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lunes, 21 de junio de 2010

Digresión

Ingiero siete pastillas al día (y un sobrecito) y duermo (mal) con un ruidoso cepac o respirador, y aún así estoy hecho polvo. Dentro del pesado saco de mí mismo mi yo se siente alienado por su cuerpo y enterrado en su vida y sus rutinas de saco que se vacía una y otra vez. Y todo por adoptar la posición erguida, por mantenerse en pie, por consistir todos los días. Seguramente me van a operar a fin de año; uno quisiera sobrevivir más por la gente que lo necesita (consistir y persistir y asistir, incluso resistir, no existir), esto es, por la familia, que por lo que Shakespeare decía, por el temor a algo peor o a una completa ignorancia, porque, si cuando estamos vivos sabemos al menos algo, cuando no lo más probable será que no sepamos nada, ni siquiera si tenemos familia (aunque el familión muerto es mucho mayor que el vivo). La reencarnación sería espeluznante, sobrellevar otra vez las fatigas, dolores, injurias, desvíos, agravios, desilusiones, esfuerzos e injusticias que depara la vida; no en vano sólo se podría soportar con una buena dosis de olvido de todo lo anterior (¿quién o qué sería capaz de algo así? ¿Quién o qué nos da el olvido?) El alma inmortal sería una cerilla eterna, que nunca se gasta: es un castigo insufrible, pues, si somos de verdad inmortales ¿qué sentido tendría portarse bien o mal? No llega ni a idea, sino lo más a superstición de beata, y para los científicos pecar contra el segundo principio de la termodinámica. Menos absurda parece la vida miserable e infinitesimal de los sumerios, o la que los indostánicos dan a sus espectros, la vida de lo descompuesto, una vida de sombras debiluchas que se alimentan de polvo y de sueños y que la demencial mitología cinematográfica se figura en forma de zombis dolientes y tontainas. Nuestra vida la heredan los gusanos que nos meriendan, las larvas que nos pudren y los enlaces químicos que nos corrompen. Pero están los que lo necesitan a uno, los que no son conscientes de todas esas miserias, y eso es lo que, como bien sabía el Unamuno del San Manuel, nos hace a todos, a usted y a mí, dejar la noche para luego y levantarnos con el sol y con la cruz todas las mañanas; ese es el único fermento de la voluntad. Trabajamos con la esperanza de que algunos de nosotros puedan morir con esperanza.

Pero siempre hay alguno (y alguna) que insiste en jorobarnos la esperanza.

lunes, 26 de abril de 2010

Grecia


Eso de que cada hombre es una isla es especialmente cierto en Grecia, donde hay islas pero no archipiélagos; el catasterismo está a la orden del día en su mitología, pero es una mitología donde las estrellas no forman una sola constelación; hasta sus mitos tienen cientos de variantes; sabían hacer hombres, pero no sociedades. Se ve que lo único que son capaces de levantar los griegos son ruinas. Los cretenses no quieren ser griegos ni los áticos lacónicos; la lengua les sirve sólo para discutir, y tienen mucha, como Demóstenes. Siempre hubo Demóstenes en Grecia, pero muy pocos Isócrates. La imagen especular de Grecia, un pueblo marino y montañoso, cuna de la filosofía y la medicina, es Mongolia, el pueblo más alejado del mar de la tierra y desértico, llano como la palma de la mano y cuna de la barbarie y de la peste. Pero Mongolia siempre estuvo unida, Grecia no; en Grecia había ciudades, en Mongolia las ciudades se sitúan al lado de los caminos, son calles largas. Los griegos eran sedentarios, agricultores y comerciantes, los mongoles nómadas, pastores y saqueadores.

