Qué gran biblioteca literaria es la Biblia. He releído el libro de Job, uno de mis favoritos, y allí aparecen pasajes tan maravillosos como este, cuyas resonancias encotraremos muy posteriormente en Manrique, Quevedo y el to be or not to be de Shakespeare::
¡Ahora podría dormir en silencio,
descansar el sueño último
de la tierra, con reyes y nobles
que levantaron mausoleos derribados,
con príncipes que adentraron el oro
y exornaron la plata en los muros;
ahora podría no existir, aborto en la tumba,
niño que no llegó a ver luz!
Allí los malvados ya no escandalizan
ni exhaustos encuentran reposo;
los prisioneros descansan juntos
sin oír los gritos del que oprime.
El pequeño y el grande se igualan,
el esclavo se libera del amo.
¿Para qué dar a luz a un miserable
y traer a la vida a un dechado de amargura,
a quienes ansían la muerte que no llega
y la buscan con más afán que un tesoro?
¿A los que se llenarían de alegría
si tropezasen con su propia tumba;
al hombre al que se le ha cerrado el camino,
porque Dios lo tiene acorralado?
Son mi único alimento mis sollozos,
mis gemidos abundantes aguas.
El mal que más temo me llega,
lo que más me aterra me sucede.
No tengo paz, no tengo sosiego:
no descanso, estoy turbado. (Job III 13-26).
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