I Entrevista:
Julián Casanova, biógrafo de Franco: “En España, en 1945, sabían que la represión era una inversión de futuro”, en La Marea, por Guillermo Martínez, 2 marzo 2025:
Una biografía para la gente que no sabe apenas sobre Franco. Ese es el propósito que se fijó Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza, cuando comenzó a preparar una de sus obras culmen. La editorial Crítica acaba de publicar esta monografía que condensa cuatro décadas de investigación de Casanova en torno al franquismo. Como él mismo dice al final del libro, “tiene que ser posible, 50 años después, volver la vista a ese pasado y no buscar solo aprobación o condena”. En esta dilatada conversación, el historiador repasa algunos de los momentos decisivos de Franco y de la España más reciente.
No es fácil abordar en una entrevista la figura de Franco, que usted ha narrado de forma profusa y largamente documentada en su biografía de casi 500 páginas. Empecemos por el principio. ¿Cómo influyó en Franco su paso por África? En su obra afirma que aquello lo elevó a “categoría de héroe nacional”.
El caso de África y los africanistas solo se entiende en julio de 1936, ahí encuentran la culminación al embrutecimiento que venían experimentando. Jugaron tres factores cruciales. Pensaban que el desastre del 98 español había sido causa del liberalismo y la mala política; y que ellos necesitan otro tipo de políticos porque se sienten desamparados. Por otro lado, que Azaña eliminara los méritos de guerra como forma de ascenso hizo que todos reaccionaran. Ahí Franco ya llevaba muchos años destinado en África, y él siempre dijo que le dejó una huella indeleble.
Estamos ante una de las carreras militares más rápidas del ejército español en el siglo XX. Cuatro meses después de desembarcar en Melilla en 1912 fue nombrado teniente; el 1 de febrero de 1914 ascendió a capitán; en 1917, a comandante; en 1923, a teniente coronel; en 1925, a coronel; y en 1926, el 3 de febrero, con 33 años, era ya general de brigada. ¿Qué tenía Franco de excepcional?
Tenía una planificación de todo eso, aunque se da una reinvención de su figura después. África fue la universidad de Franco. Mientras muchos están en los despachos, él se hace con esa figura de hombre valiente y bravo. Es un ascenso común en otros militares que sí lucharon en la Primera Guerra Mundial, pero es extraño que eso pase con un español. Por eso, hay que ver a África como una guerra de brutalización y no solo colonial.
De todas formas, si Franco hubiera desaparecido en 1936, no hubiera quedado ni una biografía sobre él. Otros muchos militares ya tenían la suya propia, pero a Franco le llegan como hagiografías cuando ya es Generalísimo en las que le trataban como a un santo, y ya se sabe que los santos están predestinados desde el nacimiento a llevar la corona.
La llegada de la Segunda República en 1931 y las decisiones de Manuel Azaña crearon en Franco un sentimiento de desafección al nuevo régimen democrático. ¿Hasta qué punto esto impulsó la sublevación en 1936?
La reforma militar impulsada por Azaña es clave para entender la sublevación. Si ves el nombre de las calles tras la victoria de los sublevados, todo eran nombres de tenientes, coroneles o capitanes que en su mayoría habían pasado por África. Franco pensaba que la República había realizado un gran agravio, más allá del espíritu de cuerpo que pueda llegar a sentir. Luego vendría otra reinvención contra la República, como que era la antipatria y que quería romper la unidad de España. De hecho, en las proclamas de los pronunciamientos militares del 36 no aparece ninguna mención a la religión, aunque poco después la Guerra se torne en cruzada. Esa es otra reinvención.
Sobre esto que comenta de la cruzada, dice que “obispos, sacerdotes y religiosos comenzaron a tratarlo como un enviado de Dios para poner orden en la “ciudad terrenal” y Franco acabó creyendo que, efectivamente, tenía una «relación especial con la divina providencia”. ¿Los españoles realmente lo vieron como el nuevo mesías?
Caló bastante porque la Iglesia hizo mucho por ello. En mi monografía La iglesia de Franco expliqué cómo se elaboró la teoría de la cruzada, que fue una simbiosis entre catolicismo y militarismo al principio, y luego entre catolicismo y fascismo hasta 1945. También hay que ubicar este fenómeno en su contexto y como una reacción al anticlericalismo, otro de los ejes fundamentales de la historia de la España contemporánea.
