miércoles, 22 de enero de 2025

Dossier Carmen Martín Gaite

I

Carmen Martín Gaite, la escritora de nunca acabar

Figura clave de la literatura española del siglo XX, en su centenario la polifacética autora es reivindicada por un inagotable número de lectores, esos nuevos interlocutores que la encontraron en sus cuentos, novelas, ensayos y collages

Andrea Aguilar

18 ene 2025 - 05:30CET

No estudió en colegio de monjas, en sus años universitarios pasó unos meses becada en el extranjero —primero en Portugal y luego en el sur de Francia—, tuvo un buen grupo de amigos y amigas que se dedicaban también a la escritura a los que se fueron sumando a lo largo de los años nuevas generaciones. Logró vivir de su pluma; hizo traducciones, prólogos, guiones, obras de teatro, investigaciones históricas, ensayos, poemas, cuentos, novelas, críticas y reseñas, se separó de su marido y padre de su única hija; fue invitada a impartir clases en varias universidades de Estados Unidos. La vida de Carmen Martín Gaite, la escritora cuyo centenario se celebra en 2025, no parece tan lejana del siglo XXI, aunque ella vivió la guerra de niña y se hizo adulta y desarrolló su carrera en plena dictadura. Tenía 50 años cuando murió Franco, pero es la libertad lo que define en gran medida su vida y una obra en la que mezcló géneros, siguiendo su instinto y curiosidad natural, defendiendo siempre que el impulso que guía la escritura es el de la conversación y no el del ensimismamiento. “No basta con querer que unos ojos nos miren y unos oídos nos escuchen: también nosotros tenemos que mirar esos ojos y aprender a graduar el ritmo de nuestra voz para adaptarlo a esos oídos”, apunta en El cuento de nunca acabar, un brillante y heterodoxo ensayo en el que trabajó más de una década y donde logró plasmar sus ideas sobre la narrativa.

Martín Gaite escribe para llegar a otro, para compartir, para crear un vínculo que ella también sentía como lectora incluso con un olvidado ministro del siglo XVIII perseguido por la Inquisición, entre cuyos papeles pasó sumergida los siete años que le llevó El proceso de Macanaz. “No pedía permiso para vivir ni para escribir”, subraya la novelista Belén Gopegui, quien conoció a Martín Gaite en el Café Manuela de Madrid tras una lectura de poemas, y con quien mantuvo una buena amistad antes incluso de publicar su primera novela. “El precio de no pedirlo a veces fue la condescendencia y el ninguneo ejercidos desde un entorno supuestamente triunfador, pero siguió adelante. Al abrirse camino, nos lo abría. Porque la suya fue siempre una libertad generosa, que hacía sitio a muchísimas personas, algunas escribían, cantaban, pintaban, otras no; nunca buscó el nombre ni el valor de cambio de las compañías, sino la amistad franca. Supo ver lo mejor que había en cada cuál y lo hizo crecer”.

Figura clave en la literatura española del siglo XX, ganadora del premio Café Gijón en 1955 con su primer libro, El balneario, y del Nadal en 1957 con Entre visillos, premio Nacional en 1978 por El cuarto de atrás, premio príncipe de Asturias en 1988, y premio Anagrama por Usos amorosos de la posguerra española, 25 años después de su muerte, Martín Gaite, la “reina de la feria del libro de Madrid” como la bautizó Jorge Herralde, editor de sus exitosas novelas de los años noventa, se mantiene como una de las voces más escuchadas de la llamada generación de los cincuenta.

Hoy es una autora reivindicada por un inagotable número de lectores nacidos en democracia. Para muchos de ellos el primer encuentro llega de la mano de Miss Lunatic y Sarah Allen, los personajes de Caperucita en Manhattan, y es precisamente la adaptación teatral de Lucía Miranda de este libro en el teatro de la Abadía, cuyo estreno está previsto el 23 de enero, el primero de los actos en torno a la escritora que marcarán el 2025 —seguirá el 27 de febrero el montaje de Rakel Camacho de El cuarto de atrás también en La Abadía—. Miranda recuerda que compró Caperucita en una feria del libro de Madrid que visitó con su madre desde su ciudad, Valladolid. “Es una obra de viaje, de descubrimiento, una Alicia”, recordaba esta semana en Madrid, antes de añadir el azaroso destino que la volvió a unir a ese libro cuando fue becada como lectora de español en Vassar College. Allí descubrió no sólo que aquel campus estaba ligado a la génesis del cuento, sino que la niña que había prestado su nombre a la protagonista, hija de la traductora de Martín Gaite al inglés, se sentaba en su clase —”dime, ¿cuántas posibilidades hay de que una chica de Valladolid se encuentre con Sarah Allen?”—. El nuevo montaje, con cuatro actrices y un músico sobre el escenario, dice Miranda que es “muy fiel” al texto original, en el que ella identifica una versión “gamberra” de la autora. “No quiso convertirse en una señora, fue como quiso ser, sin la normatividad que se esperaba y en eso era muy adelantada”, subraya. En la dedicatoria a su exmarido de Usos amorosos del dieciocho en España ella escribió: “Para Rafael, que me enseñó a habitar la soledad y a no ser una señora”.

Caperucita surgió de las conversaciones de Martín Gaite con el ilustrador Juan Carlos Eguillor cuando llegó a Nueva York en 1985 camino de Vassar, donde había sido invitada para dar clase. Un viaje que estuvo teñido por el duelo de la reciente muerte de su hija Marta, como ella misma explicó en El otoño de Poughskeepsie: “Dentro de una semana me marcho a Nueva York. Y de allí a Vassar, a dar un curso de cuatro meses sobre el cuento español contemporáneo. Cerraré esta casa y no quedará nadie en ella. Por primera vez en mi vida no podré llamar a través del océano al 2745644 porque nadie cogerá el teléfono para decirme, ¡qué alegría oírte, qué voz tan bonita tienes!”. Este texto, junto a otro que Martín agite dedicó a su madre, se reedita en marzo en la Biblioteca Carmen Martín Gaite de Siruela en el epqueño volumen De hija a madre y de madre a hija.

¡Yo, cuando la inventé, no sabía que en la isla de Bergai había focas. Mount Desert Rock… el más apartado de los faros de Maine, está a veinte millas al sur de Mount Desert Island. Collage del libro 'Visión de Nueva York'. CARMEN MARTÍN GAITE (EDITORIAL SIRUELA)

CARMEN MARTÍN GAITE (EDITORIAL SIRUELA)

Caperucita en Manhattan estrenó la llegada de la autora a Siruela en 1990. “Vivíamos cerca y nos conocíamos. Un día almorzando le hablé del proyecto de una colección con libros para todas las edades, que pudieran leer niños y mayores. Ella me habló de un cuento que tenía que no sabía dónde encajar. Fue un éxito enorme desde el principio, y hoy es un clásico”, recuerda Jacobo Fitz-James Stuart. No era la primera vez que Martín Gaite apostaba por una editorial joven: en 1973 inauguró Nostromo, —de Mauricio D’Ors, Diego Lara y Juan Antonio Molina Foix, con quienes trabajó su hija adolescente— con La búsqueda del interlocutor y otras búsquedas, y en Trieste de Andrés Trapiello sacó El cuento de nunca acabar, (apuntes sobre la narración, el amor y la mentira). Estos libros revelan la maestría de Martín Gaite como ensayista y demuestran con contundencia que la tan celebrada etiqueta de “literary non fiction” va mucho más allá del ámbito anglosajón.

Traductora de Emily Brontë, de Natalia Ginzburg y de Virginia Wolf, las reflexiones sobre vida y escritura recorren su obra. “No hay en otros ensayistas españoles una voz como la suya que convierte cualquier abstracción en un cuento. Nunca depone su condición de narradora a la hora de abordar las ideas, y, aunque exista esa implicación personal, no desestima la investigación o el rigor. Su interés personal en los temas hace que la mirada sea viva”, afirma el profesor José Teruel, autor de Carmen Martín Gaite. Una biografía, que llegará a las librerías el 12 de marzo y es la obra ganadora del XXXVII premio Comillas de Tusquets, fallado esta semana. Teruel llegó a este nuevo libro tras su trabajo en los siete volúmenes de la obras completas de la escritora, un proyecto que se prolongó desde 2008 hasta 2019 y cuyo resultado final quedó malogrado por la quiebra de Círculo de Lectores. Aunque algunos ejemplares de los últimos tomos pueden encontrarse en internet, la mayor parte fueron destruidos.

Infatigable estudioso de la obra de Martín Gaite, José Teruel también ha prologado y seleccionado el reciente Páginas escogidas, una suerte de biblioteca portátil para nuevos lectores de Martín Gaite, y ha trabajado en De viva voz, que recoge las conferencias, y en las antologías de sus artículos, Tirando del hilo, y de sus relatos Todos los cuentos, publicados en Siruela. El profesor, que será el comisario junto a María Isabel Toro de la exposición prevista en la Biblioteca Nacional en otoño, conoció a la autora a los 23 años cuando escribió un primer artículo sobre ella. “No fui amigo suyo, pero tuve trato de interlocutor-oyente y me encantaba escucharla hablar”, recuerda y apunta que Martín Gaite es el “paradigma de la mujer de letras” en España en el siglo XX. “Es copartícipe, testigo y legataria de los llamados niños de la guerra, pero la afirmación de su poética frente a los grandes iconos masculinos de su generación reivindica los afectos y la comunicación”.

“Frente a sus contemporáneos como su amigo Juan Benet o el que fue su marido Rafael Sánchez Ferlosio, ella muestra una naturalidad y una curiosidad que la sitúan en otro lugar”, apunta el novelista Marcos Giralt Torrente, a quien Martín Gaite, amiga de su familia, alentó cuando arrancaba su carrera. “Era una narradora portentosa, y eso va más de allá de si alguien es buen o mal escritor. En su trabajo siempre hay un detalle que se sale, respira vida y autenticidad”.

Ese impulso narrativo inquieto queda maravillosamente reflejado en sus Cuadernos de todo. Su hija Marta le regaló el primero de esos blocs de notas en los sesenta y le puso el título. Y en uno de ellos cuajó Visión de Nueva York, el libro de collage que recoge sus impresiones de esa ciudad durante su estancia en otoño de 1980, una joya que se editó póstumamente y que ahora ha sido reeditada. Esos collages se mostrarán en una exposición de la Casa del lector en Matadero en Madrid desde mediados de marzo.

“¿A quién no le ha agobiado alguna vez su propia biografía, quién no ha sentido el deseo de arriar el personaje que la vida le impele a encarnar y con cuyo espantajo irreversible le acorralan los malos espejos , esos ojos que no saben mirar ni leer más que lo ya mirado o leído por otros?”, escribió Martín Gaite en un texto de 1972 recogido en La búsqueda del interlocutor. Giralt Torrente destaca la mezcla curiosa de la autora, quien jugaba muchas veces a señorita de provincias, pero tenía una mirada sofisticada y cosmopolita. “Su exploración del mundo literario no se agotaba en sus libros y creó un personaje excéntrico y por momentos extravagante. Tenía desparpajo y falta de pretensión. Fue por libre y se sobrepuso a cosas muy duras. Siempre estuvo rodeada de jóvenes a quienes regaló su atención, consejos y lectura de manuscritos”.

Rafael Chirbes, uno de los autores a quienes apoyó, habla en la introducción a la edición de 2003 de Cuadernos de todo de “la difícil y voluntaria posición de excentricidad que permitió a Carmen Martín Gaite mirar de modo original los problemas de su tiempo, los modos literarios, los consensos políticos, los usos cotidianos”. La clave para la novelista Belén Gopegui está en un “rigor que siempre fue compatible con la alegría, una alegría respetuosa porque estaba transida por la pena aunque no lo manifestara”.

Martín Gaite apunta en Bosquejo autobiográfico en 1980: “He hecho ediciones críticas, traducciones, prólogos, artículos, guiones de cine, adaptaciones de clásicos, colaboraciones para la radio, y hasta he cantado canciones gallegas en un teatro. Pero siempre he evitado, aun a costa de vivir más modestamente, los empleos que pudieran esclavizarme y quitarme tiempo para dedicarme a la lectura, a la escritura y a otra de mis pasiones favoritas: el cultivo de la amistad. Los amigos son para mí la cosa más importante del mundo, la más significante y consoladora, y se requieren de una delicadeza y un tino especiales para no perderlos”. Prosigue: “Hablar con gente de la más diversa condición y edad es algo que me encanta, y escuchar tanto o más que hablar”. En su escritura pervive esa “buena conversación” por la que ella, decía, “lo dejaría todo”.

