jueves, 4 de diciembre de 2025

La inmigración en España para The New York Times

 España apuesta por la inmigración para crecer, a pesar de las críticas, en The New York Times, por Jason Horowitz, Reportando desde Valencia, Madrid y Paiporta, España, 4 de diciembre de 2025

El gobierno presenta su política migratoria como una alternativa a las medidas represivas del gobierno de Trump, acogiendo a muchas personas procedentes de antiguas colonias. Pero los activistas promigrantes afirman que esa política de brazos abiertos no se extiende a quienes llegan desde África.

En el restaurante Raíces de mi Pueblo, en la costa este de España, Luz Fanny Arce Campiño, de 53 años, removía un rico guiso y describía cómo su hogar europeo de adopción había eclipsado a Estados Unidos como el destino más deseado por amigos y familiares en su ciudad natal colombiana.

Campiño dijo que, tras llegar a Madrid en avión y convertirse en “otra migrante ilegal” por sobrepasar la duración de su visa, estableció su residencia en la pequeña ciudad de Paiporta donde consiguió trabajo en el restaurante de su hermano y fue salvada por “ángeles de la guarda” que la rescataron durante las desastrosas inundaciones del año pasado. Ahora el gobierno le ha concedido un estatus legal y una vía hacia la ciudadanía española. “Estoy contenta”, dijo.

A diferencia de Estados Unidos y de algunos vecinos europeos, definidos por sus duras posturas en políticas de inmigración, el gobierno de izquierda español ha proyectado una imagen de sí mismo como el nuevo crisol de Occidente. Ha acogido a los migrantes, especialmente a los latinoamericanos que hablan la lengua de España, comparten su religión y comprenden su cultura. Incluso los activistas que afirman que esa cálida acogida no se extiende a muchos africanos reconocen que España es un caso atípico en un continente que cierra sus puertas.

El gobierno afirma que ha estado motivado en parte por valores progresistas y por el recuerdo de la emigración española a Latinoamérica, especialmente durante la dictadura de Francisco Franco. Pero el gobierno afirma que su aceptación de los migrantes también refleja la realidad de unas tasas de natalidad cada vez más bajas y la escasez de trabajadores autóctonos para mantener las enormes prestaciones sociales.

Los más de 3 millones de trabajadores españoles nacidos en el extranjero —más de un millón de los cuales han llegado desde que el presidente Pedro Sánchez asumió el poder en 2018— han contribuido a que el país sea, según algunas mediciones, la gran economía de más rápido crecimiento de la eurozona. “O abres y creces”, dijo Sánchez en una entrevista reciente con The New York Times. “O cierras y te hundes”.

Los activistas de la migración sostienen que todavía hay mucha distancia entre la retórica altisonante de Sánchez y la realidad sobre el terreno.

Muchos latinoamericanos se quejan de una mirada colonial persistente y esnob. Y aunque el gobierno reconoce que tiene una rara habilidad, envidiada por algunos líderes de la derecha dura europea, para atraer a una población que puede asimilarse más fácilmente, los activistas afirman que el gobierno le está dando largas a una petición en el Parlamento para declarar una amnistía y conceder el estatus legal a unos 500.000 migrantes indocumentados, en su mayoría latinoamericanos.

Los críticos también acusan al gobierno de un evidente doble rasero. Muchos latinoamericanos llegan en avión con visas de turista, se quedan más tiempo del permitido y esperan encontrar un camino hacia la legalización. A menudo lo consiguen. Muchos africanos, por el contrario, llegan en barco y sin papeles, y se encuentran con controles fronterizos, puertas cerradas o un purgatorio de burocracia. Sánchez rechaza la crítica, afirmando en la entrevista con el Times que el gobierno no está incentivando a un grupo frente a otro.

Su gobierno ha señalado que un gran porcentaje de los migrantes legales del país proceden de Marruecos y dice que es el partido Vox, antinmigrante, antimusulmán y en auge, el que prefiere a los latinoamericanos en comparación con los africanos.

Elma Saiz, ministra española de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, añadió en una entrevista reciente que todo el ruido antinmigración de la derecha equivalía a una distracción desesperada de lo que era una clara historia de éxito. “España es un faro”, dijo.

Cecilia Estrada Villaseñor, investigadora sobre inmigración en España, quien es oriunda de México, está de acuerdo. “Para los latinoamericanos, España no existía. Era Europa, al otro lado del océano”. Pero a medida que Estados Unidos se vuelve menos atractivo, con las medidas represivas del gobierno de Donald Trump, “la gente empieza a ver a España como el país”. Para España, dejar entrar a migrantes tiene innumerables ventajas.

Aunque el país sigue teniendo una tasa de desempleo superior al 10 por ciento, la peor de la Unión Europea, la falta de trabajo es la mitad que hace una década, y los partidarios de la inmigración afirman que los recién llegados ocupan puestos de trabajo mal pagados o físicamente exigentes que los españoles son reacios a aceptar en restaurantes, como niñeras o como trabajadores agrícolas y de la construcción. Sin migrantes, dijo Saiz, España “se pararía”.

También existe una motivación política para tratar bien a los nuevos migrantes. Muchos constituyen una base potencial de votantes en un país profundamente polarizado, y la oposición conservadora, que incluye a Vox, ha cortejado vigorosamente a los latinoamericanos, especialmente a los procedentes de Venezuela, escépticos ante las políticas socialistas de su país.

Carlos Flores, diputado de Vox por Valencia, dijo que no tendría ningún problema en que los dirigentes dieran prioridad a determinados grupos de migrantes porque, en su opinión, un jubilado noruego, un expatriado estadounidense o un venezolano adinerado plantean “cero problemas”. Dijo que lo mismo ocurre con los “migrantes trabajadores” de América Latina, en quienes confía para que cuiden de sus ancianos padres.

Sin embargo, argumenta que la ideología progresista del gobierno lo ciega ante lo que considera la incompatibilidad cultural de los migrantes procedentes de países africanos y los riesgos para la seguridad que, según dijo, pueden acarrear.

El gobierno rebate esa postura, señalando que la delincuencia ha disminuido en comparación con hace 20 años, antes de la última oleada de inmigración. Y aunque los migrantes constituyen un porcentaje desorbitado de las personas condenadas en los tribunales españoles, los expertos afirman que la pobreza es el principal motor, y que los delitos suelen ser no violentos. El año pasado, el jefe de la policía nacional dijo que era “desinformación” que los extranjeros estuvieran aumentando la delincuencia. Sin embargo, las encuestas sugieren que el mensaje de Vox tiene cada vez más alcance.

El día de la fiesta anual de Moros y Cristianos de Valencia —que refleja los siglos de califato árabe en gran parte de España y luego los siglos de esfuerzo cristiano por reconquistar la península—, Ana Mostazo, de 40 años, lucía la camiseta de la comparsa cristiana “Guerreros del Cid”. Miraba en su teléfono un video de inteligencia artificial sobre caballeros cristianos que reconquistaban ciudades españolas durante la Edad Media y hablaba con orgullo de sus amigos migrantes de América Latina. Decía que mantenían la economía a flote, pero añadía: “Los marroquíes son un problema”.

El gobierno español califica estas declaraciones de engañosas. El Ministerio del Interior afirma que la inmigración ilegal procedente del norte de África hacia las Islas Canarias y otras zonas de la costa española descendió un 40 por ciento este año. A pesar de ello, los conservadores del país querían adoptar una mentalidad de fortaleza común en los vecinos del sur de Europa con gobiernos de derecha, dijo Fernando Grande-Marlaska, ministro del Interior español, en una entrevista. “Dicen que deberíamos imitar las políticas de Italia y Grecia”, dijo. “Estamos teniendo mejores resultados que ellos”.

Dijo que el gobierno está buscando un equilibrio entre la promoción de los beneficios de la inmigración legal y los esfuerzos para combatir la inmigración ilegal. Dijo que el problema de la petición de amnistía, apoyada por la Iglesia católica, era que podía actuar como “efecto llamada” para que los traficantes trajeran más migrantes.

También habló de que para España “lo importante no es cerrar fronteras, lo importante es adelantar fronteras” en naciones africanas y dijo que funcionarios españoles trabajaban ahora en Senegal, Níger y Gambia. Rechazó las preocupaciones sobre la colaboración de España con gobiernos africanos no democráticos para atrapar a migrantes indocumentados —proporcionando a algunos de ellos drones y dispositivos biométricos—, tachándolas de eurocéntricas y paternalistas.

Los defensores de los migrantes afirman que aquellos que logran entrar al país suelen vivir en condiciones miserables, lejos del sueño español.

Tras llegar ilegalmente a España desde Ghana en 2018, Ali Maiga, de 31 años, ha vivido con otros migrantes africanos en un edificio en ruinas e infestado de ratas junto a un cementerio. Hizo cursos para conducir carretillas elevadoras, pero no pudo conseguir un contrato de trabajo para obtener un permiso de residencia que le permitiera trabajar legalmente. Ha aceptado trabajos informales en un desguace para salir adelante. Dijo que ha visto cómo los amigos que tiene en su país publican sobre su éxito allí, pero “no quiero contarles mi situación aquí”.

Algunos latinoamericanos también se enfrentan a obstáculos, especialmente en la tensa atmósfera política actual.

Silvana Cabrera, cuyo abuelo se trasladó de España a Bolivia durante la Guerra Civil española, dirige una organización que intenta ayudar a los migrantes indocumentados a conseguir sus papeles.

Desde que se convirtió en una democracia, España había efectuado nueve amnistías, tanto por gobiernos de centro-izquierda como de centro-derecha. El último impulso contó en su día con el apoyo del Partido Popular, conservador y proempresarial, antes de que Vox ejerciera presión desde la derecha. Cabrera argumentó que Sánchez también sentía la presión política y se había resistido a promulgar un decreto porque “tiene miedo de perder el poder”. Pero muchos migrantes, especialmente los latinoamericanos, cuentan una historia más feliz.

Campiño, la cocinera, dijo que España no solo le ha dado una comunidad y trabajo, sino que los españoles también le han salvado literalmente la vida. Durante las mortales inundaciones del año pasado, se aferró a un árbol en medio de las aguas embravecidas hasta que un español le hizo una cuerda con ropa y tiró de ella para ponerla a salvo. Una mujer española a la que ahora llama “abuelita” le dio cobijo en un apartamento. Debido a su aterradora experiencia, se aceleró su solicitud de legalización. Afirmó que ahora no puede esperar a obtener el pasaporte español. Piensa utilizarlo para ir a Estados Unidos, pero solo para ver a su hijo y a su nieto. “Y entonces”, dijo, “volveré y viviré aquí”.

José Bautista colaboró con reportería desde Madrid y Valencia. Jason Horowitz es el jefe de la oficina de Madrid del Times, que cubre España, Portugal y la forma de vida de la gente en toda Europa.

La Mancha para el viajero inglés Joseph Towsend en 1786

  A journey through Spain in the years 1786 and 1787... and remarks in passing through a part of France, by Joseph Townsend, in two volumes.1792, vol. II:

Como era demasiado pronto para pensar en apresurarnos, avanzamos cuatro leguas más, hasta La Guardia; y, aunque no es un lugar habitual, encontramos buen alojamiento. Desde Madrid el terreno es bastante llano; la tierra es fértil; la roca es de yeso; producen principalmente maíz, con algunas vides y olivos. Aquí, en la famosa región de La Mancha, naturalmente buscamos molinos de viento que, al no tener arroyos para moler el grano, encontramos, como esperábamos, en las cercanías de cada pueblo. No tienen bueyes; y solo mulas o caballos se utilizan para la ganadería. La Guardia fue antiguamente una plaza fuerte y estuvo custodiada durante mucho tiempo por los moros, pero ahora parece estar al borde de la decadencia. Se calcula que todavía hay unas mil familias, con un total, según los informes del gobierno, de tres mil trescientas cuarenta y cuatro personas; pero en realidad tienen más de tres mil que reciben subsidio y unos ochocientos niños menores de edad.

No tienen ninguna industria, excepto el salitre, y este no es considerable: de ahí su pobreza y miseria. Sus tierras están divididas en pequeñas parcelas, pero el propietario principal es don Diego de Plata. Las rentas se pagan en grano. La iglesia es un edificio muy elegante y bien proporcionado; los altares son casi nuevos y sencillos. En una capilla hay muchos buenos cuadros de Angelo Nardi. No tienen carne de res. El cordero cuesta doce cuartos, el pan cinco cuartos la libra, o dieciséis onzas. 

Después de cenar, caminamos dos leguas para dormir en Tembleque, un pueblo de unas dos mil familias, pero que se calcula que contiene solo cuatro mil cuatrocientas dieciocho familias, con una iglesia parroquial, una capilla y un convento. Lo más destacable aquí es una fábrica de salitre en la que trabajan cuarenta hombres en invierno y sesenta en verano, lo que produce seis mil arrobas al año. El administrador me pareció más inteligente de lo habitual. Me dijo que los gastos, pese a la economía más rígida, ascendían a doscientos mil reales, es decir, a unos cuatro reales o casi un penique por libra, de los cuales, según esta reducción, la mano de obra no genera más que un penique; de ​​modo que los otros ocho peniques y medio se destinan a la fundición, los hornos, la administración, el capital y otros gastos incidentales. Si llevamos este cálculo a Madrid, ¿cuánto más de lo que ya he calculado parecerá ser el dinero que se pierde en esas extensas obras, donde la fundición es tan escasa? Me informó que recogió toda la propiedad de terrenos en los que se habían depositado productos animales y vegetales en estado de putrefacción. 