«El fascismo es como una religión política, y Franco la va llenando con ritos muy importantes que conectan con la tradición de muchas personas»
Elevar un golpe de Estado que provoca una Guerra Civil a concepto de cruzada solo puede pasar si alguien lo legitima, y eso lo hizo la Iglesia. Para mí, la imagen más clara de eso es la cesión por parte de la Iglesia de su Palacio Episcopal en Salamanca, donde Franco tuvo su primer cuartel general. El fascismo es como una religión política, y Franco la va llenando con ritos muy importantes que conectan con la tradición de muchas personas. Yo diría que a la altura de 1939 ya es un mesías para muchos.
El 19 de abril de 1937 promulgó el decreto de unificación entre Falange y los Tradicionalistas. Boina roja carlista y camisa azul falangista pasaba a ser el uniforme oficial, y se institucionalizó el saludo romano. Se creaba el partido único. ¿Esto significó una forma de quitarse del medio a posibles competidores por el poder? En sus manos quedaba ejército, iglesia y el partido.
Serrano Súñer le hizo saber a Franco que necesitaba un estado a la italiana y la alemana, con una construcción administrativa coercitiva, y en la política para eso se necesita un partido único. En abril de ese año Franco ya ha visto que militarmente no es bueno tener un poder por debajo en forma de requetés y milicias falangistas, por lo que se decanta por la militarización de la política y la creación de un partido milicia. Es paradójico también porque este partido llamado a ser de masas lo crea sin ellas, a diferente de Italia y Alemania, aunque llegarán tras el triunfo de la Guerra.
“La paz de Franco transformó la sociedad, destruyó familias enteras, rompiendo las redes básicas de solidaridad social, e impregnó la vida cotidiana de miedo, prácticas coercitivas y de castigo”, comenta en la biografía. Al mismo tiempo, el régimen levantó más de 100 campos de concentración estable con 500.000 prisioneros de guerra en espera de ser clasificados, reeducados y castigados. ¿De dónde procedía tanta venganza hacia los perdedores?
En parte, es fruto de la contemporaneidad. En todos los países fascistas se destruye claramente a la izquierda. Si la universidad fue África, para Franco la tesis doctoral es la Guerra Civil, donde dejaron bien claro que ante cualquier intento de negociación, la rendición incondicional es la única salida. En el libro me detengo en explicar cómo esa venganza llegó hasta el último momento de la dictadura, y también intento desterrar esa idea de que los dictadores no estaban en la parte sucia de la historia, manchados de fango, como también se intentó dar a entender de Stalin o Hitler. En España, en 1945, sabían que la represión era una inversión de futuro.
Justo ese año el dictador promulgó la Ley de Referéndum, la cuarta de las Leyes Fundamentales de la dictadura. Se convirtió en regente vitalicio de una monarquía sin rey. ¿Cómo se desarrolló la relación entre el franquismo y la monarquía a lo largo de la dictadura?
Al principio de la dictadora hay algunos monárquicos en España que piensan que debe ser don Juan quien ocupe el trono. En cambio, Carrero Blanco y Franco lo dejaron bien claro desde el principio: o se estaba con ellos o contra ellos. En 1945 y 1946, don Juan todavía tenía algunas posibilidades de hacer algo, pero muy pronto pactan que su hijo será educado e irá a las academias militares en España.
Más tarde, con la llegada del Opus Dei, Laureano López Rodó dirá que a partir de entonces se emprendió toda una larga marcha hacia la monarquía, que en ningún caso estaba previsto en el guion que fuera liberal.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, España se convirtió en refugio placentero para nazis perseguidos por las fuerzas aliadas. ¿Le pasó factura al dictador el haber recibido apoyo y haber apoyado un régimen cuyo objetivo era el exterminio de los judíos?
Nunca le llegó a pasar factura, ni a nivel social ni internacional, porque el anticomunismo protagonizó las alianzas muy pronto tras el término de la Segunda Guerra Mundial. En 1953 se firmaron los pactos con Estados Unidos, y también llegó el Concordato con el Vaticano. El mismo Franco lo dijo cuando lo consiguió: “Al fin he ganado la guerra”.
Para aquellos años, la costa mediterránea de España se había convertido en el paraíso para auténticos criminales de guerra que estuvieron detrás del Holocausto y las políticas de exterminio en muchos países. La Iglesia salvó a muchos de ellos por ser católicos, sobre todo croatas y eslovacos.
En la biografía señala que Franco “sabía que la corrupción a escala masiva garantizaba lealtad y fidelidad personal”, y que “eligió las armas antes que alimentar a la población”. ¿Era realmente el franquismo un régimen de orden y disciplina?
