I. La editorial Harper Collins confirma el regreso el próximo 14 de julio de la autora
Que Harper Lee publique una novela tiene un impacto similar, en el mundo literario, al que habría tenido en su momento en el musical la reunión de los Beatles. La autora de Matar a un ruiseñor -la novela de 1960 sobre la segregación racial en el sur de Estados Unidos que ha marcado a generaciones de norteamericanos- era una autora de una única obra. Ya no. La editorial Harper Collins anunció este miércoles que, el 14 de julio, publicará Go, set a watchman (Ve, aposta a un centinela, un título sacado del Libro de Isaías en el Antiguo Testamento) una secuela de Matar un ruiseñor.
El descubrimiento del manuscrito de la nueva novela y la decisión de publicarla es el acontecimiento editorial del año. Nelle Harper Lee -su nombre completo- pertenece a la raza de escritores alejados de los focos, como J. D. Salinger. Debutó hace cincuenta años con Matar a un ruiseñor, la historia de Atticus Finch, un abogado que defiende a un negro acusado de violar a una blanca, narrada por Scout, la hija de Finch. Después Lee calló. Recluida en Monroeville, el pueblo de Alabama que inspiró la novela, dejó de publicar y de dar entrevistas.
Enseguida Matar a un ruiseñor, publicada en la era de la lucha por los derechos civiles, se convirtió en algo más que una novela. La película, en la que Gregory Peck interpretaba a Atticus Finch, contribuyó a ello. Matar a un ruiseñor, que recibió el premio Pulitzer, ha vendido más de treinta millones de ejemplares. Sigue leyéndose en las escuelas: en un país donde el trauma por el racismo pervive, su significado no se ha agotado y sus personajes -Finch, el hombre justo, el faro moral; Scout, la muchacha rebelde e independiente- mantienen la fuerza. La novela tiene algo de Biblia civil, de manual de ciudadanía que enseña a los jóvenes a respetar al prójimo, a ponerse en su piel.
La escritora, que tiene 88 años y vive en una residencia de ancianos, no había dicho la última palabra y la novela nacional estaba incompleta. Le faltaba la secuela, que en realidad Lee escribió antes que Matar a un ruiseñor, a mediados de los años cincuenta. En un comunicado, Lee explicó que la protagonista es Scout adulta. Vive en Nueva York y regresa a Monroeville -Maycomb en la ficción- para visitar a su padre, Atticus. Cuando al escribirla la mostró a un editor, a este le interesaron los pasajes en los que Scout recordaba su infancia y convenció a Lee para que escribiera otra novela desde el punto de vista de Scout niña. Esta novela fue Matar a un ruiseñor.
“Yo era una escritora novata e hice lo que me dijeron”, dice la autora en el comunicado. “No era consciente de que [el libro original] había sobrevivido, así que me sorprendí y me alegré cuando mi querida amiga y abogada, Tonja Carter, lo descubrió. Después de mucho pensar y muchas dudas, lo compartí con un puñado de personas en quienes confío y me complació escuchar que consideraban que valía la pena publicarlo. Me honra e impresiona que se publique ahora, después de tantos años”. Carter, que trabaja en un bufete de abogados de Monroeville, negoció el contrato con Michael Morrison, el presidente y consejero delegado de HarperCollins, según la agencia Associated Press. No se ha divulgado la suma. La primera edición en inglés de Go set a watchman será de dos millones de ejemplares. La novela tiene 304 páginas y se publicará tal como fue escrita, sin revisiones.
El silencio de Harper Lee durante estos años ha alimentado todo tipo de teorías. Una de las más malévolas sostenía que en realidad el autor de Matar a un ruiseñor, o de parte del libro, no era Lee sino Truman Capote, su amigo de infancia y uno de los personajes de la novela. Otra teoría, más verosímil, es que sin la ayuda de Lee, que le acompañó durante los viajes a Kansas para recabar información, Capote difícilmente habría escrito su obra maestra, A sangre fría. Lee no era una estilista como Capote, pero, como dijo una vez otro escritor sureño, Allan Gurganus, Capote carecía del “sentido ético” de Lee. Ambos acabaron distanciados.