El sábado 17 de febrero pasamos por Camuñas, un pueblo humilde con unas trescientas cabañas, hasta las Ventas de Puerto Lapiche, tras haber recorrido veintidós leguas en esos tres días. El terreno es llano y la vista hacia el Norte es extensa; pero, antes de llegar a Las Ventas, tuvimos una ligera visión de las montañas nevadas que separan las dos Castillas. En condiciones favorables de aire y altitud, creo que podrían verse a más de cien millas. El desnivel es un [...] La tierra es de cuarzo y la roca es de granito. Se ara con dos asnos o dos mulas, y dondequiera que se riega con norias, produce abundante maíz. El vino es excelente y en gran abundancia. El pueblo de Lapiche es miserable y la gente parece estar medio muerta de hambre, aunque sus cosechas nunca pueden verse defraudadas por la falta de lluvia, pues en el espacio de unas sesenta hectáreas conté más de treinta norias. La venta está en el antiguo estilo español. Tiene ciento cincuenta pies de largo e, independiente de una casa que comunica, no más de diez pies de ancho. En un extremo hay una chimenea, a modo de cocina, de diez pies cuadrados, con un hogar en el medio, rodeado en tres lados por un banco en el que los arrieros se sientan durante el día y se acuestan a dormir por la noche, pero de ninguna manera separado de la larga hilera de casas que, con primitiva sencillez, bajo un mismo techo

...Ignemque laremque / et pecus et dominos communi clauderet umbra, Juvenal, satura VI,  3-4. [Fuego y Lares y sombra el mismo techo a ganados y dueños ofrecía]

Hay, junto a esto, un patio, con un pozo en el centro y en un extremo un ático para carretas y diligencias. El dormitorio está arriba y, según cuentan, durante toda la noche oímos, o podríamos haber oído, el tintineo de las campanillas en las cabezas de nuestras mulas siempre que comían. Antes de ir a la granja, hicimos un trato con el cura para la cena. Nos ofreció dieciséis reales; pero, finalmente, al cerrar el trato, aceptó ocho. Si hubiera cumplido con su exigencia, habríamos accedido; porque acordar la cena en días festivos en un país católico es indispensable, y no nos habría convenido quedarnos tirados en el camino. Desde Las Ventas descendimos hacia una extensa llanura, rodeada por altas colinas en todos sus lados, que producían aceitunas, maíz y azafrán. 

Tras ocho leguas, llegamos a Manzanares. Todos los viajeros por este camino iban bien armados; y tres monumentales cruces demostraron que sus temores no eran infundados. Era domingo, pero muchos arados trabajaban. Sus cultivos se riegan con numerosas norias. Manzanares tiene mil ochocientas. Las familias pobres, con una fortuna considerable, cuentan con mil setecientos sesenta y ocho habitantes, proporción que en sí misma es un indicador suficiente de su pobreza. Las casas están construidas con barro y los pobres están casi desnudos. En la iglesia vimos cuatro buenos cuadros. El castillo, con una finca considerable, y los diezmos, pertenecen a los caballeros de Calatrava y están en manos del infante don Antonio, lo que le reporta unos ingresos de treinta mil ducados, o 3295 libras esterlinas anuales. Examinamos las instalaciones, vimos los extensos graneros y probamos la rica variedad de vinos. El mayordomo ofrecía un vino especial para la mesa del Infante, que me pareció, sin excepción, el mejor de España. Tenía el sabor del rico Borgoña, con la fuerza y ​​el cuerpo del generoso Oporto. Después de elogiar este vino y agradecer al mayordomo sus atenciones, continuamos nuestra caminata hasta el anochecer; y, a nuestro regreso a la posada, tuvimos la suerte de encontrar más de tres galones de este vino almacenados allí y ya depositados en nuestras botas o botellas de cuero para el viaje. Desafortunadamente, los dos cocheros se encontraron con un problema que cubrió su peculiar excelencia, y,  gracias a su ayuda, terminamos en un día lo que yo mismo me había convencido que alcanzaría para tres. La posada es más cómoda y de mayor tamaño que las comunes, con treinta y dos camas, todas en la planta baja. El edificio tiene unos ciento ochenta pies de largo por treinta y dos o cuarenta de ancho, con un largo pasillo en el medio para cochera, del cual la cocina está apenas separada por una pequeña ventana. Los dormitorios a la derecha y a la izquierda tienen unos dieciséis por catorce pies, cada uno al estilo español, amueblados con cuatro camas. 

El lunes 19 de febrero, salimos de Manzanares temprano por la mañana, atravesando una zona llana hasta Valdepeñas, a cuatro leguas de distancia, para cenar. El terreno está lleno de grava, lo que produce algunas aceitunas y mucho vino, pero sobre todo maíz. Las norias están bien construidas, con la gran rueda de hierro en lugar de madera. La roca es de piedras. En el camino vimos dos monumentales criptas. Valdepeñas es famosa por su buen vino, que se destina principalmente a Madrid; pero cuando se abra la navegación hacia Sevilla, como se propone, este, junto con muchos otros vinos curiosos producto de La Mancha, llegará a Inglaterra y será muy solicitado. En esta ciudad hay 700.000 vides. Desde allí, cruzamos Santa Cruz y comenzamos a ascender entre colinas ásperas y sin cultivar, hasta que nos alojamos en La Concepción de Almuradiel. Este pequeño pueblo, de 36 familias, es el más grande que encontramos en los Nuevos asentamientos de Sierra Morena. Fue construida en 1781. La posada rodea un patio de 90 por 50 pies, con una cochera contigua de 150 por 40 pies, y cuenta con terrenos cultivables en proporción. Las habitaciones están bien equipadas, cada una con chimenea y dos alcobas para camas. Por encima de estos se encuentran los aposentos del administrador, su delegado y sus sirvientes; con amplios graneros y un corredor que forma una comunicación a su alrededor. Todo aquí está a cargo del Rey y, por supuesto, se le presta poca atención.

Lista de los 33 mayores idiotas de la historia

 Los 33 mayores idiotas de la historia


Thomas Midgley jr.

Esteban VI, papa

Nicolás II, zar

Muhamad bin Glock, sultán

Honorio, emperador

Francisco Solano López, emperador de Paraguay

Eugene Shifelin

Emperador Yajing.

Jerjes

Thomas Austin

Ibrahim el Loco, sultán

El sha Muhamad Segundo.

Oliver Cromwell. 

Rey Ethelredo

Luis XV y Luis XVI

Spiridon Luis. 

Mitrídates VI

Emperador Pêrtinax

Didio Juliano

Sultán Murad

Alexander Bogdanov

Albert Brisbanne.

Rey Arturo III

Oto I de Baviera

Rey de Camboya

Rey Faruk

Algernon Sydney.

Emperador Ming.

Pánfilo de Narváez

General John Sedwick

Zar Alejandro II

Charles Valentine Alcán

François Sangle.

Una justicia que acumula sus errores sobre el débil. Justicia fallida, Estado fallido.

 Ni violador ni ladrón: el Supremo anula también la condena por robo contra el inocente que pasó 15 años en prisión, en El País, Braulio García Jaén, Pamplona - 4 DIC 2025:

El Alto Tribunal, que ya había revocado tres penas por violación contra Ahmed Tommouhi, le exonera de una cuarta por un delito que tampoco cometió

Ahmed Tommouhi (Nador, 1951) es inocente de todos los delitos por los que fue condenado: tres por violación y una cuarta condena, anulada ahora por el Tribunal Supremo, por robo. En todos los casos, la única prueba de cargo fue el señalamiento por parte de algunas víctimas y testigos de una serie de asaltos cometidos en Cataluña en el otoño de 1991. Unos señalamientos minuciosamente construidos a base de irregularidades policiales y judiciales que dejaron por el camino análisis de semen, coartadas y otras pruebas de descargo que ninguno de los tribunales tuvo en cuenta antes de condenarlo. En la condena anulada ahora, dictada por la Audiencia Provincial de Barcelona por hechos ocurridos en Terrassa, el tribunal que lo condenó ni siquiera acertó con el día en que Tommouhi había sido detenido.

El Tribunal Supremo, atendiendo al recurso de la actual abogada de Tommouhi, Celia Carbonell, anula la condena a partir de los hechos nuevos conocidos desde que se dictó en 1993. Tres años después, un análisis de ADN demostró que Tommouhi no era el violador de Olesa, sino que lo eran Antonio García Carbonell —muy parecido físicamente a Tommouhi— y un cómplice que nunca ha sido detenido; treinta años después, en 2023, el Supremo anuló también la condena por las dos violaciones de Cornellá basándose en otro análisis de semen que exculpaba a Tommouhi, pero que un tribunal presidido por la actual ministra de Defensa, Margarita Robles, no supo que existía porque se negó a citar a los autores del informe científico; y en mayo pasado, anuló también las condenas por las tres violaciones cometidas en Tarragona con el mismo coche que las de Cornellà. Un coche que tampoco conducía Tommouhi: a sus 74 años, nunca ha conducido.

A lo largo de estos 34 años, el albañil Tommouhi, que emigró a Europa para ganarse la vida y terminar una casa que él mismo había empezado a levantar en Nador, ha luchado con la oposición de la Fiscalía, que siempre se ha negado a investigar —más allá de las evidencias que la Guardia Civil le puso en bandeja— cualquier aspecto que pudiera aclarar la verdad y que esta vez se ha vuelto a oponer al recurso de revisión. Con la misma suerte que las dos últimas veces: ha prevalecido la justicia material sobre la formal, “la auténtica verdad”, como ha repetido el Supremo en sucesivos autos y sentencias desde 2023.

Si en 1995, cuando fue detenido uno de los verdaderos violadores, Tommouhi pudo contar con la Guardia Civil, y muy en particular, con el agente Reyes Benítez y el entonces teniente, Pedro Antonio Pizarro, que investigaron hasta demostrar su inocencia; desde hace cuatro años, ha contado con una abogada, Celia Carbonell, y un profesor de Derecho Procesal, Tomás Vicente Ballesteros, que han hecho de la lucha por la justicia, la razón de ser de su oficio. Carbonell, presentando uno a uno los tres recursos, técnicamente incontestables, que han demostrado la inocencia del marroquí. Vicente Ballesteros, desde la discreción y el rigor del estudioso, asesorando con su experiencia en la materia a la que dedicó su tesis doctoral: El recurso extraordinario de revisión.

En estos 30 años, Tommouhi siempre dijo que le habían robado la mitad de la vida y, cuando hace un par de años le amputaron una pierna, dijo que ahora era como si le hubieran robado medio cuerpo. Pero ni en 1999 aceptó el indulto con el que el entonces fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, quiso pasar de largo sobre los errores clamorosos acumulados durante la década —“el indulto es para los culpables y yo soy inocente”, dijo siempre Tommouhi—, ni desde que salió de la cárcel en 2006 dejó nunca de luchar porque se reconociera la verdad.

“Quiero quedar limpio como este mantel”, dijo agarrándose a la mesa de un restaurante en Martorell hace un par de años, cuando el Supremo empezó a reconocer lo evidente: que era inocente de todas las causas por las que había sido condenado.

Aún ahora, el mismo Tribunal Supremo, pero una sala distinta, la de lo contencioso-administrativo, está estudiando la última vuelta de tuerca que la injusticia se ha permitido con él: la Audiencia Nacional le negó cualquier indemnización porque, dijo, el error de Cornellà —condenarlo sin atender a un análisis de semen que constaba en el sumario, pero a cuyos autores el tribunal declinó llamar a declarar—, no era “un error evidente”. Si el Supremo fija una nueva doctrina en favor de Tommouhi, todos los falsos culpables que vengan detrás y que vean reconocido su derecho a una indemnización, tendrán motivos para agradecérselo a él, que tantas veces, y a tanta gente, repite siempre lo mismo: “Gracias”.

miércoles, 3 de diciembre de 2025

Novedad: uso del mapa de los neutrófilos contra el cáncer

 SISTEMA INMUNE. El mapa de los neutrófilos: crean una herramienta para combatir el cáncer o las infecciones con las células inmunes más abundantes, en El País, por Daniel Mediavilla, 3 DIC 2025:

Un equipo internacional de científicos liderado por españoles revela los siete estados de la infantería inmunológica.

El sistema inmunitario nos mantiene vivos, pero sigue envuelto en misterio. Se estima que son 1,8 billones de células distribuidas por el organismo dedicadas a defendernos de las infecciones o a destruir células desquiciadas para evitar el cáncer. Las más abundantes de todas y las primeras en responder cuando aparece un problema son los neutrófilos, que salen de los huesos como una tropa de intervención rápida y viajan por la sangre allá donde las necesitan. Hacen su trabajo, ponen trampas a los microbios o los engullen, y mueren en pocas horas. Aunque se conoce su existencia desde hace más de un siglo, se ignora mucho sobre cómo funcionan, y no se sabe por qué pueden salvarnos, pero también condenarnos. En infecciones como la de la covid, son la causa de las respuestas inmunes excesivas que a veces hacen mortal la enfermedad.

La modulación del sistema inmune ha hecho posibles algunas de las terapias más eficaces contra el cáncer y se sabe que la inflamación crónica, la que se produce cuando la respuesta ante una amenaza no se apaga cuando esta desaparece, está detrás de muchas enfermedades cardiacas o el alzhéimer. Sin embargo, la complejidad de la respuesta inmune y su relación a veces ambigua con el daño y la cura hacen difícil su control para utilizarlo en medicina.

