domingo, 29 de julio de 2012

Sátiras sobre el idioma castellano



IDIOMA NACIONAL


Con empeño necio y vano
y una ignorancia supina,
dice el español ufano
que conserva la Argentina
el idioma castellano.

Yo digo que para hacer
tan errónea afirmación,
cuyo valor se va a ver,
precísase conocer
la lengua de esta nación.

Es la argentina una extraña
lengua, que toma, amaña
de cien idiomas: yo opino
que tiene tanto de España,
como del ruso y del chino.

Como con afirmaciones
rotundas no se demuestra
nada, apoyo mis razones
dando al punto como muestra
un centenar de botones.

Sin previa preparación,
¿quién adivinar podría
que aquí es sandia la sandía,
que es salame el salchichón,
ni que es chaucha la judía?

¿Y quien que no esté iniciado
hallará el significado
de las que aquí apunto:
choclo, cívico, quinado,
alverjas, poroto y unto? 

Las voces de uso corriente
las han trocado hábilmente,
armando un lindo ciempiés.
Dí, lector, todo al revés,
y hablarás como esta gente.

Llama al abrigo tapado,
y por faldas dí polleras;
los sombreros son galeras,
y ¡oh, indignación! han llamado
pavas a las cafeteras.

Pedido es la petición
un sirviente es un mucamo,
se llama patrón al amo,
y todos dicen reclamo
por decir reclamación.

A todo el mundo se ve
usar y abusar del che;
en vez de tú, dicen vos,
y aun es más curioso que
se diga ¡chao! por ¡adiós!

Un golfo es un atorrante;
mas si atorra un elegante,
se dice que es patotero
o farrista o bochinchero.
(El tipo abunda bastante.)

Hacen de la población
cuadras de igual extensión,
para que cada cual viva,
sin advertir la alusión,
en su cuadra respectiva.

Otras palabras: diarista,
galpón, pito, ascensorista,
pucho, balanceador,
calote, educacionista,
tambo, chacra y changador.

Todo lo que causa agrado
dicen que es lindo o es chiche;
llaman sonso al abobado,
un tenducho es un boliche,
y un conscripto es un soldado.

El mundo que triunfa y priva
se llama la gente bien,
mujer es voz despectiva,
y palabrota ofensiva
es individuo también.

Un anuncio es un aviso,
occiso un asesinado,
y distinguen con cuidado,
diciéndonos si fue occiso
con talero o baleado.

Dicen venite y salite,
por no decir ven y sal,
y, con desacierto igual,
la gente más fina omite
la sílaba del final.

Y dicen vení y salí,
o bien ¡espianta de ahí!
(pues todo es la misma cosa.)
También es frase curiosa
y típica: ¡A mí, maní!

El agua de Seltz es soda,
dicen ajuntar y ajunte,
rico tipo es voz de moda,
y al pavo o al que incomoda
no se le lleva el apunte.

El sentido han trastocado
al sustantivo recado,
y hasta al adverbio recién
y, en fin, ¡el colmo! han llamado
al petróleo kerosén.

Dan sentido singular
a voces que han pervertido,
y así dicen trepidar,
ubicación y pedido,
vincularse y auspiciar.

Otro colmo que delata
bien que esta lengua insensata
la enreda el mismo Luzbel:
todo el dinero es papel
y ha de decir que es plata.

Siempre se dice en inglés
tranway, stud y motorman,
dicen usina en francés,
y hay frases en portugués,
y giros en alemán.

Del italiano no hablemos,
pues no hay dialecto italiano
que en la Argentina ignoremos;
se barre en napolitano
y en siciliano bebemos.

Va la lengua castellana
tan mezclada a la italiana,
que grandes y chiquitines
parecemos cherubines
del dúo de La Africana,

pues, decimos ma por pero,
farabuti (hombre grosero),
y en las fondas y figones
reemplazan los macarrones
al archiespañol puchero.

El que se marcha de un lado
es que se manda a mudar,
ir de juerga es farrear,
tomarse estar embriagado
y hacer el oso, afilar.

Desde ya es un desatino
que a cada paso se mete
al hablar. Tampoco atino
por qué dirá el argentino
es al ñudo o al cohete.

Es la calva la pelada
una suerte, una bolada,
al pedir llaman pechazo,
una biaba es un trompazo
y se estrila el que se enfada.

Otro dislate inaudito:
irse a lo de Fulanito,
donde el lo es casa a su modo...
dicen Juancito y pancito,
para decirlo mal todo.

