo bajo el sol» como «No hay nada viejo bajo el sol», mejorándolo claramente, pues, si el primero nos dice que ya todo ha pasado y, en consecuencia, estamos constantemente condenados a la repetición, el segundo celebra que nunca ha pasado nada, que el mundo está constantemente naciendo y, por tanto, todo es nuevo siempre. (Tanto lo mejoraba que, sin saberlo, estaba citando un verso de Borges: «No hay nada antiguo bajo el sol», que a su vez versionaba el verso de alguien que he olvidado).

Alguien tuvo que ser el primero en decir cada una de las locuciones idiomáticas que enriquecen nuestra lengua —y enloquecen a los extranjeros que tratan de aprenderla—, otros debieron ser los primeros en repetirlas, nos han llegado vueltas ya lenguaje sedimentado, pero basta detener un momento la atención en ellas para apreciar el resplandor de la poesía que guardan. «Quitar las tapaderas del sentido», por ejemplo, se utiliza en Andalucía occidental para decir de algo que es espectacular o inolvidable: «Este arroz quita las tapaderas del sentido» o bien «Milena Sidorova quita las tapaderas del sentido» (es curioso que en esta zona del mundo se utilice tan a menudo la negación para agigantar la afirmación, el «por supuesto que sí» se dice «no ni ná», pero de algo que «quita las tapaderas del sentido» se dice también que «no se puede aguantar», o sea, lo que la expresión niega es en realidad una afirmación categórica, se expresa justo lo contrario de lo que se dice: no solo se puede aguantar sino que da mucho gusto aguantarlo). La imagen es portentosa, pues el sentido acumula en su singular todos los sentidos —el arroz, no solo el gusto; la danza de Sidorova, no solo la vista— y queda encerrado en algún utensilio cuya tapadera impide que se nos derrame con frecuencia y solo lo excepcional logre obrar el milagro, de donde se diría que sentido está cerca ahí de conceptos más altos, quizá alma. Lo que parece evidente es que quien fuera el primero en utilizarla o los primeros en repetirla para colarla en el caudal del habla común estaban, aun sin ser conscientes de ello, realizando una operación puramente poética, como también quien, con una capacidad de síntesis que ignoran todos los filósofos, fue capaz de dar con la fórmula «haciendo tiempo» para expresar la espera. Basta fijarse un poco en ella para quedar cegados por su resplandor poético. ¡Hacer tiempo!, como si eso fuese posible, como si vivir no consistiera precisamente en que el tiempo nos vaya deshaciendo. Está además la maravilla de utilizar una expresión que ya tiene un significado propio —«Hace tiempo que no voy al fútbol»— para agigantarla con otro completamente distinto.

No voy a multiplicar ejemplos. Bastaría con citar alguno más: «estar sembrado», «ganarse la vida» o «buscarse la vida» —que hasta se sustantivó en buscavidas, que, aunque parezca el nombre de una profesión dedicada a salvar gente en peligro, como socorrista o bombero, no lo es—. Lo importante, al fin y al cabo, es aquello de Nietzsche: «Prestad atención». Ahí está todo el secreto. Basta prestar atención, detenerse ante algunas locuciones idiomáticas de nuestra lengua que utilizamos corrientemente, observar cómo están compuestas, preguntarse cómo nacieron, cómo sería la criatura a la que se le ocurrió y en qué circunstancias, cómo se fue extendiendo, enlazando unas generaciones con otras, para ver que, de vez en cuando, de manera excepcional por supuesto, como le corresponde por ley a la poesía, en algunas de ellas, las menos sin duda, crece la esencia de lo que no sabemos definir pero sí sabemos que es radiantemente poético si lleva razón Francisco Rico —y lleva razón en su imponente Tratado general de literatura, que consta de la friolera de cuatro páginas— y «todo poema es un objeto verbal forjado para extenderse en la memoria».

El extenso léxico meteorológico del español

 El léxico meteorológico del español, en JotDown, por Francisco J. Tapiador:

El español que hablamos en Castilla es tan amplio que cuenta con un vocabulario meteorológico propio; uno que pocas personas manejan ya, sobre todo en las ciudades. Aparte del conocido localismo de «nublo» por «nublado» (que usó Tirso de Molina), hay un centenar largo de palabras que convendría recordar, no solo porque son parte de nuestro patrimonio cultural, sino porque son bellísimas. Algunas son deformaciones vulgares (como atronar por tronar), pero hay también términos precisos, nacidos de que los hablantes han matizado un fenómeno tras su observación habitual en la naturaleza. 

Hay elecciones que traslucen mucha finura. Es el caso de cencío, que es como se llama al viento húmedo que proviene no de cualquier lugar, sino de una masa de agua, como un río o una laguna. No aparece así en el diccionario de la RAE, pero su uso está documentado en la literatura y figura en el Diccionario del Castellano Tradicional, que adelanto que recoge casi todas las palabras que voy a tratar en esta pieza. El cencío es parecido al relente, pero relente se usa más para cuando es de noche. 

Aneblarse (o anieblarse) es —se puede deducir— cubrirse de niebla. Sucede como con atronar, que es una variante surgida del nivel socioeconómico de los hablantes (marcas «diastráticas» en lingüística). Si la niebla se congela, cencella y cae una cencellada, que es algo muy bonito de ver, sobre todo en las noches de luna llena, porque parece que cae despacio un fino polvo de diamante. Barbazar es llover cuando la humedad relativa es muy alta y hay condensación. A la lluvia o a la niebla meona (o resmeona, que también se dice), se le dice también barciona. La raíz de ambas palabra es barba, porque en esos días en que hay tanta humedad que se supone que se condensa en los pelos de la cara. A la niebla meona en Burgos y Palencia se le llama carama, o caramada si es un poco más intensa y se pega a las plantas. No confundir con la escarcha, que es sólida. En Zamora, a lo mismo, a la barciona, se le llama cenceño. Estas son formas «diatópicas», es decir, variantes por el origen geográfico de los hablantes. 

El cielo aborregado es el que tiene esos cúmulos de buen tiempo. Luego, cuando hay nubes tipo estrato, de poco espesor, se habla de celaje, que es una palabra preciosa, al introducir en el ámbito celeste la palabra encaje. El término evoca un encaje de nubes en el cielo. 

Hay más de una decena de palabras para referirse a los cielos nublados, amaneceres o atardeceres, algunas de las cuales son más conocidas, como arrebol, esas nubes rojas que aparecen en el horizonte debidas a la dispersión de Rayleigh. Luego está un cielo amarañado, cuando hay nubes generadas por ondas de montaña (esas nubes que son como rodillos, largas y paralelas, alternando con claros). A los rodillos, individualmente, se las llama maraños. Si el sol se pone entre nubes a eso en castellano se le llama contrapantojo, aunque esa palabra no estén el diccionario de la RAE. Hay otra palabra para lo mismo: entrebarda (o entrebardo), pero desconozco (no he encontrado) la diferencia de matiz entre ambas.

Cuando el sol se oculta tras las nubes, el nombre depende de si se le ve con posibilidades de volver a aparecer, o no. En el último caso se dice que se arruga. Si no que tenemos un candilazo (cuando logra salir). Un anublajo es un grupo pequeño y compacto de nubes. Un cielo nocturno cubierto por nubes blancas se dice que está amartinado. El aguasol es cuando está cayendo un chubasco pero hay sol. Llover con sol, vaya. 