Harper Lee no habla con la prensa desde 1964. Su amiga la abogada Tonja Carter, sin la que la nueva novela probablemente no existiría, rehuía este miércoles el asedio. “La señora Carter no da entrevistas”, dijo por teléfono una asistente en el venerable bufete Barnett, Bugg, Lee & Carter. Situado en el segundo piso de un edificio en el número 60 de Hines Street, en Monroeville, es un despacho digno de figurar en la historia de la literatura. Allí trabajaba aún, entrados los noventa, Alice Lee, la hermana de la novelista. Uno de los primeros socios fue A.C. Lee, padre de ambas y modelo de Atticus Finch.
II. Winston Manrique, "Descubrir la vida en los héroes de 'Matar a un ruiseñor" íd., 23-VII-2012:
"Cuando se acercaba a los trece años, mi hermano Jem sufrió una grave fractura del brazo a la altura del codo. (…) Yo sostengo que Ewell fue la causa primera de todo ello, pero Jem, cuatro años mayor que yo, decía que aquello había empezado mucho antes, durante el verano que Dill vino a vernos, cuando él nos hizo concebir por primera vez la idea de hacer salir a Boo Radley. (…)
Cuando mi padre fue admitido en el Colegio de Abogados, regresó a Maycomb para ejercer su profesión (…) Sus dos primeros clientes fueron las dos últimas personas del condado que murieron en la horca. Atticus les había pedido que aceptasen la benevolencia del estado, que les conmutaría la pena si se declaraban culpables de un homicidio en segundo grado. (…)
Maycomb era una población antigua, pero cuando yo la conocí también era una población fatigada. En los días lluviosos las calles se convertían en un barrizal rojizo; la hierba crecía en las aceras, y el edificio del juzgado parecía que iba a desplomarse sobre la plaza. En verano hacía mucho calor: los perros sufrían durante el día y las flacas mulas enganchadas a los carros espantaban moscas a la sofocante sombra de las encinas de la plaza. A las nueve de la mañana, los cuellos duros de los hombres perdían su tiesura. Las damas se bañaban antes del mediodía y después de la siesta de las tres, pero al atardecer estaban como blancos pastelillos recubiertos de sudor y talcos.
La gente se movía despacio. Cruzaba cachazudamente la plaza, entraba y salía de las tiendas con paso calmoso, se tomaba su tiempo para todo. El día tenía veinticuatro horas, pero parecía más largo. Sin embargo, era una época de vago optimismo para algunas personas: al condado de Maycomb se le había dicho que no tenía nada que temer, sólo a sí mismo”.
Es la cautivadora voz de Jean Louise Finch, Scout, que evoca un episodio crucial en su vida y en la de su pueblo de Alabama, a través del cual se ve a todo Estados Unidos, en Matar a un ruiseñor. Son los sombríos años treinta y dos pequeños hermanos huérfanos de madre viven con su padre, Atticus Finch, en algo parecido a un apacible paraíso con sus alegrías, peleas y miedos en el vecindario donde hay una misteriosa casa; hasta que llega a pasar las vacaciones otro niño, Dill, y serán los tres quienes descubrirán la realidad del mundo del que forman parte, cuando, enfrentados a sus propios temores y aventuras, Atticus decide defender a un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca. Los niños conocerán, entonces, la verdadera cara de su país, de su sociedad y la familia zurcida de prejuicios, especialmente los aciales que lo alteran todo porque los negros carecen, entre otras cosas, de respaldo judicial.