II

LIBROS | CRÍTICA DE 'A RACHAS. POESÍA REUNIDA' Y 'DE VIVA VOZ. CONFERENCIAS'

Carmen Martín Gaite, más allá de la narrativa. Las recién editadas conferencias y poemas de la escritora son un complemento imprescindible de sus ficciones y ensayos

Domingo Rodenas de Moya

22 jul 2023 

A Carmen Martín Gaite (1925-2000) le encantaba conversar, contar de viva voz. La presencia del otro, oyente que mira y reacciona o lector hipotético y fantasmal, era la fuente de legitimidad del relato y su fuerza impulsora, su causa determinante y su destino último. La palabra dicha adquiría todo su sentido si era compartida, y en ese compartir se modulaba, se acompasaba al ritmo y la avidez del destinatario para acunarlo o soliviantarlo, para pulsar sus cuerdas emotivas, persuadirlo o cautivarlo con el encantamiento irresistible de la voz. De esto escribió muchas veces desde 1966 (fecha de su breve ensayo La búsqueda de interlocutor) y hasta su muerte prematura en 2000, pero de todo lo escrito descuella por su hermosura un ensayo inacabado (por inacabable) que llamó en 1983 El cuento de nunca acabar y subtituló Apuntes sobre la narración, el amor y la mentira. Hasta entonces, la escritora apenas había tenido que enfrentarse a un oyente distinto y plural, el de las salas de conferencias, en cuyos mil ojos es imposible escrutar la reacción de complicidad o disgusto, de asentimiento o discrepancia. Desde entonces, esa masa expectante de personas sería con frecuencia su compañero de baile verbal.

En el volumen VI de las Obras completas que editó en 2017 José Teruel, toda la segunda parte, que ocupa más de 500 páginas, se destinó a reunir sus conferencias y discursos, que son, debe quedar claro desde ahora, un complemento imprescindible de su obra narrativa y ensayística. Especialmente imprescindibles, junto a sus Cuadernos de todo, para quienes deseen conocer desde dentro la íntima sala de máquinas de su escritura. Esta compilación deriva de aquellas páginas, pero las novedades que incorpora se describen en relación con la miscelánea Agua pasada que en 2003 reunió con cierto desorden sus papeles póstumos. De este modo, conferencias importantes como El telar del escritor o Juan Benet: la inspiración y el estilo, que ya figuraban en las OC, aquí se dan como novedades sin serlo propiamente.

La palabra dicha se acompasaba al ritmo del destinatario para acunarlo o soliviantarlo, para persuadirlo o cautivarlo

Lo que constituye una novedad en toda regla es el último capítulo, ‘Brechas en la costumbre. Sobre el contenido de la materia literaria’, que agrupa las cinco conferencias que Martín Gaite tenía que pronunciar el año 2000 en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Abordaba en ellas su concepción de la literatura fantástica (“una brecha en la costumbre”, que iba a ser el título de sus primeros cuentos), la relación entre la Historia y las historias ficcionales (esclarecedor el vínculo entre su investigación sobre el dieciochesco Melchor de Macanaz y Retahílas), la relación de la memoria y la narración oral (uno de sus temas más entrañados), el papel de los espacios como generadores de la imaginación narrativa (y aquí revela la génesis locativa y teatral de sus novelas) y, en fin, los viejos y la literatura. Sin desmerecer las cuatro anteriores, esta última conferencia es extraordinaria en su sabia errabundez y en muchas de sus reflexiones, como la de que intentar imitar literariamente la perspectiva de un viejo (el “estilo tardío” o el haber sufrido toda suerte de cornadas en el ruedo de la vida) es un fraude: es como torear sin toro.

El resto de las conferencias se ordena en cinco bloques temáticos cuyo interés no decae, aunque los tres primeros, sobre el oficio de escribir, el recuerdo autobiográfico como argumento y la sección miscelánea, con trabajos sobre el viaje como búsqueda, sobre la mujer en la literatura o sobre Cumbres borrascosas (esta fue una de sus últimas intervenciones), son los más suculentos. Los otros dos, dedicados a su querido siglo XVIII (con una disertación sobre el “estilo amoroso de la mujer” a través del tiempo, fruto directo de su ensayo Usos amorosos de la posguerra española; 1981) y a Elena Fortún y el personaje de Celia (producto de un ciclo en la Fundación Juan March), ayudan a completar la imagen de Carmen Martín Gaite como una mujer de letras preocupada por la cartografía a veces nubosa de la memoria colectiva y por los ecos y resonancias de la memoria personal.

En sincronía con la aparición de las conferencias se ha recuperado la obra poética de la autora que tituló ya en su primera edición en 1976 A rachas. Era un modo de poner de manifiesto la intermitencia con que soplaba para ella el viento lírico desde su adolescencia en los años cuarenta hasta aquel momento. Entonces era un puñado de poemas que salieron a la luz por empeño de Jesús Munárriz entre dos de sus más logradas novelas, Retahílas (1974) y El cuarto de atrás (1978), y el mismo año de una novela menos feliz aunque con un título de lo más declarativo: Fragmentos de interior. En sucesivas ediciones, en 1986 y en 1993 se incrementó con 9 y 14 poemas respectivamente, y en 2000, en el tercer volumen de las ya citadas Obras completas, Teruel añadió cinco poemas entre dispersos e inéditos. Este conjunto es el que ahora se reedita —solo se descarta un poema de circunstancias— con un bonus espléndido: la recitación de los poemas en la voz de la propia escritora, accesible mediante un código QR. Junto a letras para cantar y hasta travesuras poéticas, hay poemas memorables, como el lacerante ‘Pájaro vegetal’, o la estampa narrativa ‘Todo es un cuento roto en Nueva York’. Qué saludable es que se facilite la perduración de las voces de Carmen Martín Gaite.

De viva voz. Conferencias

Carmen Martín Gaite

Edición y prólogo de José Teruel

Siruela, 2023

528 páginas. 29,95 euros

A rachas. Poesía reunida

Carmen Martín Gaite

Edición de José Teruel

La Bella Varsovia, 2023

160 páginas. 15,90 euros

III

Martín Gaite, Carmen, 1925-2000

Escritora salmantina, su padre no quiso que recibiera una educación religiosa, por lo que en sus primeros años fue educada en casa, compaginando rigor y pasión por la literatura. Profundizó en este interés inicial por las letras gracias a Rafael Lapesa, su profesor de Filología Románica en el bachillerato.

Ya en la universidad, se beneficiará de la maestría de figuras intelectuales como Antonio Tovar y Zamora Vicente. Igual o más importante para su formación, dejando aparte su vida, será su encuentro en Madrid con jóvenes literatos que formarán la Generación de Medio Siglo: Ignacio Aldecoa,  Josefina Rodríguez, Agustín García Calvo, Jesús Fernández-Santos y Rafael Sánchez Ferlosio, con quien se casará en 1953. Este será el núcleo de la Revista Española, ambiciosa pero efímera creación de Rodríguez Moñino, que no llegará a superar los 27 suscriptores.

En su periodo universitario escribió sus primeros poemas, participó en representaciones teatrales, y ya mostró su predilección por la novela. Gracias a diversas becas pudo viajar a Coimbra y Cannes, donde adquirió conocimiento de la literatura francesa; y tras casarse viajó a Italia, lo que le permitió conocer a autores como Cesare Pavese y Natalia Ginzburg, que tendrán una gran influencia sobre ella. Ya ha decidido dejar aparcada su carrera universitaria para centrarse en la literatura. Los resultados serán inmediatos y en 1954 ganó el Premio Café Gijón por su primera novela, El balneario, de estilo neorrealista. Tan solo cuatro años después recibirá el prestigioso premio Nadal por Entre visillos, en la que retrataba el ambiente del Instituto femenino de Salamanca. También fue finalista del Premio Biblioteca Breve por Ritmo lento (1963).

Pese a su fulgurante irrupción en el mundo literario, en los años 60 decidió retornar a sus estudios históricos, centrándose en el siglo XVIII español. El fruto de siete años de investigación fue El proceso de Macanaz: historia de un empapelamiento (1970), un extraordinario documento que según muchos comentaristas se encuentra entre lo mejor de su producción. En la misma línea, dos años más tarde publicó Usos amorosos del dieciocho en España (1972), reelaboración de su tesis doctoral, que contra todo pronóstico se convirtió en un gran éxito tanto de crítica como de público.

Tras una década alejada de la ficción, en 1974 se produce su regreso a la novela con Retahílas, que se convierte en un nuevo éxito gracias a su naturalidad y cercanía con el lector.

Ese mismo año publicó el libro de poemas A rachas, y dio muestras de su versatilidad a través de sus colaboraciones en prensa, teatro y televisión, como su escritura del guion de la serie Santa Teresa. En los años 80 fue invitada por diversas universidades de los Estados Unidos, y su figura fue cada vez más reconocida internacionalmente. Su estilo siguió evolucionando, y en 1983 publicó El cuento de nunca acabar, en el que mezclaba ensayo y ficción.

En 1985 se produce la trágica muerte de su hija, que propiciará que se centre todavía más en su trabajo. Así, en 1987 publicó otro de sus grandes textos, Usos amorosos de la Postguerra española, con el que volvió a ganarse el favor del público. En esta época recibió diversos premios, entre los que destaca el Príncipe de Asturias de las Letras. También mostró un gran talento en su labor como traductora, tanto del italiano como del inglés, con versiones canónicas de clásicos como Cumbres borrascosas. Una nueva muestra de la amplitud de sus intereses artísticos será la escritura de libros juveniles, caso de Caperucita en Manhattan (1990), vertiente que también queda de manifiesto con su participación en la serie de televisión Celia, basada en el personaje de su admirada Elena Fortún.

Durante la última década de su vida continuó desplegando una gran actividad, escribiendo novelas como Nubosidad variable (1992), La reina de las nieves (1994) o Lo raro es vivir (1998), con las que se mantuvo como una de las escritoras españolas más leídas y queridas de la finales del siglo XX.

PREMIOS

1954: Premio Café Gijón por El balneario

1957: Premio Nadal por Entre visillos

1987: Premio Anagrama por Usos amorosos de la postguerra española

1988: Premio Príncipe de Asturias de las Letras

1994: Premio Nacional de las Letras Españolas

Cronología

1954

Premio Café Gijón por El balneario

1987

Premio Anagrama por Usos amorosos de la postguerra española

1994

Premio Nacional de las Letras Españolas

1957

Premio Nadal por Entre visillos

1988

Premio Príncipe de Asturias de las Letras

 V

La biografía de Carmen Martín Gaite de José Teruel se alza con el Premio Comillas 2025

El jurado del galardón valora “la minuciosa reconstrucción de la vida de la narradora, ensayista y mujer de letras, una de las voces literarias en lengua española más importantes del siglo XX” al cumplirse 100 años de su nacimiento

Consuelo Bautista, El País 16 ene 2025 

El libro de memorias Carmen Martín Gaite. Una biografía, del profesor José Teruel, se ha alzado con el Premio Comillas 2025, que otorga la editorial Tusquets. El jurado ha valorado especialmente la “minuciosa reconstrucción de la vida de la narradora, ensayista y mujer de letras, una de las voces literarias en lengua española más importantes del siglo XX”, y apunta que las memorias describen “con brillantez el contexto social y literario de una narradora que supo conquistar a varias generaciones de lectores, al tiempo que evoca con exquisita sensibilidad las tragedias que condicionaron la personalidad de la autora salmantina”. El libro se publica el 12 de marzo.

“José Teruel nos brinda claves esclarecedoras para interpretar un mundo literario de gran hondura psicológica, que se ilumina con el sabio manejo de la interesantísima correspondencia, los incontables apuntes personales de Martín Gaite y muchos textos inéditos. Al cumplirse cien años del nacimiento de la escritora, esta magistral biografía está llamada a ser la obra de referencia en los estudios sobre su vida y su escritura”, prosigue el fallo del jurado.

Con su primera novela corta, El balneario, Martín Gaite obtuvo en 1955 el Premio Café Gijón y, tres años después, su novela Entre visillos le valdría el prestigioso Premio Nadal. Se iniciaba así una de las trayectorias literarias más brillantes e interesantes de la reciente literatura en lengua española, en la que sobresalen, entre otras novelas y cuentos, El cuarto de atrás, Nubosidad variable, La reina de las nieves o Caperucita en Manhattan, así como los ensayos Usos amorosos del dieciocho en España, El cuento de nunca acabar y Usos amorosos de la postguerra española.