A veces se lee que hay lenguas, como la japonesa o la inuit («esquimal» para la generación X), que disponen un montón de palabras para la nieve, mientras que nosotros solo tenemos unas pocas. En realidad, hay una cantidad notable, solo que no las usamos. Hay una palabra para copo de nieve que casi nadie usa: falampo. También están falepa, falispa, farrapera, faliscosa o farrapo para referirse a diferentes formas de nevar. Cada palabra tiene sus matices: la falispa es nieve muy fina en ráfagas, mientras que la farrapera es nieve que es casi agua, y faliscosa la nieve que no se pega. Naturalmente esas efes en su origen fueron haches que se aspiraron, y como a mí halispa me suena mil veces mejor y es más evocadora y étima que falispa, la uso en el ámbito en el que puedo inventar palabras: la literatura. Otra palabra en el ámbito de los copos de nieve es povisa, que se refiere a una nieve tan fina como la ceniza. 

Hay más. Dependiendo de cómo caiga la nieve, se le llama de una u otra manera. Así, cuando cae poca nieve pero con viento fuerte, se dice que cellisca, o que cirria. Si la nieve es poca, de copos pequeños, cisquea o zurrusquea. Si cae con agua, es aguanieve. Si el aguanieve va con viento, entonces es también cellisca. Nevar con copos gruesos y lentos es trapear. Al montoncito de nieve que se acumula frente a una puerta o ventana se le llama vero. A la nieve caída que es plana y resbala se le llama nidio. Cuando la nieve se derrite, decimos que blandea, o que se amorosa, que es una arrebatadora expresión pronominal. A la humedad generada por el rocío se le llama de forma parecida, amorío, también quizá porque el agua es un recurso escaso en Castilla y recibirla al amanecer del cielo, una bendición. Y cuando, al fundirse la nieve, se ve la tierra debajo, se dije que terrece o terreña

Hay un caso especial y muy interesante. Se trata de la palabra aguachona, la nieve blanda o con mucha agua. Resulta que hay un término inglés, muy usado por los que nos dedicamos al estudio de la atmósfera, que es «graupel». Se suele decir que no tiene traducción al español, sin saber que aguachona es la palabra perfecta (y así la he usado en mis libros de física). A lo contrario, la nieve seca, muy fina, en polvo, se le llama espelde. Si es superfina, meros cristales de hielo, se le llama aspesura o asperura

Los carámbanos de hielo, por su parte, también exhiben un despliegue léxico notable. Son localismos, pero nada impide usarlos: asador, churro, pinganillo, cirrión, chupitel, cirio, chuzo, candelita (o candelito), caramelo, cerrión, calamoco, o chupito. Hay muchas palabras donde elegir para evitar sonsonetes o buscar efectos rítmicos o musicales en la prosa. E incluso pueden servir para introducir ambiguedades si así lo desea el escritor, puesto que calambrón puede ser un carámbano o la escarcha

Llover tiene varios sinónimos, como abrocar, brocar, brucar o embrocar. Cada uno de ellos se refiere a un tipo concreto de forma de llover en un sitio. La razada es la lluvia fina que cae lentamente. Chuciar es llover poco, pero con gotas frías. Lo de las gotas frías o cálidas es una realidad física, y depende de si la lluvia es convectiva o estratiforme (también hay, por cierto, lágrimas cálidas y frías, como se lee en La Ilíada). Burrifero es lluvia leve y breve, mezclada con viento. Aguamarina es llovizna. Otra variante del chirimiri, sirimiri, orbayo o calabobos es, en Castilla, bernizo. Barciar es llover de esa manera, con poca intensidad, al igual que aguarrada o aguarradilla. Barbaza o barbuza es cuando llueve así, poco, y además está nublado y el ambiente húmedo (también vienen de barba). Orbayo, por cierto, se usa en Castilla no solo para lluvia ligera sino también para el rocío. 

Atizar es llover con fuerza. Barrumbada un chaparrón fuerte (uno débil y corto, un borrasco). Zamarra es una lluvia torrencial, de llover a cántaros (e.g. Zamarramala, pueblo de Segovia), lo que también se conoce como andaluviar (deformación probable de «diluviar»). Zaraza, muy parecido a zamarra, es una granizada intensa. Si no es fuerte, es zarazo, en masculino. Al granizo también se le llama cantaleo (o predisco / pedrisco, que es una palabra más habitual). Apedrear es granizar, pero esta es evidente. A los relámpagos (las descargas eléctricas entre nubes; los rayos son entre las nubes y el suelo) se les ha llamado en toda la vida en Castilla culebrillas o culebrinas.

Tenemos también palabras para cuando el agua de lluvia salpica: chaspingar o enchaguazar. Si forma burbujas al caer, hace foroles o forolas. Si la burbuja es pequeña, se les llama gargulito o gorgorito (más común). Cuando el agua escurre de los tejados tras la nieve, se dice que esculla. Si un río o un regato se congela, se engaza.

Al aire frío se le llama ris (la expresión «hace un ris…» es de uso corriente para indicar que hace mucho frío). El viento (aire en movimiento) frío tiene variantes sobre la misma idea: baruje, baruji, beruje, biruje o biruji. Las dos últimas palabras se aplican al frío aunque no haga viento (son por tanto sinónimas de ris). El viento que ruge, bufa. Algarazo es lluvia con viento. Cuando te refugias de una tormenta, te agarimas. Cuando deja de llover, albancia. El sol que calienta el cuerpo, caldea

A la helada con mucha escarcha (o engrama) se le llama helada blanca. Si no genera escarcha, helada negra (que es más destructiva para las plantas). Una helada fuerte es una garama, sardinera, carama, garduña, jabarda, carpanta, pelona o peluca. Si una helada sigue a otra anterior se dice que es una empalmada. Si la escarcha tiene forma de ramas, se dice encaramada o ligada. La notable cantidad de palabras para la escarcha es natural en un clima continenal como el castellano, en cuyos inviernos es habitual. Hay incluso una palabra para la escarcha en las ramas de los árboles: cerceñada. Hay palabras para escarcha o rocío, sin distinguir entre ambos, como pruina o rosada.

Arbayada ha quedado como sinónimo de rocío, al menos en Zamora, en la frontera con Portugal (es, de hecho, un lusismo). Los sinónimos son estupendos para no tener que repetirse al escribir, pero es que esta palabra, quizá de raíz árabe, es bonita, aunque bayada sea «blanco» en aquel idioma (el término sería más apropiado, quizá, para la escarcha). 

Estas palabras ya no se escuchan en el habla corriente, al menos en las ciudades, pero forman parte de la cultura española y son un patrimonio que enriquece a la prosa y a la poesía. Son bonitas y muchas de ellas también eúfonicas; suenan bien. La posibilidad de encapsular en una sola palabra un concepto o una ristra de palabras, como sucede con cencío, aporta precisión y economía al lenguaje. Dos valores amenazados, pero a proteger. Este léxico es patrimonio inmaterial de la humanidad. 

La etimología tiene mucho que decir al respecto de estas palabras. Así por ejemplo, la raíz nebh- (nube; la bh es un fonema labial, de efe griega, la ϕ) del indoeuropeo nos ha dejado «niebla» y «nimbo» (un tipo de nube). En sánscrito la idea de nube, de nebuloso, de niebla, derivó en nábhas; a nabah en avéstico, nem en irlandés antiguo, nef en córnico, nebul en alto alemán antiguo, nifol en anglosajón, nebo en eslavo antiguo eclesiástico, y nebis en hetita. En latín nebula, naturalmente, y de ahí a nuestras nube y niebla. Al estudio de las nubes se le llama nefología y no nebulología, por algo.

