lunes, 3 de mayo de 2010

De Omar Antonio Audicio Bache

De Omar Antonio Audicio Bache, 2008:

Los filósofos griegos Platón y Aristóteles buscaron, especialmente el segundo, explicar la naturaleza. Su explicación fue siempre finalista y teleológica (de telos=propósito). Ellos buscaban el sentido profundo, el propósito y las escencias de las cosas, y así buscaban explicar todos los hechos particulares: el movimiento, la vida en comunidad, la búsqueda de la felicidad, etc.
Desde el punto de vista físico y científico, esto se mantuvo prácticamente hasta el Renacimiento, incluso hasta la modernidad. Desde el siglo XVII en adelante, los científicos se dieron cuenta de que aprendían más de las cosas si buscaban describirlas, en vez de entenderlas en su sentido más profundo, y si no presuponían que las cosas tenían un sentido, una finalidad. Esta nueva visión de la ciencia tuvo un éxito profundo, precedió a las revoluciones industriales, y elevó los niveles de vida material de la humanidad. La ciencia moderna continúa con este enfoque.
Hoy en día, la razón se usa como un instrumento para describir la realidad, no para entender su sentido. Esto ha sido llamado por algunos filósofos como "razón instrumental". El uso de la razón instrumental para entender la cotidaneidad y lo inmediato se generalizó a todas las áreas de la civilización occidental.
Pero lo llevamos a un extremo. Hoy las personas usan su inteligencia básicamente para triunfar en la sociedad: ganar dinero, sexo y poder. Cosas que otorgan satisfacciones inmediatas, y que nos abstraen de preguntas más fundamentales, como el sentido de nuestras vidas, o la búsqueda de la verdadera felicidad.
Ciertamente, es mi anhelo que esta vida sea algo más que nacer, crecer, alimentarse, reproducirse y morir. En gran medida, dar sentido a nuestras vidas dependerá de cómo utilicemos nuestra razón.
Hoy los estudiantes entran a carreras que aborrecen, simplemente porque son rentables. Otros entran a pedagogía porque para eso les alcanzó el puntaje, y "algo tienen que estudiar". Otros se casan y tienen hijos sin preguntarse jamás el para qué, y aún otros mantienen matrimonios infelices porque "eso es lo que debe ser". Todo esto es fruto del abuso de la razón instrumental.
Es necesario volver a la razón final. No concibo que vengamos a este mundo para otra cosa sino para ser felices y contribuir a la felicidad del resto. Todo lo demás, son espejismos instrumentales de mentes apresuradas por el vértigo de la modernidad.
En efecto, ¿por qué nos afanamos por un título, o por conocimientos, o por bienes materiales? ¿Acaso nos valdrá de algo dejar un cadáver gordo y culto? ¿No es la vida más que la comida, y el cuerpo más que el vestido? Y, ¿dónde están los triunfadores del ayer? ¿No están acaso muertos? Si en su camino por esta vida, en la obtención de sus triunfos académicos o económicos, no tuvieron un sentido, si no fueron felices, creo que son los más miserables de todos los mortales.
Finalmente, la muerte nos llegará a todos, igualando a pobres y a ricos, triunfadores y perdedores. Ciertamente, nada podremos sacar de este mundo. Ni el título, ni la cuenta corriente, ni aún la familia, ni nada que hayamos ganado con la razón instrumental Pero si nuestros fines están cumplidos, si fuimos felices y procuramos la felicidad de nuestros semejantes, entonces toda discusión acabará.
Entonces, la razón finalista o teleológica, en contraposición a la razón instrumental, nos urge a hacer las cosas con un sentido, disfrutando los caminos y no las metas, no dejando de soñar, pero con los pies bien puestos en la tierra, sabiendo que sólo tenemos este mundo y esta vida para ser felices. Que nuestro nacer, comer, dormir, trabajar, reproducirnos y morir sea un carpe diem con visión de futuro, no un instrumento para hacer de nuestros tesoros la tumba de nuestra alma. No olvidemos que, para el muerto, lo mismo es un cajón de madera que uno incrustado de diamantes.

1 comentario:

  1. Es en el extremo, donde se pierde la razón

    Los juristas anglosajones usan el balancing test o prueba de balanceo para, poniendo en un lado las cuestiones a favor y en el otro las posibles vulneraciones, averiguar si lo realizado es conforme a derecho. O sea, si el acto es instrumental y teleológicamente aceptable o debe ser punido. El sistema francés, de código, se conforma con la interpretación del tenor de la ley, de la letra. Algo que explica, en parte, el actual multilío de la judicatura que afecta al sistema español.


    En realidad, el extremo es quien nos pone frente a la desnuda realidad de la caricatura. Un ser que utiliza únicamente la razón existencial, está a merced de aprovechados y calculadores; sin embargo, un instrumentista se perderá la savia de la vida, entre esperas y engaños.

    Ahora bien, si se desea compartir la vida, si no se opta por el camino del anacoreta, es preciso trazar estrategias entre estrategas. Dicen los que saben de esas cosas: futbolistas, militares, ajedrecistas y demás calaña humana que, para maximizar la inversión, incluso el tiempo que le dedicamos, cada cual debe perfilar una estrategia y mantenerla, para perfeccionarse y alcanzar cierta excelencia en la competición, cuando el juego es de suma cero o negativa, o en la cooperación, cuando es de suma positiva. Quiero decir, sé ilunga.

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