Hoy, un equipo internacional de científicos liderado por el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), la Universidad de Yale, en EE. UU., y la Universidad de Westlake, en China, publica en la revista Nature un mapa que trata de hacer comprensible la complejidad de los neutrófilos. Después de analizar cientos de miles de neutrófilos de ratón, han cambiado nuestra forma de entender estas células, y han desarrollado NeuMap, el primer mapa que describe cómo se organizan los neutrófilos en los distintos tejidos, etapas de la vida y enfermedades.

“Son células muy básicas, pero que hacen cosas muy diversas”, cuenta Iván Ballesteros, profesor de la UC3M y autor principal del estudio. “Cuando comenzamos el proyecto, no sabíamos que íbamos a encontrar y estudiamos neutrófilos en distintas situaciones, en embarazo, en cáncer, en enfermedad pulmonar… cuando los pusimos juntos y generamos este mapa, vimos que no son tan distintos, y solo tienen siete estados”.

Según explica Ballesteros, aunque cada neutrófilo solo vive unas horas, juntos mantienen una arquitectura estable durante toda la vida. También han visto que hay comportamientos convergentes, que en unas circunstancias favorecen la vida y en otras la ponen en peligro. “Los neutrófilos de la placenta se parecen a los protumorales, porque en ambos casos favorecen el crecimiento de vasos sanguíneos”, señala el investigador.

En los siete estados de los neutrófilos, hay fases en las que este ejército de células inmunes se entrenan, otras en las que circulan por la sangre, silenciosas, a espera de una orden de ataque, y otras en las que se activan contra virus o capturan trozos de patógenos para presentarles a los linfocitos T y que los destruyan. También hay algunos neutrófilos que apaciguan la respuesta inmune, impidiendo que produzca daños, pero, en otro estado, la supresión de la respuesta inmune facilita que el cáncer progrese y crea nuevos vasos sanguíneos que lo alimentan.

El conocimiento de que los neutrófilos pueden adoptar justo siete estados también facilita las posibilidades de actuar sobre ellos. Estas células no siempre permanecen en un estado, sino que van cambiando dependiendo de las circunstancias, algo que plantea la posibilidad de manipular esos cambios con objetivos médicos, como bloquear el comportamiento que favorece el crecimiento de tumores.

Andrés Hidalgo, investigador de Yale y del CNIC y coautor del estudio, apunta a dos aplicaciones del conocimiento que están obteniendo con NeuMap. “Como los neutrófilos son tan plásticos, y si tienes una infección tienes un tipo y si tienes un tumor, otro, podemos saber bien qué le está pasando a un individuo, qué tipo de cáncer tiene y en qué fase de desarrollo, o qué tipo de infección y si tiene riesgo de sufrir sepsis, así que pensamos que puede ser útil para obtener diagnósticos precisos”, indica.

En segundo lugar, quieren emplear el conocimiento sobre los neutrófilos para orientar su actividad hacia lo que convenga en cada momento. “No puedes eliminar los neutrófilos, porque están haciendo tareas necesarias, como eliminar virus o bacterias, pero se puede intentar reprogramar ese ejército con programas genéticos muy específicos. Así, podríamos orientar a las células para que hagan lo que nosotros queremos: favorecer la revascularización si necesitamos que se reparen algunos tejidos, como pasa en personas con diabetes, que tienen problemas para cicatrizar, o que vayan al cerebro si está inflamado y tengan una actividad inmunosupresora”, explica Hidalgo.

Para conseguir ese objetivo, señala el investigador, van a utilizar un conocimiento que han adquirido en su estudio de los neutrófilos. “Se organizan como una colonia de insectos. La estructura tiene la célula madre, que es como la reina, que después va produciendo una descendencia que se especializa”, dice el investigador. “Un neutrófilo individual sería como una hormiguita, no es muy útil reprogramarla, es mejor ir a la abeja reina, a esa célula madre que tiene el potencial de producir al resto de células en la médula ósea, y ahí es donde introducir esos programas genéticos para que el ejército de neutrófilos haga lo que buscamos”, concluye.

En enfermedades como el cáncer, se sabe que, cuando en un modelo de ratón hay respuesta a la quimioterapia, los neutrófilos adquieren una forma específica, que activa la respuesta contra las células de cáncer, y cuando el tumor crece, otra, que forma vasos sanguíneos que facilitan la proliferación del cáncer. “Lo que intentamos hacer es impedir que los neutrófilos adquieran el fenotipo que construye vasos y vayan hacia el estado que destruye el tumor”, afirma Ballesteros. “Creemos que es algo posible porque el sistema es muy plástico”, añade.

Hace más de un siglo que se empezaron a conocer los neutrófilos, pero progresos tecnológicos como la secuenciación masiva de células individuales ha comenzado a desvelar su verdadera identidad. El nuevo mapa de estas células no es solo un recurso para comprender mejor al sistema inmunitario, sino una herramienta que puede transformar la medicina.

Recuerdan a Javier Marías,

 Javier Marías en el recuerdo de quienes trabajaron con él. En El País, por Juan Cruz, 2 DIC 2025:

[Enlace a sus artículos en La zona fantasma]

Tres años después de la muerte del escritor se editan sus últimos textos de ‘La zona fantasma’, título habitual de su sección en EL PAÍS Semanal, en el libro ‘Así que pasen treinta años

“Pertenezco a ese grupo de personas que después del fatídico 11 de septiembre del 2022 se levantan todos los domingos con la desazón de no poder leer a JM en el PS”. JM es Javier Marías y PS es EL PAÍS, el diario en el que, desde febrero de 2003, escribió el autor de Corazón tan blanco, muerto el día de 2022 que evoca ahora uno de sus grandes amigos.

La frase, que se amplía al final de esta página, es de Agustín Díaz Yanes, cineasta. Tres años después de la muerte del autor de Negra espalda del tiempo, la editorial Alfaguara, con la que publicó sus libros desde 1996, edita los últimos textos de La zona fantasma, que fue el título habitual de su sección en El País Semanal. La presente entrega, la última del escritor, se titula Así que pasen treinta años.

Marías murió el día que evoca Díaz Yanes, uno de sus mejores amigos. Tenía 70 años. Poco antes, el 7 de enero de 2021, publicó la columna "Aún lejos de mil", en la que le explica a su editora de entonces, Belinda Saile, por qué adelantaba el deseo que el periódico tenía de conmemorar las 900 columnas que llevaba escritas. ¿Qué tal, le dijo él, si esperamos a la columna mil? Y en seguida recapituló: “Pero como para alcanzarla faltarían unos años más, e ignoro si voy a durar ese tiempo sin moverme ni en el mundo (aprovecho para desearle a Almudena Grandes una rápida y total recuperación de la dolencia de la que nos habló), me decido a ‘celebrar’ estas 900, que en realidad son 1.309 si les sumo las de la anterior etapa”.

Fueron, y lo siguen siendo, muchos los que acudían a EL PAÍS en busca de los textos, y de las controversias, que procuraban las consideraciones que Marías hacía acerca de la vida nacional e internacional. Y de aquello que él consideraba que, siendo no solo testimonio, sino resultado de su imaginación, suscitaba controversia, pasión o alegría. Su muerte fue inesperada, llorada por legiones de lectores en España y en el mundo.

Tres años después de su muerte, Alfaguara saca a la luz lo que fue esencia de su talento para ayudar a entender, a través de este periódico, el mundo que vivimos. Vino a EL PAÍS en circunstancias que ahora recuerda el director que aquí lo acogió, Jesús Ceberio, que ocupó ese cargo entre 1993 y 2006. Desde su nombramiento quiso incorporarlo al equipo de colaboradores habituales. “Él escribía en el dominical de Abc y yo estimaba que este sería su sitio. Se lo dije, acompañado de Ángeles García, su amiga, entonces redactora jefa de Cultura, en el restaurante que siempre transitaba, Julián de Tolosa. Él ya publicaba en Alfaguara. Parecía natural que viniera con nosotros, que éramos del mismo grupo que su editorial. Al contrario, me dijo: era mejor que estuviera en la competencia: ‘No hay que poner todos los huevos en la misma cesta’. Él se sentía cómodo en Abc. Seguimos teniendo una relación habitual, a la que se sumaba Ángeles. Fue él quien se pondría en contacto conmigo luego para venir a EL PAÍS. Abc le había rechazado una columna y quiso venir con nosotros y con esa misma columna. Abc sintió que era anticlerical. Él lo sintió como una censura y decidió cancelar sus colaboraciones allí. Su incorporación fue rápida, casi inmediata. Era alguien que defendía sus puntos de vista de manera radical. Era muy vehemente en sus posiciones y no cultivaba el halago”.

Javier Moreno (director del diario en dos etapas, 2006 a 2014 y de 2020 a 2021) fue, como Ceberio, comensal de Marías en Julián de Tolosa, su lugar en las noches y en los mediodías. “Siempre comíamos allí… Él pedía un chuletón, y yo, que no comía carne, pedía también un chuletón. Tomábamos vino, y había grandes conversaciones, a las que venía también muchas veces Goyo Rodríguez Ramos, entonces al cargo de El País Semanal. A veces amenazaba con dejar de escribir la columna. Decía que no tenía más que contar, que a los lectores no les interesaba ni un carajo lo que él escribiera... Lo que él decía era fundamental para la discusión pública. Él se resistía a sentir lo mismo, pero aquella amenaza nunca se concretó. Él en realidad buscaba cariño, y el periódico nunca fue pródigo en repartir cariño. Las nuestras eran conversaciones de amigos: le contaba problemas del periódico y él me contaba problemas suyos, en ambos casos se hablaba también de la salud respectiva. Acabé entendiendo que mi papel era el de escuchar. Hablaba muchas veces como en sus columnas, criticando lo que sucedía y criticando al periódico, lo que también se refleja en lo que aquí publicaba. Representaba lo que el periódico quería ser: una voz crítica, independiente. Era como un editorial que el diario podía asumir. Y era muy divertido, tenía mucha curiosidad y era querido por los lectores de EL PAÍS. Era el columnista más importante que teníamos en aquella época, con Mario [Vargas Llosa]”.

Julia Luzán trabajó con él, desde EL PAÍS, de 1994 a 2009. “Todos los lunes me llegaba el fax con su columna nada más sentarme. Era una persona educadísima, hasta cercana… Se le rompió una vez la máquina de escribir. ¡Ni por nada del mundo quería una máquina eléctrica, ni un ordenador! Yo bajaba a talleres para impedir que hubiera intromisiones en la corrección de sus textos. Una vez se peleó con [el periodista] Bonifacio de la Cuadra porque este veía un lo donde debía haber un le. Iba a comer con una solapa que parecía una flor. Era tan detallista, lo fue cuando murió mi marido, cuando escribía recuerdos de su madre… Y no menospreciaba el trabajo de los demás. Una vez le dije que me habían gustado Los enamoramientos, su novela. ‘¿De verdad? ¿Te gustó de verdad?’ Yo era la única que tenía el teléfono de su casa en Soria, por si pasaba algo. Nunca lo usé”.

Belinda Saile fue su última interlocutora en El País Semanal. “Era muy metódico, disciplinado… En contadas ocasiones le sugerimos temáticas, como aquella vez que se cumplían sus 900 columnas. Otra ocasión fue cuando la revista se dedicaba a repasar los acontecimientos del año, como a finales de 2020, el año de la pandemia. Aquella columna arrancaba así: ‘Hace no demasiado —quizá en 2018— establecí una comparación entre los años transcurridos de este siglo y los correspondientes del pasado, y, admitiendo cuán mal nos pintaba todo, me daba con un canto en los dientes por no haber padecido nada equiparable a la Primera Guerra Mundial y a la gripe de 1918-20, que mató entre 50 y 100 millones de personas. No podíamos imaginar que algo semejante a aquella epidemia se iba a abatir sobre el mundo en 2020′. Sus columnas eran mezcla de temas de interés general y de asuntos que a él le interesaran personalmente. Elevaba los temas de actualidad”, dice Saile. Marías tenía la costumbre, señala, de enviar el primer texto de septiembre en el mes de julio. Fue el caso de su última columna en EL PAÍS. Su muerte acaeció el 11 de septiembre.

Pilar Reyes, su editora, dice que el columnismo de Marías nacía “desde la persona (el ciudadano, el escritor) que era. Una conciencia lúcida, muy original, que hablaba desde la libertad más radical, y que ayudaba a ver el mundo con otros ojos. Hizo de todo en la columna: conocíamos sus filias y fobias, nos dio sus opiniones políticas y sociales, escribió relatos… Si para él la literatura era imaginación, el articulismo era un espacio de pensamiento, estilo y crítica, no simplemente de reflejo inmediato de la actualidad. Sabía que era ampliamente leído (fui testigo de la gratitud de la gente por La zona fantasma) y era consciente de su responsabilidad. Nunca hubo banalidad ni tópicos en sus textos, se obligaba a pensar algo distinto siempre y con grandes dosis de humor… Reservaba un día de la semana para escribir la columna y siempre tenía alguna guardada, por cualquier cosa. Ese día era sagrado para él... Cada dos años publicábamos un volumen recogiendo todos los textos de ese periodo. Este fue más corto y no quisiéramos que así hubiera sido. Javier Marías falleció el 11 de septiembre de 2022, cuando se publicó su última columna titulada "El más verdadero amor al arte", sobre otra de sus grandes pasiones y oficios: la traducción”. La cubierta del libro es un cuadro de C. Eckesberg, de 1845. “Hemos querido seguir su estética, pensando lo que le hubiese gustado a él. Lo vimos con mucho detalle con Carme López Mercader, su pareja. Era nuestra manera de rendirle homenaje”.

