martes, 14 de octubre de 2008

Es mi hermano

Si la literatura es un diálogo con otro, este blog es el diálogo con un otro mismo, con un hermano gemelo complaciente y mudo que me escucha y que saco de mí como el espejo saca mi imagen. Es un confesonario vacío donde muchas cosas se cuentan, otras se callan y otras se pueden intuir, de forma que en el magín queden como posiblemente ciertas o posiblemente falsas para quien las lea.

Qué más da. Yo hablo y procuro algunas veces acuñar la palabra para que la belleza le dé alguna duración o alguna presencia en la memoria siempre deleble del tiempo. Pero el ordenador es un pobre sustituto para lo que es un hermano o una hermana real.

Quien no tiene un hermano no sabe lo que se pierde: un nexo vital que dura hasta la muerte, un miembro del cuerpo espiritual que, incluso aunque las circunstancias de la vida vayan separando, siempre estará allí, con recuerdos que nadie podrá borrar y que empañarán los ojos a cualquiera que los evoque. Pocos, sí, pocos: pero qué tendrán, qué tendrán, qué tendrán, siendo tan poca cosa, para representar tanta humanidad, tanto, en fin, amor. Un amor que va más allá de todo, que está en los genes mismos de uno, un amor que es tan denso como el amor propio, que es el mayor de los amores.

El hermano estará lejos, será antipático, pero hubo un tiempo de infancia feliz en que no lo fue, en que fue tu hermano y se comportaba como tal, y sabes que, debajo de toda esa fachada, todavía está, porque no es antipático, ni está lejos en tu corazón, aunque caigan chuzos de punta y aunque te maten.

Es mi hermano.

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