ILUNGA: la palabra más difícil del mundo explica la mejor estrategia del mundo
El dilema del prisionero nos dice que lo individualmente racional conduce al fracaso colectivo. También las acciones colectivas (manifestaciones, revoluciones, guerras, votaciones, guerras de precios, etc.) pueden conducir al desastre de quien las apoya, y de otros.
Veamos por ejemplo la carrera armamentística que tuvo lugar en la guerra fría. Las opciones son incrementar el gasto militar, o llegar a un acuerdo para reducir su armamento. Ninguno de los dos estados puede estar seguro de que el otro acatará el acuerdo; de este modo, ambos se inclinarán hacia la expansión militar. La ironía está en que ambos estados parecen actuar racionalmente, pero el resultado es completamente irracional.
Algo parecido ocurre en el mundo de la empresa con las guerras de precios, los gastos publicitarios o los salarios de determinados deportistas. No cooperar llega a lo irracional, aunque tiene una lógica: la exclusión de otros.
El deporte nos da también otro interesante ejemplo, el de dos ciclistas escapados: a veces colaboran para protegerse del viento, pero en otras, ninguno hace el esfuerzo para permanecer delante (y el pelotón les alcanza) o uno hace todo el trabajo, lo que suele llevar a una victoria del segundo ciclista. Pero, si ese ciclista ganador escapa de nuevo al día siguiente ¿colaborarán con él?
Entonces ¿cómo es posible que funcione "algo"? No es sólo porque exista una autoridad coercitiva que multe a los gorrones. Los comportamientos también tienen su "evolución y selección natural", en la que sobreviven los más aptos. De hecho, el mundo natural ha desarrollado estrategias exitosas, aún sin haber comprensión o comunicación en torno a los problemas.
A comienzos de la década de 1980, Robert Axelrod organizó un concurso mundial entre académicos sobre un dilema del prisionero con repetición: proponer estrategias para obtener la máxima ganancia posible al someterse un número indeterminado de veces al Dilema del Prisionero, con memoria de sus encuentros previos, en un modelo informático.
Axelrod descubrió que las estrategias "egoístas" (siempre traicionar) tendían a ser peores a largo plazo, mientras que las estrategias "altruistas" eran mejores, juzgándolas únicamente con respecto al interés propio.
Sin embargo, a los cooperadores incondicionales, que cooperaban indiscriminadamente con cualquiera, no les iba demasiado bien, porque -aunque saliesen ganando cuando interactuaban con otros cooperadores- los gorrones les explotaban ilimitadamente. Esta estrategia equivaldría al principio de ética cristiana de "poner la otra mejilla".
Otras estrategias se apuntaron a la picardía. En general actuaban con la lealtad, pero de vez en cuando sorprendían traicionando al contrario para obtener más ganancias. Esta picardía no obtuvo buenos resultados porque era represaliada duramente.
La estrategia de la Ley del Talión: “ojo por ojo y diente por diente” consiste simplemente en cooperar en la primera iteración del juego, y después de eso elegir lo que tu oponente eligió la ronda anterior. Era además el más simple de todos los programas presentados, conteniendo únicamente cuatro líneas de BASIC, y fue la que ganó el concurso. Obviamente, eso no quiere decir que sea la mejor en todos los entornos estratégicos, pero es sin duda muy robusta.
Es una estrategia colaboradora, dispuesta siempre a pactar, pero justiciera. Si la otra parte le traicionaba una vez, devolvía exactamente la misma medida, otra traición, pero sólo una vez. Era por tanto capaz de perdonar. Generaba confianza, era justiciera, pero no rencorosa y obtenía buenos resultados (o no peores) cualquiera que fuese su oponente. Lo cierto es que se dice que cuando se promulgó, era generosa, porque las penas eran antes desproporcionadas.
Una estrategia ligeramente mejor es "ojo por ojo con capacidad de perdón". Cuando tu oponente deserta, en la siguiente ronda cooperas a veces de todos modos con él con una pequeña probabilidad (del 1% al 5%).
Y aquí viene la explicación del título, una noticia aparecida en junio de este año:
Un millar de lingüistas ha identificado en el Congo la palabra más difícil de trasladar a otro idioma: 'ilunga', que significa "una persona preparada para perdonar un primer abuso, que tolera un segundo pero nunca un tercero".