domingo, 25 de abril de 2010

El rostro

La cara es el espejo del alma. Eso sólo lo diría alguien que no creyese en la existencia del alma, sino del cuerpo. Es imposible ser sin simetría, como bien sabía Narciso, que pereció ahogado en su propia imagen. El espejo puede estar tan deformado como el alma, ser cóncavo o convexo, o tener arrugas como la propia piel o el agua. Como dice Cela, "el espejo no tiene marco, ni comienza ni acaba"; los existencialistas sabían que el auténtico espejo donde nos miramos son los demás, y ese es un espejo muy deforme, nuy lleno de bultos y huecos. El del mundo es más plano. Mis hijas y mi mujer saben reconocer mi estado de ánimo con facilidad; no necesitan palabras ni actos para enjuiciarlo, les basta mirar lo que tengo escrito en la frente entre mis cejas (entrecejo o ceño): una raya vertical profunda que llega hasta donde termina la izquierda y otra paralela que desde la mitad de la otra baja a la ceja derecha les indican que me atribula un genio sombrío. Además, heridas en la frente, en las manos y en los tobillos que me hago yo mismo con las uñas cuando me presiona el estrés. La piel es el órgano más grande del cuerpo, no es extraño que él aparezcan escritos los caracteres no ya de nuestra identidad, sino de aquellos sentimientos que la ocupan y sobre las cuales camina la cartográfica araña de una razón.

Destaponar ese genio es fácil; basta con que no tome mis cápsulas de venlafaxina; entonces soy también yo mismo, pero en versión vehemente e irritable: entonces me cuesta dominar mis reacciones y mis impulsos ante el estrés; también hay una consecuencia buena al destaponamiento que provoca el despastillado: me vuelvo más creativo e inspirado. Nunca, con pastillas o sin ellas, soy violento, ni siquiera con la palabra: eso no va conmigo, no sólo soy pacífico, sino pacifista -salvo cuando me tocan los cigotos o ante la cabal falta de razones-; pero sí lo puedo ser con las ideas y mi sentido de la observación, que puede ser muy puñetero, sobre mí mismo más que sobre los demás (¿qué diferencia hay?). Puedo prescindir de las cápsulas cuando no trabajo, porque entonces sufro menos presión; pero cuando trabajo, debo tomarlas.

¿Y cuándo no tomo pastillas? Resulta curioso: si estoy deprimido. Entonces realimento mi depresión; supongo que otros pacientes deben hacer lo mismo proceso: si estoy deprimido cuando tomo pastillas es que estoy muy deprimido: la depre está, es real, pero permanece encubierta y se manifiesta con el descuido, con el olvido inconsciente de tomarse las pastillas, no porque no parezca importante, sino porque da igual, que es un paso por debajo de lo que tiene que ser. Y su manera de ser y emerger y empeorar es esa: que todo dé igual.

Resulta difícil conocerse a uno mismo cuando numerosos automatismos conspiran para obnubilar la conciencia; y mucho más cuando uno es fabulador y diestro en crear nubes de tinta llamadas textos para autoengañarse, pero la conciencia está hecha de historia, no es una abstracción, y deja rastro, un rastro que uno puede seguir e interpretar hasta la fuente si a ello se aplica con suficiente rigor y con, mucha más y sobre todo, desconfianza. Todos los escritos dejan una sombra de espacio en blanco que los genera y que sirven para taponar la botella. ¡Qué, mejor dicho, cuán tenebrosa es la identidad!

miércoles, 3 de marzo de 2010

El papel -higiénico- del asco

Nos dice la entropía que, en líneas generales, el tiempo no genera ni hace germinar las cosas, sino que las descompone poco a poco. El demiurgo de Platón elabora en su torno copias imperfectas, como las pirámides del soneto de Shakespeare, de su propio arquetipo, al igual que el Dios judío se ponía a hacer kenes y barbies de arcilla a su imagen y semejanza,

Oficio noble y bizarro
entre todos el primero
es el oficio del barro
pues Dios fue el primer alfarero
y el hombre el primer cacharro

Sin embargo, la Biblia no dice si Dios tuvo que limpiarse la mierda tras el trabajo; quizá llevaba guantes y un mandil masónico fabricado por ángeles con éter o ectoplasma; lo más dice que se echó la siesta (que viene del latín hora sexta, correspondiente a las doce del mediodía, "cuando hace la calor", aunque antiguamente las horas duraban el doble, por lo cual se contaban doce). Y es que hay que ser higiénico en la vida, separarse de lo sucio. Ese es el origen del asco; Dios, o la Evolución, si place, ha puesto en nosotros la semilla del vómito, de la catarsis; es un distanciamiento que hace grande a autores dramáticos como Shakespeare o Brecht, a los que sus personajes les importan un bledo porque les horrorizan muchísimo. Sienten un pánico terrible ante sus sentimientos y sus pasiones, no las pueden ni ver: se alienan de ellas, como buenos poetas, aunque se dejan enajenar o enalienar cuando están inspirados para hacer su trabajo. El creador ante su obra padece una sobredosis de asco, se quiere separar de ella al igual que una madre, alienada nueve meses con un feto, con síndrome de postparto. Y es que el asco es una droga; ningún ser que sea humano puede andar por ahí sin criticar: los animales no pueden distinguirse de lo que hacen, son lo que hacen, los seres humanos, muchos al menos entre ellos, poseen más caras y fases que la luna o que cualquier poliedro y son difícilmente resumibles a geometría. Y acaso esta diversidad es la causa misma del asco. Como el asco, alienta siempre en nosotros un deseo insobornable de pureza y de sencillez que es nuestro más noble y primer impulso: el deseo de ser, y de ser plenamente.