A través de la vida de los dos hermanos, luego de la desconfianza ante la llegada otro niño al vecindario, de alguien desconocido, luego el tanteo de amistad entre ellos y su posterior acercamiento y a partir de ahí las aventuras donde se cruzan la infancia y la vida adulta, Harper Lee (Alabama, Estados Unidos, 1926) escribió su única y maravillosa novela: Matar a un ruiseñor. Una historia narrada desde la sencillez que guarda la gran literatura esparcida de emotividad, enseñanza, frescura y humor a través de unas voces infantiles ingenuas y verosímiles donde aboga por la igualdad, la convivencia, el respeto y el aprecio a las personas; todo ello con un manejo del ambiente donde las horas parecen tomarse su tiempo mientras los hechos aceleran la vida. Este es el verano literario que les propongo visitar hoy y comentar...
Harper Lee, que obtuvo el premio Pulitzer en 1961, escribió Matar a un ruiseñor inspirada en un acontecimiento real que conmovió a la sociedad de su país en 1931, y que cuenta en la voz de la niña, Scout que un pasaje de la novela dice…
Matar un ruiseñor tresn iños“Cuando yo estaba a punto de cumplir seis años y Jem se acercaba a los diez, nuestras fronteras infranqueables durante el verano (es decir, al alcance de la voz de Calpurnia) eran la casa de la señora Henry Lafayette Dubose, dos puertas al norte de la nuestra, y la Mansión Radley, tres puertas hacia el sur. Jamás sentimos la tentación de traspasarlas. La Mansión Radley la habitaba un ente desconocido, la mera descripción del cual nos hacía portar bien durante días. La señora Dubose era el mismísimo demonio.
"Aquel verano vino Dill”.
Y ese Dill no es otro que la encarnación del escritor Truman Capote, de quien Harper Lee fue amiga desde la infancia en Alabama, sur de Estados Unidos. Y con la llegada de Dill, en la novela, los tres niños conquistarán más mundo, ampliarán sus fronteras desde la curiosidad, el temor, el riesgo, la valentía y la aventura. Mientras tanto Atticus, el padre, esa especie de héroe que confronta al lector con su forma de actuar y su ética también los inicia en el mundo real con su caso de defensa al hombre negro y con momentos hogareños como este:
“Jem- dijo- ¿eres el responsable de esto?
- Sí, señor.
- ¿Por qué lo has hecho?
Jem respondió en voz baja:
- Ella ha dicho que defendías a negros y canallas.
- ¿Lo has hecho porque ella dijo eso?
Los labios de Jem se movieron, pero su “sí, señor” resultó inaudible.
- Hijo, no dudo que tus contemporáneos te molesten mucho a causa de que yo defienda a los nigros, como vosotros decís, pero hacerle una cosa así a una dama anciana no tiene excusa. Te aconsejo que vayas a presentarle tus disculpas. Después regresa a casa. (…)
- Scout –dijo mi padre-, cuando llegue el verano tendrás que conservar la calma ante cosas mucho peores… No es justo para ti y para Jem, lo sé, pero a veces hay que tomar las cosas del mejor modo posible, y saber comportarse cuando están en juego las apuestas… Bien, todo lo que puedo decirte es que cuando tú y Jem seáis mayores, quizá recordaréis esta época con cierta compasión y con la certeza de que no os traicioné. Este caso, el de Tom Robinson, es algo que atañe a la esencia misma de la conciencia de un hombre… Scout, yo no podría ir a la iglesia y adorar a Dios si me negase a ayudar a ese hombre.
- Pero es posible que te equivoques…
- ¿Por qué lo dices?
- Muchos creen que tienen razón ellos y que tú te equivocas.
- Tienen derecho a creerlo, ciertamente, y tienen derecho a que se respeten sus opiniones –contestó Atticus-, pero para poder vivir con otras personas tengo que poder vivir conmigo mismo. La única cosa que no se rige por la regla de la mayoría es la conciencia de uno. (…)”.