La muerte de Javier Marías fue una devastación para la literatura, para los lectores, para sus innumerables amigos, para su mujer, Carme... Agustín Díaz Yanes lo dijo así: “Pertenezco a ese grupo de personas que, después del fatídico 11 de septiembre del 2022, se levantan todos los domingos con la desazón de no poder leer a JM en el PS. La única posibilidad de rellenar ese vacío es, en mi opinión, releer cada domingo uno de sus artículos ya publicados”.

domingo, 30 de noviembre de 2025

Cuatro sintechos hablan de su vida

 “Vivir en la calle es como estar en una cárcel porque pierdes el control de tu vida”, en El País, por Natalia Junquera, Madrid - 30 nov 2025:

Los cuatro protagonistas del documental de Richard Gere sobre personas sin hogar en España relatan a EL PAÍS cómo terminaron durmiendo al raso y qué significa para ellos volver a tener una llave en el bolsillo.

Pepe, de 66 años, señala el portal de la tienda donde estuvo durmiendo al raso, el mismo lugar en el que, una noche, recibió una paliza y donde muchos días pensó si no era mejor morirse. Está en la misma calle madrileña (Bravo Murillo) en la que tuvo un bar durante 20 años. “Cerré en 2019. Empecé a trabajar repartiendo periódicos y comida para una empresa francesa, pero llegó la pandemia y me quedé sin los dos trabajos. Cuando se me acabó el dinero, me echaron del piso de alquiler donde estaba y me vine a esta esquina. A mi familia no le dije nada, quería resolver el problema solo, pero una vez que estás en la calle es muy difícil salir. Por aquí pasaba gente que conocía de cuando tenía el bar, y que incluso me había pedido ayuda, pero muchos miraban para otro lado, hacían como que no me habían visto”. Pepe es uno de los cuatro protagonistas de documental que el actor Richard Gere y su esposa, Alejandra, acaban de presentar junto a la entidad Hogar sí: Lo que nadie quiere ver. Los cuatro tienen perfiles muy diferentes, lo que demuestra que en el llamado sinhogarismo, que afecta a 37.000 personas en España, según el cálculo de la entidad, no hay perfil. EL PAÍS pasó un día con ellos. Esta es su historia.

La primera noche en la calle

“La primera vez que mi madre me echó a la calle tenía 12 años”, relata Mamen, de 54, malagueña de la barriada de Los Girasoles. “Recuerdo dar vueltas de noche, muy asustada, cerca del colegio. Unos chicos me vieron, me trajeron mantas y se pusieron a cantar y tocar la guitarra para que dejara de llorar”. Ha pasado más de dos décadas sin hogar.

Javi, de 52 años, cuenta que todo empezó a torcerse al separarse de la madre de su hijo. “Tenía una hipoteca, una pensión que pagar y dos trabajos, pero no me daba. Cuando me vi sentado en un banco, sin tener a dónde ir, no me lo creía. Pensaba: ‘¿Cómo he acabado aquí?’. Era como un mal sueño. Luego pasa un día y otro y otro y te vas acostumbrando. En total, he estado cuatro años y pico así, con idas y venidas“.

Latyr, senegalés de 52 años, relata que se vio en la calle por una estafa. “Yo había estudiado económicas en París y trabajaba en Bruselas con proyectos de la Comisión Europea para países menos desarrollados. Hablo inglés, francés, español, flamenco y dos lenguas africanas”. Cuenta que unos amigos estadounidenses le pidieron ayuda para invertir en España, pero lo hicieron con un cheque falso. “Mientras duró la investigación, cuatro años, tuve que entregar mi pasaporte y acudir cada mes al juzgado. En España no conocía a nadie, así que cuando se me acabó el dinero, terminé durmiendo en una tienda de campaña en un parque. Tenía mucho miedo, no sabía qué hacer...”.

“Estás en la calle, al aire libre”, prosigue Latyr, “pero de alguna manera es como estar en la cárcel porque pierdes totalmente el control de tu vida. Cualquier cosa que antes hacías sin pensar, mecánicamente, como ducharte, desayunar, ir al baño... de repente se vuelve muy complicado. Como me daba vergüenza pedir a la puerta de un supermercado, para conseguir algo de dinero acudía los días de mercadillo a ayudar a descargar camiones o me ponía a señalar sitios libres por si alguien me daba una moneda por ayudarles a aparcar”.

“Una temporada”, recuerda Mamen, “viví en una cueva en Málaga, entre ratas. En ese momento trabajaba cuidando a una persona mayor, así que me despertaba, bajaba la cuesta para ir a ducharme a la Cruz Roja y me iba a currar. Cuando terminaba, con toda mi pena, volvía a la cueva”.

Pepe recita de carrerilla los sitios de Madrid donde hay fuentes —“cada vez menos”—, baños públicos, duchas. “Mi obsesión”, recuerda Javi, “era estar afeitado, limpio. Para mí era más importante el cómo te ven que comer porque descubres que puedes estar una semana sin llevarte nada a la boca y que no te pase nada. Trabajé de muchas cosas, incluso disfrazado: de Papa Noel, de perrito caliente, de vampiro, en un circo...”.

Los peores momentos: matarratas y agresiones sexuales

“En la calle”, explica Pepe, “aprendes a conocer a la gente según la ves, y los hay muy buenos y muy malos”. “Los que me pegaron la paliza eran cuatro chavales jóvenes. Salían de una discoteca que estaba cerca, me tiraron los cubatas encima y luego me patearon. A partir de ese momento, yo me ponía la alarma en el móvil para despertarme antes de que cerrase la discoteca e irme un par de horas por ahí, para que no me vieran”.

A Javi estuvieron a punto de matarlo. “Una señora mayor que vivía por el barrio me trajo un día unas lentejas. Al probarlas, me supieron raro y me dio miedo que la mujer se intoxicara. Lo comenté con otra chica que pasaba mucho por donde yo estaba y que trabajaba en un laboratorio y se las llevó para analizarlas. Resultó que tenían matarratas. Me enteré porque cuando la señora volvió, se acercó la policía, a la que había avisado la chica del laboratorio, y cuando le empezaron a preguntar, la mujer mayor dijo: ‘Hay que terminar con esta lacra’. Creo que no estaba muy bien de la cabeza porque no entiendo que quieras hacerle daño a alguien a quien ni siquiera conoces”.

El peor momento de Latyr fue cuando enfermó. “Yo tenía EPOC [Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica] severa y en una revisión, tras hacerme unas pruebas, me detectaron cáncer de pulmón, pero el oncólogo me dijo que estando en la calle no podía recibir el tratamiento de quimioterapia y radioterapia porque me mataría. Necesitaba comer bien, descansar... para poder aguantarlo”.

Es difícil señalar un peor momento en la vida de Mamen. Con 17 años, se quedó embarazada en una violación y se casó con el agresor para alejarse de su madre, que cuando era niña, relata, la ataba a la cama cuando ella salía y luego le daba palizas por hacerse sus necesidades encima. Su primer marido era traficante de hachís. Su segunda pareja la maltrataba. Los tres terminaron en la cárcel. “En prisión me quitaron a mi hija pequeña para darla en acogida. No la volví a ver. Se llama Mireia y ahora tiene 15 años. Todas las noches pienso en ella”.

Cuando salió, durmió al raso en Málaga, Córdoba, Sevilla, Jaén, Almería... “Una vez que estaba durmiendo en la playa, dentro de un saco, llegó un hombre y empezó a meterme mano. Quería violarme, pero logré escapar. Y estando en Málaga, dos chicos me metieron en un coche, me llevaron a un descampado y me desnudaron. Aún no me lo explico, pero logré huir. Cuando me vio una pareja mayor, ensangrentada, desnuda, me echó una manta, me subió a su casa y llamó a la Guardia Civil. No sé cómo estoy viva”.

Y los mejores: “Volví a sentirme persona”

No se emocionan al relatar las palizas o las perrerías que les hicieron mientras estuvieron en la calle, pero sí al recordar algunos buenos gestos de la gente que se cruzaba con ellos, unos destellos de humanidad entre miles de días largos, muy largos. “En uno de los cajeros en los que estuve durmiendo en Málaga”, cuenta Mamen, “hubo un grupo de vecinas que me ayudaron muchísimo. Me traían el desayuno y si estaba dormida, me lo dejaban con mucho cuidado al lado, para no despertarme... Lo pienso ahora y se me ponen los pelos de punta”.

En una ocasión que Pepe llevaba cinco días sin comer y pensaba en tirar la toalla, se le acercó una mujer. “Me trajo un cocido que me devolvió la vida y ahora cuando la veo por el barrio, siempre charlamos un rato y se lo recuerdo. Otra vez se sentó al lado una familia en una terraza y de repente la niña se acercó, abrió su bolsito y me dio cinco céntimos. Ahí se me cayó el alma”.

Para Javi, lo mejor que le pasó en la calle fue conocer a una familia. “Un día un hombre que me dijo: ‘Lo siento, no puedo ayudarte mucho’. Yo le dije que no se preocupara y le pregunté si podía ayudarle yo en algo. ‘Pues tengo un mueble que no puedo bajar a la calle solo’. Le ayudé, claro, y quería pagarme un dineral, pero le dije que no. A partir de ese momento, cuando pasaban por delante su hija y sus nietos siempre se paraban a hablar conmigo. Me hicieron sentirme persona otra vez”.

Javi y Pepe relatan que una de las secuelas que les provocó la calle fue quedarse sin voz. “Si no utilizas las cuerdas vocales, si te pasas un montón de tiempo sin hablar con nadie, eso se atrofia. En Alicante, donde estuve seis meses”, recuerda Javi, “todo el mundo pensaba que era mudo”.

La nueva vida

Gracias a la ayuda de Hogar sí en colaboración con los Servicios Sociales los cuatro han conseguido tener una cama, una llave en el bolsillo, un buzón. Volver a existir, dejar de ser invisible, explica Pepe, no es fácil. “Tenía deudas con Hacienda y en Hogar sí me ayudaron a ir arreglando los papeles. Menos mal, porque para que te dieran uno necesitabas tres. Me explicaron cómo pedir un abogado de oficio y a tramitar la jubilación. En cuanto tuve una cama, retomé el contacto con mi familia, que me echó una buena bronca por no haberles pedido ayuda. Ahora trato de ayudar yo a la gente sin techo que veo cuando paseo”. Lo cuenta en la cafetería Mil delicias, a la que acude cada día a tomar café porque cuando estaba en la calle se lo llevaban a él. Cuando entra por la puerta, Sheyla González y Mileidy Guamo, las camareras, le saludan con cariño. Quiere apuntarse al IMSERSO, aunque se conoce bastante bien España. “De joven trabajé una temporada colocando en los quioscos los toldos de EL PAÍS”, revela al final de la entrevista.

Latyr terminó el pasado febrero el último ciclo de quimioterapia. “Ahora estoy bien, el tumor se ha estabilizado, vivo en Córdoba, con mi novia, y si todo sale bien, en enero empezaré a trabajar de intérprete. Lo que más disfruto es la libertad, la rutina de tomarme un café por la mañana o ducharme sin tener que pensar cómo o dónde voy a poder hacerlo”.

Mamen cuenta que ha hecho cursillos de camarera y para trabajar en un hotel. “En mayo hace dos años que tengo techo. Cuando noto la llave en el bolsillo, me pellizco, aún no me lo creo”.

Javi trabaja de repartidor y paseando perros. “Esta llave para mí significa todo porque cuando me ayudó la gente de Hogar sí yo ya me estaba rindiendo. Una de las cosas que más disfruto ahora es cocinar”.

Una encuesta reciente de 40dB. para Hogar sí (1.500 entrevistas online) reveló que un 22,4%, es decir, el equivalente a nueve millones de personas, habían tenido que alojarse temporalmente en casas de conocidos por motivos económicos; que un 10,9% (4,5 millones) habían dormido en coches o portales; un 10,1% (4,1 millones) habían dormido al menos una noche en su vida en la calle y un 8,1% (3,3 millones) habían acudido a algún alojamiento de emergencia (albergues). Pepe, Javi, Mamen y Latyr insisten en un mensaje final: esto le puede pasar a cualquiera. Un problema que se junta con otro, una mala racha, la vergüenza que impide pedir ayuda... y una vez en la calle, es muy difícil salir. Por eso aceptaron participar en el documental, aunque al principio pensaron que les estaban tomando el pelo. “Imagínate que te llaman”, dice Pepe, “y te preguntan que si quieres salir en una película con Richard Gere. Pero era verdad”. Mamen recuerda que la primera vez que lo vio en Pretty Woman, pensó: “Qué tipo más guapo y qué pinta de buena persona. Cuánto me gustaría conocerlo. Y mira por dónde...”.

Entrevista al cineasta Costa-Gavras

 Costa-Gavras: “Lo siento, pero Trump es la personalidad que mejor define nuestra época”, en El País, por Miquel Echarri, 30 nov 2025:

Lleva seis décadas retratando con su cine las convulsiones sociales y políticas del mundo. Lo que ve hoy tampoco le gusta, pero asegura mantener la esperanza en el ser humano.