jueves, 25 de febrero de 2010

El tiempo

De las cosas que más odio, sin duda la principal es el reloj. Sus manecillas para mí son las manazas de un asesino en hora que me estrangulan con prisas; o el tiempo es demasiado largo o demasiado corto, nunca hay término medio para mí. Y no sólo te ahoga con sus manecillas, sino en sus mares de arena: tengo un reloj de arena de media hora que me lo recuerda: la vulgaridad es la forma del tiempo. Los chicos no entienden a Quevedo cuando habla del tiempo "que a la muerte me lleva despeñado", y es porque todavía no han experimentado lo que sólo se sufre en la edad madura, el vaciado de contenido de las horas, el paso rapidísimo y sin sustancia de los años, efecto de la decadencia mental y de la repetición mecánica y relojera de las rutinas, que hace a siete días de la semana ser uno p0r sus mutuas coincidencias y similitudes, acortándose el tiempo gracias al fenómeno de la conciencia convergente. De tanto ir por un sendero uno termina no viendo ni siquiera el sendero, porque ya lo ha dejado en piloto automático; se aliena, se deshumaniza, manda su espíritu a otra parte. Ese es el poder de la rutina, del que nace algo todavía más demoledor, derruyedor, una especie de poliomielitis espiritual, un abotargamiento y anquilosamiento de los órganos de la vida, de la mente y de la acción que condenan a la parálisis espiritual. Y es que hay mucha gente que es como Ramón Sampedro, el parapléjico corpóreo, que no mental, cuyos evangélicos libros conservo como un tesoro, pero al revés: su espíritu no se puede mover, siempre está en el mismo sitio, aunque su cuerpo vaya de un sitio para otro.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Heráclito y Demócrito, tópico literario


"Las cosas siempre ocurren dos veces en la historia: la primera como tragedia y la segunda como comedia", Karl Marx.

Algo parecido fue lo que ocurrió con la revolución española desde la Constitución de Cádiz en 1812 a intentar vanamente repetirlo en el Trienio Liberal (1820-1823). Es imposible tratar de sorprender a las fuerzas reaccionarias con la misma fórmula, tanto más después de la Revolución Francesa, lo que ya hizo fracasar la de Cádiz.

Y cuánta razón tenía el actor que, antes de morirse, dijo estas últimas palabras: "Morir es fácil: la comedia es difícil"; Feuerbach: "Solamente una vez es todo verdadero". Mentir es recordar, y es profanador, obsceno, como quería Aleixandre, a más de fatigoso y exigente de mucha memoria; cómo Sócrates al final del Banquete, resulta que la tragedia se parece más a la verdad que la comedia. Y Jaime Gil de Biedma:

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
–como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
–envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
10 y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

Poemas póstumos. Madrid.1969

lunes, 22 de febrero de 2010

Post 1501

Parece etiquetal de coñac; no lo voy a cerebrar con sopa de ojo: el rey lagarto está harto (de lagrimorios, como el de Lorca). Mala leche tengo, porque donde vivo es difícil serenarse con tanta condensada serenata; me deja sonado más el estañido de las campanas que al muy Jorobado de Nuestra Señora; tengo paredaña la iglesia de la Merced y no hay mejor despertador de siesta, cuando haberla puedo, que misa de seis; con mi insomnio es peor; uno lo que hace es levantarse y ensuciar el disco puro del ordenata o envolverse en adúcar como un mariposón muerto que espera su metamorfosis en gusano, poniendo las manecillas en este reblog global. Todo sigue igual: los sábados maridos transfieren una cantidad apreciable a la cuenta de cariño de sus mujeres, ahijados y asobrinados; concelebran el acto (de la inclusión); vivir en el acto uno podría, incluso en el tacto, y dejar acta de su nacimiento, que no defunción, con cara de hijo y no de pocos amigos. También podría forjar poesía, hacer bailar la forma del fuego con todas sus plumas.