La novela con sus dos historias, la de los niños y la casa misteriosa y la de la defensa de Atticus avanzan y se entrecruzan formando una sola vida. Donde los días y los hechos se suceden…
“La Mansión Radley había dejado de asustarme. En los días serenos continuábamos viendo a Natham Radley yendo y viniendo del centro; sabíamos que Boo continuaba en casa, por la misma razón de siempre: nadie lo había visto todavía salir. A veces sentía una punzada de remordimiento al pasar por delante de la vieja mansión, por haber tomado parte alguna vez en cosas que hubieron podido significar un vivo tormento para Arthur Radley… ¿Qué recluso razonable quiere que unos niños le espíen por la ventana, le envíen noticias de saludo con una caña de pescar y ronden por su huerto de noche?. (…)
Nos habían ocurrido tantas cosas que Boo Radley era el menor de nuestros miedos. Atticus aseguraba que no veía que pudiese ocurrir nada más, que las cosas tenían la virtud de reencauzarse por sí mismas, y que cuando hubiera pasado tiempo suficiente la gente olvidaría que un día habían dedicado su atención a Tom Robinson.
Quizá Atticus tenía razón, pero los acontecimientos del verano continuaban suspendidos sobre nosotros como el humo en un cuarto cerrado”.
Un año después de su publicación en 1960, Matar a un ruiseñor obtuvo el Pulitzer y en 1962 fue llevada al cine de manera espléndida por Robert Mulligan y protagonizada por Gregory Peck. Este es el Verano literario a donde los invito a viajar hoy, a un clásico de la literatura estadounidense del siglo XX. ¿Qué les parece el libro y la manera como la autora mostró la vida real a los tres niños? ¿Y Atticus, qué harían ustedes en su lugar?
* Matar a un ruiseñor. Herper Lee. Traducción de Baldomero Porta (Ediciones Zeta Bolsillo)
III. Guillermo Altares, "Las lecciones de Atticus Finch", íd, 3-II-2015:
'Matar a un ruiseñor' trata un tema esencial: el desafío de vivir en paz con gente que es diferente. Justo cuando estaba a punto de empezar la década de los sesenta, convergieron dos momentos cruciales para la literatura universal y en los dos Harper Lee tuvo un papel central: acompañó a Truman Capote en la investigación de un crimen en Kansas que acabaría por convertirse en A sangre fría, el libro que cambiaría la forma de contar la realidad, y publicó su única novela, Matar a un ruiseñor, que alcanzó un éxito inmediato, ganó el premio Pulitzer en 1961 y fue llevada al cine por Robert Mulligan.
Gregory Peck interpreta a su protagonista, Atticus Finch, un abogado profundamente honesto, que se atreve con un caso imposible: la defensa de un negro acusado falsamente de violación en la Alabama racista de la Gran Depresión. “Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final. Uno vence raras veces, pero alguna vez vence”, le dice a sus hijos para explicarles la decisión que ha tomado.
El periodista Charles J. Shields, autor de Mockingbird. A portrait of Harper Lee, biografía no autorizada de una autora que decidió alejarse de la prensa, explicó en una entrevista con este diario los motivos del éxito de Matar a un ruiseñor: “Primero, porque es una buena historia y siempre habrá sitio para las buenas historias. Segundo, porque trata un tema esencial: el desafío de vivir en paz con gente que es diferente. Y tercero, porque te pregunta: ¿Qué harías? ¿Defenderías lo que crees justo como Atticus aunque te enfrentes a las críticas e incluso al odio?”. Shields también relata que, cuando en medio de su éxito los periodistas le preguntaron por su segunda novela, la escritora sureña respondió: “Me temo que tendré que citar a Scarlett O’Hara: ‘Ya lo pensaré mañana”.