Para componer esta completísima biografía, que será referencia obligada para conocer la vida y la obra de Carmen Martín Gaite, José Teruel ha podido acceder a una ingente documentación, en gran parte inédita o poco conocida, compuesta de cartas y abundantes cuadernos de apuntes, notas y observaciones de toda índole de la autora, así como a datos aportados por familiares y amigos que la conocieron bien.

Este premio, que se otorga desde 1988, nació con la intención de despertar en el público en lengua española el interés por las obras biográficas, memorialistas e históricas. Los últimos galardonados han sido Manuel Calderón por Hasta el último aliento (2024), Ian Gibson y su Un Carmen en Granada. Memorias de un dublinés (2023), Miguel Dalmau por Pasolini. El último profeta (2022), Miguel Ángel Villena por Berlanga. Vida y cine de un creador irreverente (2021), Yolanda Arencibia por Galdós. Una biografía (2020) o Javier Padilla por A finales de enero (2019).

martes, 21 de enero de 2025

Acoso al profesor

 "Es un linchamiento", "No sirves para nada". El infierno de los profesores en los grupos de WhatsApp de padres

Las agresiones hacia los docentes han pasado de los empujones y las collejas a un ciberacoso despiadado que incluye la suplantación de identidad en redes, viralizar fotos y memes para ridiculizarles y las falsas acusaciones

En El Confidencial, por Albert Sanchís

20/01/2025

"Mira tonto, por tu asignatura no vamos a vivir, lo haremos por matemáticas, por lenguaje y por todo lo demás, pero por gimnasia no"; “Ni su padre ni yo le vamos a castigar ni regañar por haber suspendido algo con lo que no va a llegar a ningún sitio”; "Lo que pasa es que creo que le has cogido manía". Son solo algunas frases a las que se ha enfrentado directamente Eduardo Martín (nombre ficticio, ya que prefiere no revelar su identidad) con varios padres y madres de alumnos de 1º de la ESO en servicios de mensajería instantánea. En los grupos de WhatsApp de padres, ya sin la presencia de los docentes, la cosa se pone incluso peor: insultos, amenazas, vídeos, fotos y datos del pasado de los profesores, difamaciones, memes... El ciberbullying crece a pasos agigantados en el sistema educativo, pero la atención mediática e institucional ha estado poniendo el foco en el alumnado y, poco a poco, se ha ido abandonando a otro grupo que lo sufre día a día, el profesorado. "Es un linchamiento", señalan fuentes del servicio del Defensor del Profesor. Marín relata que una tarde abrió su ordenador y a través de la aplicación de enseñanza que usan en su centro (Microsoft Teams), la madre de un alumno que había suspendido le envió alrededor de 15 mensajes de texto y varios audios. "Empezó a hablarme con una falta de respeto brutal, criticando mi manera de dar clase. Y en ese momento se te pasa por la cabeza mandarla a tomar viento, pero al final tienes que estar a la altura de tu trabajo. A las 24 horas le contesté de manera educada, pero estuve varias semanas sopesando la idea de denunciarla". En los correos electrónicos es algo que él y sus compañeros viven con frecuencia: "Recibimos todos los días mensajes desagradables y amenazas, como el del padre de un chaval que había castigado y que me decía que iba a presentarse aquí y que todo iba a arder. Nos hemos acostumbrado a que nos hablen con tono de superioridad".

El curso pasado, un total de 1.947 docentes de toda España pidieron ayuda al Defensor de Profesor, una figura creada por el sindicato ANPE en 2005. Desde entonces, sus actuaciones ascienden a 44.386. Y el 98% de los casos provienen de la enseñanza pública. En la mayoría de llamadas que la institución recibe, se menciona el uso cada vez más perverso que se le está dando a los famosos grupos de WhatsApp de los padres y de las madres, en los que muchas veces la información que se comparte trasciende y llega al propio profesor. En otras ocasiones, las familias usan las redes sociales como Instagram, X o plataformas de los propios centros para "desprestigiar" y escribir "absolutas barbaridades". "Se vierten informaciones que perjudican a los profesores porque son meras opiniones, pero que cuando se extienden se convierten en difamaciones graves. Hay familias que están utilizando esos grupos para difundir injurias y calumnias, para decir que 'mi hijo ha sufrido esto o lo otro en clase'. Incluso nos llegan casos de padres que deciden salirse de estos círculos porque se sienten avergonzados", explica a El Confidencial Guadalupe Pérez, coordinadora del Defensor del Profesor de ANPE Madrid.

"Papá, no me saques en Instagram": la exposición de tus hijos ya es un problema familiar

Albert Sanchis

El sindicato ha llegado a denunciar que un grupo de padres realizó pintadas y colgó carteles en la residencia de un docente. También lleva tiempo advirtiendo de que "nadie es anónimo en las redes". Y piden que las cosas se solucionen de otra forma, pero "no buscando la camarilla en el grupo del WhatsApp". Hace poco trascendió la condena a una madre que amenazó con arrancarle los ojos a la profesora de su hija. "También nos encontramos comentarios muy perniciosos en las fichas de Google de los propios centros. Bajo apodos y sin mencionar ningún nombre, se escriben insultos o acusaciones infundadas como que la profesora ha maltratado a su hijo o que el profesor es un acosador. El objetivo siempre es producir un daño al claustro", señala Pérez. Cuestionar la forma de explicar del docente se ha convertido en una constante. "Generalmente, las familias que hacen este tipo de comentarios no se dirigen al profesor y tampoco ponen en duda los comentarios que les hacen los hijos, es algo que pasa muchísimo en Educación Infantil. Ciertas situaciones en el aula son sobredimensionadas y no se intenta aclararlo con el profesor, sino que directamente se vierte en el grupo de WhatsApp y empieza el linchamiento", añade la docente.

El hostigamiento de los propios alumnos

El acoso digital no solo viene por parte de los progenitores, sino también de los estudiantes: "Aquí la cosa sí que se pone muy fea. A algunos profesores les hacen fotos en las aulas sin que se den cuenta para crear memes. Usan las orlas para hacer stickers que van pasándose por los grupos que tienen. Son profesionales del stalkeo y encuentran enseguida todos tus datos en la red", menciona un profesor de secundaria consultado, que relata cómo a un compañero le metieron en un grupo de WhatsApp con decenas de alumnos que empezaron a insultarle sin fisuras. "Yo he llegado a tener una alumna que me servía como confidente y que me iba chivando cosas para proteger a los afectados", cuenta. En nuestro país hay un ciberacosador por cada aula de 28 alumnos. Es lo que se desprende de una investigación de la Universidad Complutense de Madrid con la participación de 15 Consejerías de Educación, 325 centros educativos de toda España y casi 21.000 estudiantes de entre 4º de Primaria y 4º de Secundaria. Las agresiones del alumnado hacia los docentes han pasado de los empujones, el lanzamiento de objetos o alguna colleja a un ciberacoso digital despiadado que incluye la suplantación de identidad en redes sociales para ridiculizarles, viralizar fotos, vídeos o mensajes sin permiso, llamadas con amenazas para asustar, acusaciones falsas o presiones para subir las notas.

La inteligencia artificial y el auge de las redes sociales como TikTok ha impulsado esta problemática, pues la IA ya se utiliza en el 20% de los casos de ciberbullying, según la Fundación Mutua Madrileña y la Fundación ANAR. Datos que constatan esa "deriva peligrosa" de la que ya alertó la Fiscalía, cuando se pronunció sobre un incremento de la criminalidad entre menores de edad que usan medios telemáticos o Internet, fundamentalmente en casos de acoso escolar. ¿Los medios más usados? WhatsApp, Instagram y TikTok. Según el mismo informe, los insultos, los motes y las burlas hacia la persona que sufre acoso son la forma más habitual de meterse con la víctima. También la difusión de rumores y las críticas a su aspecto físico. "Es un linchamiento. Hay familias que utilizan los grupos para difundir calumnias" "Cuando nos llaman escuchamos situaciones esperpénticas, casos en los que los alumnos sacan el móvil en clase y graban a la profesora cuando está de espaldas, siempre con connotación de burla e incluso les añaden unos cuernos o cosas por el estilo. La cuestión es mofarse del profesor, molestar. Otras veces se dan situaciones más graves como falsificar el perfil de los docentes", señala Pérez. Eso ha desembocado en casos en los que a los profesores ya les da miedo entrar en clase y otros que derivan en denuncias.

Crecen las bajas por ansiedad y depresión

El informe anual del Defensor del Profesor arroja que han aumentado un 45% los casos de bajas laborales denunciados en su servicio y el porcentaje de docentes atendidos por el servicio a los que se les ha diagnosticado depresión, que alcanzó el 13,4% (frente al 12,7% del curso 2022-2023), y se mantienen muy altos los niveles de ansiedad (69,9% de los casos) y de bajas médicas (16,1%). ¿Cómo te defiendes? En este sentido, la ANPE afirma que lo que mejor que puede hacer el docente es convocar a todas las familias y dar las informaciones pertinentes. El problema es que los propios profesores no se enteran de que están siendo acribillados en grupos privados de mensajería y, cuando se empiezan a enterar el runrún, ya lleva meses produciéndose. "En la mayoría de casos siempre hay una familia, un padre o una madre que prende la mecha. Hay que tener en cuenta que las familias son muy heterogéneas, con perfiles muy diferentes. Hay algunas muy problemáticas que complican mucho nuestro trabajo, que ponen pegas a todo: si su hijo es disruptivo, la culpa es del profesor porque no sabe motivarle. Otros dicen que su hijo es muy inteligente y que se aburre en clase. Lo justifican todo".

La idea de la Fiscalía contra el odio en redes tras el asesinato de Mateo. "Es algo imposible"

Albert Sanchis

El centro no puede impedir que ningún alumno, padre o madre vaya hablando mal del docente fuera del mismo. Por lo tanto, las soluciones han de venir desde fuera del ámbito educativo. Eso ha obligado al sindicato a elaborar un decálogo para mejorar el uso de los grupos de mensajería instantánea de madres y padres dirigido a los propios progenitores. Una especie de documento de buenas prácticas para "favorecer la dignificación de la profesión docente" en estos ambientes. En él, se solicita "no ser cómplice" de actitudes de insulto o difamación y llamar al resto de participantes a tratar de "cortar este tipo de actitudes". También se les pide que no compartan las tareas que llevan los alumnos a casa o no agregar a nadie el grupo sin consultárselo previamente. "El resultado es que todo ese ciberacoso va mellando y quebrando la estabilidad emocional del profesorado, que entra en una espiral y da como resultado casos de depresión o ansiedad. Es lo que denominamos síndrome del profesor quemado. El problema es que de la situación del profesorado nunca se habla. Nosotros hemos demandado al Ministerio de Educación porque la salud mental del claustro va mermando poco a poco y algún día esto va a estallar por algún lado", concluye Pérez.

sábado, 18 de enero de 2025

David Lynch

Dossier y necrológicas de David Lynch:

Carlos Boyero, "David Lynch: No entiendo lo que pretendía contar, pero sospecho que él tampoco", El País, hoy.

Fue el director más amado por los modernos, el creador para ellos de mundos perturbadores, la vanguardia sofisticada y tenebrosa. Yo detesto casi toda su obra

Me cuentan que los periódicos regionales sobreviven en gran parte gracias a sus infinitas esquelas. Debe de ser reconfortante para los ancianos del lugar constatar que ellos siguen vivos, aunque múltiples conocidos se hayan largado al otro barrio. Y reconozco que en los medios de comunicación, o como se llamen esos presuntos transmisores de la verdad y de la realidad, el género de las necrológicas resulta muy florido, sentido, sufrido. Todos los muertos son formidables cuando la han palmado, imperecedera su obra, entrañable su recuerdo. Durante muchas épocas me pedían en los periódicos que escribiera artículos sentidos sobre los muertos más ilustres. Y a veces se llevaban un susto acojonante, ya que mi recuerdo de la obra de esa gente consagrada no era precisamente laudatorio. Cuando fenecen tantas personas que al parecer eran incondicionalmente amadas por el pueblo llano y por todos sus compañeros de profesión, a veces me avergüenzo de su interminable oda. Al parecer todos los muertos fueron tan geniales como amados. Y desde luego los que aparecían continuamente en las apestosas televisiones.

Y lamento que alguien se vaya de este mundo cuando no tiene voluntad de hacerlo. Miento. Solo en algunos casos. Celebraría que todos los seres viles que gobiernan el planeta se largaran cuanto antes. Pero les reemplazarían los mismos. Y así desde el principio de la historia. Añado estas bobas digresiones mías porque me informan de que la ha palmado el artista David Lynch. Fue el director más amado por los modernos, el creador para ellos de mundos perturbadores, la vanguardia sofisticada y tenebrosa.

