Venta de Esclava. Documento manuscrito original.
24 de enero de 1832., Santiago de Cuba, 1832
Encuadernación de tapa dura
"Venta de esclava. Sépase que yo, Don Francisco Antonio Portuondo y Abad, vecino de esta ciudad de Santiago de Cuba, otorgo que vendo realmente y con efecto desde ahora para siempre a Don Fermín Martínez, vecino de esta ciudad, una negra de mi propiedad nombrada Lucía, criolla de unos treinta años de edad, la cual no está sugeta a empeño, hipoteca ni gravamen, en precio y cantidad de doscientos pesos. Cuya cantidad confieso haber recibido en moneda corriente, de mi satisfacción. Me desisto y aparto del dño. de posesión propiedad y dominio que a la referida esclava tenía adquirido." Papel timbrado, con sello 3º, de 2 Reales, con el escudo de Fernando VII.
En el verso, otro documento de venta de solar; es curioso (y espeluznante) ver como se repiten la misma terminología legal para ambas ventas: "Me desisto y aparto del dño. de posesión propiedad y dominio."
Si una esclava quedaba embarazada y conseguía 25 pesos para pagar el feto, algo difícil entonces, el hijo que nacería sería libre. Así mismo, había diferencias entre los esclavos rurales y de ciudad ya que estos últimos vivían en las casas de sus amos y tenían mejor trato. «En La Habana -explica Elisa Vázquez- cuando nacía un niño o una niña, le regalaban un negrito, un muleque que le decían, para su servicio personal y que estaría siempre con él durante toda su vida por lo que en muchos casos se fraguaba una amistad entre ambos.
La sociedad esclavista cubana tenía una idea de que un esclavo, por el que se pagaba para comprarlo, era como un bien al que había que cuidar y de hecho la autoridades comerciales, son los que defienden a los esclavos de ahí que se hiciesen seguros para estos, de vida y protección, en aseguradoras que por cierto eran gallegas. Los esclavos eran como bienes, como el ganado o las máquinas de los terratenientes. Conviene aclarar que el mercado de esclavos estaba prohibida desde 1882 pero no la esclavitud de aquellos que ya habían sido comprados por lo que siguió hasta 1886 en que fue abolida y dadas la carta de libertos a los esclavos.
Una casa en Amargura es la última novela de la escritora Elisa Vázquez de Gey (Lugo, 1955) en la que trata La Habana en la época colonial y negrera, con esclavos que llegaban en barcos procedentes de muchos lugares del mundo, incluidos chinos y gallegos.
18 de febrero de 1880. Tal día como hoy hace 140 años se emitía desde la Gaceta de Madrid (el actual Boletín Oficial del Estado) una ley que cesaba el estado de esclavitud en Cuba. Sin embargo, esta ley llevaba una serie de condiciones que ralentizaron en unos años el fin efectivo del régimen de esclavitud en la entonces colonia española.
Mientras que en Inglaterra el tráfico de esclavos se prohibió en 1807 y la esclavitud se abolió en 1833, en Francia la propiedad sobre personas se suspendió en 1848 y en Estados Unidos Abraham Lincoln liberaba a los esclavos en 1863 -se aplicó dos años más tarde en todo el país, tras el fin de la guerra-; España tardó varios años más en firmar una ley que acabase con lo que hoy día se considera inhumano.
Esta ley del 18 de febrero de 1880 no convertía en personas libres a los esclavos, sino que les sometía a otras condiciones durante unos plazos arbitrarios. Transformaba en libertos a los esclavos: esto implicaba que la libertad tenía un precio económico que estos debían pagar a sus patronos. Este sistema duró seis años, hasta que el decreto del Ministerio de Ultramar del 7 de octubre de 1886 acabó definitivamente con él.
Algunos esclavistas manumitían a sus esclavos... discapacitados o viejos, para no tener que cuidar de ellos, ya que eran considerados una carga económica, y morían.
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