Ha pasado más de medio siglo, pero los valores que defiende Matar a un ruiseñor –la solidaridad, la justicia, la amistad, la lucha contra los prejuicios– siguen tan vigentes como entonces. La obra de Lee predijo, y a la vez impulsó con su éxito, un cambio gigantesco: el movimiento de los derechos civiles, la lucha por la igualdad. Pero es también una novela íntima, en la que queremos vernos reflejados, que nos muestra a través de Atticus pero también de los niños Jem, Scout y Dill –personaje inspirado por Capote– lo que queremos ser. Leer un libro inédito de Lee es un regalo inesperado que nos devuelve a una era en la que todo cambió, pero nos recuerda que no hay que rendirse porque, efectivamente, a veces se vence.
II. Winston Manrique, "Descubrir la vida en los héroes de 'Matar a un ruiseñor" íd., 23-VII-2012:
"Cuando se acercaba a los trece años, mi hermano Jem sufrió una grave fractura del brazo a la altura del codo. (…) Yo sostengo que Ewell fue la causa primera de todo ello, pero Jem, cuatro años mayor que yo, decía que aquello había empezado mucho antes, durante el verano que Dill vino a vernos, cuando él nos hizo concebir por primera vez la idea de hacer salir a Boo Radley. (…)
Cuando mi padre fue admitido en el Colegio de Abogados, regresó a Maycomb para ejercer su profesión (…) Sus dos primeros clientes fueron las dos últimas personas del condado que murieron en la horca. Atticus les había pedido que aceptasen la benevolencia del estado, que les conmutaría la pena si se declaraban culpables de un homicidio en segundo grado. (…)
Maycomb era una población antigua, pero cuando yo la conocí también era una población fatigada. En los días lluviosos las calles se convertían en un barrizal rojizo; la hierba crecía en las aceras, y el edificio del juzgado parecía que iba a desplomarse sobre la plaza. En verano hacía mucho calor: los perros sufrían durante el día y las flacas mulas enganchadas a los carros espantaban moscas a la sofocante sombra de las encinas de la plaza. A las nueve de la mañana, los cuellos duros de los hombres perdían su tiesura. Las damas se bañaban antes del mediodía y después de la siesta de las tres, pero al atardecer estaban como blancos pastelillos recubiertos de sudor y talcos.
La gente se movía despacio. Cruzaba cachazudamente la plaza, entraba y salía de las tiendas con paso calmoso, se tomaba su tiempo para todo. El día tenía veinticuatro horas, pero parecía más largo. Sin embargo, era una época de vago optimismo para algunas personas: al condado de Maycomb se le había dicho que no tenía nada que temer, sólo a sí mismo”.
Es la cautivadora voz de Jean Louise Finch, Scout, que evoca un episodio crucial en su vida y en la de su pueblo de Alabama, a través del cual se ve a todo Estados Unidos, en Matar a un ruiseñor. Son los sombríos años treinta y dos pequeños hermanos huérfanos de madre viven con su padre, Atticus Finch, en algo parecido a un apacible paraíso con sus alegrías, peleas y miedos en el vecindario donde hay una misteriosa casa; hasta que llega a pasar las vacaciones otro niño, Dill, y serán los tres quienes descubrirán la realidad del mundo del que forman parte, cuando, enfrentados a sus propios temores y aventuras, Atticus decide defender a un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca. Los niños conocerán, entonces, la verdadera cara de su país, de su sociedad y la familia zurcida de prejuicios, especialmente los aciales que lo alteran todo porque los negros carecen, entre otras cosas, de respaldo judicial.
A través de la vida de los dos hermanos, luego de la desconfianza ante la llegada otro niño al vecindario, de alguien desconocido, luego el tanteo de amistad entre ellos y su posterior acercamiento y a partir de ahí las aventuras donde se cruzan la infancia y la vida adulta, Harper Lee (Alabama, Estados Unidos, 1926) escribió su única y maravillosa novela: Matar a un ruiseñor. Una historia narrada desde la sencillez que guarda la gran literatura esparcida de emotividad, enseñanza, frescura y humor a través de unas voces infantiles ingenuas y verosímiles donde aboga por la igualdad, la convivencia, el respeto y el aprecio a las personas; todo ello con un manejo del ambiente donde las horas parecen tomarse su tiempo mientras los hechos aceleran la vida. Este es el verano literario que les propongo visitar hoy y comentar...