Esta palabra procede del Tshiluba, uno de los cuatro lenguajes oficiales de la República Democrática del Congo, junto al Swahili, el Kikongo y el francés, según cuenta la BBC. Hagan la prueba. ¿Cómo calificarían en su propia lengua a una persona capaz de perdonar una vez un abuso, que tolera un segundo, pero nunca un tercero? Eso es lo que significa esta palabra. Aunque las definiciones son precisas, el problema es tratar de reflejar las referencias asociadas a cada palabra. "Probablemente echas un vistazo al diccionario y encuentran el significado", señala Jurga Zilinskiene, responsable de Today Translations, que ha realizado este estudio, "pero lo más importantes es las experiencias culturales y el énfasis cultural de las palabras"
Un ilunga tiene una estrategia más refinada que la ley del Talión, porque se apoya en la riqueza de la comunicación humana, superior al BASIC, pero que se parece asombrosamente a la estrategia "ojo por ojo con capacidad de perdón" triunfadora en el entorno informático.
Cuando un ilunga perdona, el infractor sabe que todo puede seguir igual, aunque está siendo observado, cuando por segunda vez ha de tolerar, el infractor es advertido de que está en el límite. En comunidades pequeñas, es mucho mejor que enzarzarse en represalias inmediatas, y muestra un código eficaz, sencillo de entender, y que permite dignidad al ofendido. Es una estrategia sostenible. Admiremos a los bantús de lengua tshiluba que se percataron que necesitaban una palabra para identificar a los estrategas que seguirán la mejor estrategia del mundo.
El dilema del prisionero nos dice que lo individualmente racional conduce al fracaso colectivo. También las acciones colectivas (manifestaciones, revoluciones, guerras, votaciones, guerras de precios, etc.) pueden conducir al desastre de quien las apoya, y de otros.
Veamos por ejemplo la carrera armamentística que tuvo lugar en la guerra fría. Las opciones son incrementar el gasto militar, o llegar a un acuerdo para reducir su armamento. Ninguno de los dos estados puede estar seguro de que el otro acatará el acuerdo; de este modo, ambos se inclinarán hacia la expansión militar. La ironía está en que ambos estados parecen actuar racionalmente, pero el resultado es completamente irracional.
Algo parecido ocurre en el mundo de la empresa con las guerras de precios, los gastos publicitarios o los salarios de determinados deportistas. No cooperar llega a lo irracional, aunque tiene una lógica: la exclusión de otros.
El deporte nos da también otro interesante ejemplo, el de dos ciclistas escapados: a veces colaboran para protegerse del viento, pero en otras, ninguno hace el esfuerzo para permanecer delante (y el pelotón les alcanza) o uno hace todo el trabajo, lo que suele llevar a una victoria del segundo ciclista. Pero, si ese ciclista ganador escapa de nuevo al día siguiente ¿colaborarán con él?
Entonces ¿cómo es posible que funcione "algo"? No es sólo porque exista una autoridad coercitiva que multe a los gorrones. Los comportamientos también tienen su "evolución y selección natural", en la que sobreviven los más aptos. De hecho, el mundo natural ha desarrollado estrategias exitosas, aún sin haber comprensión o comunicación en torno a los problemas.
A comienzos de la década de 1980, Robert Axelrod organizó un concurso mundial entre académicos sobre un dilema del prisionero con repetición: proponer estrategias para obtener la máxima ganancia posible al someterse un número indeterminado de veces al Dilema del Prisionero, con memoria de sus encuentros previos, en un modelo informático.
Axelrod descubrió que las estrategias "egoístas" (siempre traicionar) tendían a ser peores a largo plazo, mientras que las estrategias "altruistas" eran mejores, juzgándolas únicamente con respecto al interés propio.
Sin embargo, a los cooperadores incondicionales, que cooperaban indiscriminadamente con cualquiera, no les iba demasiado bien, porque -aunque saliesen ganando cuando interactuaban con otros cooperadores- los gorrones les explotaban ilimitadamente. Esta estrategia equivaldría al principio de ética cristiana de "poner la otra mejilla".