Yo detesto casi toda su obra. No entendía lo que pretendía contar, pero sospecho que él tampoco. Su mundo era enigmático. Yo creo que sin pies ni cabeza. Solo imágenes rebuscadas y argumentos imposibles, más gratuitos que inquietantes.

Pero este fulano de apariencia tan cuidada, artificioso buceador de las sombras, también fue capaz de realizar dos películas que me enamoraron. Una es El hombre elefante, tan sombría como sentimental. La otra es Una historia verdadera, que narra el accidentado viaje de un anciano muy solo en su tractor a lo largo de infinitos kilómetros en la América profunda para despedirse de un hermano con el que rompió hace 10 años y que está muriéndose. Existe en ella una belleza y un sentimiento perdurables. Pero el Lynch más reconocible y amado solo me provoca grima. Era un moderno inventándose juegos convenientemente oscuros.

II

 Las cinco películas (y una serie) con las que David Lynch redefinió el cine moderno

El director, obsesionado con el inconsciente y lo oculto, desmenuzó las contradicciones del sueño americano en varios filmes para la posteridad

Jorge Morla | Eneko Ruiz Jiménez

Madrid - 16 ene 2025

Tiene su gracia que, en su último papel, David Lynch interpretara al legendario John Ford para la autobiográfica Los Fabelman, de Steven Spielberg. Desde un lugar muy distinto y con unos materiales diametralmente opuestos, Lynch se aseguró una importancia para el séptimo arte de la talla del legendario director del parche. Repasamos algunas de sus obras más importantes, en las que mezcla realidad y ficción, consciente y subconsciente, e indaga en las corruptas raíces de lo peor del sueño americano.

Eraserhead (Cabeza borradora) (1977). Primer largometraje de Lynch, Eraserhead, de 1977, ofrece una experiencia onírica y perturbadora que mezcla el surrealismo con la angustia existencial: dos ingredientes que el maestro del cine exprimiría a lo largo de su carrera. Ambientada en un mundo industrial y oscuro, la historia sigue a Henry Spencer, un joven abrumado por un entorno opresivo al que de repente le cae la responsabilidad de cuidar de un misterioso bebé mutante. La fotografía en blanco y negro y los efectos de sonido convirtieron al filme en una muy torcida experiencia claustrofóbica. La película, que se convirtió en un clásico de culto, señaló algunos de los futuros temas recurrentes de Lynch, como la paternidad, la alienación y el miedo a lo desconocido.

El hombre elefante (1980). El hombre elefante descubrió el lado más sensible y humanista de Lynch. Basada en la historia real de Joseph Merrick, la cinta narra la vida (y la lucha por la dignidad) de un hombre con graves deformidades durante la Inglaterra victoriana. Lynch basculó en este cinta hacia un tono más conmovedor, y contó con un reparto sobresaliente encabezado por John Hurt y Anthony Hopkins. De nuevo, recurrió a una cuidadísima fotografía en blanco y negro en este canto a la humanidad más profunda. Quizás su cinta más sencilla de comprender, junto a Una historia verdadera.

Terciopelo azul (1986). La historia comienza con el hallazgo de una oreja humana en uno de los planos más prodigiosos de la historia. Un plano con el que da comienzo el viaje al final de la noche de un joven ingenuo sumergido en una trama llena de misterio y perversión. Con un impecable uso de colores saturados y una banda sonora revolucionaria, la película consigue conjurar lo onírico y lo siniestro. Isabella Rossellini y Dennis Hopper destacan en dos de los mejores papeles de sus carreras, además de la presentación de dos de los fetiches del director: Laura Dern y Kyle MacLachlan (con el que viajó incluso a su despreciada Dune). Y un dato más: quizá sea el filme donde arranca otra de las obsesiones del creador: la obsesión por señalar las contradicciones e hipocresías del sueño americano.

Carretera perdida (1997). Nuevo descenso a las profundidades del universo onírico y retorcido de Lynch, Carretera Perdida se centra en un músico acusado de asesinar a su esposa, quien experimenta una metamorfosis mientras cumple condena en prisión. El filme juega con la identidad y la memoria, y profundiza en el concepto de disolución de la realidad. La música de Angelo Badalamenti (por supuesto) junto a Trent Reznor destaca a la hora de envolver un filme laberíntico que invita a múltiples interpretaciones y que deja algunas de las escenas más memorables de su filmografía.

Mulholland Drive (2001). Considerada la obra cumbre de David Lynch, originalmente un piloto televisivo rechazado, este filme que encabeza algunas de las listas de mejores películas de la historia combina misterio y surrealismo en una historia negra ambientada en Hollywood que sigue la vida de dos mujeres (interpretadas por Naomi Watts y Laura Harring) cuyas identidades se entrelazan, como la realidad y la fantasía. Quizá sea la obra que mejor muestra la obsesión de Lynch con el subconsciente, y en la que Lynch pone más atención a la estructura (muy fragmentaria), que invita al espectador a armar el puzle en su propia cabeza.

Twin Peaks (1990-2017). Nadie ha conseguido capturar la extrañeza y emoción de los sueños como David Lynch. Otro David (Chase) lo sabía, y lo usó para continuar en Los Soprano la revolución televisiva que él empezó. Porque quizás antes de Twin Peaks no había nada, y su embrujo acabó impregnando toda la televisión: desde Mujeres desesperadas a Broadchuch, pasando por Perdidos o True Detective. Aquel pequeño pueblo con aire de los cincuenta demostró que el de las series es un terreno fértil, e, inesperadamente, la narrativa más rara del mundo fue un fenómeno global. Una que revolucionó todo dos veces. La segunda fue en 2017, y no tomó el camino fácil. Era Lynch; esto no iba de entenderlo. Esto iba de sentirlo. Porque detrás de esa cortina roja estaban todas las respuestas humanas. En realidad, todas menos la menos importante: ¿Quién mató a Laura Palmer?

III

Manuel Vilas, David Lynch, un explorador iconoclasta y perverso, 17 ene 2025

Fue al cine de los ochenta y noventa del pasado siglo lo que William Burroughs a la literatura de los años cincuenta y sesenta: un individualista devastador

No soy un admirador del cine de David Lynch, yo soy su enamorado. David Lynch fue al cine de los ochenta y noventa del pasado siglo lo que William Burroughs a la literatura de los años cincuenta y sesenta: un individualista devastador, un infiltrado en la disolución de la mirada del espectador o del lector. Lynch era guapo. Se parecía a otro individualista cegador: David Bowie. Tenían un flequillo parecido. Lynch es Estados Unidos, es la narración cinematográfica más brillante y honda que se ha hecho de ese país en los últimos cincuenta años.

No puedo hablar de todas sus películas. Citaré las que me volvieron medio loco de amor y terror. La primera fue El hombre elefante (1980). La segunda —de la que salí desquiciado del cine, sabiendo que mi vida era de una rutina horripilante si la comparaba con la vida de Nicolas Cage— fue Corazón salvaje (1990): un latigazo visual donde el amor humano era un juego despiadado. Allí, en esa película, constaté que Lynch era un cineasta asocial, como Wong Kar-Wai, por poner un ejemplo. Un cineasta obsesionado con las pasiones humanas más inconfesables, pasiones que ocurrían en la América profunda, en un lugar sin ley y sin mandamientos sociales, o culturales, o morales. No hay moral social en Lynch, como tampoco la hay en Burroughs o en Kafka. Otro de las grandes incautaciones de mi alma por parte del cine de Lynch llegó con Mulholland Drive (2001). Allí Naomi Watts y Laura Harring se convertían en dos misterios de la humanidad. El cine de Lynch es el cine de un explorador iconoclasta y perverso y sarcástico de la condición humana. Mil pasos por delante de cualquier otro cineasta contemporáneo.

Pero la puntilla me la dio Una historia verdadera (1999), una de las películas más inconcebibles de la historia del cine. El viaje de 500 km en una máquina de cortacésped de un hombre que vive en Iowa que va a ver a su hermano en Wisconsin. Cuando viví en Iowa tentado estuve de emular al protagonista de esta historia de Lynch.

Pero qué hay agazapado en las películas de Lynch. ¿Por qué las vemos o las veo con una pasión arrebatada? Por la libertad, ese es el gran tema de Lynch. Un canto disolvente a la libertad. Algunos ven surrealismo en Lynch. No estoy de acuerdo en absoluto. Lynch, como Burroughs o Kafka, es un realista. Salí de ver Una historia verdadera con ganas de caminar 100 kilómetros para ir a hablar con mi hermano. No coge un autobús, no alquila un coche el protagonista de Una historia verdadera. Desafía al mundo.

Siempre Lynch es eso: un desafío a cualquier convención. De una película de Lynch sales viendo tres soles y cuatro lunas. Ya no te crees que haya un solo sol y una sola luna. En Netflix ahora mismo se puede ver una obra maestra de 17 minutos. El cortometraje titulado What Did Jack Do? (2017). Son los 17 minutos más hermosos de la historia del cine de este siglo XXI. Que qué se cuenta: se narra a la oscuridad. La oscuridad de las vidas, pero con fe en esas mismas vidas. Buenas noches, David Lynch. Eras el mejor.

IV

Laura Fernández, David Lynch jamás va a irse a ninguna parte, en "Cultural", El País, 17 enero 2025:

Su reino fue el de la Pesadilla Hiperrealista porque cuando alguien descubre algo que existe pero no podemos ver, entonces inventa una realidad que sin él habría pasado inadvertida

En La Estrella de Ratner, una desconocida novela de Don DeLillo, un niño genio, Billy, debe descifrar una señal de otro planeta guiado por una colección aparentemente interminable de freaks, excéntricos personajes que viven con un pie en este mundo —la supuesta realidad— y con otro en el otro, uno que solo ellos están viendo porque forman parte de algo que existe pero solo está al alcance de aquellos que, permítanme invocarle ya, permítanme invocar al hombre que fue adjetivo instantáneo, el cineasta, el pintor, el artista que hizo lo imposible —dar sentido, o representar, diseccionar, habitar el inconsciente—, saben que todo sigue siendo, afortunada y terroríficamente, un misterio. Uno que David Lynch capturó una y otra vez, apasionadamente, desde un absurdo único, genial, onírico, oscurísimo.

El Reino de David Lynch era el Reino de la Pesadilla Hiperrealista porque cuando alguien descubre algo que existe pero no podíamos ver —o carecía de una teoría: “Las estrellas no necesitan la astronomía”, le dice uno de esos personajes excéntricos de DeLillo al niño Billy—, es que inventa una realidad que sin él habría pasado inadvertida. He aquí lo que ocurre cuando alguien accede desde este lado a ese otro que anida en él, ese otro que, podríamos decir, el telón —siempre de un rojo intenso, un rojo sangre aún y para siempre viva— oculta. No ocurre a menudo —no ocurre nunca— que un creador convierta lo que ha creado —todo— en adjetivo, un adjetivo que define algo hasta entonces indefinible pero por completo identificable. Lo lynchiano es lo posible, y a la vez, lo imposible, aquello que de irreal tiene la realidad.

Porque vivíamos, siempre lo hemos hecho, en el universo de David Lynch antes de que llegase David Lynch. Él sostuvo la cámara sobre la oreja abandonada en el suelo, y caímos en la cuenta de que el inconsciente se contrae —como el pasajero del que habló Cormac McCarthy, ese otro que cada uno lleva dentro, un otro aterradoramente desconocido— y que su contracción puede llegar a deformar la realidad hasta volverla pesadilla, sí, pero también, y sobre todo, cualquier cosa. En The Art Life, ese intimísimo documental que es como un puñado de piezas sueltas del enigma Lynch, o lo más parecido al retrato de un artista adolescente que jamás dejó de ser un artista adolescente —el cigarrillo colgando de los labios, el pelo revuelto, la taza de café en la mesa—, Lynch confesaba que, si llegó al cine, y a la televisión, fue a través de la pintura.

Y en cierto sentido, pintar es todo lo que ha hecho. Porque su cine, su televisión, es artefacto de vanguardia, instrumento, sueño, pesadilla, collage expositivo, broma (a ratos, macabra) infinita. Arte, en mayúsculas. Algo que trató de dar sentido a aquello que nunca lo tendrá. Es en The Art Life donde cuenta cómo de arrolladoramente feliz fue su infancia en los suburbios hasta que, siendo aún niño, vio a una mujer desnuda salir de la nada, una noche cualquiera. La mujer se aproximaba a él por la carretera que discurría junto a su casa. Además de desnuda, parecía ensangrentada. Podría decirse que aquella noche, la frontera entre el sueño —o la pesadilla— y la realidad, se desdibujó en su iluminado cerebro. El cerebro de alguien que se dispuso a disfrutar de nuestra condición de fascinantemente misteriosa anomalía: estar vivos, y querer contarnos.

