Omnia vincit amor, et nos cedamus amori: "El amor todo lo vence, dejémonos vencer por él", Virgilio, Eclogae, lib. X, 69. Pero Nietzsche: "El Cristianismo ha dado de beber veneno a Eros, convirtiéndolo en vicio", y el épico Virgilio, otra vez: Una salus victis, nullam sperare salutem, "una sola salvación hay para el vencido: no esperar salvación alguna" o Catulo: una salus haec est: hoc est tibi pervincendum: "Un solo remedio queda: esto debe superarse", que es lo contrario, tanto da. Y Virgilio otra vez, con aquello de
Me tamen urit amor, quis enim modus adsit amori?
A, Corydon, Corydon, quae te dementia cepit!
Semiputata tibi frondosa vitis in ulmo
Y más abajo: invenius alium, si te hic fastidit, Alexin. "No faltará otro Alexis más sabroso" (si este te aburre), como pacatamente traduce fray Luis la Égloga segunda; Quis enim modus adsit amori? ¿Qué medida asiste al amor?. La vid medio podada del olmo al que se ase con sus racimos es pura imagen del desgarrado desencanto. Nadie se suicidaba de amor en Roma, eso es propio de cartaginesas como Dido. Hay que notar aquí los prejuicios culturales de Occidente entre lo que se llama amor y lo llamado caridad, que no es amor exactamente. Deus caritas est está tomado de la traducción latina de la I Epístola de San Juan , IV, 16:, mera traducción del original griego: "Ὁ Θεòς ἀγάπη ἐστι". El título debería traducirse Dios es Caridad en vez de Dios es Amor, como popularmente se ha tomado la traducción. Los griegos distinguían entre ágape, (amor común ideal y desinteresado, parecido a un contrato; eros (la cupiditas latina, deseo o pasión sexual violenta), filía o apego y storgé, (cariño, amor filial o parental, el amor familiar) lo que señala ciertamente que no lo tenían muy claro, o lo tenían demasiado. En El banquete de Platón, por cierto, se ponen morados, o más bien ruborosos -rúbeos, rojos- al respecto. Hay muchas formas de llamarlo: empatía o inteligencia emocional, trofismo, cóctel de vasopresina + oxitocina + serotonina, altruismo... Sólo uno es detestable, que es el amor de uno mismo o narcisismo, el amor de los gilipollas, con la derivación de Onán, el amante de la tierra y sus Erictonios.
Supongo que no hay traducción por algo más suave pero más persistente, sentir afecto, apego, dilección, curiosidad, amistad, cariño por alguien. Para Cicerón la amistad es una pasión moderada, que se da sólo entre iguales, no entre parecidos; de ahí que en el caso de que a algún amigo le acaezca una desgracia, uno lo socorra como se socorrería a sí mismo: amicus certus in re incerta cernitur, cita de un desconocido; eso tiene que ver con su creencia en una comunidad humana universal, germen del humanismo de origen estoico o, más bien, helenístico, a causa de su cosmopolitismo, lo que tiene que ver también con la hospitalidad o ξενία griega, que es un tipo también de amor, aunque contratado y del que se puede abusar, como le ocurre a la paciente Penélope en la Odisea. Siempre el amor se ha visto como algo demasiado exagerado: una vez vi una curiosa pintada, en Madrid (tenía que ser en la facultad de Filología, por supuesto, con fatigoso pleonasmo): "X ama, quiere, busca, aprecia, desea, necesita y no puede vivir sin Y"