martes, 9 de febrero de 2010

Discurso

Discurso viene de discurrir; en el XVIII se usaba por "disertación", aunque no como "ensayo", pues éste tiene por tema uno mismo, como afirmaba el creador del género, Michel de Montaigne: "Yo mismo soy asunto de mi libro"; si ese fuera el caso, Max Stirner sería un gran ensayista por extirparse El ego y su propiedad. Yo no sacaré nada de mí mismo, pues soy pobre, incluso de espíritu, y no tengo nada que ofrecer, ni siquiera a alguien tan generoso como el presidente del BBVA, que es todo caridad, un ángel bendito caído como un albatros en este sucio mundo y de quien pudiera tomar tantas cosas positivas para vivir con provecho y circunspección; no siento pertenecerme demasiado; cuando murió mi padre, vi que todo lo que tenía y nos dejaba no le servía de mucho, conque vivo como si no tuviera nada que dejar, aunque no como si ya estuviera muerto, lo que da a la vida todavía el poco sentido que mantiene, aunque no su valor, escaso cuando se ve cerca ya el tren del infinito; el padre se contempla ya sólo respecto a sus hijos, a los que intenta proteger; yo quisiera dejar algo que les sirva para poder refugiarse de las inclemencias del destino: una casa, unos libros, una educación que pueda servirles para obtener un trabajo, un sofá donde descansar. Goethe decía en su Epigramas venecianos que más no se podía hacer; tal vez tuviera razón; pero mis hijas insisten en decir que me necesitan además a mí, quieren tenerme a su lado para que les aconseje y les ayude; cuando eran unas crías me dejaban a mí los juguetes en el parque, para que no se los quitaran, y se iban tranquilas a jugar; cuando son mayores también es eso lo que hacen; y resulta lo más difícil, porque aunque lo hago con gozo, algo me dice que no voy a durar demasiado; es, trastabilleando, el corazón, o el cansancio que a veces noto al arrastrar mis pasos:

En este occidental, en este, ¡oh Licio!
climatérico lustro de la vida,
todo mal afirmado pie es caída,
toda fácil caída es precipicio.

¿Caduca el paso? Ilústrese el jüicio:
desatando se va la tierra unida;
¿qué prudencia, del polvo prevenida,
la ruina aguardó del edificio?

Góngora debía estar como yo, pero más viejo y fúnebre, porque no tenía hijos y sus sobrinos, por los que tanto se había preocupado, habían abandonado al anciano sacerdote enfermo, pobre y cargado de años; por eso se planteaba la posibilidad del suicidio. En el caso de los padres no es así; saben que los hijos tendrán que quedarse solos, aunque unos más solos que otros, y esos son los que más preocupan, porque pueden sufrir tanto como uno no desea; ya se empieza a ver quién es demasiado sensible, quién es demasiado buena persona; y uno sufre por anticipado por los sufimientos que los hijos habrán de padecer; incluso sufre por lo que los alumnos buenos y malos tendrán que padecer, y cuando se encuentra a uno después de muchos años no siente satisfacción, sino pena, por lo que todavía tendrán que pasar, porque siempre les ha deseado lo mejor del mundo.

La poliorcética, hacerse fuerte contra la adversidad, no siempre es factible ni posible para algunos; siempre se desea lo infactible y lo imposible, se desea la eternidad, se desea estar en compañía de quien uno aprecia, de quien uno quiere saber.

Eso de pensar ya va costando demasiado, porque si el pensamiento es una reacción más o menos fisiológica, hay veces que en mí se anticipa el asco y el rechazo casi de un modo automático; a las dos terceras partes de la gente le mueven los sentimientos y los prejuicios antes que las razones, a mí me mueve más la inercia y las ganas de salir corriendo que el valor de sentarme a ver qué hacer.