Como un Mago de Oz nada ilusorio, Lynch parecía tener acceso a los mecanismos que ese telón omnipresente en su obra esconde. El telón que evidencia la puesta en escena, la magia, sentir todo aquello que ocurría al otro lado con una intensidad feroz. Lo compartió —su irredento y disruptor, beckettiano, desactivador de lo real, sentido del humor mediante— con el resto, desdibujando para siempre toda frontera, y expandiendo las posibilidades narrativas —inconscientes— de nuestra enigmática existencia. Es cierto que “hay un gran agujero en el mundo ahora que ya no está”, como dijo anoche su familia, pero también lo es que nunca podrá no estar. Así que, sigamos su consejo, mantengamos la vista en la rosquilla, y no en el agujero, porque, en realidad, para aquellos a los que nos cambió la vida, y para aquellos a los que se la cambiará, jamás va a irse a ninguna parte.

Adoctrinamiento estadounidense

 Gustavo Guardiola

¿Qué opinan de Estados Unidos es un buen país?

Bueno, ¿como para qué? Como para viajar estaba muy bien en los años 90, ahora es muy caro y muy restrictivo. Que te la pases bien o mal depende mucho de ti. Si fumas, la vas a pasar mal. Si eres menor de 21 años, te van a tratar como niño y no podrás hacer muchas cosas.

Ahora, hay que decirlo: Los gringos son muy amables en su tierra, sobre todo con los turistas.

¿Para vivir? 

Uy, depende de qué tanto valores tu libertad. California está considerado el lugar más sobre-regulado del mundo. Tomarte un café, un simple café, obliga a la cafetería a informarte de un enorme listado de riesgos potenciales, no comprobados científicamente, pero que son parte de las creencias de la clase política de EEUU.

Básicamente la cultura gringa consiste en venderte algo y advertirte que te vas a morir si te lo tomas. Así la puedes resumir, y llega a excesos ridículos, como en esta etiqueta que tienen que ponerle los californianos a todo vasito que contenga café.

Es una cultura del miedo, yo diría del terror. Pero ellos están bien con eso.

No te quiero decir todo lo que tienes que hacer para ponerle un techito a la entrada de tu casa. Claro, como la mayor parte de la gente no tiene casa, sino que vive en un piso en un edificio, pues no se entera. Pero quienes viven en una casa saben de qué hablo.

¿Para trabajar?

Depende en qué trabajes. En general, las cosas en EE. UU. son muy cuadradas y funcionan bien en esos términos. La gente es amable, si llegas a un hotel de cinco estrellas es muy amable, y puedes confiar en que en cuestión de puntualidad, servicios, dinero, atención al cliente, todo va a funcionar sobre ruedas.

Que también te diré que en esas condiciones todo funciona bien en cualquier parte del mundo.

¿La gente?

En EE. UU. hay de todo, y cuando digo de todo es que de verdad no imagino un lugar más heterogéneo. Como te decía, el gringo normalmente es amable, optimista y tiene un buen trato con los extranjeros. También ocurre que te puedas topar con una señora que viene cargando a un niño con una mano, y que traiga colgada un arma automática en la espalda.

No es frecuente verlo, pero puede pasar.

Como te decía, en EE. UU. hay de todo. No importa cuáles sean tus intereses, puedes encontrar gente con la que te lleves muy bien. Porque, por ejemplo, así como esta señora de la foto trae su riflezote en la espalda, caminas un par de cuadras y vas a ver un grupo de gente con una manta que pide que se prohíban las armas.

Así es con todo. A los gringos les gusta mucho militar, y militan por todo. Si en una calle ocurren dos accidentes de tránsito en un mes, va a aparecer un grupo de vecinos que piden que se ponga un semáforo o que se ponga algo.

Eso, por un lado, hace que muchas cosas funcionen muy bien, pero, por otro lado, crea una sobrerregulación tremenda, y también es asfixiante, porque ser quejumbroso es parte de la cultura. Cualquiera se queja de cualquier cosa, y cuando la cosa te atañe a ti, resulta una buena razón para pensártela dos veces si quieres vivir por allá.

¿Para ser músico?

No, para eso sí que está muy jodido. La competencia es abrumadora. Los gringos son muy exigentes cuando se trata de espectáculo, y también son muy obsesivos cuando se trata de cumplir las expectativas. En Nueva York, la ciudad del jazz, hay gente muy, muy brillante que le cuesta mucho trabajo sobrevivir. El gran artista en EE. UU. es completamente reemplazable. Si tú avientas una piedra en The Village, matas un músico. Todo mundo toca, todo mundo es chingón, y todo mundo se muere de hambre.

Un músico con un disco de platino en jazz cobra unos 100 USD al año en Spotify. Eso te alcanza para comprarte unos pantalones, quizás.

¿En política exterior?

Bueno, ahí la cosa es distinta. Una cosa es la gente y otra es la dirigencia de un país. EE. UU. impone una agenda muy dura a todo el mundo, y no escatima recursos ni se tienta el corazón en hacer que su voluntad se cumpla. El gringo común es amable en la calle, pero a nivel político es extremadamente prepotente, y ellos lo dicen muy claro: "EE. UU. no tiene amigos, solo intereses".

El presidente Taft se reunió con el entonces presidente de México, Porfirio Diaz, en 1909. Taft le pidió a Don Porfirio que devaluara el peso, que detuviera la construcción del tren del Istmo (porque EE. UU. estaba haciendo su canal en Panamá) y que le suspendiera la concesión de la extracción de petroleo a Inglaterra y se la diera a Rockefeller. Don Porfirio le dijo que no a las tres peticiones de Taft.

Bueno, no pasó ni un año para que Taft le armara una revolución en México. Don Porfirio entendió el mensaje, tomó un barco hacia Francia y le dio el poder a Francisco I. Madero, a quien los gringos armaron y financiaron. Pero la cosa no paró ahí. Luego a los gringos no les gustó Madero, las cosas se complicaron porque Inglaterra también mandó agentes, y también Alemania. El caso es que la guerra se prolongó diez años más, ya después de que Porfirio Díaz le había dejado el poder a Madero. Y la guerra le costó a los mexicanos entre 1.9 y 3.5 millones de muertos.

A la élite en el poder en EE. UU. nunca le han importado cuántas personas se mueran en un conflicto que ellos provoquen. Es una élite muy pragmática, megalomaníaca, y yo diría que bastante psicópata. Tiene a su servicio un tremendo aparato de propaganda y es capaz de convencer a prácticamente cualquier persona que no sea muy aguda, porque el aparato mediático de EE. UU. es omnipresente, abrumador y omnipotente.

Y, sin embargo, siempre hay las ovejas negras que se dan cuenta, porque, hay que decirlo: existe una prensa en EE. UU. que es muy eficiente, y cuando un periodista gringo se lo propone, escribe un artículo que te tira de la silla. Sí, existe en EE. UU. una crítica feroz contra sus propias élites y contra sus propios instrumentos de control. Ahí están los Simpsons, que quizás sean uno de los íconos más representativos del pensamiento crítico en EEUU.

¿Como proveedores? ¿Como clientes? 

En general, el gringo es formal en lo que respecta a sus compromisos. Si te dicen que te pagan el martes, puedes confiar en que te pagan el martes. En cuanto a profesionalismo, hay de todo. El gringo suele tener en muy alta estima su cumplimiento del trabajo. Muchas veces se sobrevalora a sí mismo. Si vas a trabajar con gringos, tienes que estar mentalizado a que juegas a su mismo nivel. Si no te ven como un igual, ya valió queso, porque el gringo tiene un sentido de superioridad que le inculcan todos los días de su vida desde niño. A un gringo le repiten todos los días de su vida que vive en el mejor país del mundo, y que él pertenece a la sociedad más libre y más chingona del mundo.

El gringo no está nada consciente de la manera en que su país ha conseguido la hegemonía. Cuando sale de su país no se explica por qué otros países no tienen ese nivel de desarrollo. Con frecuencia no es para ellos entendible por qué en otros países la gente no impermeabiliza el techo de su casa. "¡Pero si yo, recogiendo pelotas de tenis en un club ganaba 200 USD en unas horas!" Bueno, les cuesta trabajo entender que en el resto del mundo nadie pague 200 USD en unas horas al chico que recoge las pelotas de tenis o al que carga los palos de golf.

¿Como inmigrantes?

Toda sociedad tiene gente que no encaja con las creencias y los valores de su país, y eso ocurre mucho con la gente de Estados Unidos. Estados Unidos tiene una enorme cantidad de población migrante. Un millón que viven en Canadá y dos millones que viven en México. Eso sin considerar los muchísimos migrantes no contabilizados, ya que ni México ni Canadá piden visa a EE. UU., así que cualquiera que quiera venir, puede hacerlo.

Como migrante, el gringo suele ser mesurado, abierto, amable. En general tratan de permanecer entre ellos, buscan estar con otros gringos. No se meten en problemas, con frecuencia es gente mayor que busca un lugar en donde los servicios médicos no los dejen en la ruina, y en donde puedan acceder a un buen nivel de vida sin poner en riesgo su patrimonio.

Hay de todo. Mucha gente que no le gusta el sentido de libertad de EE. UU. y prefieren una libertad menos aterradora.

Por supuesto, generalizar siempre tiene sus riesgos, pero la generalización es una herramienta del pensamiento. Todo esto tómalo con una pizca de sal

Tesla, un autista

 De Mona Whitee en Quora:

Nikola Tesla era un hombre alto y delgado, media más de seis pies de altura y pesaba alrededor de 140 libras. Tenía penetrantes ojos azules grises claro que a menudo se destacaban, y una vez le dijo con humor a un reportero que sus ojos solían ser oscuros, pero usando tanto su mente los había aligerado. Conocido por su elegancia y meticuloso aseo, Tesla siempre fue bien vestido y elegante, una verdadera imagen de sofisticación.

Tesla era a menudo la persona más popular en las reuniones sociales, cautivando a otros con su amplio conocimiento. Ya sea que el tema fuera poesía, historia, música, deportes o ciencia, Tesla podía entablar una conversación con cualquiera, y cuando hablaba, la gente escuchaba. Su carisma e intelecto lo convirtieron en un imán para la admiración y la intriga.

Tesla nunca se casó y permaneció soltero toda la vida. Se dedicó completamente a la ciencia, creyendo que el amor y la compañía distraerían de su trabajo. Esta soledad autoimpuesta fue un sacrificio que hizo voluntariamente, esperando que su devoción a la invención inmortalizara su nombre durante las generaciones venideras.

Uno de los pocos pasatiempos de Tesla fuera de su trabajo era alimentar palomas. Su fascinación por los pájaros comenzó en la infancia, creciendo en el Imperio Austro-Húngaro. Él y sus amigos una vez hicieron un deporte de atrapar pájaros, solo para ser atacado por una bandada de cuervos enojada—una lección de respeto a la naturaleza. En Nueva York, Tesla alimenta a las palomas diariamente durante sus paseos e incluso curaba las heridas para que recuperaran la salud en su habitación de hotel. Esta devoción a las palomas parecía superar sus conexiones con la mayoría de la gente. En 1917, mientras recibía la prestigiosa Medalla Edison, Tesla desapareció. Finalmente fue encontrado alimentando palomas cerca de una biblioteca y lo persuadieron para volver a la ceremonia para dar su discurso.

Tesla también tenía tendencias obsesivo-compulsivas que influenciaron muchos aspectos de su vida. No le gustaban los pendientes, las perlas, los melocotones y tocar el pelo de otras personas. Contó los pasos de sus paseos y calculó el contenido cúbico de los platos de comida antes de comer. Todo lo que hizo tuvo que alinearse con su fijación en el número tres. A pesar de estar siempre con pájaros, sus hábitos de limpieza eran igualmente rigurosos. Siempre usaba guantes para evitar el contacto humano, y personalmente limpiaba sus platos y cubiertos en restaurantes con exactamente 18 servilletas. Además, su casa y sus laboratorios tuvieron que ser limpiados diariamente. Esto no fue mera excentricidad; Tesla casi muere de cólera cuando era niño y desarrolló una obsesión de toda la vida con evitar gérmenes para proteger su salud.

El enfoque de Tesla en la limpieza se extendió a sus inventos de salud. Creó un aparato para darse un "baño seco" pasando millones de voltios de electricidad por su cuerpo. Este dispositivo, un pequeño oscilador similar a un tambor, aplicó electricidad de alta tensión que creía destruía gérmenes dañinos sin dañar las células de tejido. Tesla vio esto como una fuente de la juventud, aunque todavía se adhirió a las prácticas de salud convencionales como baños diarios, ejercicio regular, y caminar de ocho a diez millas cada día. Evitó los taxis y confió en sus propias piernas para el transporte.