¿Cómo no? es afirmación,
aunque a nada compromete.
¡qué esperanza! es negación,
y es chocante admiración
¡La gran flauta! o ¡La gran siete!

Dicen banca, fondo, chata,
y sindicar y ocurrir
y, en fin, ¡basta! ¿A qué seguir?
¿Quién es capaz de escribir
cuanto aquí se disparata?

Es lo apuntado un sumario
económico, usuario,
y que sin embargo, basta
a indicar el Diccionario
que en la Argentina se gasta.

Y hago el resumen por si...
pruebo a España que es macana
pensar que hablamos aquí
una lengua que es hermana
de la que usamos allí.


Miguel Gil de Oto (Miguel Toledano), 1870



Pablo Parellada, El IDIOMA CASTELLANO

Señores: Un servidor,
Pedro Pérez Paticola,
cual la Academia Española
“Limpia, Fija y da Esplendor”.
Pero yo lo hago mejor
y no por ganas de hablar,
pues les voy a demostrar
que es preciso meter mano
al Idioma castellano,
donde hay mucho que arreglar.


¿Me quieren decir por qué,
en tamaño y en esencia,
hay esa gran diferencia
entre un buque y un buqué?
¿Por el acento? Pues yo,
por esa insignificancia,
no concibo la distancia
de presidio a presidió
ni de tomas a Tomás,
ni de topo al que topó,

de un paleto a un paletó,
ni de colas a Colás.


Mas dejemos el acento,
que convierte, como ves,
las ingles en un inglés,
y pasemos a otro cuento.


¿A ustedes no les asombra
que diciendo rico y rica,
majo y maja, chico y chica,
no digamos hombre y hombra?
Y la frase tan oída
del marido y la mujer,
¿por qué no tiene que ser
el marido y la marida?
Por eso, no encuentro mal
si alguno me dice cuala,
como decimos Pascuala,
femenino de Pascual.


El sexo a hablar nos obliga
a cada cual como digo:
si es hombre, me voy contigo;
si es mujer, me voy contiga.


¿Puede darse, en general,
al pasar del masculino
a su nombre femenino
nada más irracional?
La hembra del cazo es caza,
la del velo es una vela,
la del suelo es una suela
y la del plazo, una plaza;
la del correo, correa;
del mus, musa; del can, cana;
del mes, mesa; del pan, pana
y del jaleo, jalea.


¿Por qué llamamos tortero
al que elabora una torta
y al sastre, que ternos corta,
no le llamamos ternero?
¿Por qué las Josefas son
por Pepitas conocidas,
como si fuesen salidas
de las tripas de un melón?
¿Por qué el de Cuenca no es cuenco,
bodoque el que va de boda,
y a los que árboles podan
no se les llama podencos?


¡Y no habrá quien no conciba
que llamarle firmamento
al cielo, es un esperpento!
¿Quién va a firmar allá arriba?
¿Es posible que persona
alguna acepte el criterio
de llamarle Monasterio
donde no hay ninguna mona?
¿Y no es tremenda gansada
en los teatros, que sea
denominada “platea”
donde no platea nada?


Si el que bebe es bebedor
y el sitio es el bebedero,
a lo que hoy es comedor
hay que llamar comedero.
Comedor será quien coma,
como bebedor quien bebe;
de esta manera se debe
modificar el idioma.


¿A vuestro oído no admira,
lo mismo que yo lo admiro,
que quien descerraja un tiro,
dispara, pero no tira?
Este verbo y otros mil
en nuestro idioma son barro;
tira, el que tira de un carro,
no el que dispara un fusil.
De largo sacan largueza
en lugar de larguedad,
y de corto, cortedad
en vez de sacar corteza.
De igual manera me aquejo
de ver que un libro es un tomo;
será tomo, si lo tomo,
y si no lo tomo, un dejo.


Si se le llama mirón
al que está mirando mucho,
cuando mucho ladre un chucho
se le llamará ladrón.
Porque la sílaba “on”
indica aumento, y extraño
que a un ramo de gran tamaño
no se le llame Ramón.
Y, por la misma razón,
si los que estáis escuchando
un gran rato estáis pasando,
estáis pasando un ratón.


Y sobra para quedar
convencido el más profano,
que el idioma castellano
tiene mucho que arreglar.
Con que basta ya de historias
y, si al terminar me dais
dos palmadas, no temáis
porque os llame palmatorias.

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