Costa-Gavras lleva más de seis décadas resistiéndose a los finales felices. Lo ha hecho en su cine, una brillante escuela de estoicismo y melancolía: “Todas las historias acaban mal”, concede el cineasta griego, “porque incluso nuestros éxitos más rotundos acabarán siendo derrotados por el tiempo, que es un enemigo formidable. El happy end del cine estadounidense, además de una convención narrativa, es una gran mentira que nos infantiliza y pretende aportarnos un falso consuelo. Yo me he resistido a esa lógica empobrecedora en mis películas. Pero tampoco soy un nihilista, no pretendo deprimir a mis espectadores. Siempre intento dejarle un resquicio a la esperanza. Creo que los esfuerzos humanos, los actos de dignidad y de valentía, no son estériles. La vida es una lucha, y cada nuevo día nos ofrece la oportunidad de seguir luchando”.

Estas palabras adquieren un cierto dramatismo cuando las pronuncia un hombre de 92 años, inquilino, según nos dice él mismo, de un barrio muy cercano a la muerte. Pero Konstantinos Gavras, Costa-Gavras, nacido en la Arcadia griega en 1933, las pronuncia con aire festivo. Para él, estar sentado en la sala de los tapices del Alcázar de Sevilla posando para las fotos y charlando con un periodista es “un raro privilegio”, porque le llega en un momento de la vida en el que ya no tiene expectativas y, por tanto, disfruta “del instante, de la extraordinaria aventura de estar vivo”.

Hoy ha sobrevolado una ciudad “magnífica” como Sevilla, ha visto desde el avión los cultivos de la vera del Guadalquivir y a esos abnegados agricultores que le parecen “soldados en la trinchera contra el cambio climático”. Contempla los tapices de la conquista de Túnez y encuentra en ellos “el cine de la época, una forma de arte que pretendía ser popular y a la vez mostrar el mundo en toda su complejidad y su belleza”. Ha viajado, además, junto a su compañera de vida, Michèle Ray, periodista legendaria, productora de gran parte de sus películas y madre de sus tres hijos. Y está a punto de recibir (se lo entregan el día después de su entrevista con El País Semanal) el Giraldillo de Oro del Festival de Cine Europeo de Sevilla, un reconocimiento al conjunto de su carrera: “Sí, el de hoy está siendo un buen día”, concluye Gavras, “pero déjeme puntualizar que yo no he tenido una carrera, sino un recorrido vital en el que, entre otras cosas, he hecho mucho cine. Supone un gran honor que se celebre mi trabajo, y me conmueve muy especialmente que ocurra en España, porque este es el primer país al que viajé como asistente de dirección, siendo aún muy joven. Estuve en Torrevieja, en Madrid, en Sevilla y en el desierto andaluz, así que volver aquí, traído de nuevo por el cine, 65 años después, equivale a cerrar un ciclo”.

“Incluso nuestros éxitos más rotundos acabarán siendo derrotados por el tiempo, que es un enemigo formidable”, dice Costa-Gavras.

Costa-Gavras debutó como director con un primer largometraje (Los raíles del crimen, 1965) en el que, según asume ahora, “se percibía aún la influencia del cine estadounidense, con su obsesión por la simplicidad narrativa y por embellecer el mundo”. Luego vendrían 19 películas más, cada vez más personales y, en cierto sentido, “más europeas, más dialécticas y menos complacientes”. La mayoría de ellas, de Z a La confesión, Estado de sitio, Desaparecido, Hanna K., La caja de música, Amén, Arcadia o El capital, pueden interpretarse como capítulos de una crónica dramatizada de las grandes convulsiones políticas y sociales del siglo XX y lo que llevamos de XXI, del golpe de los coroneles en Grecia a las purgas estalinistas, la injerencia estadounidense en América Latina, el Holocausto, el auge de la extrema derecha o la ocupación de Palestina. La más reciente, El último suspiro (Le dernier souffle, 2024), reivindica el derecho a morir con dignidad y, sobre todo, “el imperativo moral de abordar la muerte con responsabilidad y madurez, sin convertirla en un absurdo tabú que nos impide despedirnos bien de la vida y de las personas que nos importan”.

Como buen patriarca del cine europeo, ya ha escrito su autobiografía, Ve adonde sea imposible llegar. Es, según nos cuenta, “la historia de un extranjero que, al llegar a Francia, se sintió tratado por vez primera como el ciudadano de una democracia, no como el súbdito de un estado policial, y encontró en el cine algo a lo que dedicar su vida”. Ha repasado a conciencia el sentido de su propia historia, pero, según asegura con buen humor, aún no ha empezado a plantearse cómo le gustaría ser recordado: “He querido contar quién soy, cómo soy, porque dejar constancia de tu paso por el planeta y del valor de tu experiencia me parece una tarea noble. Pero soy consciente de que las personas pasan y dejan, en el mejor de los casos, una pequeña parte de lo que hicieron en vida, como los tapices de esta sala. No sé si mis películas perdurarán. Yo creo que algunas de ellas están bien hechas y pueden resultar valiosas, pero quién sabe. Si nos remontamos a los orígenes del cine, muy pocas películas y muy pocos directores han perdurado. Así que tal vez mis obras vayan a ser como mariposas que brillan un instante y luego se extinguen, cosa que tampoco supondría ninguna tragedia, porque vendrán más cineastas y traerán mariposas nuevas”.

“La neutralidad no siempre es moralmente legítima. Yo siempre dejé claras mis simpatías, por eso se dice que mi cine es político”, dice Costa-Gavras.

¿Cuál de sus mariposas rescataría del olvido para enseñársela, por ejemplo, a los estudiantes de cine que hoy tienen alrededor de 20 años?

[Piensa un instante, posando una vez más la mirada en los tapices]. Creo que Hanna K. Sí, Hanna K., porque es una película del pasado que podría ayudarlos a entender un poco mejor el presente. No quiero atribuirme cualidades proféticas, pero el caso es que rodé esa película en Jerusalén, en 1982, y ya intuí que el conflicto entre Israel y los palestinos iba a enquistarse y recrudecerse. Sencillamente, percibí algo siniestro a mi alrededor, en el odio larvado entre las dos comunidades, en esa coexistencia tensa, con desconfianza mutua y sin canales de interacción y diálogo de ningún tipo. Judíos y palestinos hablaban conmigo, pero no entre ellos. Uno de mis asociados, un israelí de origen ruso, me enseñó su pistola y me dijo que nunca salía a la calle sin ella, porque los palestinos, todos ellos, suponían una amenaza permanente. Creo que el desenlace de la película muestra de manera muy nítida ese clima de hostilidad y de paranoia que se respiraba por entonces y que ha acabado teniendo efectos tan nefastos como la actual guerra de destrucción de la Franja de Gaza.

Es curioso que elija usted como emblema de su cine una película que fue muy contestada en su día y que fracasó en taquilla.

Cierto. Apenas duró una semana en los cines de Estados Unidos, y no le fue mucho mejor en Europa. Los grupos de presión judíos la boicotearon, pero tampoco gustó a los árabes ni a la izquierda propalestina, porque la película no pretendía tomar partido, sino dramatizar un conflicto complejo y mostrarlo en toda su complejidad, con sus matices, planteando preguntas en lugar de ofrecer respuestas fáciles.

¿Es esa una de las grandes constantes de su cine, la resistencia a tomar partido cuando ese posicionamiento militante implica sacrificar los matices?

Digamos que sí. Aunque tampoco me he planteado nunca hacer un cine equidistante. Cuando he abordado temas controvertidos, como el colaboracionismo francés durante la Segunda Guerra Mundial [en Sección especial], el apoyo de la CIA a la represión de la disidencia en Uruguay y Chile [en Estado de sitio y Desaparecido] o el repunte de la violencia racista en los Estados Unidos de Ronald Reagan [en Betrayed], creo que dejé muy claro de qué lado estaban mis simpatías personales, porque la neutralidad no es siempre una postura humana ni moralmente legítima. Supongo que por eso suele decirse tan a menudo que el mío es un cine político, comprometido o de denuncia.

¿Y no lo es?

Solo en el sentido en que me comprometo con la realidad de mi tiempo, que trato de comprenderla y de explicarla. Pero no es un cine partisano ni dogmático. Además, aunque me he ido distanciando gradualmente del cine estadounidense, nunca he perdido de vista que mis películas son arte, son espectáculo, no discurso intelectual ni político. Tienen que responder a la lógica de la dramatización y resultar potencialmente atractivas para el público.

¿Piensa usted en el público?

Sí. Hasta cierto punto. Seguro que en mayor medida que mis contemporáneos de la nouvelle vague, Godard, Truffaut y demás, que entendían sobre todo el cine como un lenguaje artístico en proceso de evolución e hicieron, en consecuencia, películas muy formalistas, concebidas como ejercicios de estilo y arte de vanguardia, aunque algunas de ellas fueron populares en su día. Yo, en cambio, sentía el impulso de mostrar el mundo a través de mi cine, contar la historia de nuestras sociedades, nuestras ciudades, nuestros barrios. Pero, dicho esto, creo que a la hora de hacer películas tampoco he tenido demasiado presentes las supuestas expectativas del público, entre otras cosas porque las desconozco. Hago el tipo de películas que a mí me gustaría ver, yo soy mi primer espectador, aunque es cierto que las hago con la esperanza de que gusten a la gente.

Usted estuvo muy vinculado en los inicios de su carrera a una cierta izquierda intelectual francesa. Yves Montand, Simone Signoret, Jorge Semprún…

Sí, eran mis amigos, mis mentores, mis primeros compañeros de viaje en el cine y en la vida. Simpatizaban con las causas de la izquierda internacional, sin duda, pero no eran dogmáticos. A Semprún, un exiliado, como yo, ya le habían expulsado del Partido Comunista español, y Montand viajó a la Unión Soviética y volvió desencantado al encontrarse allí una tiranía grotesca, no como mis compañeros burgueses de la Facultad de Literatura de la Sorbona, que hacían turismo revolucionario ingenuo y querían convencernos de que aquello era la verdadera democracia y el paraíso social en la Tierra. No lo era.

Esa distancia crítica empezó a hacerse muy visible en La confesión, su película de 1970 sobre los juicios de Praga y, en general, la represión estalinista. La prensa del Partido Comunista Francés se cebó con la película, pero no sin antes reconocer que, pese a todo, usted seguía teniendo el corazón a la izquierda.

Sí, me trataron con condescendencia, como a una oveja descarriada. Me perdonaron la vida. Aunque el secretario general del partido, Georges Marchais, un hombre que seguía de forma acrítica las directrices de Moscú, sí dijo que la mía no era una película comunista, lo que equivalía a una condena en toda regla. Bien, yo le hubiese contestado que por supuesto que no lo era, y que tampoco pretendía serlo, pero preferí callarme por respeto a algunos de mis cómplices en esa aventura creativa que sí eran comunistas.

Cincuenta y cinco años después, ¿su corazón sigue estando a la izquierda?

Sigue ahí dentro [se señala el pecho con una sonrisa], un poco escorado a la izquierda, pero no muy lejos del centro. Y le llega sangre de todo el cuerpo. Mire, a mí me gusta escuchar a todo el mundo, sopesar las razones de unos y otros y luego tomar mis propias decisiones. Como Montand, como Semprún, he intentado no ser nunca dogmático, no perder la capacidad de pensar por mí mismo y de seguir escuchando.

¿La izquierda política le ha decepcionado?

Sin duda. Hay un activismo progresista con el que sigo simpatizando, sobre todo con los que se comprometen contra el cambio climático, contra el racismo, contra el populismo identitario, a favor de una cierta equidad. Pero en Francia, donde he pasado casi toda mi vida, la izquierda política ha entrado en una deriva ridícula. Creo que François Mitterrand, un hombre con virtudes y defectos, tuvo un impacto positivo sobre la cultura y sobre el clima de convivencia, dejó un legado. Pero sus sucesores en el Partido Socialista, Hollande y compañía, han echado a perder ese legado con su torpeza, su intransigencia y su falta de ideas. Hoy, la derecha radical está a un paso de llegar al poder en Francia, liderada además por un joven radical de 30 años como Jordan Bardella, sin estudios ni cualidades intelectuales y humanas de ningún tipo más allá de su oportunismo y su falta de escrúpulos. Y la izquierda francesa tiene parte de culpa en ese desastre, porque no ha sido capaz de articular una alternativa sensata, progresista y humana.

¿La democracia peligra en Francia?

Me temo que en Francia y en todo el mundo occidental. Vivimos en un escenario preapocalíptico. Nuestra codicia está destruyendo el planeta y nuestra incapacidad para el diálogo está destruyendo la democracia, que es el mejor instrumento de convivencia en libertad que hemos sido capaces de crear. Hemos pasado de las ideas y el diálogo a la religión del dinero y el éxito, y la política ya no es más que otro escenario para esa lucha ciega de todos contra todos que está en la esencia del capitalismo.

¿Hemos destruido el ágora?