Seguro que el lector conocen muchas otras palabras usadas para referirse a los fenómenos meteorológicos y los meteoros, algunas de las cuales serán locales, o incluso propias de familias concretas. Miguel Delibes empleó unas cuentas en sus obras. Son riqueza, y que sigan vivas depende de que los escritores las empleemos en periódicos, revistas culturales, novelas, ensayos y poemas, pero también de que las usemos más en la vida corriente. No olvidemos la cantidad de palabras castellanas y manchegas que han llegado a nosotros gracias a que Cervantes las recogió (o acuñó) en su Quijote

Usar estas palabras no es, en absoluto, viejuno. Todo lo contrario. Nada más vanguardista y necesario que los escritores erosionando poco a poco la gramática, siguiendo el feliz símil de Ortega. Mediante ese proceso, el viento se irá llevando los estratos blandos que el tiempo ha ido dejando sobre el lenguaje, dejándonos la roca viva sobre la que asienta, que no es otra que la estructura de la comunicación humana en un medio concreto.

Adenda

En el primer borrador de este artículo escribí «No sé cuántas palabras habrá en japonés para la familia léxica de la nieve, pero en español también tenemos una cuantas». Luego me di cuenta de que vivo en el 2025, y que no tengo por qué regodearme en mi ignorancia ni siquiera por motivos retóricos, así que me puse a buscar. Me ahorraré los ideogramas que, aunque preciosos, no podrían ocultar que, por más que sean de origen chino (el sistema de escritura kanji, que junto con el hiranaga y el katakana permiten crear palabras en japonés), yo no sé japonés y mi chino es básico. 

Por lo que parece, la palabra nieve en japonés se traslitera como yuki. El ideograma es el mismo que en chino, 雪 (xuě). El graupel es koriyuki. Se puede fantasear con que es otra palabra y que por eso la cultura japonesa es más fina que la nuestra en la apreciación estética de los cielos, pero koriyuki es un compuesto de kori, hielo, y yuki, nieve. Nosotros tenemos «aguanieve», y podríamos tener hielonieve, pero la lengua fue por otro sitio y en vez de un término que suena al vocabulario C de la neolengua orweliana, acabamos con aguachona, mucho más bonito. Otros ideogramas que parecen conceptos nuevos, pero que son compuestos de yuki, son: yukidaruma, yukigassen, yukiguni, yuki-no-kessho, yukiusagi, yuki-onna, yukidoke-mizu. Respectivamente, muñeco de nieve, pelea de bolas de nieve, país de nevadas (una región concreta de Japón), cristales de nieve, montón de nieve, mujer de la nieve (personaje tan folclórico como la niña de la curva), y amorosarse (el agua de deshielo). Luego está konayuki, que es nieve en polvo. Es decir, la halispa que decía arriba. La nieve fresca se dice shinsetsu, pero el kanji, de dos caracteres, incluye al de nieve y significa, literalmente, nueva-nieve. No nos constaría nada inventar neonieve, pero ya tenemos espelde. Otra palabra japonesa, más en la línea del castellano de crear palabras diferentes en vez de compuestos, es mizore, que es la llovizna helada y que tiene la connotación poética de atmósfera melancólica. Es nuestra cencella, en realidad. Otras palabras con el kanji que remiten a la nieve son nadare (avalancha), sekkei (paisaje nevado), y yumifumi (caminar por la nieve).

Para concluir, no es que no tengamos palabras en español para los matices y cosas de la nieve y en general del tiempo. Tenemos muchas, pero no las usamos. Delibes buscaba encontrar la palabra exacta para describir cada cosa del mundo. Ese es el espíritu. De hecho, vero es un término más preciso que yukiusagi, montón de nieve (literalmente, nieve-conejo, por la forma). Nuestro vero se refiere específicamente al montoncito delante de puertas y ventanas, aunque nada impide que lo podamos aplicar, por extensión, a cualquier otro

sábado, 12 de abril de 2025

Entrevista a la historietista Purita Campos

 Purita Campos: «Estar en Bruguera era extenuante, te pagaban muy poco y te hacían trabajar mucho», en JotDown, por Fran G. Matute

Ya lo dijo Javier Pérez Andújar en su célebre pregón de la Mercè: Purita Campos (Barcelona, 1937) ha dibujado «las historias más leídas en todo nuestro mundo», aquellas que narraban la vida de una adolescente llamada Patty en el Londres de principios de los setenta, y que pronto se convirtieron en un éxito internacional.

Patty’s World comenzó a publicarse en España en 1974 con el nombre de Esther y su mundo, una serie que sigue hoy vigente gracias a las numerosas reediciones y a una inteligente actualización del personaje, ya en su cuarentena. En sus años de esplendor, la serie llegó a vender cuatrocientos mil ejemplares semanales, una cifra impensable para cualquier publicación de hoy día.

Al margen de su labor como dibujante de cómic, Purita Campos fue también una pionera del diseño de moda en la Barcelona de la gauche divine. Creadora incansable, con su trabajo ha hecho feliz a muchas lectoras (y lectores) en todo el mundo, que aún hoy la siguen recordando desde el cariño. El mismo que desde aquí le profesamos, agradeciéndole el tiempo (y, nos consta también, el esfuerzo) dedicado para la realización de esta entrevista. Sirva la misma como sincero homenaje a su figura.

¿Escuchaste el último pregón de la Mercè, a cargo del escritor Javier Pérez Andújar?

No, porque hace ya dos años que vivo en Madrid y estoy un tanto desapegada de la vida de allí, pero sí que lo leí al día siguiente en el periódico. Y me hizo mucha ilusión que me nombrara.

Pérez Andújar hizo de paso una reivindicación de las mujeres que trabajaron en el mundo de la historieta.

Me pareció muy pertinente esa reivindicación porque nosotras trabajamos mucho entonces, y me da la sensación de que hoy día le importamos un pito a la gente [risas].

¿Cuándo empiezas a interesarte por el dibujo?

El dibujo es algo que me atraía desde pequeña. De todos modos, yo siempre me he sentido muy atraída por el mundo del arte, de la farándula, eso de cantar y bailar… Cuando venía gente a casa mis padres siempre me decían: «Canta aquello, canta lo otro». Al principio me daba mucha vergüenza, aunque fueran amigos o familiares, pero después ya me ponía y cantaba y bailaba, y todos: «¡Oh, qué bien lo hace!» [risas].

Lo primero que estudié fue en la Lonja, la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona, donde hice todos los cursos. Después hice Bellas Artes. También quise ser actriz y fui al Instituto del Teatro. Me salió un papel, ¿eh? Uno pequeñito, nada del otro mundo. Pero lo de ser actriz lo tuve que dejar porque, claro, si trabajabas en el teatro solías volver muy tarde a casa y mis padres no me dejaron continuar con aquello.

¿Te gustaban los cómics de pequeña?

Claro. Me gustaba mucho Hugo Pratt, era un favorito mío. ¿Sabes que lo conocí en un salón del cómic? Era muy bueno, un clásico. Estaba allí firmando, yo también, y… ¿puedo decir la verdad? Fue un estúpido conmigo [risas]. Me acerqué toda ilusionada, y le dije: «¡Hugo Pratt!». Y me respondió: «Io non sono Hugo Pratt», y se largó. Se ve que se pensaba que yo era una fan, que lo era, pero también era una autora que estaba allí firmando con él. Yo eso no lo hubiera hecho nunca, que me venga una chica o un chico todo ilusionado… Fue un imbécil. Eso no se hace.