Lo era, pero también de autovigilancia. Una vez despejado el camino mediante la represión, vendría la delación. Una casa cualquiera en Madrid ya no necesitaba policía para saber si ahí vivía algún rojo, porque los vecinos lo comunicarían.
Años antes de 1960 entraron los tecnócratas del Opus Dei al Gobierno. ¿Cómo sacaron de la bancarrota al régimen?
Carrero le dijo a Franco que la única forma de salvar la economía era racionalizar la administración e introducir cambios, y hacer caso a instituciones internacionales tachadas antes de liberales y masonas, como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Central Europeo.
Realizan un Plan de estabilización muy duro que crea una migración hacia el exterior muy fuerte, la gente se aprieta el cinturón y el PIB crece como consecuencia de las profundas desigualdades. Nadie dudó de que esta liberalización de la economía y modernización no traería ningún cambio en la estructura política, y así ocurrió.
No hay que infravalorar el desarrollismo porque les permitió reinventarse de nuevo. Primero habían desterrado el comunismo de España, y ahora era el momento de cambiar la alpargata por el coche, el estraperlo por la televisión, la miseria por la nevera.
Mucha gente defiende hoy la dictadura precisamente por este cambio en la economía.
Eso es lo que utilizan algunos para decir que el franquismo fue mejor que la democracia actual, porque todo lo demás lo vendieron como necesario. El golpe era legítimo y provocado por los desmanes de la República, la Guerra Civil era necesaria, y luego hubo que poner orden. Más tarde llegarían los pantanos y la Seguridad Social, y el desarrollismo. A la gente le funciona pensar eso y con eso es con lo que se quedan.
En los años 60 comenzaron las movilizaciones estudiantiles por opositores que no habían vivido la Guerra Civil, y los llamados “curas rojos” utilizaban sus prédicas para alentar al pueblo. El régimen no comprendió muy bien cómo hijos de los vencedores podían ser opositores, pero lo que más le fastidió a Franco fue la disidencia en la Iglesia. La modernización no solo trajo liberalización, sino asociaciones de vecinos, luchas de las mujeres… Y eran movimientos que no querían la revolución, sino alcantarillas y unos barrios obreros dignos. También se da un éxodo a la ciudad. Hay 3,5 millones de personas que van al extranjero a trabajar, pero 5,4 millones de personas cambian del mundo rural al urbano. En los pueblos la gente estaba controlada, en las ciudades ya no tanto.
Después llegó un repunte de ETA y la conflictividad laboral con “huelgas que derivaban en enfrentamientos con la Policía y con muchos huelguistas torturados y en la cárcel”. ¿Cuándo se empieza realmente a resquebrajar el régimen?
Lo hace en 1969, cuando estalla el caso Matesa. Ahí hay un repunte del sector falangista que reacciona contra los tecnócratas y denuncia un caso de corrupción relacionado con el Opus. Carrero decide hacer una limpia y, en contra de lo que parecía, echa a todos los falangistas del Gobierno. Ese año también culminan las nuevas Comisiones Obreras, los curas rojos, y ETA ha comenzado a matar. Se da una conflictividad importante que no deja de crecer hasta el asesinato de Carrero en 1973.
Desde el exterior siguen con mucho detalle lo que sucede, y sobre todo a Estados Unidos le preocupa la posterior caída de Salazar en Portugal y la Dictadura de los Coroneles en Grecia.
Pero el régimen siguió reprimiendo.
Para entonces todavía nadie estaba pensándose cambiar de chaqueta, así que la represión continúa. Se ve en el Tribunal de Orden Público, que desde 1974 a 1976, porque desapareció en enero de 1977, tiene más expedientes de depuración abiertos que en todos los años que había estado vigente desde su creación a finales de 1963.
«Pensar que los defectos de la democracia son herencia del franquismo y la Transición me parece mucho decir si uno analiza la historia más reciente de España. Yo no soy partidario de pensar que hay un pecado original en la Transición que seguimos pagando medio siglo después«
Por último, este 2025 se conmemoran los 50 años del fallecimiento de Franco. Medio siglo después, ¿hasta qué punto considera que la democracia actual en España es heredera de la dictadura?
Aquí quizá yo tenga una apreciación algo diferente a la mayoritaria. Pienso que la Transición fue muy difícil, que no fue inmaculada, que se hizo desde arriba y hubo conflictos, muertos y tensiones que modelaron toda esa época. Con la democracia y la entrada en la Unión Europea, la sociedad civil y política ya ha tenido muchos años para que haya cambiado eso.