"Habéis oído que fue dicho a los antiguos: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al malo. Más bien, a cualquiera que te golpea en la mejilla derecha, vuélvele también la otra."
(Mateo 5: 38-39)
Otras estrategias se apuntaron a la picardía. En general actuaban con la lealtad, pero de vez en cuando sorprendían traicionando al contrario para obtener más ganancias. Esta picardía no obtuvo buenos resultados porque era represaliada duramente.
La estrategia de la Ley del Talión: “ojo por ojo y diente por diente” consiste simplemente en cooperar en la primera iteración del juego, y después de eso elegir lo que tu oponente eligió la ronda anterior. Era además el más simple de todos los programas presentados, conteniendo únicamente cuatro líneas de BASIC, y fue la que ganó el concurso. Obviamente, eso no quiere decir que sea la mejor en todos los entornos estratégicos, pero es sin duda muy robusta.
Es una estrategia colaboradora, dispuesta siempre a pactar, pero justiciera. Si la otra parte le traicionaba una vez, devolvía exactamente la misma medida, otra traición, pero sólo una vez. Era por tanto capaz de perdonar. Generaba confianza, era justiciera, pero no rencorosa y obtenía buenos resultados (o no peores) cualquiera que fuese su oponente. Lo cierto es que se dice que cuando se promulgó, era generosa, porque las penas eran antes desproporcionadas.
"Si resultase daño, darás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, quemadura por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal" (Ex 21,23-25).
Una estrategia ligeramente mejor es "ojo por ojo con capacidad de perdón". Cuando tu oponente deserta, en la siguiente ronda cooperas a veces de todos modos con él con una pequeña probabilidad (del 1% al 5%).
Y aquí viene la explicación del título, una noticia aparecida en junio de este año:
Un millar de lingüistas ha identificado en el Congo la palabra más difícil de trasladar a otro idioma: 'ilunga', que significa "una persona preparada para perdonar un primer abuso, que tolera un segundo pero nunca un tercero".
Esta palabra procede del Tshiluba, uno de los cuatro lenguajes oficiales de la República Democrática del Congo, junto al Swahili, el Kikongo y el francés, según cuenta la BBC. Hagan la prueba. ¿Cómo calificarían en su propia lengua a una persona capaz de perdonar una vez un abuso, que tolera un segundo, pero nunca un tercero? Eso es lo que significa esta palabra. Aunque las definiciones son precisas, el problema es tratar de reflejar las referencias asociadas a cada palabra. "Probablemente echas un vistazo al diccionario y encuentran el significado", señala Jurga Zilinskiene, responsable de Today Translations, que ha realizado este estudio, "pero lo más importantes es las experiencias culturales y el énfasis cultural de las palabras"
Un ilunga tiene una estrategia más refinada que la ley del Talión, porque se apoya en la riqueza de la comunicación humana, superior al BASIC, pero que se parece asombrosamente a la estrategia "ojo por ojo con capacidad de perdón" triunfadora en el entorno informático.
Cuando un ilunga perdona, el infractor sabe que todo puede seguir igual, aunque está siendo observado, cuando por segunda vez ha de tolerar, el infractor es advertido de que está en el límite. En comunidades pequeñas, es mucho mejor que enzarzarse en represalias inmediatas, y muestra un código eficaz, sencillo de entender, y que permite dignidad al ofendido. Es una estrategia sostenible. Admiremos a los bantús de lengua tshiluba que se percataron que necesitaban una palabra para identificar a los estrategas que seguirán la mejor estrategia del mundo.
La tribu
ResponderEliminarYa he hecho correr el bonito vocablo entre algunos compañeros de trabajo que hemos decidido montar una tribu con tan fonético nombre. El problema estará en que los lazos afectivos, generárán vínculos casi familiares y allí morirá el pacto. Porque, ¿cómo funciona este juego dentro de las familias? Les pasamos dos o lo haremos ad nauseam. Apuesto por lo segundo, a mi hijo se lo pasaré todo, pero por favor no se lo digas nunca, como decía Serrat.
No 7 sino hasta 70 veces 7.
ResponderEliminarMagnífico trabajo
Perdonar no 7 sino hasta 70 veces 7.
ResponderEliminarMagnífico artículo