jueves, 26 de julio de 2012
Amor, marca registrada
Uno, pronombrote usuado en mis escritos, querría, debería y hasta podría quizá definir el amor si hemos de ser modales y no sólo aspectuales, ya que sobre su consideración de perfectivo o imperfectivo hay más dudas que sobre su carácter transitivo o copulativo; incluso hay quien lo considere intransitivo, en su forma verbal, porque oral es otra cosa y nominal ni siquiera es, si poderse dijese, un suponer. Por otra parte, en un primer momento, ante este adminículo palabral se piensa en una marca de condones o una variedad de pegamento formado por oxitocina, dopamina y finilananina, o incluso un tipo más, en cabuyería, de amarres y sujecciones, vulgo nudos, hechos con sogas, que se deshace con desnudos. Más ortodoxigenado, el amor es un tipo de religión o religamiento falible, relío o paquete para mayor claridad, sancionado a vecindades por una denominación de origen sacro-ilíaca y bendecida con algún trago, tango o trance contractual. En una mesa comisoria se deposita algo así como dote un confite blanco de merengue o azúcar, que es un traje de novia con mujer interior, adláter o aledaño a un indiviso beodo y confuso vestido al último luto, arbitral, pero sin calzón corto ni pelotoide.
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