La dieta de Tesla fue otra área de estricta disciplina. Aunque no era un vegetariano estricto, rara vez comía carne, tal vez una o dos veces al año. Creía que la humanidad debería cambiar hacia el vegetarianismo, llamando al consumo generalizado de carne "bárbaro. También se abstuvo de estimulantes como el té, el café y el alcohol, viendo el cuerpo humano como una máquina que necesitaba un mantenimiento adecuado. Su régimen de salud, inspirado por su teoría mecánica de la vida, fue diseñado para mantener su "máquina" en condiciones picos.

El sueño, sin embargo, era un área donde Tesla se separaba de las normas convencionales. Afirmaba ser un pobre durmiente, a menudo descansando sólo unas pocas horas al día. Tesla practicaba frecuentemente el sueño polifásico, tomando siestas cortas para restauración en lugar de dormir durante largos periodos. A pesar de sus largas horas de trabajo, algunos de los avances más importantes de Tesla no ocurrieron en el laboratorio, sino en su mente. Por ejemplo, su señora de la limpieza limpiaba su apartamento mientras Tesla se sentaba inmóvil en el medio de la habitación, pareciendo casi como si estuviera dormido. En realidad, Tesla estaba resolviendo problemas y trabajando en inventos en su imaginación. Esta habilidad para visualizar y probar mentalmente sus ideas fue una piedra angular de su proceso inventivo, permitiéndole "viajar" dentro de su mente para perfeccionar sus diseños antes de construirlos.

A pesar de su estilo de vida disciplinado, la salud de Tesla disminuyó después de un grave accidente en 1937. A la edad de 81 años, Tesla fue golpeado por un taxi durante una de sus caminatas diarias. Probablemente cruzar imprudentemente—un hábito que admitió—se rompió tres costillas y se lesionó la espalda. Rechazando tratamiento médico, pasó meses postrado en cama y más tarde desarrolló neumonía, que lo plagó por el resto de su vida. Este accidente, combinado con su decadencia de salud, destrozó sus esperanzas de vivir más de un siglo.

El estilo de vida excéntrico de Nikola Tesla reflejaba la brillantez de su mente. Sus intensos hábitos de trabajo a menudo preocupaban a sus amigos, que se preocupaban por su salud. Las luchas financieras frecuentemente lo agobiaban, y murió en relativa oscuridad. Sin embargo, sus sacrificios y su singular enfoque en la ciencia dejaron un legado de contribuciones innovadoras a la ingeniería eléctrica, asegurando que su nombre perdure hasta hoy.

Nuevas proteínas artificiales generadas por evolución artificial

 Una empresa de IA genera en el laboratorio 500 millones de años de evolución hasta dar con una proteína fluorescente artificial

Una ‘startup’ creada por antiguos investigadores de Meta crea un camino evolutivo alternativo usando el mayor poder de computación jamás utilizado en biología, según la compañía

Javier Yanes

18 ene 2025 

Los científicos se preguntan si la evolución podría haber transcurrido por otro camino diferente. Por ejemplo, si era inevitable que surgiese el ser humano, o si somos el producto de una serie de carambolas naturales que podría no haber sucedido, dando como resultado un mundo alternativo. No hay una respuesta definitiva, pero hoy la inteligencia artificial (IA) puede emprender experimentos evolutivos. Uno de ellos, publicado esta semana en la revista Science, revela que en el diseño de un tipo de proteína hubo otras rutas posibles que la naturaleza no exploró. Y esta tecnología puede aportar valiosas pistas en la creación de nuevas terapias y otras aplicaciones.

En su libro de 1989 La vida maravillosa, el biólogo evolutivo Stephen Jay Gould planteaba un experimento mental: si la cinta de la evolución de la vida terrestre pudiese rebobinarse para volver al principio y comenzar de nuevo, ¿el resultado sería el mismo que conocemos, o bien otro completamente diferente? Gould argumentaba a favor de lo segundo: en una nueva partida, empleando el símil de los videojuegos, la evolución habría tomado otro derrotero muy distinto y los humanos no existiríamos. “Vuelve a reproducir la cinta un millón de veces… y dudo que algo como el homo sapiens pudiese evolucionar de nuevo”, escribía.

La tesis de Gould ha sido ampliamente debatida desde entonces, con opiniones a favor del determinismo y otras que defienden la contingencia. En su cuento de 1952 El ruido de un trueno, el autor de ciencia ficción Ray Bradbury narraba cómo un viajero en el tiempo que pisaba una mariposa en la época de los dinosaurios cambiaba el rumbo del futuro. Gould expresaba esta misma idea: “Altera cualquier acontecimiento temprano, incluso de forma muy leve y sin aparente importancia entonces, y la evolución fluye a un canal totalmente distinto”.

Hablar el lenguaje de las proteínas

Los científicos han indagado en este problema mediante experimentos que tratan de recrear la evolución en el laboratorio o en la naturaleza, o bien comparando especies que han surgido en condiciones similares. Hoy existe una nueva vía: la IA. En Nueva York, un grupo de antiguos investigadores de Meta —la compañía matriz de redes sociales como Facebook, Instagram y WhatsApp— fundó EvolutionaryScale, una startup de IA enfocada a la biología. El sistema ESM3 (EvolutionaryScale Model 3), creado por esta empresa, es un modelo generativo de lenguaje; el tipo de plataforma al que pertenece el archiconocido ChatGPT, pero ESM3 no genera textos, sino proteínas, los ladrillos fundamentales de la vida.

ESM3 se alimenta de datos de secuencia, estructura y función de proteínas existentes para aprender el lenguaje biológico de estas moléculas y crear otras nuevas. Sus creadores lo han entrenado con 771.000 millones de paquetes de datos creados a partir de 3.150 millones de secuencias, 236 millones de estructuras y 539 millones de rasgos funcionales, sumando un total de más de un billón de teraflops (una medida del rendimiento computacional), el mayor poder de computación jamás utilizado en biología, según la propia compañía.

“ESM3 da un paso hacia un futuro de la biología, donde la IA es una herramienta para construir desde los primeros principios, del modo que construimos estructuras, máquinas y microchips”, afirma el cofundador y jefe científico de EvolutionaryScale y director del nuevo estudio, Alexander Rives. Su visión es que la biología es la tecnología más avanzada jamás creada y que es programable, ya que utiliza un alfabeto común, el código genético que se traduce en los aminoácidos, eslabones de las proteínas. “ESM3 entiende todos estos datos biológicos, los traduce y los habla con fluidez para usarlos como herramienta generativa”.

La proteína que no fue

Rives y sus colaboradores han aplicado ESM3 al problema de crear una nueva proteína fluorescente verde (GFP, por sus siglas en inglés). La GFP es una proteína natural que brilla en verde bajo la luz ultravioleta, y que se usa en investigación como marcador. La primera se descubrió en una medusa, pero existen otras versiones en corales o anémonas. Los científicos entrenaron a ESM3 para crear una nueva GFP, y el resultado les sorprendió: una proteína fluorescente, a la que han llamado esmGFP, que solo se parece en un 58% a la más similar, lo que según los investigadores equivale a simular 500 millones de años de evolución. ESM3 está ahora a disposición de la comunidad científica como una nueva herramienta para el diseño de nuevas proteínas con funciones terapéuticas, de remediación ambiental y otros usos.

Así, la IA ha encontrado un nuevo camino que la naturaleza pudo haber emprendido hace 500 millones de años, pero que, por razones que desconocemos, ignoró. Rives y sus colaboradores explican que solo unas pocas mutaciones de la GFP pueden destruir la fluorescencia; y que, sin embargo, ESM3 ha encontrado un nuevo espacio de proteínas fluorescentes que podían haber sido, pero que no fueron: “Bajo estas secuencias existe un lenguaje fundamental de la biología de las proteínas que puede entenderse usando modelos de lenguaje”.

Según Jonathan Losos, profesor de la Universidad de Washington que trabaja en la cuestión del rebobinado de la evolución estudiando especies en la naturaleza, “este estudio es un brillante ejemplo de que existen muchas maneras en que la evolución podría haber procedido”. Losos valora los resultados del trabajo como una confirmación de la contingencia defendida por Gould. Así lo contempla también Zachary Blount, profesor de la Universidad Estatal de Michigan que mostró la contingencia de la evolución en un famoso experimento de cultivo de bacterias iniciado en 1988 por su antiguo supervisor, Richard Lenski, y que aún continúa después de más de 80.000 generaciones.

“El estudio muestra que hay posibilidades biológicas viables que no han evolucionado (creemos) en la Tierra, lo que sugiere caminos genuinos que la evolución pudo tomar, pero no lo hizo porque la historia necesaria no ocurrió”, comenta Blount, advirtiendo de que también existe algo de determinismo en la naturaleza; en el experimento de ESM3 hay un 42% de semejanza con otras GFP. Blount no cree que la IA acabe de zanjar el problema del rebobinado, pero sí que ayudará a entender qué es contingente, qué no y por qué: “Nos proporciona maneras de sondear la esfera de las posibilidades biológicas, lo que nos permite comparar lo que es biológicamente posible con lo que existe o ha existido”

jueves, 16 de enero de 2025

El origen de Cien años de soledad

 Dasso Saldívar, "Historia secreta del “mamotreto”: así escribió Gabriel García Márquez ‘Cien años de soledad’", en Babelia de El País, 15 - I- 2025:

A lo largo de dos décadas el Premio Nobel colombiano proyectó una ficción sobre la familia Buendía que de inmediato se interpretó como el ‘Moby Dick’ de América Latina

Es evidente que fueron México y Buenos Aires, las dos grandes ciudades latinoamericanas de los años sesenta, las parteras de la escritura y de la publicación de Cien años de soledad. Se ha especulado sobre la suerte que hubiera corrido la obra magna de García Márquez si esta se hubiera publicado, por ejemplo, en Madrid o en Bogotá. Tal vez la buena estrella de la novela no solo hubiera retrasado su aparición, sino que la rotundidad de su éxito hubiera sido algo distinto.

Por suerte, el escritor estaba seguro de la obra que acaba de escribir hacia mediados de 1966 y sabía que solo Barcelona o Buenos Aires podían darle su consagración. Por eso, meses antes de firmar el contrato que le envió Paco Porrúa de Editorial Sudamericana, el novelista se la había ofrecido a Carlos Barral, quien no le contestó a tiempo por estar en vísperas de vacaciones. De México, que le había brindado el marco idóneo para sentarse a escribirla a mediados de julio del año anterior, ya no podía esperar mayor cosa. Él mismo contaría que durante la escritura de la novela solía hablarles de ella a algunos editores mexicanos y que, a excepción de la pequeña editorial Era, a ninguno se le ocurrió la simple formalidad de leerla siquiera. Cuando en Buenos Aires estalló el escándalo de su publicación por Sudamericana, a partir del 5 de junio de 1967, los mismos editores que lo habían ignorado se precipitaron sobre el escritor en tono recriminatorio: “¿Y por qué no nos diste a nosotros la novela?”. “¡Ah, porque ninguno de ustedes me la pidió!”, se justificaba el escritor.

La seguridad que García Márquez tenía en su novela no era el delirio de un escritor de éxitos minoritarios. Él llevaba ya casi 20 años buscándola en las entrañas de su vida, de su familia, de su pueblo, en el marco de la cultura Caribe y de la historia colombiana, y aprendiendo a escribirla en dos libros de cuentos, en tres novelas y en cientos de reportajes y artículos de prensa. Tan seguro estaba de que algún día alcanzaría esa cumbre, que le había prometido a su flamante esposa, Mercedes Barcha, cuando en marzo de 1958 volaban de Barranquilla a su luna de miel en Caracas, que él, el mayor de los 16 hijos del telegrafista y de la niña bonita de Aracataca, escribiría a los 40 años “la obra maestra” de su vida.

La historia de La casa, como se llamó Cien años de soledad durante 17 años, había comenzado hacia mediados de 1948, mientras su autor era un escritor de relatos y un aprendiz de periodista en El Universal de Cartagena. Con apenas 21 años, en unas tiras largas de papel periódico, intentaría contar ya la historia de la familia Buendía, centrada en la soledad del derrotado coronel Aureliano Buendía en la Guerra de los Mil Días, la misma donde había luchado su abuelo Nicolás Márquez bajo las órdenes del general Rafael Uribe. Durante cuatro años bregaría con esta larga, amorfa e interminable historia, hasta llegar a convencerse de que era “un paquete demasiado grande” para su limitada experiencia vital y literaria de entonces.