¿En qué momento entras en contacto con el mundo de la historieta?

Yo nunca quise ser dibujante de cómics, no lo había pensado nunca. Quería hacer otras cosas, tenía otras ideas, quería dedicarme a la moda. Mi madre era modista y gracias a ella aprendí el oficio. Hacía unos modelos muy bonitos, tenía mucha imaginación para hacer modelos y lo mío era la moda. Pero mi hermano conocía a Manolo Vázquez —vamos, lo conoció en un bar—, y este se enteró de que yo dibujaba, y le dijo: «Dile a tu hermana que se pase mañana por la editorial y que pregunte por mí. Le atenderemos». Entonces me fui al día siguiente con mis modelitos de moda, con lo que yo tenía hecho, me presenté en la editorial Bruguera y les dije que venía en nombre de Manolo Vázquez, que había quedado con él. Y Víctor Mora, que fue quien me recibió, me dijo: «¡Pero si Manolo Vázquez no viene por aquí nunca!» [risas].

Vázquez siempre tuvo fama de vago.

Mucho, mucho. Era una cosa increíble. Yo me presenté allí sin saber nada. Entonces Víctor Mora, cuando vio los dibujos, que ya digo eran de moda, me dijo: «Si quieres puedes pasar mañana mismo y vas haciendo cosas». Y al día siguiente ya empecé a hacer allí dibujitos, poca cosa, nada importante.

Empezaste a trabajar en Bruguera a finales de los años cincuenta, siendo muy joven. ¿Cómo era trabajar allí? 

Estar en Bruguera era extenuante, te pagaban muy poco y te hacían trabajar mucho. Lo que pasa es que los dibujantes somos muy buenas personas y nos conformamos con poco [risas]. Todos nos quejábamos de lo mal que pagaban, pero es lo que había.

En tus comienzos participaste en revistas femeninas como Dalia, Sissi, Blanca o Celia.

Sí, revistas que eran una chorrada, la verdad [risas]. Ahora que las recuerdo… Pero es lo que había entonces. Era otra época, y la diferencia con ahora es enorme. En ese aspecto hemos mejorado mucho.

También colaboraste en la revista Can Can, donde coincidieron todos los grandes de la historieta: Peñarroya, Conti, Cifré, Escobar… ¿Los llegaste a conocer?

Sí, claro, los conocí a todos. Ahora no sé qué ha sido de ellos, me imagino que habrán muerto, ¿no? Han pasado tantos años… Escobar era muy serio. Me acuerdo también de Víctor Mora, claro, y de Armonía Rodríguez, que era su mujer. Allí trabajaba mucha gente, y había gente muy buena.

Y luego estaba Vázquez. Te cuento una anécdota suya: a Vázquez lo metieron en la cárcel, no me acuerdo por qué pero sería seguramente por no pagar a alguien, así que seguro que lo encerraron con razón. Entonces en la editorial le llevaban el trabajo a la celda, para que lo hiciera allí, para que terminara allí las viñetas [risas]. Ibáñez también estaba. Él es muy bueno, y su fama es merecida, pero Vázquez era mejor. Vázquez era el mejor de todos. Ibáñez era muy formal, una persona estupenda a quien le tengo mucho cariño. Era muy trabajador, siempre estaba trabajando.

Muchos le han criticado que trabajara tanto, porque ponía en evidencia a los demás.

Sí, sí. Era increíble. Además era muy rápido, iba a cien por hora. No sé si ahora será millonario, puede que sí. Su mujer creo que le lleva la comida a la mesa de dibujo. Pues mira, me parece muy bien, porque yo creo que para él eso no es trabajar. A mí también me gusta mucho estar aquí sentada dibujando, pero bueno, de vez en cuando hay que hacer otras cosas, ver la tele, salir, ir al cine…

Ibáñez también se ha quejado mucho del trato en Bruguera. Por ejemplo, que nunca recibió royalties por sus creaciones.

Ni yo, yo nunca vi un duro por ese concepto. Y luego además se quedaban con los originales, no los devolvían. Y es una pena, porque entonces no se le daba ningún valor a los dibujos, pero ahora, con el tiempo, digo yo que una cosa que se hizo hace cuarenta años algo valdrá, ¿no?

En 1971 te cambia la vida: te contratan para dibujar una historieta británica llamada Patty’s World. ¿Cómo es que se fijaron en ti?

Todo fue por mediación de la editorial Bruguera. Me contactaron a través de una agencia llamada Creaciones Editoriales, que estaba en Inglaterra y la dirigía Luis Llorente. Me dijeron que iba a empezar a dibujar para una historieta británica y, la verdad, aquello me hizo mucha ilusión. Pensé que a lo mejor así iba a tener trabajo fijo para por lo menos un año o así, y me duró la cosa veinte [risas]. Veinte años haciendo Patty’s World. De hecho, cuando Bruguera quebró, yo seguí haciendo el personaje a través de la agencia de Luis Llorente.

¿Trabajabas desde España o desde Reino Unido?

Estuve en Londres una temporada, sí. Pero la mayoría del tiempo lo pasé en España.

¿Te mandaban los guiones traducidos?

No, los mandaban sin traducir. Y aquí los traducían en la agencia. Mi hijo Paco también tradujo muchos, y así se ganaba unas pesetillas.

Me imagino que conociste a Philip Douglas, el guionista de la serie.

Sí, claro que lo conocí. Era muy majo. Tengo por ahí algunas fotos con él, en Londres, que nos hicimos en casa de Luis Llorente. Era muy tímido. Pero las personas cuando saben mucho a veces son tímidas, y luego hay otras que no saben nada y van por ahí… Eso suele pasar, y Philip Douglas era así, un sabio tímido.

¿Te sorprendía que un hombre pudiera captar con tanta sutileza el mundo de una adolescente?

Claro que me sorprendía, y se lo pregunté. Y él me confesó que todas las ideas se las daba su mujer [risas]. Es verdad, ¿eh? Todas. Él imaginaba las situaciones y tal, pero todas las ideas eran de su mujer, de cuando era pequeña, de las cosas que le habían pasado y tal. Y fíjate.

¿Tuvo la serie éxito desde sus inicios?

Sí, tuvo bastante éxito desde el comienzo. Si no, no se habrían planteado traducirlo a otras lenguas. El guion es que tenía mucha gracia, a mí me gustaba mucho.

Tengo entendido que en Reino Unido se publicó al principio en blanco y negro.

Sí, es verdad, pero es que entonces se publicaba poco en color. En Reino Unido se publicaba dentro de una revista que se llamaba Princess Tina. Yo los mandaba sin colorear, y cuando ya se empezó a publicar en color en Reino Unido lo coloreaban ellos allí. Yo los estuve coloreando una temporada, y se notaba, quedaban más bonitos, pero no era lo habitual.

No sé si me queda por ahí algún dibujo original… [se pone a buscar en su archivador]. He trabajado tanto, he hecho tantos originales que no podría guardarlos todos. De todas formas, la mayoría están destruidos. Yo he podido recuperar muy pocos. Menudos desgraciados… Mira [nos enseña un retrato original de Esther fechado en 1978]: ese gorrito no se lo he podido poner yo porque es horroroso [risas]. Se lo pondrían allí en Londres.

Patty’s World llega a España en 1974, publicado dentro de la revista Lily, con el nombre de Esther y su mundo. ¿No era una historieta demasiado moderna para lo que se estaba cociendo por aquí?