Pensar que los defectos de la democracia son herencia del franquismo y la Transición me parece mucho decir si uno analiza la historia más reciente de España. Yo no soy partidario de pensar que hay un pecado original en la Transición que seguimos pagando medio siglo después. Me parece que el presentismo es más poderoso que la historiografía, y vivimos en un momento en que, en lugar del conocimiento, se estimula la ignorancia y es fácil decir simplezas y volver a consignas que yo pensaba superadas.
II Reseña:
Julián Casanova, historiador: “Lo bueno que hizo Franco lo hicieron las democracias sin tortura ni pena de muerte”, José Andrés Rojo, en El País, suplemento Babelia, 14-II-2025:
El catedrático de Historia Contemporánea publica una nueva biografía del dictador, un sólido retrato que muestra desde su paso por África y la ayuda de Hitler al inicio de la Guerra Civil hasta el esencial papel de la Iglesia en el régimen
Dice Julián Casanova (Zaragoza, 1956) que la historia conduce “por muchas calles y direcciones” y que solo se entiende a través de una “indagación profunda” en los hechos del pasado. En Franco, Casanova construye un retrato del dictador para el siglo XXI en casi 400 páginas con 30 capítulos breves y muy ágiles, que ha completado con un álbum fotográfico que da cuenta de los personajes que lo rodearon, una rigurosa cronología y un amplio comentario bibliográfico. Hay algo en Casanova, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza, que lo convierte en una rara avis dentro de su oficio: los largos periodos de tiempo que ha enseñado fuera de España, en Estados Unidos pero sobre todo en Budapest y Viena en la Central European University, y su afán por intervenir en la discusión pública, ya sea en las redes o en los medios de comunicación tradicionales. Ha estudiado y escrito sobre el anarquismo, la República o la Guerra Civil, pero también sobre Europa rota tras la Gran Guerra, la Revolución Rusa o la violencia que ha marcado el siglo XX. Dice que “es posible explorar el pasado sin buscar una condena o una absolución”: “No se puede poner a nadie en una sala de juicio porque la bondad o la maldad de los personajes no es un concepto histórico”. De Francisco Franco comenta que “no fue un personaje carismático”, pero que frente a otros, que sí lo fueron, murió en su cama y tuvo un entierro faraónico, “y habrá que explicar por qué”.
Pregunta. ¿De dónde viene Franco?
Respuesta. Nace en 1892 en una familia gallega que estuvo largo tiempo vinculada a la Armada en un momento en que España ha perdido las colonias y en la que pertenecer a la Armada ya no supone ninguna gloria. Su padre, que abandona a la familia justo cuando él inicia sus estudios en Infantería, no es nunca una referencia en su vida; su madre es para él la bondad. Su formación es la típica que hubiera tenido en la Galicia de finales y principios de siglo un hijo de militares, una mezcla de tradición castrense y catolicismo. Nada extraordinario hubiera sucedido si Franco no pasa por África.
P. ¿Es entonces África una de las claves?
R. Me di cuenta de que todos los dictadores de su época habían pasado por la I Guerra Mundial, y él no. Y África fue para él algo muy similar a aquella experiencia. Franco ha dicho que la Academia Militar de Toledo, a la que entró en 1907, hizo de él un hombre, y su hija ha recordado que allí sufrió humillaciones. A África llega en 1912, tras salir de la Academia con un expediente poco prometedor, y está hasta 1926, y le deja una huella indeleble.
P. ¿En qué sentido?
R. Entendió que allí se estaban partiendo el pecho por la patria y los políticos los tenían abandonados, y empezó a inventarse un personaje que se sostenía en el heroísmo, en el “todo lo hago por mi patria”. Ascendió de manera rapidísima por méritos de guerra.
P. Llegó a ser general con 33 años.
R. El ascenso rápido por méritos de guerra es importante para entender el odio que le tuvo a Azaña cuando en su reforma militar echó abajo este tipo de promoción. También lo odió por cerrar la Academia General Militar, que creó la dictadura de Primo de Rivera y de la que Franco fue director. Ahí entramos ya en la zona de los agravios. Los fue acumulando y los irá soltando a lo largo de su vida, y puede hacerlo porque llega a tener un poder con el que nunca había soñado.