Bendita inercia.

lunes, 25 de enero de 2010

Pensamientos nocturnos, que decía Young

Por no variar, he tenido pesadillas. En mi caso suele suceder que en ellas se invierten los papeles: yo aparezco en la situación de los demás y los demás aparecen en mi propia posición; es un mecanismo habitual que atormenta a gente con conciencia, buena o mala, a gente excesivamente empática, cuando la empatía ha dejado de diferenciarlo todo y no distingue ya entre enfermo y enfermero, entre alumno y profesor. También he soñado con un dragón fractal translúcido que cambiaba sus innumerables colores transparentes; era bellísimo, pero asistía yo abstraído de ese y del otro sueño como a un espectáculo más que no fuese conmigo, con esa indiferencia que da el saberse espectador de una pantomima fraguada por una máquina biológica y automática de soñar, por una máquina semejante a un proyector de cine o vídeo anímico. Una raya, un foso, una escalera, una oscuridad, un aire impalpable pero existente en forma de distancia y perspectiva separaban pantalla y espectador. Quizá debería preocuparme que ni siquiera los sueños me preocupen. Sé, positivamente, que las cosas me afectan y me duelen y sufro por los demás, que oculto de algún modo mi dolor sin saber muy bien donde lo meto; pero el hecho es que una parte de mí podría seguir viviendo ajena a todo eso, quizá para no caer definitivamente en ese agujero anónimo y definitivo llamado daño o dolor; es un mecanismo de deshumanización, refugiarse en las esquinas de la soledad, donde todo se ve de frente, para no sentirse traspasado y traicionado, para no ser desnudado por el torbellino ni atacado por las espinas de la rosa de los vientos. Estar siempre en guardia contra las presuposiciones que de todas formas se hacen, contra las maldades que de todas formas acaecen, contra la suciedad, la frialdad y el caos que azotan a las personas y al mundo tiene, sin duda, un precio de deshumanización demasiado elevado como para pretender que pueda ser pagado alguna vez. Es, quizá, el paso previo y necesario para caer en el abismo... o para salir de él.

viernes, 1 de enero de 2010

Soledades

No se puede apreciar la compañía sin la soledad, ni la soledad sin la compañía. Es difícil encontrar a alguien que complete porque es todo aquello que no eres y, además, te entienda, incluso perfectamente. Esa reciprocidad es lo que se suele llamar amor con mayúsculas, pero es difícil que uno tenga la fortuna, o la baraka, o lo que sea, de encontrarlo en una sola vida y ni siquiera en un ciclo entero de reencarnaciones; muchos lo han buscado con ansia y nunca llegaron ni siquiera a vislumbrarlo, aunque unas pocas veces, en efecto, ocurre, ha ocurrido; y cuando ocurre, muchos grotescos escritores que lo vislumbran de lejos han dado una visión tan ridícula de él, un panorama tan paupérrimo de lo que consiste, que uno piensa que en realidad ni siquiera saben de qué están hablando o ni siquiera lo han sospechado o imaginado, cuanto más y mucho menos conocido.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Esperar sin esperanza

El portero Robert Enke, que tiene nombre de cometa, tras tantos años repeliendo balones, se ha marcado un autogol. El transformarse en un valladar impenetable provoca que uno termine tirándose penaltis a sí mismo, por pura soledad; una soledad similar a la que padecía esa pobre modelo surcoreana, Daul Kim, bella, bellísima, pero sola como una estrella suelta en un absolutamente oscuro firmamento; las estrellas suelen ser contempladas por todos los ojos, pero se encuentran solas y distantes, en una fría lejanía de millones de años luz, rodeadas como joyas perfectas por un negro terciopelo de materia oscura imperfecta. Él perdió a una hija, ella era una hija sin padre. Ella puso una música house, I go deep, de Jim Rivers, apta para un último desfile. Él escribió unas letras: estaba harto de disimular ser un muro a lo Pink Floyd y se derrumbó, o dejó que lo derrumbara una locomotora.
Quiero imaginarme una región de penumbra donde encuentro a estos dos corazones ya quietos y los siento a la misma mesa a esperar por toda la eternidad.

jueves, 29 de octubre de 2009

Días malos

Una salus haec est: hoc est tibi pervincendum
hoc facias, sive id non pote, sive pote!