Sí, y precisamente por eso tuvo éxito. A ver, en Inglaterra también era un personaje moderno, pero es que aquí, al pensarse que era una revista para niñas, la censura no se dio cuenta de que la historieta llevaba dentro más cosas.

¿No tuviste ningún problema con la censura?

Sí, bueno, alguna cosa tuve que retocar. Me decían que Esther iba muy escotada, que si la faldita era muy corta… Tonterías.

Es que dibujabas a Esther muy sexy.

Sí, claro, pero era también muy recatada. Juanito, su novio, también era muy guapo, y salían juntos y tal y cual, y pasaban cosas, lógicamente. Rita, su amiga, también era muy guapa.

Doreen, en cambio, no era muy guapa.

No. Doreen era envidiosa, gorda y mala [risas].

Te cebaste un poco con ese personaje, ¿no crees?

¡Fue muy divertido! Como era muy envidiosa pensé: «La haré gorda». Y le puse gafas [risas]. Oye, yo también llevo gafas, ¿eh? Pero bueno, era otra cosa.

Esther y su mundo era una historieta que leían muchos hombres a escondidas.

A mí eso me lo han confesado muchos hombres, que la leían a escondidas, en el baño. Le cogían la revista a sus hermanas, y se escondían porque no querían que se supiese que la estaban leyendo. Esto me lo han dicho en los salones del cómic, cuando he estado allí firmando. Es que el guión de Esther tenía mucho interés. No era un guion de nenas, no. Había interés de verdad en las historias. El mundo adolescente estaba enmarcado dentro de ciertos dramas familiares, tenía mucha enjundia.

Por el éxito tan brutal que tuvo, ¿crees que de alguna forma ese personaje supuso un patrón de comportamiento para las jóvenes españolas?

Tanto como un patrón de comportamiento no sé, pero sí que se produjo una gran identificación con los personajes. Me escribían muchas cartas a la editorial, cartas de lectoras que me contaban que tenían una amiga que era como Doreen, que le había hecho lo mismo que salía en tal historieta… La verdad es que fue una época muy bonita.

El otro día me contaron una anécdota terrible: la de una amiga a la que su madre le recortaba aquellas viñetas que consideraba inapropiadas para su edad.

Madre mía, cómo vivíamos entonces. Pero si Esther era de lo más… [risas].

¿Por qué aquí se llamó Esther y no Patty?

Porque al señor director de Bruguera le gustaba el nombre de Esther y no hubo más que hacer. En aquella época mandaba todo el mundo menos el que tenía que mandar. Patty era un nombre estupendo. Era un nombre inglés, vale, pero se podría haber llamado «Pati», por ejemplo. Pues no: «Esther».

¿Tenías en cuenta a la hora de realizar el dibujo que el personaje era británico?

Sí, lo tenía muy en cuenta. Por eso gustaba tanto en Inglaterra, porque el dibujo captaba muy bien sus modas. Antes de empezar fuimos allí, hicimos fotos de todo. Mi marido se trajo un montón de regalos para el niño: coches de bombero, taxis, cabinas telefónicas, que luego utilizaba yo para hacer los dibujos. Estaba todo muy bien ambientado. En Inglaterra nunca se dieron cuenta que el dibujo lo hacía una española.

He visto que tienes ahí un cuadro enorme con Esther y sus amigas cruzando el paso de cebra de Abbey Road.

Ese es un dibujo especial que no salió en ninguna historieta. Se hicieron algunos pósteres con él. De hecho tengo uno hecho en tela puesto encima del cabecero de mi cama. Ese que ves ahí es el original. Yo he sido muy fan de los Beatles. A mí la música me ha gustado siempre muchísimo. Mi favorito era Ray Charles. A Ray Charles lo he visto en directo dos veces. En Barcelona. Estaba en primera fila. ¡Qué bueno! Era genial. Iba mucho al Jamboree a ver los conciertos, porque para mí el jazz ha sido una cosa muy importante. Allí vi a Quincy Jones. Charlie Parker me encantaba. También Miles Davis, al que he visto en directo. Me llevaba a mi hijo a ver esos conciertos, fíjate. A veces me pongo música para dibujar, a veces. Elvis también me gusta mucho. ¿A quién no le gusta Elvis? Es que pones a Elvis y vuelas.

¿Cuáles dirías que han sido tus principales influencias?

Yo he admirado a muchos dibujantes, como Badía Camps o Jesús Blasco, pero no creo que hayan sido una influencia en mi obra. Antes había unos dibujantes muy buenos. Yo les copiaba cuando era más joven, me encantaba imitar sus dibujos.

¿Te inspiraste en algún rostro famoso para crear a Esther?

No, realmente no. Los dibujantes nos hacemos un poco a nosotros mismos, pero lo hacemos sin querer. No es que yo me mirase y dijese: «Me voy a dibujar». También tenía a mi hermana por ahí, que tiene diez años menos que yo, y seguro que cogí algo de ella, y cosas de mi familia. Pero de una forma inconsciente. Ibáñez, por ejemplo, se hace mucho él. El Rompetechos es él. Lo ha dicho muchas veces.

El éxito de la serie en todo el mundo fue tremendo. He leído que en España hubo tiradas semanales de entre trescientos y cuatrocientos mil ejemplares.

Se vendió como rosquillas, y yo no vi ni un duro. ¡Qué cara tenían esos señores!

Vendías más que Ibáñez.

Sí, es verdad, pero Ibáñez ahora sigue vendiendo, él se ha mantenido mejor. ¿Sabes lo que pasa? Que los tebeos a los niños se los compraban sus padres. En concreto, el padre. El padre era quien decidía al final lo que se leía en casa y, claro, el padre no compraba Esther y su mundo a las niñas. Las niñas se lo tenían que comprar luego con su dinero, con su paga, o se lo tenía que comprar la madre, que no era una cosa tan habitual. Entonces es lógico que a la larga Ibáñez vendiera más de Mortadelo que yo de Esther.

En 1988 la serie de Esther se cancela. ¿Por qué?

Bruguera quebró en 1986, pero yo seguí publicando la serie un año más, por lo menos, en la revista Pecosa, de la editorial MC. Pero también quebró esta editorial, y ya pensé que tras casi veinte años lo mismo había que dedicarse a otra cosa.

¿Y a qué te dedicaste?

Cuando acabó la serie monté un estudio en el paseo de San Gervasio de Barcelona, donde estuve dando clases de dibujo y pintura. Y fíjate qué cosas, Juan Bruguera vivía al lado, pero yo no lo sabía. Y al final me hice muy amiga de él, porque, claro, venía, me explicaba sus cosas, sus batallitas de lo que había pasado con la editorial y todo esto. Entonces ya no era mi jefe, éramos solo dos conocidos.

También te dedicaste al diseño de ropa.

Sí, pero eso fue al principio, antes de hacer Patty’s World. Yo empecé en el mundo de la moda muy joven, haciendo figurines, editados en papel y tal. Mi madre era modista y yo de pequeña, cuando salía del colegio, me iba a trabajar a su taller. Allí planchaba o hacía cualquier cosa. Así aprendí el oficio, a cortar patrones y cosas así.