Durante estos años se hizo legendaria entre sus amigos y colegas de Cartagena y Barranquilla la historia imposible de “el mamotreto”, como empezó a conocerse familiarmente La casa. García Márquez la llevaba bajo el brazo a todas partes y le soltaba el rollo infinito de su lectura a todo el que quisiera escucharla. Ramiro de la Espriella recordaría la que les hizo un fin de semana a él, a su madre Tomasa y a su hermano Óscar en la finca familiar de La Loma del Diablo, en Turbaco. La tediosa sesión estaba siendo amenizada con el ron añejo que Ramiro y Gabriel le robaban con una cánula al viejo De la Espriella, cuando la madre sorprendió al escritor revelándole una de sus fuentes: “¡Ese es el general Rafael Uribe!”, exclamó doña Tomasa. “Y usted ¿cómo lo sabe?”, preguntó él intrigado. “Por las muñecas, porque el general Uribe las tenía así de gruesas”.

A pesar de que ya García Márquez había dado el salto de su abuelo (modelo de los coroneles de La hojarasca y El coronel no tiene quien le escriba) al general Rafael Uribe, referente principal del coronel Aureliano Buendía; a pesar de que la casa familiar, el ambiente, las historias y algunos de los personajes de La casa pasarían a conformar la novela magna; y a pesar de que, entre los años 1952 y 1953, García Márquez exploraría a fondo, en compañía de Rafael Escalona y Manuel Zapata Olivella, los pueblos de La Guajira y del Gran Magdalena de donde provenían sus abuelos maternos, García Márquez no pudo ir entonces mucho más allá con La casa. La falta de experiencia y de lecturas, el desconocimiento a fondo de las sutiles artes de la invención y de la narración, y, cómo no, su corta experiencia vital, lo obligaron a poner en remojo el proyecto imposible de “el mamotreto”.

Tendrían que pasar tres lustros más para que aprendiera a concebirla y a escribirla, tiempo durante el cual residiría en distintos países y acumularía experiencias esenciales en lo personal y en lo familiar, en lo literario y en lo periodístico, a la vez que se ocupaba de sus afanes cinematográficos. Las lecturas e influencias de Homero, Sófocles, el Lazarillo de Tormes, el Amadís de Gaula, las Crónicas de Indias, Rabelais, Cervantes, Defoe, Dumas, Melville, Conrad, Kafka, Joyce, Faulkner, Woolf, Gómez de la Serna, Borges, Rulfo y las muy tempranas de Las mil y una noches, le fueron enseñando el camino para llegar a la novela soñada y ensayada una y otra vez, pero sin perder nunca de vista a Aracataca y la casa natal, así como la influencia y las historias de sus abuelos maternos: los mismos lugares, personajes e historias a los que quería “volver”.

Y así La casa se convirtió en el gran tronco común del cual brotarían con el tiempo La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba, La mala hora y Los funerales de la Mamá Grande. Más aún: podría decirse que todo, o casi todo, lo escrito por García Márquez desde La tercera resignación, su primer cuento de 1947, hasta El mar del tiempo perdido, su primer relato mexicano de 1961, conforma el largo, complejo y minucioso camino que conduce a Cien años de soledad, incluida buena parte de los cientos de artículos y reportajes de las dos primeras etapas periodísticas del escritor. A través de ellos fue hallando y perfilando personajes, escenarios, atmósferas, argumentos y elementos estructurales y formales para la gran novela en perspectiva.

En su cuarto artículo de El Universal, publicado el 26 de mayo de 1948, aparece ya, con sus “alfombras mágicas” miliunanochescas y el “río indispensable”, el primer bosquejo de la aldea que sería Macondo. En La tercera resignación y en Eva está dentro de su gato, sus dos primeros cuentos publicados el año anterior en El Espectador, despuntan los temas de la casa, la soledad, la nostalgia, la muerte, el afán de trascendencia de la muerte, las muertes superpuestas, las taras hereditarias, el enclaustramiento y la belleza asociada a la fatalidad.

En La hojarasca, asistimos a la fundación de Macondo y a la aparición de todo un arsenal de temas que García Márquez desarrollaría en sus libros posteriores y especialmente en Cien años de soledad, y, aparejado a su ópera prima, conseguiría dar otro salto cualitativo en el "Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo", que originalmente era un subcapítulo de La hojarasca. En este breve relato el tiempo se detiene mediante la cosificación o espacialización, llegando a ser maleable, como habría de ocurrir en el Macondo de José Arcadio Buendía y en los pergaminos de Melquíades, que es la novela en sánscrito dentro de la novela. Esta astucia poética es la que le permitiría al poeta y profeta gitano, concentrar un siglo de episodios cotidianos coexistiendo en un mismo instante.

Pero para llegar a concebir personajes como Melquíades y Prudencio Aguilar, García Márquez había comenzado una revolución de gran calado, casi inadvertida, con el niño narrador de Alguien desordena estas rosas (que tendría su complemento esencial años después en la lectura de Pedro Páramo), donde por primera vez un personaje suyo es un espíritu viviente al margen de su estado corporal. Otras aportaciones esenciales para el futuro Macondo se dan en La siesta del martes y en Un día después del sábado. Pero las más importantes se desarrollan en Los funerales de la Mamá Grande y El mar del tiempo perdido, ficciones macondianas que se erigen en verdaderos umbrales de Cien años de soledad, pues, aparte de la temática, el tiempo y el espacio se fusionan de forma espontánea y convincente.

Con estos y otros hallazgos de demiurgo, una reflexión profunda y minuciosa sobre el tono y la concepción de la novela, más las posibilidades y limitaciones que le habían enseñado cuatro años de experiencias cinematográficas en México, García Márquez se encerró una mañana de mediados de julio de 1965, en su estudio de La Cueva de la Mafia del barrio San Ángel Inn, a contarnos por fin las mil y una historias de La casa de sus tormentos.

El día anterior había regresado con su familia de unas breves vacaciones en Acapulco, durante las cuales, repetiría el escritor, encontró por fin el tono, la clave de Sésamo que le permitió acceder a la novela. Esa misma noche Álvaro Mutis y Carmen Miracle fueron a visitar a sus amigos. De pronto, García Márquez le dijo a Mutis en tono confidencial: “Maestro, voy a escribir una novela. Mañana mismo voy a empezar. ¿Se acuerda de aquel mamotreto que nunca le mostré y que le entregué en el aeropuerto de Bogotá, en enero de 1954, para que me lo metiera en la cajuela del coche? Pues es esa, pero de otra manera”. Y a la mañana siguiente empezó a trabajar de forma afiebrada, demencial, en lo que desde entonces y para siempre sería Cien años de soledad.

Recreación del despacho de García Márquez en la casa de la calle de La Loma 19, del barrio Lomas de San Angel Inn, México. La casa de La Loma 19, hoy Casa Estudio Cien Años de Soledad, pertenece a la Fundación para las Letras Mexicanas, donada para ser dedicada al estudio de la obra del escritor y de la literatura mexicana e hispánica por Luis Coudurier, el funcionario mexicano que se la alquiló a García Márquez en noviembre de 1964.

Recreación del despacho de García Márquez en la casa de la calle de La Loma 19, del barrio Lomas de San Angel Inn, México. La casa de La Loma 19, hoy Casa Estudio Cien Años de Soledad, pertenece a la Fundación para las Letras Mexicanas, donada para ser dedicada al estudio de la obra del escritor y de la literatura mexicana e hispánica por Luis Coudurier, el funcionario mexicano que se la alquiló a García Márquez en noviembre de 1964.

Él pensó que el encierro conventual para escribirla duraría seis meses, pero fueron catorce. Con los ahorros que tenía, más lo que le dejó Mutis, juntó 5.000 dólares y se los entregó a Mercedes, con el ruego de que no lo molestara por nada hasta que terminara la novela. Como a los seis meses se habían agotado los 5.000 dólares, y el escritor se fue a Monte de Piedad y empeñó el Opel 62 de la familia. Con todo, en los últimos meses Mercedes tuvo que pedir fiados el pan, la carne, la leche y otras cosas de comer, y hablar con Luis Coudurier para que les siguiera fiando el alquiler otros seis meses más, hasta que su marido terminara el libro. Cuando el 10 de septiembre de 1966 firmó el contrato que, en octubre del año anterior, le había enviado Paco Porrúa de Sudamericana con 500 dólares de adelanto, había ocurrido de todo en sus vidas y en las vidas de los personajes de la novela, pero él era ya un hombre endeudado y feliz por haber echado a andar sola la monstruosa criatura de sus pesadillas de casi 20 años.

Escribía de 8:30 a 14:30, después de llevar a Rodrigo a y Gonzalo al colegio. El resto del día lo pasaba metido en La Cueva de la Mafia descubriendo y contando las locuras de los Buendía y vigilando muy de cerca el ángel exterminador de Macondo. A veces, Mercedes lo escuchaba reírse a carcajadas en su estudio, ella le preguntaba qué había pasado, y él le respondía: “¡Es que me río de las cosas que les ocurren a los cabrones de Macondo!”. Pero el escritor dejó siempre abierta la puerta para los cuatro amigos que solían visitarlo cada noche, y cuyas conversaciones cómplices, así como los libros y las noticias que le traían, alimentaban parte de su vida y parte de la novela.

Álvaro Mutis y Carmen Miracle, Jomí García Ascot y María Luisa Elío solían llegar con un par de botellas de whisky hacia a las 20:00, hora en la que el escritor salía de su cueva con un aspecto tan llamativo que Mutis habría de recordarlo como un sobreviviente del ring a 12 asaltos: “¡Aquello era bestial!”. En las conversaciones nocturnas se hablaba de todo y de todos, especialmente de la novela in progress, que era como la niña mimada de los contertulios. Fueron también ellos los que le portaron las primeras referencias de sus lecturas en caliente cada vez que el escritor terminaba un capítulo, a excepción de Mutis, pues, avezado lector de novelas mamotréticas, no quiso leer la obra por partes.

Jomí García Ascot y María Luisa Elío fueron los mayores pregoneros del nuevo fenómeno literario, pero ella fue la cómplice más cercana que tuvo García Márquez durante todo el proceso de su escritura. Aunque no atinaban en contarles a sus amigos de qué iba la novela, enfatizaban que era “algo muy hermoso, algo que hace levitar”, y repetían por toda la ciudad de México: “Gabo está escribiendo el Moby Dick de América Latina”. Cuando Mutis la leyó completa, se quedó “asombrado”, viendo en ella “el gran libro sobre América Latina”. Algo parecido ocurrió con Fuentes, que fue el primero en escribir un artículo panegírico, con Cortázar y con Emir Rodríguez Monegal. Cuando Plinio Apuleyo Mendoza, Álvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor y Germán Vargas devoraron también las 490 cuartillas del original, continuaron el aplauso, de modo que, el día que Gabo y Mercedes fueron a la oficina de correos a enviarle la novela a Sudamericana, el autor tenía las referencias suficientes para estar seguro de que su novela sería también un éxito editorial. Pero Mercedes, que había tenido que manejar con mano ursulina tantos meses de estrechez, tenía sus reservas: “¡Oye, Gabito, ahora lo único que nos falta es que esa novela no sirva para nada!”.

Terminada de imprimir el 30 de mayo de 1967 y publicada el 5 de junio, Paco Porrúa, el director literario de Sudamericana, había sabido crear entre sus amigos de la prensa bonaerense el ambiente idóneo para lanzar un libro que él consideró como la “obra perfecta” de un clásico. Su mayor connivente fue Tomás Eloy Martínez, jefe de redacción del semanario Primera Plana, que le dedicó excepcionalmente una portada a García Márquez, un artículo entusiasta de su propia mano y un amplio reportaje de su enviado especial a México, Ernesto Schóo. Más aún: fueron estos dos diligentes parteros de la publicación de Cien años de soledad los encargados de recibir al escritor y a su esposa en el aeropuerto de Ezeiza el 16 de agosto de ese año. El escritor llegaba invitado por sus editores y Primera Plana como miembro del jurado del concurso de novela Primera Plana Sudamericana, impulsando de paso el relanzamiento de su novela, que en solo dos semanas había agotado la primera edición de 8.000 ejemplares y había obligado a los editores a sacar una segunda de 10.000.