El dístico de Catulo me sirve para reconstruirme y consistir todos los días. También me ayudan, y bastante, los consejos de Marco Aurelio: "Pasar cada día como si fuera el último, sin convulsiones, sin entorpecimientos, sin hipocresías... es ridículo no intentar evitar tu propia maldad, lo cual es posible, y en cambio intentar evitar la de los demás, lo cual es imposible... al despuntar la aurora, hazte a ti mismo estas consideraciones previas: me voy a encontrar con un indiscreto, un ingrato, un insolente, un mentiroso, un envidioso, un insociable".

domingo, 11 de octubre de 2009

El silencio

Me viene ocurriendo estos días algo que me inquieta vagamente. Es el silencio; en la atmósfera hay una especie de polvo o de pelusa que empieza a posarse sobre mí, como indicando que estoy muy cerca del punto final, que me doy por concluido pese a todo lo que tengo que terminar. Esto es tan incómodo que incluso ya ni echo de menos el entusiasmo; sencillamente, me dejo estar en las sillas y en los sillones como si fuera un mueble más, y me falta poco para quedarme cosificado como un cadáver; la respiración se me enlentece tanto que no podría ni apagar una candela y las moscas empiezan a posarse sobre mí con la más absoluta indiferencia, como si fuera una mierda más de las que suelen paladear. Esta atmósfera de requiem es mortífera, empedernecedora, dormificante; podría perder el consistir todos los días y transformarme en una oblea como las que aparecen en los relojes blandos de Dalí. Vago por la casa como si fuera un fantasma en pijama y me deslizo por las sombras como si fuera una visión periférica derramada del rabillo del ojo. Si sopla una corriente de aire, me disperso, igual que los burujos o vilanos de una tagarnina o palabra del hombre. Soy más inconsútil y deleble que una transparencia de fotochop.

Se me acaban de caer casi todos los dientes de la parte superior de la boca; el dolor lo alivio con ampollas de nolotil; Mardelfina me ha encargado unas fundas y me va a poner una dentadura nueva, pero mientras llega tengo que estar mellado como un abuelo; no me molesta, pero uno se da cuenta de lo antiguo que es el material de que uno está hecho; cualquier día me meterán en una caja y me llevarán devuelto a la zapatería con los demás muertos.

viernes, 24 de julio de 2009

Rompecabezas


Como muchos, he nacido para resolver rompecabezas. Para encontrar sentido las cosas y librarme de las incómodas perplejidades. Pero pasa el tiempo y uno se da cuenta de que sólo hay el suficiente para resolver algunos problemas. Y pasa más todavía y sólo hay tiempo para resolver uno. Y cuando ya queda poco tiempo, uno se da cuenta de que apenas podrá acabar la faena y probablemente quedará sin solución. El trabajo lo heredarán los demás, allá donde lo hemos dejado nosotros, y será más difícil. Podremos ser enanos a hombros de gigantes, pero mantener el equilibrio allá arriba es difícil.

domingo, 22 de febrero de 2009

El cometa Lulin

Es un cometa verde. ¿Traerá esperanza? Está haciendo falta a muchos ahora. Habría que irse a la colina más alejada de las luces de la ciudad y mirar a un rincón de la caja negra para ver esa pluma, caída de la cola de algún fénix cósmico. Que sea verde nos da la esperanza de que, donde exista una hoja, haya un árbol, y donde haya un árbol, haya un bosque, como una ola presupone un mar y un viento y unas nubes y una lluvia que lo haga crecer.

Sí, el cometa Lulin no presagia desastres, anuncia esperanza. Quién sabe, quizá un nuevo profeta vaya a nacer en Afganistán, en Gaza o en ese barrio de Bagdad donde una bomba norteamericana mató a decenas de niños, como un nuevo Herodes.

Se trata de un cometa de esos que sólo florecen una vez: se alejará ya para siempre en el espacio. Y tiene dos coletas o trenzas, como una niña.

martes, 9 de diciembre de 2008

Los mismos y los distintos


Algunos se encuentran seguros y reconfortados en lo mismo: esos son los que sienten miedo del exterior, porque son egoístas, y toda su labor en este mundo es cerrar puertas y levantar murallas; no os engañéis: muchas veces parece que ayudan, pero en realidad lo que hacen es atar y sujetar y encadenar.