Y lo que hice con el tiempo fue abrir una tienda en el paseo de Gracia donde vendía mis propios diseños. Te hablo del año 1967 o 1968, y tuve entonces muchos clientes de la gauche divine: Margit Kocsis, por ejemplo, la modelo que iba desnuda a caballo en el anuncio aquél; Leopoldo Pomés, el fotógrafo de Barcelona, que era vecino del paseo de San Gervasio, venía también mucho. Yo hacía entonces unos diseños muy parecidos a los que luego haría Paco Rabanne, con cueros unidos por diferentes arandelas de hierro, y cosas así. Se me ocurrió, por ejemplo, hacer un conjunto que no estuviera cosido, que estuviera todo unido con tachuelas. Tenía unas maquinas que me lo hacían, me hacían agujeritos en la tela como los que llevan los cinturones, y luego lo unía todo con anillas, por aquí por los laterales del traje. Era una cosa muy punky antes de que lo llamáramos así. Me encantaba inventarme aquellas cosas. Tita Cervera, que entonces era la mujer de Lex Barker, el que hizo de Tarzán, venía mucho a comprar a la tienda.

Siempre quise vender por toda España lo que yo hacía, porque tenía mucho éxito, y además lo hacía a un precio muy rebajado, con telas que no eran muy caras. Al final esta idea que siempre tuve la llevó a la práctica Amancio Ortega. Él ha hecho lo que yo quería hacer. Mi madre, me acuerdo, me decía entonces: «No, no. La moda hay que hacerla para sitios muy elegantes, que es donde está el dinero». Y yo le decía: «No, mamá. Hay que hacerla para todo el mundo, para que vaya todo el mundo elegante, pero que no sea caro. Hay que utilizar un material bueno pero que sea más barato». ¡Tenía la misma idea que Amancio Ortega! Y cuando vi que él la llevaba a la práctica me dio una rabia… [risas].

Toda esta pasión por la moda se refleja mucho en tus dibujos.

Claro, claro. Lo que no me dejaron hacer en la realidad lo metí ya en la historieta.

Por ejemplo, en Jana, otro de tus personajes más recordados, se notaba mucho la influencia de la moda.

Es que era una modelo. Era un personaje con mucho glamur. Jana era pelirroja, muy seductora. El guion de esa historieta era de un holandés llamado Andres Brandt. Yo iba entonces de vez en cuando a Holanda para hablar con él. Antes viajaba mucho: iba a Londres, a Bélgica… Ahora no, ahora estoy siempre aquí metida.

Tras el éxito de Esther y su mundo llegaron otras creaciones tuyas, como la citada Jana o Gina. ¿No eran todas un poco un intento por replicar el éxito de Patty’s World?

Sí, es verdad. Se llamaban además todas muy parecidas, porque Jana en Holanda se llamaba Tina. Yo misma las confundo ya. Tina, Gina… luego recuerdo que hice a la Dulce Carolina, que era una niña, una tira cómica. Creo que tengo por ahí los originales. La llamé así, Sweet Caroline, como la canción de Neil Diamond [la canta].

Gina fue un personaje creado a medias con tu marido, Paco Ortega. ¿Cómo se lleva eso de trabajar codo a codo con tu pareja?

Bien, porque él es muy bueno. Yo no tanto [risas]. Trabajábamos aquí en casa, cada uno con su mesa. Paco hacía el guion, en un folio. Lo que nosotros llamábamos el guionet, que era un poco la distribución de la historieta en forma de sketches, por así decirlo. Cuando ya tenía eso listo cogía las páginas, hacía la distribución de las viñetas y pasaba a lápiz todas las figuras, los fondos, las cosas más técnicas como los coches y tal. Eso lo hacía Paco, y yo luego pasaba todo a tinta, con pincel, y hacía también las caras y los vestidos de los personajes. Si luego yo quería hacer una viñeta más grande, pues borraba lo que había dibujado mi marido a lápiz, o lo ampliaba. Se trabajaba así muy bien.

En aquella época era muy común que los dibujantes o guionistas utilizaran un seudónimo anglosajón. Tu marido, de hecho, firmó Gina como Frank Elliott. Tú sin embargo siempre has firmado con tu nombre.

Sí, yo he firmado siempre con mi nombre, bien como Purita Campos o como P.C. Pero no era ninguna reivindicación de ningún tipo. Es que empecé a firmar así y ya no me lo iba a quitar. Los que firmaban con esos seudónimos lo hacían para quedar un poco en el anonimato, y así poder luego enterarse de lo que decían sobre ti, porque poca gente sabía quién estaba detrás de esos nombres [risas].

Hiciste una de las primeras versiones ilustradas de Heidi.

Mira, ahí la tengo [nos enseña un ejemplar antiguo]. La hice en 1973, para la colección Historias de Color. Mi versión es anterior a la del cómic manga, ¿eh? Además, yo nunca entendí que ellos la hicieran pequeña, morena y con el pelo corto. Si era suiza, la niña tendría que ser alta, rubia y con el pelo largo, ¿no? Como la dibujé yo. El manga es horroroso. No me gusta nada. Algunos están bien, los ves y dices: «Este sabía dibujar». Pero normalmente el manga está muy mal dibujado [risas].

¿Qué nos puedes contar de ese trabajo de restauración que has estado haciendo de las viñetas originales de Esther y su mundo?

Cuando Glénat decidió rescatar la serie de Esther y su mundo se dieron cuenta de que no había material original, no había tampoco fotolitos. El material se supone que lo tenía que tener la editorial inglesa, pero no se sabe bien si lo destruyeron o lo vendieron en un mercado secundario. Entonces para reeditar la obra lo que hubo que hacer es encontrar toda la publicación en papel y fotocopiarla en color. No sé ahora muy bien cómo fue la técnica, pero el caso es que pasaron el papel del cómic original a una hoja de cartón, como de cartulina, y sobre esas versiones yo hice el trabajo de restauración, por así llamarlo, porque había viñetas que no tenían la calidad suficiente.

Tengo que decir que Glénat se portó muy bien conmigo. Me pagó ese trabajo y a parte los derechos, cosa que Bruguera no había hecho nunca. Glénat apostó mucho por esa reedición, hasta el punto de que fueron los únicos que reconocieron el derecho moral que yo tenía sobre Esther y su mundo. Contrato no tenía, porque nunca firmé nada, así que registramos el personaje a mi nombre, como si fuera una marca, y cuando firmamos con Glénat tuvimos que contactar con los herederos de la editorial inglesa que publicó en su día Patty’s World, cuyos derechos los tiene ahora Time Warner. Ellos nos dijeron que no podíamos publicar nada sin su consentimiento, que ni se nos ocurriera. Nosotros, claro, tan pequeños, no nos planteamos litigar contra Time Warner, pero Glénat dijo que sí, que ellos querían publicar la serie en cualquier caso. Así que en el contrato que firmamos con ellos hay una cláusula en la que asumen el riesgo en caso de que Time Warner demande la edición.

Eso fue en 2006, cuando vuelve Esther al cómic, de la mano de Carlos Portela, con una tirada de doscientos mil ejemplares, una cifra de locura para los tiempos que corren.

Sí, sí. Glénat apostó muy fuerte por esta recuperación. Eso hay que agradecérselo a Joan Navarro, su director.

¿Cómo aparece Portela en tu vida?

