sábado, 11 de abril de 2020

Necionalismo

No sé si alegrarme ante el hecho, biológicamente inevitable, de que ya no veré la tercera gran crisis de la Edad de Plata de la Estupidez (la Edad de Oro fue la primera mitad del siglo XX, la era de las matanzas mecanizadas o, por usar un cruce de títulos, de las naranjas metálicas; siguió luego la bendita era de los keynesianos socialdemócratas). Muchos y yo mismo anticipábamos que vendría una segunda crisis peor que la primera. No nos hemos equivocado. Pero el motivo no lo podía esperar nadie. Es tan humilde como el que mató a los marcianos en La guerra de los mundos de Wells. Preparémonos, sin embargo, para la tercera gran crisis y mucho peor que vendrá después. Hay peritos (no precisamente economistas, que en el asunto de las predicciones están al nivel de las brujas medievales) que ya prevén el colapso del clima y de los sistemas ecológicos en 2040, una crisis anterior incluso a la posterior de la energía química. 

No creo que una sola crisis baste para llegar a la Edad de Oro del Hombre.  Entre otras cosas, porque las utopías nunca se alcanzan (basta con que curen o hagan más válido, no digo que mejor, al ser humano). Esta crisis económica mundial, suscitada solo por un virus construido ciegamente por la selección natural de lo más apto para perdurar en el cuerpo humano, vaya a suscitar un cambio de paradigma; pero sí creo que será uno de los elementos que se irán sumando para suscitarla.

Se ha hablado de una Constitución mundial, pero eso es prematuro y será sin duda tan insuficiente como la Constitución Europea que Francia intentó colar (una hermosa y utópica vaguedad). Los dirigidos medios de comunicación y de control de masas no le pueden echar ahora la culpa al pueblo para pedirle (más) sacrificios, estrategia manipulativa conocida como doctrina del shock (Naomi Klein, La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre, 2007). Tendrán que recurrir a otros medios, aunque la extrema derecha tendrá siempre en su mano este tipo de argucias. Los estados liberales, por desgracia, se han descapitalizado gracias a las políticas neoconservadoras y ya no pueden recurrir a los fondos que necesitaría una política neokeynesiana en la línea de Alvin Hansen y Andreas Paulsen. Habría que recurrir a las ideas de Stiglitz o Piketty (curiosamente enmudecidos en estos días) para resucitar un intervencionismo que salvase lo más salvable del sistema.



Pero a esto se opone la vigorosa fuerza de la ignorancia, aumentada viralmente (exponencialmente, diríamos) por Internet, ese prodigio de difusión de vídeos e imágenes de gatos que odia las ideas que exijan vocabulario abstracto, un pensamiento multinivel y no unidimensional. 

Y una de las formas que asume esta ignorancia es lo que algunos anarquistas denominan necionalismo (no es un vocablo que haya creado yo). Ni siquiera se la puede denominar ideología: es solo un punto de vista, una pasión y, por tanto, resulta bastante difícil de cambiar, ya que no cuenta con razones para justificarse, sino solo con premisas, prejuicios y demás cosas que empiezan con "pre-". Como no razonan, siempre utilizan las mismas falacias: negar el antecedente, afirmar el consecuente y los demás sesgos cognitivos, sobre todo la petición de principio (incluir como ya cierta la misma "verdad" que se pretende probar). Como dicen los italianos, que en eso son unos maestros, se non e vero e bene trovato / si no es cierto, está bien urdido.  Lo mismo da que da lo mismo, ocho que ochenta, tanto monta y qué más da.

Les resulta, por ejemplo, muy fácil abominar del nacionalismo catalán o del vasco, dicen que han adulterado la historia en Cataluña o en Euskadi y olvidan que antes que ellos la derecha española adulteró la historia de España. Es natural que los que quieren un poder regional, los antiguos carlistas, adopten una fórmula igual que tanto éxito / fracaso ha tenido. ¿Qué puede esperarse de todo nacionalismo si no una mentira, esto es, una visión monocéntrica, tribalista y autista de la realidad? Ya los griegos se burlaban de los que consideraban la luna de Corinto mejor que la de Atenas... pero ellos mismos eran incapaces de unirse sino ante unas amenazas exteriores que implicaban su propia supervivencia como cultura. La lengua es solo un pretexto. El necionalismo nos quiere encerrar dentro de nuestras casas, como en El ángel exterminador de Buñuel, donde los burgueses perdían sus maneras y se brutalizaban al no poder salir de su encierro; la parábola hispánica es La cabina, de Antonio Mercero. Nuestros viejos van a desaparecer tan silenciosamente como las abejas en sus celdillas, o nosotros en medio de los bulos y del Facebook.

¿Qué harán las fuerzas de la manipulación cuando se enfrenten a las masas noqueadas y desorientadas por el cataclismo? ¿Se aprovecharán de la doctrina del shock y crecerán dentro de los necionalismos buitres y rapaces, provocando así la tercera y demoledora gran crisis? ¿Se llegará a un gobierno mundial internacional que tenga competencias y autoridad solo en los intereses fundamentales del ser humano: salud, investigación e industria farmacéutica, enseñanza y gestión medioambiental del globo? Esto suena idealista, pero es lo que hay que hacer, o a lo que se debe llegar.

Nuestros hijos no podrán ya emigrar para repatriar alguna riqueza que fecunde nuestra esterilidad: la crisis es global y el estúpido necionalismo quiere volver a levantar todos los muros y murallas que derribó una época más solidaria que esta. Que emigren los ricos corruptos para depositar sus cohechos y engorden los bancos suizos, casi todos ellos necionalistas o reyezuelos de cualquier cosa, como el tailandés que se ha encerrado en un hotel alemán con veinte concubinas. Ellos y los Países Bajos barren para su país, pero parece que han llegado a un acuerdo, a Dios gracias. Europa debería ser otra cosa, no una Confederación Germánica o un 13, rue del Percebe.

No se le puede echar la culpa al pueblo aprovechando el shock, como se hacía; esta sacudida debe ser un aliciente para cambiar. Y quizá tuvo razón H. G. Wells cuando escribió que "el hombre no vive, ni muere, en vano". Que la esperanza es algo bueno.

O era.

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