Otros se ahogan y vomitan sofocados por lo mismo: esos son los que sienten miedo de sí y necesitan salir y volcarse en el exterior y ayudar a los demás para poder sobrellevar la existencia; estos respetan a los demás y los ayudan y los liberan y los encauzan y les hacen bien, pero no saben ayudarse a ellos mismos y con frecuencia su generoso corazón está vacío y muerto, porque lo ha dado todo y no se ha quedado con nada.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Qué sé yo

O yo qué sé, que son dos formas de desentenderse de algo o de declarar la ignorancia que produce la insuficiencia de uno a la hora de habérselas con el todo. Porque uno es esto, algo, y el mundo es eso, todo, un todo mayúsculo y aplastante, la carne del donut, mientras que uno es solamente el cero, el dentro, el nada fugitivo del reloj de arena. Porque la realidad es como un Saturno sin planeta, con muchos concéntricos anillos de cebolla en torno a una matriuska huera y decepcionante. Un Saturno devorador como el tiempo, un estómago blackhole insaciable que traga como un maelström de angustia todo lo que tragar puede con una curiosidad que erupta al fin un qué sé yo o un yo qué sé de final incredulidad y desgana, una declaración final de científica estupidez y de humilde contricción forzosa: no somos nada, no sabemos nada y probablmente nunga llegaremos a saber ni a ser poco más que nada.

viernes, 31 de octubre de 2008

Los muertos

Hoy he ido a ver a los muertos. No exactamente como Eneas, con la rama dorada de la Sibila de Cumas, sino con mi mujer y unas cuantas flores de plástico. Llovía, como suele llover en esta época y en los cementerios, de forma indecisa y a ratos copiosa, también desde los árboles; circulaba poca gente; algunas ancianas de luto se erguían sollozantes ante la tumba de sus seres queridos; sí había, en vez del perro Cerbero, gatos furtivos como dioses menores, brincando súbitos desde cualquier hueco o rincón, largos y hermosísimos y con todo el cenizo arcoiris de la discreción; los cuidan, imagino, los hamletianos enterradores de este allá. Es como una zapatería, todo está lleno de cajas. Sobre ellas, ángeles en camisón neoclásico, amoretti infantiles sosteniendo desmayadamente antorchas como si fuesen helados, Cristos de abrazo indolente y clavado sin fuerza, Piedades de Miguel Ángel, efigies ovales, túmulos de cacique, nichos malolientes y contenedores atestados. Cómo es lógico en un país como éste, no veo columbarios ni tumbas de judíos, protestantes, musulmanes, masones, ortodoxos (rusos o griegos), anglicanos, unitarios, adventistas, mormones, pentecostales, testigos de Jehová o ateos, que los hay ¿dónde narices estarán?

Caminábamos contritos entre los altos cipreses, que chorreaban el fruto de las lágrimas, intentando orientarnos en el laberinto y discurriendo por las callejas con la zozobra de poder hundirnos en una tumba resquebrajada.


-Vaya, la primera vez que leo una lápida y resulta que tiene mis apellidos

Dice la supersticiosa de mi mujer. El ciprés toma nombre del amante de Apolo Cipariso; cuando murió lo transformó en el árbol de las lágrimas; su madera es la que menos se pudre, buena para fabricar instrumentos musicales. Las piedras son espaldas para llevar el tiempo, que aparece borroso, como las letras desperdigadas o perdidas de los nombres de los muertos donde habita el olvido. Las lápidas han perdido los nombres para volver a ser piedras. El agua, los líquenes, el tiempo, el óxido. Y la poesía, en las palabras y en algunas esculturas. Leo cerca de la tumba del padre de Ana: "Si sueñas con la verdad, no despiertes nunca". Más allá, la tumba más hermosa del cementerio: el lecho mortuorio de la bella durmiente, con su rico dosel y su belleza intemporal, que todavía el tiempo sigue respetando pero que ya exigiría una restauración. Es una auténtica obra de arte.

La muerta más antigua enterrada en esta tierra nació en 1797. En un rincón están todas esas primeras lápidas, algunas con cierto arte de antaño. Mi mujer me cuenta la hermosa historia del santo anónimo que duerme en uno de estos nichos y que relataré después, si tengo tiempo, o mañana. Nuestros muertos están cerca del rectángulo infantil, una guardería siniestra donde no crece la hierba y donde las tumbitas de los niños dan grima. Primero buscamos a su padre; luego a mi madre; atisbo entre las tumbas a un antiguo profesor de lengua compañero en el Hernán Pérez del Pulgar; es Luis Marcos Armesto: está como siempre. Se ve que nuestras familias reposan en lugares aledaños. Le saludo y me voy discretamente, por timidez. La tumba de mis padres y su rosal cortado me aflige.