P. ¿En qué momento lo obtiene?
R. Sin el golpe de Estado, tal como le salió, porque él no era el principal de los implicados, y sin la guerra, tal como le empezó a ir a partir de octubre, cuando fue elegido por los suyos jefe del Gobierno del Estado español, Franco no hubiera sido tan importante. Antes de 1936, solo era un héroe de guerra más, el general de división más joven de Europa.
P. ¿Qué importancia tuvo que al inicio de la guerra fuera quien contactó con Hitler?
R. Sin estar en Marruecos, la carta que le envía a Hitler nunca hubiera existido. Tuvo acceso a algunos alemanes allí que le permitieron llegar a él. Cuando su emisario llega a ver al Führer con la carta no le dice que se la envía Franco, sino un general español que está en dificultades tras dar un golpe de Estado contra la revolución. Y es entonces cuando Hitler muestra interés. Ya lo había explicado Preston: el ascenso a la cúspide del poder de un nadie más que nadie se produce porque sabe jugar la carta de la internacionalización y consigue pasar las tropas por el Estrecho y la ayuda de Hitler. Dos semanas después de empezar todo, alemanes e italianos ya se han puesto de acuerdo para que todas las armas pasen por Franco. Mola, Queipo de Llano y los demás quedan descartados. Tras la toma del Alcázar, que le da fama, empieza otro Franco.
P. ¿El Franco político?
R. En Zaragoza, en la Academia, con los múltiples agasajos que recibe, empieza a ver la miel del poder político. Que, claro, tiene que estar subordinado al poder militar. Y ya no piensa en otra cosa.
P. ¿Qué significa su victoria?
R. Que no tiene que demostrar nada. A él lo quieren porque ha ganado la guerra y librado a España de los comunistas.
P. ¿Qué tipo de régimen y de personaje construye durante la guerra?
R. Cuando se convierte en el jefe se da cuenta de que los militares rebeldes no tienen ningún plan. Serrano Suñer le dice que gobierna un Estado campamental y que necesita un Estado moderno: nazi, fascista, con un partido único. Franco tiene que conjugar la tradición militar de la que viene con el muy importante peso del catolicismo que lo apoya y con una fuerza nueva, la de Falange, que no ha llegado a ser un partido de masas. Franco fue construyendo su régimen mientras guerreaba.
P. ¿Y eso qué importancia tuvo?
R. Le permitió darse cuenta de la importancia de la religión y de los ritos. No solo sirve la propaganda, hacen falta los rituales. Y los ritos se realizan en torno a los mártires. Es lo que Gentile llama la religión política del fascismo. Los mártires empiezan a aparecer por todas partes, y los lugares de memoria.
P. Tras el final de la II Guerra Mundial, Franco se reinventa de nuevo.
R. El fascismo y la Iglesia, esa combinación para mí es la clave, y repartir juego, sin olvidar a los militares que estuvieron con él. Sabe que, por mucho fascismo y por mucha Iglesia, sin los militares que están a su lado no va a durar nada. Son los tres grandes ejes que van a marcar la historia de España. Cuando uno de ellos tiene que desaparecer, con la derrota del fascismo en la guerra, Franco recibe de Carrero Blanco un informe en el que le dice que desde fuera no los van a echar, así que de lo que se trata es de mantener el orden y aguantar.
P. ¿Qué ha ocurrido mientras tanto dentro del país?
R. Franco se ha dedicado seis años a limpiar España y ha liquidado al enemigo interno, que está en el cementerio o en el exilio. Franco consigue en la posguerra, en medio del hambre y la represión, explicarle a la gente que él no tiene nada que ver en todo eso. Y consigue también transmitir que la monarquía que don Juan representa es la monarquía liberal que ha llevado a España a un fracaso rotundo, así que hace bien en saltarse la línea dinástica. Y conservar el poder.
P. ¿Cómo lo consigue?
R. La parte más sucia de las dictaduras no la llevan los dictadores. Kershaw, en su biografía de Hitler, inventó un término que yo lo aplico a Franco: “En la dirección del Führer”. El Führer no tenía que recordarle a nadie lo que tenía que hacer. Y lo mismo pasa con Franco.