Carlos Portela era uno de esos chiquillos que te decía antes que leían Esther y su mundo a escondidas. Lo conocí en el Salón del Cómic de A Coruña. Él era el subdirector, y me invitó. Allí me reencontré con las fans de Esther que ya habían crecido. Me sorprendió mucho ver las colas que tenía. Yo había perdido el contacto con mis lectoras porque tras el cierre de Bruguera, como te he contado, me dediqué a otras cosas. E incluso durante la época de mayor fama de Esther tampoco había tantas ferias del libros, ni salones del cómic, como ahora, ni se hacía el marketing así, organizando firmas. Se vendían trescientos mil ejemplares de la revista Lily, pero no existía luego ese fenómeno del contacto con el autor. Y ya digo, en aquel salón del cómic me reencontré con mis fans de toda la vida, que ya eran mayores, y al ver el éxito de mi convocatoria surgió la idea de recuperar al personaje. Y buscando al guionista perfecto, a través de Antonio Martín, dieron con Carlos Portela. Desde el primer momento hubo mucho feeling entre nosotros, y así es como Carlos se ha convertido en el guionista de las nuevas aventuras de Esther.

De nuevo un hombre narrando la vida de Esther.

Pues es verdad, no lo había pensado, pero ahora sí te puedo decir que es Carlos quien ha escrito las historias, no su mujer [risas].

De todos modos, Carlos ya no está por Esther, porque lo han contratado en la tele y ahora escribe los guiones de Velvet, la serie. Cuando lo conocí tenía una ilusión tremenda por recuperar a Esther, pero ahora lo llamo y no me coge el teléfono [risas]. Lo digo de broma, ¿eh? Carlos sigue muy metido, ha escrito luego dos novelas sobre el personaje: Esther cumple cuarenta y La elección de Esther, que salió el año pasado.

¿Por qué se opta por la novela como formato para seguir narrando las historias de Esther?

Eso fue una idea que tuvo Belén Bermejo, la editora de Espasa. Ella vio ahí un mercado y se aproximó a Carlos y a mí, y nos lo propuso. Entonces Carlos, dentro de la planificación que tiene de Esther, porque él ya lo tiene todo en la cabeza, el desarrollo de los personajes y tal, el cómo van a acabar las historias en el cómic, vio que había como una especie de huecos en los que se podían desarrollar otro tipo de historias, y de ahí surgen las dos novelas que se han escrito. Digamos que son complementarias a los nuevos cómics.

Tras haber vendido millones de historietas, ver como tu principal creación sigue vigente y haber recibido la Medalla de Oro de las Bellas Artes, ¿te sientes reconocida?

Sí, en cierto modo, sí. Es normal, el tiempo pasa, salen nuevas historias, pero es lógico que algo que ha tenido mucho éxito se valore ahora de otra forma. Creo que las historias de Esther no han envejecido, creo que se pueden leer ahora y no se ven anticuadas. Y por eso creo que han aguantado el paso del tiempo.

Mira, tengo por ahí un retrato con la reina de España. Cuando me vio Letizia, salió corriendo y me abrazó, porque ella había sido una de mis lectoras de pequeña. Fue muy cariñosa. Y el rey también, ¿eh? Bueno, entonces era el príncipe. Él es muy amable también. Muy majos los dos. Y hace poco me llamó el exalcalde de A Coruña, Paco Vázquez, para pedirme un dibujo de Esther para su hija, que ya es mayor, ¿eh? Debe ser de tu edad, pero bueno. Se ve que todavía gusta, sí.

Si hasta te han puesto una calle en Getafe.

Es verdad. Pero la crisis acabó con la calle. Al alcalde de Getafe le gustaba mucho Esther y su mundo e hizo una feria del cómic y me invitó. Y como había que ampliar una zona urbana a las nuevas calles les puso el nombre de dibujantes de cómic: Jan, Carlos Giménez… no recuerdo de quién más. Pero con la crisis aquella zona creo que no se ha terminado. Es una calle inexistente en la que solo existe la placa [risas].

Tengo entendido que Vázquez te dijo una vez que no te tendrías que haber metido a dibujante, que te hubiera ido mejor en un burdel.

Es cierto. En aquella época yo era muy mona, la verdad, no estaba mal, y Vázquez pretendía así lanzarme un piropo, fíjate. Siempre he sido muy tímida, y en aquel momento no supe qué decirle, pero ahora le podría decir que se equivocaba. Que claramente se equivocó [risas].

Anglicismos de Puerto de Santa María

 En la Bahía de Cádiz en el marco del Jerez en el propio Puerto de Santa María existen una serie de corrientes lingüísticas que han influido en el habla local por mor del mundo del negocio marítimo y de las bodegas. La frase inglesa look and do it, es decir estar vigilante estar atento: estar al liquindói

Viene de los muelles, de estar vigilando la carga para que ningún gañán o marinero distrajera mercancía que debía llegar a su destino correctamente. Aunque otros lo traducen por mira y hazlo

Briján. Aunque la frase concretamente el contexto sería sabe más que Briján. Hay dos teorías de quién era el tal Briján / Brian. Que era un arquitecto inglés que vino a construir alguna de las bodegas del Puerto de Santa María y sabía mucho de ecuaciones y fórmulas y otra la de un dependiente de una tienda de ultramarinos que engañaba con el peso y el paisanaje se guiñaba y decía que había que estar atento porque iba a engañar con el peso.

El candié es una bebida reconstituyente que se le daba a los niños como un aporte extra de energía. Viene de Candy and eggs, azúcar y huevo. Con vino dulce o moscatel una yema de huevo y azúcar servía para darle a los niños cuando salían del baño en la playa o para abrir las ganas de comer. 

Dar el jele, es decir, hello. Saludar.

Chiribitas está compuesta de dos bebidas inglesas sherry and bitter, una mezcla que lo hacían los ingleses, de donde viene y que cuando se emborrachaban echaban chiribitas por los ojos. 

Chumino o chomino. Cuando los ingleses llegaban a nuestros muelles para hacer la carga y descarga de mercancías, las prostitutas se apresuraban al puerto para mostrar su mercancía y ofrecer su servicio. Los marineros ingleses querían ver esa mercancía y la forma de decirlo en su idioma era show me now es decir enséñamelo ahora ante lo cual las prostitutas levantaban su falda y mostraban esa mercancía que ha quedado como una forma coloquial en esta zona de llamar al órgano sexual femenino.

Guachisnái? Esta es la forma de llamar a un extranjero porque el extranjero, habitualmente inglés, solía preguntar What is your name?, es decir, cuál es tu nombre y el que hacía esa

Guachiman, el watchman o vigilante. Otra vez volvemos al mundo de los muelles y de las bodegas: la mercancía era depositada en los muelles y había un vigilante, un watchman que era la persona que se dedicaba también a controlar a estar al liquindoi.

Jersey, así llamamos en el puerto de Santa María a los chalecos de lana con manga larga.

Las mejores películas británicas de todos los tiempos.

Hay por ahí un par de listas de las cien mejores películas británicas, pero yo he seleccionado algunas entre ellas, 24 que me parecen las mejores.