Según Porrúa, la ciudad sucumbió casi de inmediato a la novela y a la presencia de su autor. Según Eloy Martínez, durante los tres primeros días García Márquez pudo caminar por Buenos Aires como un hombre anónimo, hasta que una noche él y Mercedes fueron invitados al estreno de una obra en el teatro del Instituto Di Tella. La sala estaba en penumbra, pero a ellos los conducía un reflector hasta sus asientos. Cuando se fueron a sentar, de pronto el público se puso de pie y prorrumpió en aplausos: “¡Por su novela!”, le gritaron a coro.

Sin embargo, el primer síntoma alentador de su popularidad inmediata lo había percibido el propio García Márquez esa misma mañana, cuando vio que una mujer llevaba en la bolsa de la compra un ejemplar de Cien años de soledad entre las lechugas y los tomates. Como me recordaría Paco Porrúa 25 años después, la novela, que había salido de la entraña popular, fue recibida por los lectores efectivamente como algo propio del mundo popular, no solo como gran literatura, sino también como un soplo mágico de vida.

Dasso Saldivar es autor de la biografía García Márquez. Viaje a la semilla (Ariel).

jueves, 9 de enero de 2025

 Guadalupe Muñoz Álvarez. "La pensión de viudedad en España", El País, 8 de enero de 2025:

La pérdida del cónyuge es sumamente importante para el grupo familiar

La pensión de viudedad, no se sabe bien por qué tiene siempre detractores. Desde hace años han surgido teorías que propugnan la supresión de la prestación. Entre otras puede citarse como ejemplo el trabajo publicado en 1990 en la revista Relaciones Laborales proponiendo su desaparición por considerar que la muerte del cónyuge no debe ser merecedora de protección por la Seguridad Social. Una argumentación absurda: es una necesidad social que se ha protegido desde el derecho romano. Los collegia y los sodalitia socorrían a las viudas y huérfanos aportándoles cantidades mensuales para su sostenimiento y en la Edad Media la Iglesia y las mutualidades municipales se ocuparon de las personas que quedaba sin protección por el fallecimiento del cabeza de familia en una época en las que las mujeres no trabajaban fuera de casa.

En nuestro ordenamiento jurídico, la Constitución impone la obligación a los poderes públicos de velar por las necesidades sociales, como es la pérdida de uno de los cónyuges que, sin duda, crea una importante necesidad. La Seguridad Social española mantiene entre su acción protectora esta prestación y el Convenio 102 de Norma Mínima de la Organización Internacional de Trabajo, firmado por nuestro país, la incluye entre las contingencias protegibles.

En lo que se refiere a la posibilidad de declarar su incompatibilidad con el trabajo del pensionista, hay que recordar que estamos en un sistema de carácter contributivo. Se abona la pensión en virtud de las previas cotizaciones y, por tanto, el derecho a esta pensión no debe tener conexión con el trabajo que realice el pensionista.

En cuanto a la mayor cuantía, si el fallecimiento ha tenido lugar por accidente laboral, este privilegio se otorga en todos los ordenamientos europeos y se incrementa en todas las prestaciones sociales.

En España la prestación se estableció muy tardíamente. En 1900 se promulgó la Ley de Accidentes de Trabajo, el retiro obrero se implantó en 1919 y la invalidez del trabajador mediante el Sovi, seguro obligatorio de vejez e invalidez en 1947; sin embargo, la viudedad no se promulgó hasta el año 1967 con grandes exigencias para su abono, que la viuda hubiera estado casada al menos diez años con el causante, y lo más bochorno, que no tuviera la viuda una conducta inmoral. Posteriormente, desaparecieron esas exigencias tan anticuadas.

En la actualidad las pensiones son compatibles con el trabajo del pensionista y para el año 2025 se han introducido importantes modificaciones con el fin de proteger a los pensionistas más vulnerables. Se incrementarán las cuantía un 2,8 % en relación con la revalorización del IPC. Los pensionistas con cargas familiares superarán la cantidad de 1.062 euros mensuales y en referencia a los que tengan entre 60 a 65 de edad, las cantidades mínimas rondarán los 793 euros mensuales. Todo ello con la finalidad de atender lo mejor posible a los que más lo necesiten.

La pérdida del cónyuge es sumamente importante para el grupo familiar y, como se ha mencionado, estamos en un sistema contributivo que enlaza las pensiones con la cotización que se hayan realizado los trabajadores. La pensión se pierde por fallecimiento del pensionista, por contraer nuevo matrimonio con ciertos requisitos y si puede probarse la intervención del cónyuge sobreviviente en un delito contra el fallecido causante.

lunes, 6 de enero de 2025

Colón no hubiera podido hacer nada si hubiera estado casado

  De Quora:

¿Sabes por qué Cristóbal Colón pudo descubrir América? Porque ERA SOLTERO. Si Cristóbal Colón hubiese tenido esposa, habría tenido que oír:

- ¿Qué vas a dónde?

- ¿A descubrir qué?

- ¿Y por qué tienes que ir tú?

- ¿Y por qué no mandan a otro?

- ¡Todo lo ves redondo!

- ¿Estás loco o eres idiota?

- ¡No conoces ni a mi familia y quieres descubrir el nuevo mundo!

- ¿¡Que solo van a viajar hombres!?

- ¿Me crees estúpida?

- ¿Y por qué no puedo ir yo si eres el jefe?

- ¡Infeliz, ya no sabes qué inventar para estar fuera de casa!

- ¡Si cruzas esa puerta yo me voy con mi madre!!! ¡Sinvergüenza!

- ¿Quién es esa tal María?

- ¿Qué Pinta?

- ¡Y la muy zorra se hace la Santa!

- ¿Y dices que es una Niña?

- ¡Todo lo tenías planeado, maldito!

- Vas a encontrarte con unas indias. ¡A mí No me vas a engañar!

- ¿Qué la Reina Isabel va a vender sus joyas para que viajes? ¿Me crees imbécil o qué?

- ¡¿Y entonces qué..., te dio las joyas no más así porque sí?!

- ¿Qué tienes que ver con esa vieja zorra?

- ¡No permitiré que vayas a ningún lado!

- No va a pasar nada si el mundo sigue plano.

- ¡Así que ni te vistas porque NO VAS!!

Los que van por el mar

 La escena donde el astronauta de Interstelar dice aquello de "unos milímetros de aluminio y detrás está el vacío, nada que no nos mate en unos segundos" recuerda a la cita de esa especie de gato de Schrödinger, el filósofo y uno de los siete sabios de la antigua Grecia, Anacarsis el Escita, donde observa un barco que navega y le pregunta a alguien qué grosor tiene el casco de un barco. Al oír la repuesta de que unos pocos centímetros de madera, el sabio concluye: "Entonces hay tres tipos de personas, las vivas, las muertas, y las que van por el mar, porque alguien cuya vida depende de pocos centímetros de madera no está viva ni muerta". Pero pónganse en el lugar de un griego ignorante: quien ha vivido cosas (costumbres, hechos, fenómenos, objetos, personas, vidas, animales) extrañas en tierras peligrosas, que cuenta al poder volver y que no hay manera de creer o no creer, es que (no) ha estado vivo ni muerto. 

Tiene un paralelo con Band of Brothers, cuando el soldado Blithe, uno que está medio traumatizado / deprimido / paralizado por todo lo que está pasando, habla con Speirs, un superior, quien le dice: "¿Sabe por qué se esconde Vd.? Porque tiene esperanza. Pero cuanto antes asuma que ya estamos todos muertos, mejor".

Y con una película bélica de Raoul Walsh, Objetivo Birmania, con Errol Flynn, en la que uno de los comandos paracaidistas que van a saltar a la jungla le pregunta a Errol qué pasará si el paracaídas no se abre. Y le contesta: "Serás el primero en llegar." 

sábado, 4 de enero de 2025

El muñeco de Daphe du Maurier

 Mariano Hortal, “El muñeco” de Daphne Du Maurier

Posted on May 21, 2013

el munecoNo puedo ocultar que tenía muchas ganas de coger este primer título del sello Fábulas de Albión. Y la espera ha valido y mucho la pena. “El muñeco” consta de una recopilación de cuentos perdidos que fueron encontrados en 2010 por la librera de Fowey Ann Willmore cuando descubrió el relato homónimo y otros que están fechados anteriormente al que fue el gran éxito de la escritora inglesa Daphne Du Maurier (1907-1989): “Rebeca”.

Pilar Adón, en el prólogo, nos muestra las claves de la escritura de Du Maurier, ya patente desde estos primeros relatos:

“Si algo caracteriza a los personajes de Daphne Du Maurier es la obsesión. Su turbulenta personalidad que hace de ellos unos seres sufrientes víctimas de su propia ira y de su frustración, y responsables de actos que, en los momentos previos al delirio, ellos mismos habrían considerado odiosos. Innombrables.”

En esta excepcional antología de cuentos entre sus obsesivos y personajes nos encontramos “mujeres infieles que se ven arrastradas por un impulso irracional en un medio salvaje de tintes míticos; hombres santos que incitan al suicidio a criaturas más débiles, cuyo mayor error fue el acercarse a ellos en busca de un asesoramiento piadoso y de ayuda; madres que aborrecen la juventud de sus hijas y que no soportan el terror ante la pérdida de su propia tersura y belleza…”.

“En ellos, la suma de elementos cotidianos origina situaciones de una tensión insoportable (acompañadas, eso sí, de un humor agridulce y profundamente perturbador), que rara vez desembocan en un final feliz. Se sirve además de sus dos recursos más habituales: la dilación y el paisaje. Ambos son valiosísimos. Mediante la dilación aplaza los momentos clave y juega con la anticipación del lector, que se deleita en la adivinación, en el uso de la deducción y en la identificación con los personajes. Por otra parte, el paisaje actúa como reflejo de las tensiones humanas y, a la vez, como su posible desencadenante.”

En “Viento del Este”, el primero de los cuentos de la recopilación tenemos un ejemplo muy claro de la utilización del paisaje que habla Pilar Adón, en este caso a través de una isla, endogámica y aislada, un protagonista más de la narración:

“Solo existía la isla. Más allá se extendía lo espectral, lo intangible; la verdad se hallaba en la roca oscurecida, en el tacto de la tierra, en el ruido de las olas que rompían contra los precipicios. Esa era la creencia de los humildes pescadores, quienes durante el día lanzaban sus redes, y durante la noche chismorreaban encaramados a la pared del estuario sin dedicar ni un solo pensamiento a las tierras que había al otro lado del mar.”

En el magnífico cuento homónimo, el segundo de la antología, tenemos el ejemplo más claro del uso de la dilación mezclada con un anticipo de lo que sería su novela más famosa:

“Rebeca – Rebeca, cuando pienso en ti con tu rostro ardiente y pálido, tus enormes ojos fanáticos como los de una santa, la boca delgada que escondía tus dientes, puntiagudos y blancos como el mármol, y la aureola de cabello salvaje, eléctrico, oscuro y descontrolado -, nunca ha existido nadie tan hermoso.”

Estos dos primeros relatos, excepcionales, no ocultan que están más emparentados con la tradición de los cuentos góticos y de terror, solo podemos asombrarnos ante la perversidad del segundo de ellos con un final cargado de tensión y pulsión ante la obsesión fetichista más a allá de lo terrenal de la protagonista.

A partir de ahí a una relajación en lo truculento como en ese “Y ahora a Dios nuestro padre” donde Du Maurier cambia radicalmente de registro para mostrarnos una historia de un hombre santo con ansias de notoriedad cueste lo que cueste, aunque sea trágico para alguna feligresa: “Se perdió en la belleza de su propia voz. Al cabo se detuvo, y terminó con una nota de suprema victoria. El mundo le pertenecía.” 

Eclecticismo, tanto en lo estilístico como en lo temático, es lo que caracteriza el resto de relatos como esa narración epistolar “Y sus cartas se volvieron más frías” donde utiliza las cartas, escritas unidireccionalmente de un amante a la persona de la que se enamora reflejando mediante continuas elipsis que nosotros, como lectores, rellenamos lo que falta del relato; la obsesión pasa de uno a otro extremo y asistimos extasiados a una narración cargada de ironía.

O el espléndido igualmente “La lapa” donde la manipulación del encantador personaje no consigue, a pesar de su inteligencia, los objetivos deseados. O el paradójico “Nada duele mucho tiempo” donde refleja el dolor de una esposa ante la llegada de un marido que no la apreciará como ella necesita. Narraciones que olvidan la base del terror para mostrarnos la cotidianeidad de situaciones reales que, desgraciadamente, no acaban nunca de manera satisfactoria para los personajes.

Poco puedo decir más de esta recopilación proverbial; donde tenemos cuentos que van de lo bueno a lo excepcional y que, desde luego, sobresalen por su perversidad inherente. Una delicia para cualquier amante del género.

Los textos vienen de la traducción del inglés de Marian Womack para esta edición