P. Dice que los años cincuenta son la edad dorada de la tiranía.
R. Le doy mucha importancia a la guerra de Corea. Es el punto de inflexión que les permite a los poderes occidentales darse cuenta de que la Unión Soviética fue un aliado contra el fascismo pero que en ese momento es el enemigo. Franco lo capta de inmediato. Ese cambio es clave; el otro es el amigo americano. Que entiende que Franco más Salazar más lo que ocurre en Grecia son decisivos para controlar el Mediterráneo. El año 1953 es clave: se firma el concordato con el Vaticano y los acuerdos con Estados Unidos. Sabe que ya nadie lo va a tocar y, a partir ahí, ancha es Castilla. Para la corrupción y para todo.
P. ¿Qué ocurre con la llegada del Opus Dei al poder a finales de los cincuenta?
R. El Opus, desde un enfoque weberiano, hizo en un país sin protestantismo lo que produjo la ética protestante: racionalizar la Administración y el Estado para modernizar el capitalismo, y lo hizo sin abandonar el autoritarismo.
P. ¿Y los sesenta?
R. Conseguir aguantar con los grandes cambios que se producen entonces tiene mucho mérito. Además de recurrir a la represión, deja trabajar a la gente del Opus y, además, se produce una edad dorada del falangismo con gente del Movimiento tipo Fraga. Hasta que en 1969 sale a la luz Matesa, y se airea un caso de corrupción que toca a la Falange: el régimen se parte por arriba. Todos los estudios de las dictaduras muestran que estas solo caen por las luchas internas entre los que mandan. De la dictadura saco una conclusión clara: todos los personajes que rodean a Franco son masculinos, y tienen una doble moral. De los 119 ministros que tuvo, no hubo ninguna mujer, pero tampoco en la vida personal tenían relevancia: en las cacerías se sentaban en otro sitio, no comían con los hombres. Era una mentalidad cuartelera, pero pasada por África. Había misoginia en la forma de gobernar, en las leyes, en el desprecio y la subordinación de la mujer.
P. ¿Y la oposición?
R. Antes de la aparición de Comisiones Obreras, la oposición está en la catacumba. El sindicalismo clásico de la UGT y la CNT y los partidos políticos están desmontados, tienen un miedo terrorífico. Lo que surge es una nueva mentalidad que ya no va a luchar para echar a Franco y hacer la revolución. Esto lo captó Santos Juliá, lo captó Javier Pradera. Los nuevos eran gente de izquierda, pero ya no peleaban por la conquista de la Bastilla. Con un ejército unido, eso no se puede hacer. La verdadera oposición estaba en las asociaciones vecinales de barrio, en los curas obreros que por primera vez hablan de socialismo, en CC OO y en una decena de grupúsculos revolucionarios maoístas que aún creían que se podía hacer algo. Pero se veía que no iba a poder ser.
P. A Franco se lo defiende diciendo que fue un modernizador.
R. Que haya hoy quienes desde la ultraderecha quieren revitalizar a alguien que ya la mayoría de la gente sabía que no había hecho ningún bien a la historia de España, me permite creer que una biografía como esta pueda servir para hacer pensar. Hacer pensar, no adoctrinar. La gran peculiaridad de nuestra historia es que durante las tres décadas en las que en la Europa occidental se consolida la democracia y el Estado social de derecho, España está fuera de eso. Si Franco hubiera muerto en 1945, hoy sería recordado como un fascista.
P. ¿Hasta cuándo se mantuvo la represión?
R. Hasta el final. El Tribunal de Orden Público, el TOP, se crea en 1963 y se disuelve en enero de 1977. Todas las cosas buenas que hizo Franco las hicieron las democracias occidentales sin necesidad de torturas, de cárcel, de políticas de exclusión, de penas de muerte. Si la democracia no sabe explicar estas cosas, eso es otro problema: la historia sí lo hace.
P. Su biografía de Franco aparece en el contexto de una ácida polémica sobre los actos programados para celebrar su muerte.
R. Creo que 50 años después de la muerte de una persona que estuvo 40 años en el poder y que marcó la vida de España es un buen momento para explicarles a los ciudadanos muchísimas cosas. La fecha merece una conmemoración y que la gente pueda saber qué fue la dictadura de Franco. Un Gobierno, socialista o no, democrático no debe tener en 2025 ninguna duda sobre esto. Tenemos una peculiaridad, y no está en Sánchez, sino en un PP que nunca va a participar en esto, en una derecha que no ha sabido abordar nunca con libertad un pasado que también perteneció a la derecha de otros países europeos. Podría mirarse en Adenauer, en la democracia cristiana, para entender que a estas alturas todo lo que sea fascismo o autoritarismo no vale.
Franco, Julián Casanova, Barcelona: Crítica, 2025, 528 páginas. 22,90 euros.