Ponemos luego flores en una tumba donde está enterrada junto a nuestros familiares una mujer trabajadora y muy pobre que no tenía para costearse la tumba y que nos ayudó cuando la necesitamos con aquello que toda persona puede dar y siempre resulta útil; la recordamos con mucho cariño y cada año le traemos sus flores.

Es un lugar tranquilo, con casetas de autopsias y de registro. A lo lejos hay una zanja para enterrar restos, la huesa u osario, de donde asoman cráneos, fémures y omóplatos restos de tórax fracturados. Se puede salir del cementerio de muchas formas; Eneas salió por la puerta de donde escapan los sueños falsos; uno sabe que tendrá que volver a entrar aunque sea sólo una vez más, pero lo que no sabe es qué habrá de verdadero en ello.

Tomamos nuestra particular barca de Caronte, un Renault que gasta mucha gasolina, para volver a casa.

martes, 14 de octubre de 2008

Es mi hermano

Si la literatura es un diálogo con otro, este blog es el diálogo con un otro mismo, con un hermano gemelo complaciente y mudo que me escucha y que saco de mí como el espejo saca mi imagen. Es un confesonario vacío donde muchas cosas se cuentan, otras se callan y otras se pueden intuir, de forma que en el magín queden como posiblemente ciertas o posiblemente falsas para quien las lea.

Qué más da. Yo hablo y procuro algunas veces acuñar la palabra para que la belleza le dé alguna duración o alguna presencia en la memoria siempre deleble del tiempo. Pero el ordenador es un pobre sustituto para lo que es un hermano o una hermana real.

Quien no tiene un hermano no sabe lo que se pierde: un nexo vital que dura hasta la muerte, un miembro del cuerpo espiritual que, incluso aunque las circunstancias de la vida vayan separando, siempre estará allí, con recuerdos que nadie podrá borrar y que empañarán los ojos a cualquiera que los evoque. Pocos, sí, pocos: pero qué tendrán, qué tendrán, qué tendrán, siendo tan poca cosa, para representar tanta humanidad, tanto, en fin, amor. Un amor que va más allá de todo, que está en los genes mismos de uno, un amor que es tan denso como el amor propio, que es el mayor de los amores.

El hermano estará lejos, será antipático, pero hubo un tiempo de infancia feliz en que no lo fue, en que fue tu hermano y se comportaba como tal, y sabes que, debajo de toda esa fachada, todavía está, porque no es antipático, ni está lejos en tu corazón, aunque caigan chuzos de punta y aunque te maten.

Es mi hermano.

lunes, 6 de octubre de 2008

Quinto centenario del Amadís de Gaula

Como Endriago, estoy de enhorabuena, porque en este año se celebra el quinto centenario de la edición del Amadís de Gaula (1508) donde yo salgo y hago un papel modestito y poco lucido, porque Amadís me mata.

Ya he dicho que soy la representación de todo lo desmesurado y ambicioso, lo que podríamos llamar con el nombre de otro monstruo menos guapo que yo, la Quimera.

Los demás me ven como feo y deforme y lleno de conchas, pero yo me veo muy hermoso y sin parangón en el mundo: Endriago sólo hay uno, que soy yo, y aunque suene un poco gilipollas, desechad las imitaciones.

Amadís es solamente una ficción. Yo soy inmortal. El pobre imbécil que me escribe insiste en matarme continuamente, pero nunca lo logrará; con esta ya van quinientas dieciséis lanzadas y todavía continúo vivito y coleando, para su desesperación. Ni siquiera podría conmigo un capitán Acab que desde el fondo del infierno me clavara "'¡el arpón!"; ese sí que era un monstruo; seguramente comenzó la novela siendo un ángel, encarnación del bien, pero fue transformándose en ángel vengador y terminó siendo un ángel caído. Inversamente, al principio de la novela Moby Dick, la ballena blanca, era un monstruo que personificaba el mal, pero al final de la misma sólo personificaba al bien, o a la justicia poética, si prefieren.

Así que, escriba, cuidadito conmigo, y las banderillas a los toros. O te pasará lo que al capitán Acab, que se acabó antes de tiempo.