El tercer hombre (1949) de Carol Reed;

Lawrence de Arabia (1962) de David Lean;

Kes (1969) de Ken Loach;

El caso Winslow (1948) y La versión Browning, (1951) de  Anthony Asquith;

1917, de Sam Mendes;

Las zapatillas rojas (1948) de Powell y Pressburger;

Trainspotting (1996) y Steve Jobs (2015), de Danny Boyle;

La vida de Brian (1979), de Terry Jones;

Un hombre para la eternidad (1966), de Fred Zinnemann;

Becket (1964), de Peter Grenville;

El archivo Ipcress (1965), de Sidney J. Furie;

Blow Up (1966), de Michelangelo Antonioni;

Hamlet (1948), de Laurence Olivier;

La naranja mecánica (1971), de Stanley Kubrick;

Excalibur (1981) de John Boorman;

El expreso de medianoche (1978) y The Wall (1982) de Alan Parker;

Los duelistas (1977) de Ridley Scott;

El ansia (1983), de Tony Scott;

Interstellar (2014) de Christopher Nolan;

Al final de la escalera (1980), de Peter Medak;

El gran Gatsby (1974), de Jack Clayton;

Dangerous liaisons (1988), de Stephen Frears.

lunes, 7 de abril de 2025

Kant

 ¿Cuál es la filosofía de Immanuel Kant? ¿Qué hace que Kant sea importante? Según Frederick M. Dolan, de la Univ. de Berkeley, en Quora:

Hay muchas maneras de responder a esta pregunta. Una razón es que parte de lo que hace grandes a los grandes filósofos después de Kant son las diferentes percepciones y problemas que encontraron en Kant, y lo que hicieron al respecto. "¿Qué hace a Kant importante?" es una pregunta filosófica, no solo una pregunta factual e histórica.

Pero me arriesgaré a hacer un comentario general de todos modos.

La importancia de Kant es haber transformado la empresa de la filosofía en sí misma, convirtiendo lo que habían sido cuestiones ontológicas en epistemológicas. Lo que habían sido preguntas sobre el mundo se convirtieron en preguntas sobre la mente. Lo que se había visto como rasgos de la realidad objetiva - espacio, tiempo y causalidad, por ejemplo - se veían ahora como elementos mentales que estructuraban toda la experiencia posible. La metafísica - el intento de dar cuenta de la naturaleza última de la realidad tal y como es en sí misma, independientemente de cómo nos parezca - se convirtió en el análisis de las condiciones necesarias de inteligibilidad.

Kant comparó su logro con la revolución copernicana. Copérnico fue capaz de explicar los movimientos de los cuerpos celestes reemplazando la suposición de que la Tierra estaba en reposo por la suposición de que se movía alrededor del Sol. Análogamente, Kant fue capaz de explicar nuestro conocimiento del mundo objetivo reemplazando la suposición de que la experiencia está moldeada por la realidad con la suposición de que la realidad está moldeada por la experiencia. En ambos casos hubo una revolución en el punto de vista.

Kant agudizó y profundizó un conjunto de preguntas que tienen que ver con lo que es posible saber, cómo podemos saber que sabemos algo, y qué es lo que sabemos cuando sabemos algo. Al hacerlo, descartó la posibilidad de adquirir conocimiento de algunas cosas que a los seres humanos les preocupan mucho, como la existencia y la naturaleza de Dios y el alma. Sugirió que el alcance de nuestro conocimiento está íntimamente relacionado con sus límites, y que sin estos límites no podría haber ningún conocimiento en absoluto.

El conocimiento, dijo Kant, está limitado a los posibles objetos de la experiencia, y la experiencia a su vez está moldeada por nuestras facultades y habilidades cognitivas. Si pensamos en lo que implican estas observaciones, resulta que no tiene sentido decir que podemos tener conocimiento de la realidad tal como es, independientemente de nuestras mentes.

El mundo consiste en cosas en el espacio y el tiempo que cambian de manera ordenada y determinada causalmente. Estas cosas están inmediata e innegablemente presentes, y características como su volumen y peso y la capacidad de afectarse y ser afectados por otros claramente les pertenecen. Pero ocupar el espacio y cambiar mientras persiste en el tiempo son también condiciones de la inteligibilidad de la experiencia, y nos pertenecen. Las cosas y eventos que encontramos están "ahí fuera" haciendo lo que hacen; pero al mismo tiempo es imposible entenderlos excepto como objetos de experiencia dependientes de la mente.

Kant razonó que para tener una experiencia inteligible hay ciertos conceptos, como el mencionado espacio, tiempo y causalidad, de los que no podemos prescindir. Sin ellos, nos sería imposible aprehender los objetos. ¿Pero de dónde vienen estos conceptos y formas? No de observar las cosas en el mundo e inferir o generalizar sobre ellas, ya que para poder observar las cosas en absoluto es necesario que ya tengamos los conceptos y formas en nuestro poder.

Por ejemplo, el concepto de causalidad indica que dos eventos están necesariamente conectados. Pero como señaló David Hume, no observamos nada parecido a la "necesidad" en el mundo; lo que vemos es que un tipo de evento está regularmente correlacionado con otro tipo de evento. Los eventos pueden estar correlacionados, sin embargo, sin que exista una relación causal entre ellos: el día es invariablemente seguido por la noche, pero la noche no es causada por el día. Para que podamos percibir que un evento es causado por otro - que una bola de billar en reposo se mueve cuando es golpeada por la bola blanca, por ejemplo - debemos poseer el concepto de una conexión necesaria. Y como no podríamos haber adquirido este concepto por medio de la experiencia - siendo una condición de la experiencia - su fuente debe estar en nosotros.

Esto se aplica a cada característica de la realidad objetiva que podemos conocer. Consideremos lo que implica percibir una rosa, quizás en un jarrón sobre una mesa en la sala de estar. La vemos a una cierta distancia de nosotros y de otros objetos en la mesa y en la habitación. Percibimos su forma, color, olor y, si la cogemos, su textura y peso. Podemos observarlo sistemáticamente e identificar sus partes y sus funciones, aprehendiendo así que es el órgano reproductor de una planta. Con un estudio más profundo podemos entender sus componentes químicos y atómicos.

Parte de lo que implica la percepción de los rasgos que he enumerado depende de los sentidos y parte de ello depende de la mente. Si preguntamos qué idea podemos formar de una rosa que no hace referencia a ninguna de las dos, la rosa tal como es, independientemente de cómo nos parezca, la respuesta es que no podemos hacerlo. Puede ser irresistible asumir que existe algún tipo de objeto independiente que nos hace percibir la rosa tal como la percibimos, pero afirmar cómo sería tal entidad sin apelar a algún tipo de experiencia que pudiéramos tener es simplemente imposible. Los rasgos que definen una rosa, en lo que a nosotros respecta, dependen de la mente, como todo lo demás que podemos conocer.

Kant también aclaró lo que significa y lo que no significa decir que los objetos de conocimiento son dependientes de la mente - que solo podemos adquirir el conocimiento de las cosas tal como se nos presentan. Decir que algo es una "apariencia", para Kant, no significa que sea irreal. Kant no es un idealista en el sentido de que sostiene que lo que tomamos como objetos físicos son en realidad ideas no físicas. Las apariencias son tan reales como las experimentamos.

Esta observación sugiere otra forma de poner el logro de Kant. Tradicionalmente, los metafísicos habían debatido si la naturaleza última de la realidad era física o mental. Los esfuerzos por reducir una a la otra eran notoriamente infructuosos, y el debate parecía irresoluble. Kant resolvió el problema localizando tanto lo físico como lo mental en la experiencia. En lugar de determinar la naturaleza última de la realidad, la tarea de la filosofía es analizar, comprender y determinar los límites de las capacidades perceptivas y cognitivas que estructuran la experiencia de los objetos, ya sea física o mental.

La revolución copernicana de Kant en la filosofía tuvo un impacto en virtualmente todos los grandes filósofos hasta el día de hoy. Gracias a Kant, la inteligibilidad se convirtió en el tema y problema central de la filosofía. Pensadores tan diferentes entre sí como Hegel, Wittgenstein y Davidson, e incluso críticos de la tradición filosófica como Nietzsche y Heidegger, son inconcebibles sin Kant en la medida en que creen que entender cómo damos sentido al mundo es la clave para entender el mundo y nuestro lugar en él.