Los catalanes dicen T'estimo: te aprecio y considero por lo que vales (un sábado en el mercado). Los franceses, Je t'aime, gusto de ti, te paladeo; son muy consumistas, y hedonistas, estos franceses. Los españoles, siempre muy brutos ellos, te quiero (te amo queda decimonónico y cursilón); querer no implica sólo voluntad, sino sacrificio, esfuerzo; somos muy vagos y bajos los españoles (comparemos lo que cuesta articular trabajo -y la indignidad que sugiere- con lo que cuesta en italiano, que parece leve y llevadero: laboro). Los ingleses, I love you, que etimológicamente implica un cierto estímulo o invitación a la acción (estos ingleses, siempre tan objetivos y aventureros); de ahí el equívoco Querido Watson o dear Watson de Conan Doyle, que es lo más parecido a nuestro querido, caro amigo, del inglé medio deer y antiguo deore, 'precioso', despojando de esa voluntad trabajosa que le da el querer. Trabajo, sin embargo, en su lengua, parece que se sobrelleva con paciencia y parece una chapucilla: job. Curiosamente, en árabe y en vietnamita hay dos formas para decir te quiero según se sea hombre o mujer: el amor no es lo mismo para un sexo que para el otro. Y la forma más complicada de decirlo se da en urdu: Main tumse muhabbat karta hoon. El amor es muy poderoso; dice el Cantar de los cantares, "fuerte como la muerte es el amor"; un buen arquero, discípulo de Eros, el travieso hijo de Afrodita, Paris, tuvo que vengarse del amor, tan fraterno como incestuoso, de su despreciada Hera, lanzando una flecha envenenada al hijo de Tetis, Aquiles.
Me tamen urit amor, quis enim modus adsit amori?
A, Corydon, Corydon, quae te dementia cepit!
Semiputata tibi frondosa vitis in ulmo
Y más abajo: invenius alium, si te hic fastidit, Alexin. "No faltará otro Alexis más sabroso" (si este te aburre), como pacatamente traduce fray Luis la Égloga segunda; Quis enim modus adsit amori? ¿Qué medida asiste al amor?. La vid medio podada del olmo al que se ase con sus racimos es pura imagen del desgarrado desencanto. Nadie se suicidaba de amor en Roma, eso es propio de cartaginesas como Dido. Hay que notar aquí los prejuicios culturales de Occidente entre lo que se llama amor y lo llamado caridad, que no es amor exactamente. Deus caritas est está tomado de la traducción latina de la I Epístola de San Juan , IV, 16:, mera traducción del original griego: "Ὁ Θεòς ἀγάπη ἐστι". El título debería traducirse Dios es Caridad en vez de Dios es Amor, como popularmente se ha tomado la traducción. Los griegos distinguían entre ágape, (amor común ideal y desinteresado, parecido a un contrato; eros (la cupiditas latina, deseo o pasión sexual violenta), filía o apego y storgé, (cariño, amor filial o parental, el amor familiar) lo que señala ciertamente que no lo tenían muy claro, o lo tenían demasiado. En El banquete de Platón, por cierto, se ponen morados, o más bien ruborosos -rúbeos, rojos- al respecto. Hay muchas formas de llamarlo: empatía o inteligencia emocional, trofismo, cóctel de vasopresina + oxitocina + serotonina, altruismo... Sólo uno es detestable, que es el amor de uno mismo o narcisismo, el amor de los gilipollas, con la derivación de Onán, el amante de la tierra y sus Erictonios.
