Joaquín Estefanía, "El forense del imperio americano. Trump facilita a Wall Street la vuelta a las prácticas anteriores a la Gran Recesión", en El País, 5-II-2017:
Un Trump poseído de sí mismo ha iniciado la destrucción de los restos del contrato social rooseveltiano, apuntalado con no pocas dificultades y limitaciones por Barack Obama. El presidente de EEUU acaba de firmar dos decretos para revocar la redacción de la llamada ley Dodd-Frank, titulada exactamente Ley de Reforma de Wall Street y Protección al Consumidor. Esta ley fue firmada por Obama en 2010 para evitar que se repitieran las irregularidades y latrocinios con los que se inició la Gran Recesión, y que tuvieron su icono más representativo en la quiebra del cuarto banco de inversión estadounidense, Lehman Brothers.
La ley Dodd-Frank pretendía recuperar algunos equilibrios como la separación entre la banca comercial y la banca de inversión, la protección a los consumidores de las prácticas heterodoxas en materia de créditos e hipotecas, los contrapesos necesarios para las situaciones derivadas de los excesos de los bancos demasiado grandes para caer (too big to fail), o proteger a los contribuyentes de los costes de los próximos rescates de las entidades financieras en apuros.
Un presidente demócrata, Obama, tuvo que corregir los excesos desreguladores de otro presidente demócrata, Bill Clinton. No han sido sólo administraciones republicanas las causantes de la ausencia de supervisión al todopoderosísimo sector financiero. A finales del siglo pasado, Clinton derogó la ley Glass-Steagall, aprobada por Roosevelt en tiempos de la Gran Depresión, que separaba las actividades de los bancos que basan su negocio en los depósitos, de los que los hacen con la especulación bursátil. La medida derogatoria de Clinton está en el origen de los abusos de Wall Street durante la primera década del siglo. Mark Twain escribió que un banquero es un señor que nos presta un paraguas cuando hace sol y nos lo exige cuando empieza a llover.
Se dice que Trump está cumpliendo todo lo que prometió en la campaña electoral. No en el terreno financiero. El candidato que acusó a Wall Street de ser parte del problema tras presentarse como un millonario antisistema, se apoya en Wall Street para ejercer su labor de Gobierno. Su secretario del Tesoro es un hombre de la banca de inversión (Goldman Sachs), y firmó la revisión de la Dodd-Frank en presencia de algunos de los banqueros más importantes del mundo (JP Morgan Chase, Blackstone,…), que batían palmas hasta con las orejas. Inmediatamente, la Bolsa de Nueva York comenzó a subir hasta superar todos los record.
Lo peor de lo sucedido en materia económica en la última década tuvo su origen en Wall Street, primero a través de las hipotecas locas y luego de los problemas de liquidez y de solvencia de muchos de sus bancos, algunos de los cuales tuvieron que ser nacionalizados (y, una vez limpios, vueltos a privatizar). La iniciativa de Trump de desregular las finanzas semeja una de esas “ideas zombis” que definió Krugman: toda proposición económica concienzudamente refutada tanto por el análisis como por una masa de evidencias, que debería estar muerta pero no lo está porque sirve a propósitos políticos ajenos, apela a los prejuicios, o ambas cosas.
Según el periodista de investigación David Cay Johnson, autor de la biografía Cómo se hizo Donald Trump (Capitán Swing), uno de los principios favoritos del nuevo presidente dice: “Devuelve un golpe más fuerte que el que recibiste”. Eso es lo que está haciendo con el legado de Obama.
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