¡Exacto! Hemos perdido de vista esa lección fundamental de la antigua democracia griega, el ágora entendida como un espacio de intercambio libre de ideas, un lugar en el que se habla y, sobre todo, se escucha, en el que primero se delibera y solo después se vota. Nuestros Parlamentos ya no son ágoras, sino escenarios de confrontación agresiva, y los nuevos espacios de interacción social, como internet, tienden a aislarnos, radicalizarnos y hacer que nos respetemos cada vez menos unos a otros. Donald Trump, siento decirlo, es la personalidad que mejor define nuestra época, porque ha demostrado que no necesita dialogar con nadie, transigir con nadie ni respetar ninguna regla para hacerse con todo el poder en una democracia de 300 millones de habitantes y hacer con él lo que le apetece, sin inhibiciones ni límites. La perfecta metáfora de esa anomalía política que es Trump es ese vídeo en que se muestra a sí mismo en un avión bombardeando con excrementos a los que se manifiestan en su contra. ¿Hay algo menos democrático que un presidente que detesta a todo el que no le secunda y, además, presume de ello?

¿No merecería Trump una película de Costa-Gavras? Recuerda a esos villanos un tanto pueriles, extravagantes y caprichosos que abundan en su cine.

Sí, es un ejemplo de la banalidad del mal llevada al máximo. Pero resulta demasiado atroz, demasiado inverosímil, como para dedicarle una película. Ni siquiera existe la posibilidad de parodiarlo, porque él ya se parodia a sí mismo. Y, además, ese retrato del tirano pueril, que juega con el mundo por pura vanidad y egolatría aun a riesgo de destruirlo, ya lo hizo Charlie Chaplin en El gran dictador, y yo no me siento capaz de hacer algo comparable.

En una entrevista de hace 25 años se definía usted como un optimista cauto y escéptico. ¿Diría que aún lo sigue siendo pese a Trump, la crisis climática o la destrucción del ágora?

Sí. No he perdido mi fe en la vida y en la capacidad de regeneración del ser humano. Conservo la capacidad de indignarme cuando leo el periódico por las mañanas, no he caído en la resignación, y sé que hay ahí fuera miles de seres humanos más jóvenes que yo, con más energía y más futuro, que se indignan conmigo y están dispuestos a hacer algo para que las cosas cambien. Confío en ellos, espero que encuentren la manera de salvarnos del desastre.

¿Va a seguir usted contribuyendo a esa tarea común desde su propia trinchera? ¿Va a seguir haciendo cine?

¿Por qué iba a dejarlo? El cine no me parece una profesión, sino una pasión, así que no veo razones para renunciar a él. Eso sí, me resulta cada vez más difícil escribir en solitario, ahora que ya no tengo cómplices creativos como Jorge Semprún, Jean-Claude Grumberg o Franco Solinas. Pero sigo buscando historias interesantes escribiendo casi a diario, el tiempo dirá si de ese esfuerzo sale algo que pueda convertirse en una película.

¿Sobre qué escribe usted ahora mismo?

Sobre un momento decisivo en la historia de mi país, Grecia, al que no se ha dedicado toda la atención que merece. Es ese invierno de 1944-1945 en el que, tras la retirada de las tropas de Hitler, el ejército británico y las milicias comunistas se enfrentaron por el control del país en lo que acabó siendo el prólogo de una guerra civil. En esos meses se decidió el destino de Grecia y yo quiero hacer una crónica de aquella oportunidad perdida, porque el resultado de esa guerra dentro de otra guerra fue el país en que crecí y del que tuve que exiliarme.

¿Ya no hará la película española, sobre la Guerra Civil, el franquismo o la Transición, de la que ha hablado usted a lo largo de los años?

No. Iba a hacerla con Semprún. Sin él no puedo hacerla.

¿Y su película de época ambientada en Bizancio?

Esa es una de las que me gustaría hacer, sí. El problema es que se trata de un proyecto muy ambicioso y, lógicamente, no sé de cuánto tiempo dispongo.

Su compañero de profesión, y creo que amigo, Manoel de Oliveira, dirigió cuatro películas siendo ya centenario, y eso que antes de las dos últimas se tomó un año sabático porque quería, según dijo, pasar más tiempo con la familia.

Sí, Manoel era un buen amigo. Hizo cine hasta el final, y siempre pensó que no había ninguna razón de peso para dejarlo. De hecho, el único festival al que no acudió estando invitado fue porque había enfermado no él, sino su hija. ¿No es esa una manera magnífica de irse de este mundo? Con proyectos e ilusiones hasta el último día. 

Tres muertos más por Bullying

 Amigos de las dos adolescentes aparecidas muertas en Jaén aseguran que sufrieron ‘bullying’ en el instituto.  En El País, por Ginés Donaire, Jaén - 30 nov 2025:

La Policía afirma que las alumnas de 16 y 15 años, a las que hoy se vela, se habrían suicidado en un parque de la ciudad.

Media docena de amigos amigos y compañeros de las dos jóvenes, de 15 y 16 años, que aparecieron muertas la madrugada del sábado en un céntrico parque de Jaén han asegurado a EL PAÍS que las dos habrían sufrido bullying escolar recientemente. La propia Policía Nacional confirmó el sábado que la muerte de las dos adolescentes se produjo por suicidio, aunque todavía se mantiene abierta la investigación de un caso que está bajo secreto de sumario.

“Rosmed sufrió bullying en su anterior instituto, en El Valle, y es algo de lo que no se había recuperado y estaba muy afectada por ello”, relata a EL PAÍS, consternado y emocionado, Andrés (nombre falso) un amigo de la joven de 15 años. Junto a un grupo de compañeros, Andrés muestra su dolor e incomprensión en el tanatorio donde se velan los cuerpos de las dos fallecidas. Él, que incluso participó en las tareas de búsqueda de las víctimas junto a sus familiares, sostiene que esa situación de acoso escolar también la habría sufrido Sharif, la otra adolescente de 16 años que también se quitó la vida. El resto del grupo asiente confirmando sus palabras.

En ambos casos se trata de dos adolescentes jiennenses cuyas familias son de origen colombiano, aunque las dos adolescentes nacieron en España. En Jaén hay una comunidad colombiana numerosa. El entierro de Sharif tendrá lugar mañana lunes, mientras que aún se desconoce la fecha del sepelio de Rosmed, la más joven.

La Brigada Judicial de la Policía Nacional, que se ha hecho cargo de la investigación del caso, sostiene que en una primera inspección ocular no se aprecian signos de violencia externa y, aunque la investigación sigue abierta, parece ser que se descartaría la participación directa de terceras personas.

Otro joven se quitó la vida hace 20 días

Estas dos muertes han conmocionado a la sociedad jiennense, especialmente después de que el pasado día 10 se produjo el fallecimiento de otro adolescente de 16 años que se quitó la vida con un disparo en su vivienda de la zona norte de la capital. Y el acoso escolar que, según los testimonios recogidos por este periódico, habrían sufrido las dos chicas de Jaén recuerda al caso de Sandra Peña, la joven sevillana que se denunció tras haber denunciado acoso y que, posteriormente, la Junta de Andalucía comprobó que el colegio no había activado el protocolo. Actualmente, la Fiscalía investiga tanto al colegio como a las presuntas acosadoras.

Desde el Instituto San Juan Bosco de Jaén, donde estudiaban las dos fallecidas, se ha mostrado el dolor y tristeza “por la terrible pérdida de las dos alumnas de nuestro centro”. “Hoy es un día muy duro para la comunidad educativa. Sabemos que no hay consuelo posible en estos momentos, y menos en tal traumática pérdida. A estas dos familias rotas por el dolor, a sus compañeros y amigos de clase, a sus docentes, la comunidad educativa del IES os enviamos un enorme abrazo”, ha expresado el instituto en un comunicado.

El Ayuntamiento de Jaén ha decretado tres días de luto oficial (hasta el próximo martes) y un minuto de silencio, que tendrá lugar este lunes a las doce del medio día, una acción que también se repetirá a las puertas del instituto donde cursaban estudios las dos chicas. El alcalde de Jaén, Julio Millán, ha mostrado sus condolencias a las familias de las dos adolescentes y ha pedido que se deje trabajar a las fuerzas y cuerpos de seguridad en la investigación “especialmente, para no aumentar el dolor de familiares, amigos y allegados en estos complicados momentos”

También la Universidad de Jaén (UJA) ha manifestado “su más profundo dolor y consternación” ante la trágica noticia del fallecimiento de dos jóvenes menores de edad. “Somos conscientes de que no existen palabras que puedan consolar una pérdida tan prematura y desoladora, pero deseamos hacerles llegar todo nuestro apoyo en estos momentos de inmensa tristeza”, se indica desde la UJA. Como muestra de duelo y respeto institucional, la Universidad de Jaén decreta un día de luto oficial, por lo que las banderas de sus campus y edificios ondearán a media asta durante toda la jornada de mañana, 1 de diciembre.

De igual forma, la Representación Permanente en España de la International Human Rights Foundation (IHRF-España), la Agrupación de Psicólogos y Profesionales para la Acción (A.P.P.A.) y la Asociación Visibles Jaén LGTBIQ+ (Visibles Jaén) han mostrado su “profunda conmoción y pesar” ante el fallecimiento de las dos jóvenes. “Extendemos nuestras más sentidas condolencias a sus familias, amistades y a toda la comunidad afectada, a quienes trasladamos nuestro respeto y cercanía en este momento de honda tristeza”, han expresado en un comunicado.

Un 7,4% de la población de entre 12 y 20 años tiene un riesgo suicida elevado y el 6,5% ha intentado quitarse la vida, según el informe Infancia, adolescencia y bienestar digital, publicado por Unicef junto al Ministerio para la Transformación Digital, Red.es, la Universidad de Santiago y el Consejo de Colegios de Ingeniería Informática.

El teléfono 024 atiende a las personas con conductas suicidas y sus allegados. Las diferentes asociaciones de supervivientes tienen guías y protocolos de ayuda para el duelo.

sábado, 29 de noviembre de 2025

Entrevista a Gary Stevenson, economista defensor de elevar impuestos a los ricos

 Gary Stevenson: “La izquierda tiene un problema en cómo concibe a los hombres jóvenes”, en El País, por Xavi Sancho, 29 nov 2025:

Abandonó su exitosa carrera como corredor de divisas cuando entendió que desde su posición ayudaba a hacer más desigual el sistema económico global. Lo narró en sus memorias, ‘El juego del dinero’, y hoy es una de las más destacadas voces a favor del aumento de los impuestos a los más ricos.

Gary Stevenson nació hace 39 años en Ilford, uno de esos barrios obreros del este de Londres cuyo cielo se ensombrece por el perfil de los rascacielos de la City, a cuyas calles los niños de estas zonas solo sueñan con ir a repartir comida o a vender cosas ilegales. Entró a trabajar como trader en Citibank en 2008 con apenas 22 años gracias a un enorme talento para las matemáticas y una ambición casi igual de grande. En pocos años se convirtió en uno de los empleados más rentables (según él, el que más dinero generaba para su banco en el mundo) desde su puesto en la compra y venta en divisas.

Pero apenas cinco años después se hallaba deprimido y al borde del colapso en la otra punta del mundo. Le habían trasladado a Japón y su única ambición, como narraría más tarde en su best seller El juego del dinero (Península), era forzar su despido. Una noche le llevaron a un karaoke. Salió a cantar con desgana. Terminó. Se sentó. Entonces, se le acercó un veterano japonés de su compañía y le comentó que no es que cantara mal, ni siquiera que estuviera triste, sino que no entendía la naturaleza del karaoke. “Me dijo: ‘No se trata de cantar bien, sino de que tus invitados se diviertan”, recuerda Stevenson en la terraza del Yurt Café, a escasos metros de la casa que se compró en Limehouse —muy cerca de donde nació y desde la que se ve la torre de Citigroup— con parte del dinero que amasó apostando a favor del colapso del sistema económico global.

"Nos han intentado convencer de forma torticera de que es un debate entre vivienda asequible o derechos trans. Eso es una idiotez", afirma Stevenson.

“Una de las mejores cosas de una sociedad como la japonesa es que la gente se pasa mucho tiempo pensando en los demás. Y si se preocupan por ti, puedes pasar menos tiempo preocupándote por ti mismo. El egoísmo no lleva a la felicidad, debes preocuparte menos por si cantas bien o mal. Pero no soy Buda, soy igual de gilipollas que todos. Simplemente, he decidido consagrar mi vida a una misión”, explica. Esa misión es concienciar a la población de la necesidad de subir los impuestos a los más ricos. Stevenson quiere acabar con la desigualdad, porque está convencido de que, si eso se repara, el resto vendrá después.

Todo empezó con unos rudimentarios vídeos en YouTube hace cinco años, pero no fue hasta que en febrero de 2024 Penguin publicó su libro de memorias cuando la figura de aquel tipo rapado al tres, con tendencia a vestir como si fuera al gimnasio (o estuviera a punto de pedirte papel de fumar en algún parque) y con un marcado acento de clase obrera, empezó a llamar la atención del público y del establishment británicos. Un hooligan ilustrado. Financial Times publicó un largo artículo buscando desmentir la idea de que Stevenson fue el mejor trader del mundo, no fuera a ser que alguien se tomara en serio el resto de su discurso.