Supongo que no hay traducción por algo más suave pero más persistente, sentir afecto, apego, dilección, curiosidad, amistad, cariño por alguien. Para Cicerón la amistad es una pasión moderada, que se da sólo entre iguales, no entre parecidos; de ahí que en el caso de que a algún amigo le acaezca una desgracia, uno lo socorra como se socorrería a sí mismo: amicus certus in re incerta cernitur, cita de un desconocido; eso tiene que ver con su creencia en una comunidad humana universal, germen del humanismo de origen estoico o, más bien, helenístico, a causa de su cosmopolitismo, lo que tiene que ver también con la hospitalidad o ξενία griega, que es un tipo también de amor, aunque contratado y del que se puede abusar, como le ocurre a la paciente Penélope en la Odisea. Siempre el amor se ha visto como algo demasiado exagerado: una vez vi una curiosa pintada, en Madrid (tenía que ser en la facultad de Filología, por supuesto, con fatigoso pleonasmo): "X ama, quiere, busca, aprecia, desea, necesita y no puede vivir sin Y"
Los catalanes dicen T'estimo: te aprecio y considero por lo que vales (un sábado en el mercado). Los franceses, Je t'aime, gusto de ti, te paladeo; son muy consumistas, y hedonistas, estos franceses. Los españoles, siempre muy brutos ellos, te quiero (te amo queda decimonónico y cursilón); querer no implica sólo voluntad, sino sacrificio, esfuerzo; somos muy vagos y bajos los españoles (comparemos lo que cuesta articular trabajo -y la indignidad que sugiere- con lo que cuesta en italiano, que parece leve y llevadero: laboro). Los ingleses, I love you, que etimológicamente implica un cierto estímulo o invitación a la acción (estos ingleses, siempre tan objetivos y aventureros); de ahí el equívoco Querido Watson o dear Watson de Conan Doyle, que es lo más parecido a nuestro querido, caro amigo, del inglé medio deer y antiguo deore, 'precioso', despojando de esa voluntad trabajosa que le da el querer. Trabajo, sin embargo, en su lengua, parece que se sobrelleva con paciencia y parece una chapucilla: job. Curiosamente, en árabe y en vietnamita hay dos formas para decir te quiero según se sea hombre o mujer: el amor no es lo mismo para un sexo que para el otro. Y la forma más complicada de decirlo se da en urdu: Main tumse muhabbat karta hoon. El amor es muy poderoso; dice el Cantar de los cantares, "fuerte como la muerte es el amor"; un buen arquero, discípulo de Eros, el travieso hijo de Afrodita, Paris, tuvo que vengarse del amor, tan fraterno como incestuoso, de su despreciada Hera, lanzando una flecha envenenada al hijo de Tetis, Aquiles.
El pasto en el pastizal
ResponderEliminarGeneraciones y generaciones, tras la caída de Roma, creían que la vida ultraterrena sería mejor que ésta (algo similar piensan los terroristas suicidas). La vida a este lado suponía pues, ganarse los galones para estar con Dios o como Dios. ¡Vete a saber qué conector usaran!
A estos, a los que creen en cielos e infiernos, es preferible darles de pastar en terrenos del más allá, con conexiones acá, pero sin explicaciones científicas, claro está. Para lo que frailes, en su vertiente más asceta, y curas, en su suspiro final, eran más que apropiados, demandados. Era como si estuvieran habilitados para guiarnos en el tránsito y darnos una especie de visado, y con esa ingente labor por delante, eran muy numerosos.
En esos tiempos, el amor no prosperaba, los hijos eran separados rápidamente de las familías y los vínculos afectivos eran mínimos. La renta concertaba los matrimonios y el sexo era una tentación de Hamás, perdón de Satanás.
La brecha por la que entró la razón instrumental, se inició con el desenmascaramiento de múltiples exageraciones en los supuestos vínculos entre los sucesos terrestres y las penas a exculpar.
Los terremotos se explican con la tectónica de placas, no por ninguna profecía y el terremoto de Lisboa supuso una ruptura casi definitiva.
Conforme se habrían claros de razón, la vida acá resultó lo único cierto, la vida ultraterrena comenzó a recular hacia el interior, en los países anglosajones antes, aquí más tarde.
A estos otros conviene darles de pastar acá con conexiones con el más allá. Parece que cuando vemos la opulencia en la que podríamos vivir nos sentimos más satisfechos. Lo que explica que la publi cuando muestra un coche, oculte el tráfico. ¿te gusta conducir?
De esa forma, lo sensitivo se abre paso, y conceptos como libertad confundida con voluntad, amor con deseo, se fueron imponiendo.
¿Porqué Delacorix mostró sólo un pecho de la libertad guiando al pueblo? Fijémonos en las caras de los figurantes. Lo interesante, era pensar en encontrar a dicho monumento y descubrile el otro.