Harper Lee, que obtuvo el premio Pulitzer en 1961, escribió Matar a un ruiseñor inspirada en un acontecimiento real que conmovió a la sociedad de su país en 1931, y que cuenta en la voz de la niña, Scout que un pasaje de la novela dice…
Matar un ruiseñor tresn iños“Cuando yo estaba a punto de cumplir seis años y Jem se acercaba a los diez, nuestras fronteras infranqueables durante el verano (es decir, al alcance de la voz de Calpurnia) eran la casa de la señora Henry Lafayette Dubose, dos puertas al norte de la nuestra, y la Mansión Radley, tres puertas hacia el sur. Jamás sentimos la tentación de traspasarlas. La Mansión Radley la habitaba un ente desconocido, la mera descripción del cual nos hacía portar bien durante días. La señora Dubose era el mismísimo demonio.
"Aquel verano vino Dill”.
Y ese Dill no es otro que la encarnación del escritor Truman Capote, de quien Harper Lee fue amiga desde la infancia en Alabama, sur de Estados Unidos. Y con la llegada de Dill, en la novela, los tres niños conquistarán más mundo, ampliarán sus fronteras desde la curiosidad, el temor, el riesgo, la valentía y la aventura. Mientras tanto Atticus, el padre, esa especie de héroe que confronta al lector con su forma de actuar y su ética también los inicia en el mundo real con su caso de defensa al hombre negro y con momentos hogareños como este:
“Jem- dijo- ¿eres el responsable de esto?
- Sí, señor.
- ¿Por qué lo has hecho?
Jem respondió en voz baja:
- Ella ha dicho que defendías a negros y canallas.
- ¿Lo has hecho porque ella dijo eso?
Los labios de Jem se movieron, pero su “sí, señor” resultó inaudible.
- Hijo, no dudo que tus contemporáneos te molesten mucho a causa de que yo defienda a los nigros, como vosotros decís, pero hacerle una cosa así a una dama anciana no tiene excusa. Te aconsejo que vayas a presentarle tus disculpas. Después regresa a casa. (…)
- Scout –dijo mi padre-, cuando llegue el verano tendrás que conservar la calma ante cosas mucho peores… No es justo para ti y para Jem, lo sé, pero a veces hay que tomar las cosas del mejor modo posible, y saber comportarse cuando están en juego las apuestas… Bien, todo lo que puedo decirte es que cuando tú y Jem seáis mayores, quizá recordaréis esta época con cierta compasión y con la certeza de que no os traicioné. Este caso, el de Tom Robinson, es algo que atañe a la esencia misma de la conciencia de un hombre… Scout, yo no podría ir a la iglesia y adorar a Dios si me negase a ayudar a ese hombre.
- Pero es posible que te equivoques…
- ¿Por qué lo dices?
- Muchos creen que tienen razón ellos y que tú te equivocas.
- Tienen derecho a creerlo, ciertamente, y tienen derecho a que se respeten sus opiniones –contestó Atticus-, pero para poder vivir con otras personas tengo que poder vivir conmigo mismo. La única cosa que no se rige por la regla de la mayoría es la conciencia de uno. (…)”.
La novela con sus dos historias, la de los niños y la casa misteriosa y la de la defensa de Atticus avanzan y se entrecruzan formando una sola vida. Donde los días y los hechos se suceden…
“La Mansión Radley había dejado de asustarme. En los días serenos continuábamos viendo a Natham Radley yendo y viniendo del centro; sabíamos que Boo continuaba en casa, por la misma razón de siempre: nadie lo había visto todavía salir. A veces sentía una punzada de remordimiento al pasar por delante de la vieja mansión, por haber tomado parte alguna vez en cosas que hubieron podido significar un vivo tormento para Arthur Radley… ¿Qué recluso razonable quiere que unos niños le espíen por la ventana, le envíen noticias de saludo con una caña de pescar y ronden por su huerto de noche?. (…)
Nos habían ocurrido tantas cosas que Boo Radley era el menor de nuestros miedos. Atticus aseguraba que no veía que pudiese ocurrir nada más, que las cosas tenían la virtud de reencauzarse por sí mismas, y que cuando hubiera pasado tiempo suficiente la gente olvidaría que un día habían dedicado su atención a Tom Robinson.