El libro fue número uno en el Reino Unido (en 2025 lo ha sido durante 11 semanas) y se publicó en 13 países. Pronto será una película y aquel rudimentario canal de YouTube cuenta hoy con 1,5 millones de suscriptores. Hace un mes, Stevenson paró para irse de vacaciones a Italia. Al cabo de dos semanas volvió para anunciar que cancelaba las vacaciones porque iba a producir un documental sobre impuestos para Channel 4. La mañana después de la entrevista (a finales de septiembre), aparecerá en el podcast de Zack Polanski, el flamante nuevo líder de los Verdes británicos. Allí anunciará el final de una era, de una idea de sociedad que afirma que ha colapsado. “El que tenga la propuesta más ruidosa ganará. Y ahora mismo está claro quién la tiene: Nigel Farage [líder del ultraderechista Reform UK] y los demás de su estirpe alrededor del mundo”.

Gary Stevenson se manifiesta como una nueva voz dentro de la izquierda, una conectada con la clase obrera, blanca y masculina, que ha decidido centrar su discurso solo en la desigualdad y la economía, algo que, como era de esperar, le ha granjeado algunas críticas. “Yo sé de economía. Conozco mi tema y me niego a hablar de cosas que no son mi tema. Mira, te llaman primero para hablar de lo tuyo; luego, si funciona, te llaman para ir a plató a las siete de la mañana, sentarte en un sofá y comentar 10 noticias. Lo hice una vez, otra… y dije que no lo hacía más. Cuando voy a las noticias y me toca hablar de derechos trans, inmigrantes o la familia real, eso empequeñece que soy un experto en economía, en esa cosa concreta. Y no quiero que mi discurso se diluya porque prácticamente soy el único que trata estos temas. Pero que me centre en la desigualdad no significa que no crea que el cambio climático es importante. Es solo que de eso sé menos”, afirma, y añade: “Nos han intentado convencer de forma torticera de que es un debate entre vivienda asequible o derechos trans. Eso es una idiotez. La verdad es que la vida es dura para hombres y para mujeres y hay que entender por qué son infelices todos. Hay mucha gente infeliz que quiere un cambio. Y la extrema derecha no va a mejorar la vida de nadie. Estamos jodidos porque van a votar a quien va a empeorar sus vidas y eso hay que cambiarlo ya. La izquierda debe dejar de hablar de votantes de Trump y empezar a escuchar a los votantes de Trump”.

Esta propuesta le ha valido en las últimas semanas un aluvión de críticas de individuos que se alinean con sus ideales económicos pero que no están dispuestos a acercarse a un segmento de la población supuestamente machista, racista y xenófobo con el fin de frenar la subida al poder de un partido machista, racista y xenófobo. Pero en la cosmovisión de Stevenson esto tiene sentido. Al final, todo surge de nuestro mayor o menor bienestar económico, incluso nuestras ideas más perversas e intransigentes.

Lo mismo que hace a Stevenson incómodo le hace especial. Exuda una masculinidad alfa desde las primeras páginas de su libro, concebido como una mezcla entre Uno de los nuestros y El lobo de Wall Street, dos filmes cuyo mensaje ha sido subvertido hasta convertirse en biblias fundacionales de la estirpe criptobro. Proclama que la esencia de su discurso es que tiene razón. Y no se explica aún por qué ningún partido político no ha contado con sus servicios. Hay una petulancia en su puesta en escena que resulta tremendamente contracultural con la esencia que se le supone al progresismo actual. “Alguien me dijo el otro día en una charla en Newcastle que el problema de la izquierda es que no llegaba a los hombres jóvenes. Creo que los hombres jóvenes en ciertos espacios de la izquierda sienten que no son bienvenidos. Me ha pasado a mí. Es jodido, pero es verdad. Hay una especie de racismo. Yo nunca quise tener a los hombres jóvenes como público mayoritario, aunque es verdad que muchos hallan un espacio en mi canal. Y esto viene de que la izquierda tiene un problema en cómo concibe a los hombres jóvenes. No ganan dinero y en la izquierda no los aceptan. Entonces llegan Reform, o Vox, o Chega, y les dicen: ‘Aquí sí os queremos”.

A quienes afirma recoger él en su canal de YouTube es a muchos de esos chavales que han crecido adorando a multimillonarios como Elon Musk, para quienes el único símbolo de estatus, casi el único bien cultural que queda en pie en el siglo XXI, es el dinero. “Con 18 años puedes creer que serás billonario de mayor. Pero si a los 26 aún lo crees, es que tienes un problema. Soy poco popular entre la gente de menos de 26. Eso sí, me va muy bien con los que ya se han dado cuenta de que este juego está trucado, que no vas a ganar”.

Otro elemento que provoca que Stevenson se perciba con cierta discordancia dentro del ecosistema progresista actual es su forma de navegar nuestra relación con el pasado, su ubicación en el debate de si estamos mejor o peor que nuestros padres. El inglés siente nostalgia, pero no de aquellos veranos en el pueblo de los abuelos, ni de la supuesta sinceridad de una vida sin fines de semana patrocinados por Ryanair ni suscripciones a Netflix y Uber Eats. Lo que añora es un sistema impositivo que, afirma, era más justo. “Miro a la generación de mi padre y creo que la mayoría no estaba para nada obsesionada con el dinero. Para ellos, lo importante era el trabajo. Trabajas duro y mantienes a tu familia. Ahora trabajas duro y no ganas dinero. Te están diciendo que si no logras ganar mucho dinero eres un fracasado, pero la verdad es que, sin dinero familiar, sin conexiones, es complicadísimo hacerse rico. Debemos comunicar urgentemente que la verdad del asunto es que la mayoría del dinero hoy se basa en lo que heredes. Si se entiende esto tal vez se pare de juzgar a los demás y a uno mismo por lo que gana. Y ahí, volviendo al asunto de los hombres, esto de no ganar provoca más frustración entre ellos, y es una de las grandes causas de las crisis de las masculinidades que vivimos. Hombres y mujeres reciben el mensaje de que si no se hacen ricos son una mierda. La diferencia es que los hombres lo llevan peor”, sentencia.

En febrero de este año acudió al programa de Piers Morgan, ruidoso comunicador de la derecha anglosajona que fue editor de News of the World o el Daily Mirror. Allí debía debatir con el comentarista conservador Dave Rubin, célebre por acuñar el término “izquierda regresiva”. Recuerda el autor de El juego del dinero que la emisión iba con retraso y que estuvo una hora en el camerino viendo el programa y tratando de entender qué tipo de trampas les tendían a los activistas de izquierdas que iban desfilando por el plató siendo ninguneados, cuando no ridiculizados. Tal vez a estos no les importaba entrar en conflicto o padecer las chanzas de Morgan porque entendían que ese no era su público, que su única labor allí era performativa. Cuando volvieran a su círculo, ellos también se echarían unas risas con lo acontecido en el plató.

Pero Stevenson no iba a hacer eso. “Siempre buscan activistas de izquierdas que encajen en su estereotipada idea de lo que es eso, alguien con el pelo azul, transexual… Y buscan enfadarlo y llevarlo a decir algo escandaloso que haga que su público se indigne. Luego ellos pueden decir: ‘Mira, la izquierda es así’. Y eso les es muy fácil porque hay muchos activistas que caen en esa trampa. Así que pensé: voy a escuchar y no caeré en su juego. Me preguntaron si me gustaba Trump, respondí que no lo conocía en persona; luego, que si me gustaba Musk, lo mismo, no tengo el placer… Al final, les dije que todos en esa mesa éramos millonarios y que el mundo sería un lugar mejor si pagábamos más impuestos. Creo que no les gustó que me metiera en el mismo grupo que ellos, pero no fueron capaces de contradecirme”, recuerda el autor, que es miembro en su Reino Unido natal del grupo Patriotic Millionaires, formado por ricos que quieren pagar más impuestos.

De su exposición al establishment mediático salió reforzado. En cambio, de momento sus intentos por adosarse a algún proyecto político desde el que imponer su agenda han sido menos exitosos -aunque cada vez se encuentra más cerca de los Verdes de Polanski, que se están disparando en las encuestas-. Le duele que, antes de escribir el libro, le ningunearan en el laborismo y, en cambio, una gran corporación como Penguin sí apostara por él y le diera un cuantioso adelanto, aunque el libro fuera, en esencia, la historia de un tipo que entra en el sistema financiero global y descubre que lo mejor que se puede hacer con todo eso es destruirlo.

Hasta hoy, afirma que nadie en el laborismo del premier británico, Keir Starmer, le ha llamado, y aunque está convencido de que una revolución interna cambiará el liderazgo del partido el próximo año, sus esperanzas allí ya son prácticamente inexistentes. “Nada va a funcionar si siguen jugando a ser sensibles y sensatos. Eso ya no vale. Desafortunadamente, para la izquierda moderada del mundo es más natural comprar el marco de la derecha que el de la gente que está a su izquierda. Mira, toda esta mierda de crecer, crecer, crecer, ya no se la cree nadie. ¿De dónde sale el dinero? Ya no hay tiempo. Todo se fue al carajo en la covid, cuando sabíamos que los gobiernos iban a tener que soltar mucho dinero, trillones, pero no nos preocupamos de en manos de quiénes iba a terminar. Nos encaminábamos hacia un mundo tremendamente desigual, pero eso lo aceleró todo. Esta desigualdad conlleva un freno a la movilidad social, lo que significa que esta sociedad ya no es capaz de colocar a la mejor gente en los mejores puestos de trabajo. Hoy no hay ninguna conexión entre lo inteligente que puedas ser y lo lejos que eso te pueda llevar. Estamos manejados por idiotas que han llegado a donde están por tener padres ricos. Así debió de colapsar el Imperio Romano”, sentencia Stevenson, quien tiene una cruzada personal en contra de los economistas desde que fue a Oxford a estudiar un máster, trató de debatir con algunos y la cosa salió regular. “La economía ha fracasado, y los economistas están evitando que hablemos de eso. No quieren que pase nada nuevo, y yo traigo ideas nuevas…, eso sí, ojo, Milei también”.

Algunos creen que es casi ya mejor dejar que ganen los Mileis de la vida, que arda todo…

¿Y cómo está yendo esa idea en Argentina? Como una mierda, así te lo digo. No soy experto en Milei, pero la verdad es que ver a esta gente caer no es suficiente. No vale con ver a tu enemigo inmolarse si tú no tienes un discurso que dar ante su caída.

¿Qué es lo que más teme de un gobierno de extrema derecha?

La extrema derecha tiene solo un espacio hacia el que moverse: más hacia la derecha. Siempre tienen una enorme retahíla de gente y entidades a las que culpar de todo: las universidades, los inmigrantes, las feministas, los medios de comunicación. Juegas con gran ventaja cuando puedes culpar casi a cualquiera de lo que está mal. Farage dice que va a frenar la entrada de refugiados, pero eso obviamente no va a mejorar la economía. Entonces, ¿qué hará cuando vea que nada va a mejor? Pues dirá que el problema real es la inmigración ilegal. Después, va a empezar a deportar a gente. Cuando el centro fracasa, como lo ha hecho, colapsa porque no tiene adónde ir. En cambio, la derecha siempre puede ir un poco más a la derecha. Ahí siempre hay más sitio.

¿Es esto lo que está pasando ahora mismo con la Administración de Trump?

Obvio, es mucho más radical que en 2016. Mi esperanza es que podamos usar a Trump. Lo que hay que ver es que el estándar de vida en EE UU no mejora y entender que, si Trump no lo consigue, la extrema derecha no lo logrará tampoco en Europa. El problema es que aquí no nos comunican que los estándares de vida en EE UU están desplomándose. Trump es nuestra oportunidad de señalar que la extrema derecha no mejora la vida de la gente. Pero no estamos construyendo ni el discurso ni la alternativa.

Tal vez porque aún no entendemos la globalidad de estas cosas. Uno piensa que los problemas de vivienda son peculiares en su territorio. En cambio, viendo su vídeo sobre vivienda en el Reino Unido, los paralelismos con España asustan.

Es muy curioso esto, porque en todas partes hay una crisis de vivienda y cada uno piensa que la suya es especial y única. No lo es. Lo que pasa es que hay una masiva compra de bienes global, porque ¿qué hacen los ricos? Compran y hacen que los precios suban. El problema es que tú no puedes competir con ellos por la compra de nada, incluida una casa, claro. Los más ricos no van a vivir en mil casas, pero pueden comprar mil casas.

¿Se arrepiente de no haber seguido su carrera como rapero?

No, era muy malo. Mi hermana es la buena. Esto se me da mucho mejor.

Hacer hablar

  I

 Alicia nunca pudo hablar en sus seis años de vida hasta que entró en un coro y empezó a cantar: “No voy a callar nunca”, en El País, por Rafa Ruiz-Matas, Madrid - 28 NOV 2025:

Las clases en el coro ArteSí con menores vulnerables ayudaron a una niña con un trastorno del lenguaje a sobreponerse a su diagnóstico y cantar con normalidad

Nadie la había escuchado pronunciar una palabra en los seis años que tiene de vida. Llamémosla Alicia. Solo se comunicaba con su familia a través de tímidos ruidos porque sufre un trastorno del lenguaje. Durante varios meses había trabajado con los servicios de atención psicológica de la asociación Olvidados, pero la terapia no logró que superase la barrera a la que se enfrentaba. La habían incorporado desde enero de 2025 a un coro musical, ArteSí se llama, en el que trabajó junto a niños y niñas de cinco a 15 años, donde gesticulaba aunque no saliera de su boca una sílaba. Simulaba cantar, parecía vocalizar, pero nadie escuchaba su voz. Esa voz.