Quizá Atticus tenía razón, pero los acontecimientos del verano continuaban suspendidos sobre nosotros como el humo en un cuarto cerrado”.
Un año después de su publicación en 1960, Matar a un ruiseñor obtuvo el Pulitzer y en 1962 fue llevada al cine de manera espléndida por Robert Mulligan y protagonizada por Gregory Peck. Este es el Verano literario a donde los invito a viajar hoy, a un clásico de la literatura estadounidense del siglo XX. ¿Qué les parece el libro y la manera como la autora mostró la vida real a los tres niños? ¿Y Atticus, qué harían ustedes en su lugar?
* Matar a un ruiseñor. Herper Lee. Traducción de Baldomero Porta (Ediciones Zeta Bolsillo)
III. Guillermo Altares, "Las lecciones de Atticus Finch", íd, 3-II-2015:
'Matar a un ruiseñor' trata un tema esencial: el desafío de vivir en paz con gente que es diferente. Justo cuando estaba a punto de empezar la década de los sesenta, convergieron dos momentos cruciales para la literatura universal y en los dos Harper Lee tuvo un papel central: acompañó a Truman Capote en la investigación de un crimen en Kansas que acabaría por convertirse en A sangre fría, el libro que cambiaría la forma de contar la realidad, y publicó su única novela, Matar a un ruiseñor, que alcanzó un éxito inmediato, ganó el premio Pulitzer en 1961 y fue llevada al cine por Robert Mulligan.
Gregory Peck interpreta a su protagonista, Atticus Finch, un abogado profundamente honesto, que se atreve con un caso imposible: la defensa de un negro acusado falsamente de violación en la Alabama racista de la Gran Depresión. “Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final. Uno vence raras veces, pero alguna vez vence”, le dice a sus hijos para explicarles la decisión que ha tomado.
El periodista Charles J. Shields, autor de Mockingbird. A portrait of Harper Lee, biografía no autorizada de una autora que decidió alejarse de la prensa, explicó en una entrevista con este diario los motivos del éxito de Matar a un ruiseñor: “Primero, porque es una buena historia y siempre habrá sitio para las buenas historias. Segundo, porque trata un tema esencial: el desafío de vivir en paz con gente que es diferente. Y tercero, porque te pregunta: ¿Qué harías? ¿Defenderías lo que crees justo como Atticus aunque te enfrentes a las críticas e incluso al odio?”. Shields también relata que, cuando en medio de su éxito los periodistas le preguntaron por su segunda novela, la escritora sureña respondió: “Me temo que tendré que citar a Scarlett O’Hara: ‘Ya lo pensaré mañana”.
Ha pasado más de medio siglo, pero los valores que defiende Matar a un ruiseñor –la solidaridad, la justicia, la amistad, la lucha contra los prejuicios– siguen tan vigentes como entonces. La obra de Lee predijo, y a la vez impulsó con su éxito, un cambio gigantesco: el movimiento de los derechos civiles, la lucha por la igualdad. Pero es también una novela íntima, en la que queremos vernos reflejados, que nos muestra a través de Atticus pero también de los niños Jem, Scout y Dill –personaje inspirado por Capote– lo que queremos ser. Leer un libro inédito de Lee es un regalo inesperado que nos devuelve a una era en la que todo cambió, pero nos recuerda que no hay que rendirse porque, efectivamente, a veces se vence.
No hay comentarios:
Publicar un comentario