Hasta que llegó un día. Fue en mayo. El coro había organizado un concierto abierto al público en el que las nueve alumnas que entonces componían la agrupación podían demostrar todo lo que habían aprendido durante el curso. La encargada del coro, la violinista y profesora de Primaria Melissa Castillo, dio una frase a cada niña para que hiciera un solo y le preguntó también a Alicia si quería hacerlo, y ella asintió con la cabeza.

“Al decirme que sí, yo confié ciegamente en ella”. La maestra nunca la había escuchado cantar en los ensayos, pero no perdió la esperanza. Le dio su frase.

Llegado el momento, tal y como habían acordado, una compañera le pasó el micrófono a Alicia. Y todos escucharon su voz. Cantó “también de dolor se canta, Llorona, cuando llorar ya no se puede”.

“Cuando llegó su frase se puso a cantar ella sola”, relata Castillo emocionada. Ese verso de la canción mexicana La Llorona fueron las primeras palabras que pronunció Alicia a sus seis años de vida. Aquella interpretación musical fue un paso de gigante en el camino para superar el trastorno del lenguaje que padece. “Me gusta mucho hablar, no voy a callar nunca, nunca y nunca”, afirmó ella misma con una dicción casi perfecta un mes después de haber cantado La Llorona.

Pocas personas son conscientes de que poder comunicarse verbalmente con el resto del mundo es un privilegio, pero pronunciar una frase ordenada con sus vocales y sus consonantes puede ser un auténtico rompecabezas para personas que sufren algún trastorno del lenguaje, como le ocurre a Alicia. La profesora Castillo ya conocía su caso desde hacía meses. “Había trabajado con ella de forma individual, pero nunca la había escuchado hablar. Me pareció que podría encajar muy bien en el grupo”, recuerda. La violinista fundó el coro en julio de 2017 después de haber trabajado con menores sirios refugiados en Grecia. “De aquel viaje salió un trabajo audiovisual con niños refugiados que fue muy bonito y que nos dio pie a comenzar este proyecto estable aquí en Madrid”, relata.

La doctora en Psicología Silvia Álava señala que la música es “un excelente facilitador emocional” y que contribuye a manejar los sentimientos: “Ahí se van a desarrollar unas habilidades emocionales que pueden ser muy importantes porque se está trabajando toda esa parte de gestión y regulación de la emoción, de esos nervios y de esa ansiedad”.

Los 20 niños de entre cinco y 15 años que integran el coro ArteSí desprenden un brillo especial, una mezcla entre la seguridad de quien confía en sí mismo y la inocencia propia de la infancia. Un equilibrio perfecto que han conquistado después de meses de trabajo con la ayuda de su profesora de música. “Ha sido un proceso donde yo he visto un cambio muy grande porque al principio [los niños] llegaron con poca seguridad y, con el tiempo, se han abierto completamente a su entorno”, matiza la violinista. Y la principal protagonista de esa evolución ha sido Alicia.

A partir de ahí empezó a ir mucho más alegre a los ensayos y en la asociación percibieron que Alicia se sentía parte activa del coro. “Este curso hemos vuelto a contar con ella. En las sesiones de terapia habla, se ríe con nosotros y hace frases perfectamente formadas. Es una niña maravillosa, empática, sensible y creemos que va a superar al 100% el diagnóstico que tiene”, afirma Castillo. Álava explica que tener esa “red de apoyo” con los iguales puede ser “un factor protector” de la salud mental. “Un coro donde se puedan reunir los niños puede tener muchos efectos positivos”, agrega. Lanzarse a hablar en público o, en este caso, cantar, puede ayudar a canalizar esos nervios y esa ansiedad.

La metodología de trabajo de Melissa Castillo no se limita exclusivamente a aspectos musicales, sino que también aborda la parte cognitiva, el juego, y, en general, la artística. “Hacemos actividades de autoconocimiento, de fomentar su confianza y su sensación de pertenencia a un grupo”. En el proceso de aprendizaje también desempeñan un papel importante las familias y por ese motivo la asociación establece un contacto muy cercano con los padres de los niños y adolescentes que componen ArteSí. “Trato de darles herramientas que les permitan construir un entorno familiar más establece y que todos estén mejor”, asegura Castillo.

La historia de superación de Alicia es una muestra de lo que representa para los niños del coro ArteSí poder participar en ese proyecto de la asociación Olvidados. “Nosotros vemos continuamente que los resultados del arte llegan de una manera muy profunda a los niños”, destaca la vocal de la organización, Nereida Coig. La enseñanza que reciben los menores no solo es un aprendizaje para ellos, sino también para las personas que les dan clase, como explica Castillo: “Para mí el poder trabajar con ellas es un privilegio porque son personas que me enseñan cada día a poder avanzar”. Además del grupo musical, Olvidados también impulsa Alas, un proyecto de estimulación temprana e infantil que cuenta con apoyo psicológico, destinado a menores de familias desfavorecidas. Hoy atienden a 30 niños —de entre cuatro meses y 12 años—, con diferentes dificultades: retraso madurativo, dislexia, lenguaje pobre y/o tardío, alteraciones en la atención, impulsividad, hiperactividad, hipersensibilidad o autismo, entre otros diagnósticos.

El último capítulo de esa colaboración mutua entre los niños del coro ArteSí y la asociación ha sido versionar la canción Niño sin miedo junto a dos de sus compositores: David Santiesteban e India Martínez. “Desde que se lo comentamos a India su colaboración ha sido extraordinaria, ha sido una entrega absoluta, el proyecto le ha gustado muchísimo”, cuenta Coig. A través de esa iniciativa, la asociación busca dar a conocer el coro en Madrid y conseguir el apoyo de más artistas para grabar un futuro disco. Todo enfocado en seguir fomentando el aprendizaje y el desarrollo de niños y niñas como Alicia a través de la música.

II

Niños que tardan en hablar: la importancia de la detección temprana, en El País, por Ana M. Longo, Ourense - 8 NOV 202:

El hito de los dos años, cuando el menor es capaz de juntar dos palabras, sirve de índice de medida para ver si está adquiriendo bien el lenguaje. Observar el ritmo o estimular la comunicación desde casa son pautas que impulsan su desarrollo

Hay errores frecuentes de los adultos hacia los niños, como hablarles como lo hacen ellos, con lengua de trapo, y no aplicar el modelado.

Que el menor hable poco o tarde en empezar a expresarse genera inquietud en muchos padres. Las comparaciones con otros niños de su entorno o la sensación de que va más lento suelen alimentar la preocupación. Diversas investigaciones en España respaldan la importancia de implicar a las familias en la estimulación temprana del lenguaje. Uno de los estudios al respecto más destacados es el realizado por profesores de la Universidad Católica San Vicente Mártir de Valencia sobre el programa Takes Two To Talk (ITTT), un modelo de intervención en el que se capacita a los padres para fomentar la comunicación de sus hijos en situaciones cotidianas. El trabajo, titulado Parent-Implemented Hanen Program It Takes Two to Talk: An Exploratory Study in Spain (Programa Hanen implementado por los padres Se necesitan dos para hablar: Un estudio exploratorio en España) y publicado en 2021, observó mejoras significativas en la comunicación social, evaluada mediante indicadores como la mirada y los gestos, de las 17 familias con hijos con retraso en el habla que participaron. Frente a las siete que tuvieron terapia dirigida por clínicos, el grupo It Takes Two to Talk, formado por 10 familias, mostró mejores resultados en comunicación social, sin diferencias en vocabulario o sintaxis. Además, no se detectaron cambios en el estrés parental y sí una mejora en la percepción de las dificultades comunicativas.

La Asociación Española de Pediatría (AEPed) identifica también la utilidad de una intervención oportuna. En su protocolo sobre trastornos del lenguaje, el habla y la comunicación, de 2022, destaca que detectar de forma temprana las señales de alerta y derivar a servicios especializados puede mejorar el pronóstico del desarrollo lingüístico en la infancia.

Miriam Escacena, educadora: “Los padres estamos tan estresados que hemos pasado a una labor más de cuidar que de educar”

Las conclusiones de ambos informes se reflejan también en las experiencias de muchos padres. Maripaz, madre de un pequeño de cuatro años, recuerda los meses de incertidumbre antes de buscar atención especializada. “Hasta casi los tres años apenas decía palabras sueltas. En el parque veía cómo los demás niños hablaban sin parar y yo me angustiaba, pensando que algo no iba bien. El pediatra nos recomendó esperar, pero yo seguía inquieta y, al final, decidimos acudir a un logopeda”, cuenta. Gracias a las sesiones y a los juegos que aprendió para hacer en casa, su hijo empezó a soltarse: “Ahora se comunica mucho mejor. Y yo también empecé a ver las cosas de otro modo: no hay que comparar con otros niños, pero tampoco quedarse de brazos cruzados cuando ves que algo no avanza. La intervención temprana nos dio tranquilidad y a él le dio confianza”.

Según el logopeda Agustín Gómez, generalmente, la comunicación nace antes de expresar las primeras palabras: “Balbucean e interactúan con los adultos”. Comenta que alrededor de los 12/15 meses producen las primeras palabras reales (“mamá”, “papá”, “agua”…), y sobre los 18/24 meses hay que tomar medidas y consultar con un profesional si el menor manifiesta pocas palabras. También recalca que es importante estar atentos a la articulación: “Debe ir mejorando entre los 30 y 36 meses. Si alrededor de los 3 años no se les entiende, también es propicio consultar un logopeda”, aconseja.

Gómez apunta algunas actividades sencillas que se pueden hacer en casa: “Como la lectura de cuentos y comentar imágenes o situaciones cotidianas, porque ayudan a estimular el habla sin presionar al menor”. Y asegura que una atención logopédica a tiempo suele traducirse en una evolución positiva y un mejor pronóstico. “Si estamos hablando de una dificultad estable (un Trastorno del Desarrollo del Lenguaje, por ejemplo), la actuación temprana es clave, ya que permite llegar antes al diagnóstico y proponer una atención más adecuada”.

Algunas señales que deberían alertar a las familias sobre dificultades en el lenguaje son: la emisión de balbuceos, la repetición de sonidos y palabras o las reacciones al propio nombre. 

Esa intervención temprana se apoya también en la madurez del cerebro infantil. La neuropsicóloga María Dolores Fernández Cros, también directora clínica del centro de psicología, logopedia y neurodesarrollo iPsike, en Madrid, afirma que el desarrollo cerebral resulta esencial en la adquisición del lenguaje. Esto es así especialmente durante los primeros años de vida, cuando el cerebro infantil pasa por un periodo de máxima plasticidad que facilita el aprendizaje.

Fernández habla de distintas áreas que intervienen en este periodo de plasticidad: motricidad fina y gruesa, percepción e integración sensorial, adquisición de capacidades atencionales y mnésicas e interacción comunicativa: “La detección temprana de problemas en la adquisición del habla marca la diferencia, porque permite aprovechar la etapa de mayor plasticidad cerebral”, asegura. Asimismo, la experta añade que ayuda a distinguir las simples alteraciones en la articulación, como ceceo, seseo o problemas con sílabas trabadas, de trastornos más amplios que afectan a la comprensión o la expresión del lenguaje.

La logopeda Isabel de la Torre Moreno aclara que las señales que deberían alertar a las familias pueden observarse en distintas áreas del desarrollo: la emisión de balbuceos, la repetición de sonidos y palabras, las reacciones al propio nombre, la ejecución de órdenes sencillas o la regresión en el lenguaje o en las habilidades ya adquiridas. También, según añade, pueden manifestarse híper o hipo sensibilidad sensorial, alteraciones en el desarrollo del juego, la atención conjunta o la intención comunicativa, así como problemas en el procesamiento visual y/o auditivo.

El papel de las familias y la escuela

En la misma línea, Antonio Clemente, logopeda y psicólogo infantil con más de tres décadas de experiencia clínica en Bilbao, explica que el hito de los dos años, cuando el pequeño es capaz de juntar dos palabras, es muy importante y sirve de índice de medida para ver si el menor está desarrollando bien el lenguaje o no. Resalta que existen errores frecuentes entre los padres: hablarles como lo hacen ellos, con “lengua de trapo” y no aplicar el modelado (técnica que consiste en repetir lo que el menor dice, pero bien articulado y ampliando la frase para ofrecer un modelo correcto). “Lo último que oye el oído del niño, su cerebro procesa”, resume el especialista.

Respecto al entorno escolar, expone que las diferencias se pueden detectar al comparar la evolución mensual de cada niño, ya que en una misma aula puede haber grandes variaciones de madurez. Según detalla Clemente, los trastornos del lenguaje afectan aproximadamente a entre un 3% y un 7% de la población infantil, estimación que basa en trabajos de referencia internacionales como los de Norbury et al. (2016), por lo que detectarlo a tiempo permite actuar y mejorar el pronóstico. El experto insiste en que los profesionales escolares deberían derivar a las familias a un logopeda para realizar una valoración y orientar la estimulación en el entorno del menor, con revisiones periódicas. “Trabajamos también con los pediatras; antes era habitual oír ‘ya hablará’, y es un consejo pésimo”, advierte.

Sobre la importancia de los gestos y la comunicación no verbal, el logopeda señala que es fundamental adecuar los gestos a los mensajes, que exista coherencia. “Los niños captan primero la entonación antes que las palabras”, indica. Y educar las emociones y en la autonomía: “Hay que responderles a lo que preguntan; así se fomenta la confianza y se desarrolla el lenguaje y un control emocional adecuado. La emoción es la entrada al aprendizaje”, describe.