Jaime Rubio Hancock, "¿Los animales se suicidan?", en El País, 10-VI-2016:
La orca Morgan del Loro Parque habría intentado suicidarse, según un vídeo. El zoo lo niega
Este vídeo, publicado por la asociación defensora de los animales Dolphin Project, muestra a la orca Morgan fuera del agua durante uno de los espectáculos del zoológico Loro Parque, en Tenerife. Según la asociación, la orca se quedó allí al menos diez minutos, en una escena que, para muchos de los que vieron y comentaron el vídeo, suponía un intento de suicidio. La grabación se ha visto más de 700.000 veces en dos semanas y se ha compartido también en redes sociales: este tuit del partido animalista Pacma, por ejemplo, lleva unos 1.500 retuits desde el martes.
En un comunicado, el parque asegura que no se puede llegar a esas conclusiones “con un video de esta duración y calidad”. También explica que “el varamiento voluntario es un comportamiento natural en orcas salvajes”. El zoo tiene en su web información acerca de la orca Morgan, narrando cómo se rescató a este animal y por qué liberarlo “habría significado su sufrimiento y su muerte”: como explicaba Materia, Morgan padece una “deficiencia acústica severa” y no se sabe cuál es su familia.
Al margen de la situación concreta de Morgan, nos surge una duda: ¿los animales pueden suicidarse? En este artículo de Time se recogen las referencias históricas a suicidios de animales: desde Aristóteles, que narra cómo un caballo saltó al vacío al darse cuenta de que le habían engañado para aparearse con su madre, hasta la historia de Kathy, uno de los delfines que en los años 60 protagonizó la serie de televisión Flipper y que, según Richard O’Barry, se suicidió dejando voluntariamente de respirar (en los delfines, la respiración es un acto voluntario, no reflejo). Precisamente esto llevó a O’Barry a dejar su trabajo como entrenador de delfines y a fundar Dolphin Project.
La duda principal en este tipo de casos es si se puede hablar de una decisión consciente de renuncia a la vida o si estamos cayendo en el antropomorfismo, es decir, en atribuir características humanas a los animales.
Según Javier de Miguel, profesor de biología de la Universidad Autónoma de Madrid, hay varios tipos de suicidios animales. “Entre comillas”, remarca, porque hay muchos matices, tal y como explica a Verne en conversación telefónica. Por ejemplo:
- Suicidios accidentales. Al huir de depredadores, algunos animales se pueden despeñar de forma accidental. De Miguel también recuerda el caso del puente de Overtoun, en Dunbartonshire, Escocia: desde los años 60, unos 50 perros han perdido la vida tras saltar de él, además de otros centenares que resultaron heridos por hacer lo mismo. Es más, algunos de estos supervivientes volvieron a intentarlo una segunda vez, explica Slate. Tal y como nos cuenta De Miguel, recientemente se supo que los perros se veían atraídos por el fuerte olor a visón que procedía de debajo del puente.
- Por conducta antidepredatoria. Algunos animales muestran una conducta suicida (y altruista) cuando atacan a un depredador para salvaguardar así al resto de la especie, como en el caso de las abejas, que pican a pesar de que eso las mata.
- Por parasitismo e infecciones. Por ejemplo, las ratas y ratones infectados por el toxoplasma sienten menos miedo de los gatos y reaccionan de forma más lenta. El objetivo de estos parásitos es que los roedores se dejen atrapar más fácilmente y poder saltar a los gatos, que es donde se reproducen. En cuanto a las infecciones, esta es una de las explicaciones que se da al varamiento de los cetáceos, que en ocasiones se ha identificado con una forma de suicidio.
- Por reproducción. De Miguel explica que hay animales que “se dejan comer para reproducirse, como pasa con los machos de mantis, tarántulas y algunas moscas. Desde luego, si pueden, intentan escapar, pero si no lo consiguen, al menos se han reproducido, que es de lo que se trata. Los ‘suicidios’ de los salmones, que en realidad son muertes por agotamiento, también tienen como resultado la reproducción y serían un caso parecido”.
- Por ambiente. Algunos animales pueden dejarse morir, renunciando a alimentarse. De Miguel nos habla de gansos que han perdido a su pareja o de perros cuyos dueños han muerto. “Se trataría de una muerte producida por la depresión o el estrés -explica De Miguel-, cosa que también puede darse en ambientes desfavorables, como es el caso de los animales que están en cautividad”. Miguel Ibáñez, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y veterinario especialista en comportamiento animal, añade que se trata de “un proceso común y más frecuente de lo que creemos”
¿Sabe un perro que está muriendo?
La principal dificultad es que no hay forma de saber si un perro que deja de comer es consciente de lo que está haciendo ni de las consecuencias, aunque, por lo general, “suponemos que no", como apunta De Miguel.
Es decir, sabemos que algunos animales tienen conciencia de sí mismos (como los grandes primates, delfines y elefantes) y también podemos saber si un animal sufre. Pero no es tan sencillo averiguar si este animal ha tomado una decisión consciente y voluntaria para acabar con ese sufrimiento.
Para De Miguel no hay diferencia tajante entre los suicidios de animales y de personas. Recuerda que los animales pueden pasar por problemas psicológicos y que “todo se puede reducir a componentes muy similares, como los neurotransmisores”. De hecho, explica que hay investigadores “que estudian los suicidios animales para intentar entender mejor los suicidios de los seres humanos”. Es difícil meterse en la mente de los animales, sin duda, "pero también de las personas".
Y añade que “hay investigadores, como Edmund Ramsen, que sugieren que el suicidio, incluso en la especie humana, nunca es realmente intencionado. Hay una situación que provoca estrés, lo que a su vez lleva a que la percepción de la realidad se altere y a que el suicidio parezca una solución válida”.
Por otro lado, Ibáñez recuerda que se pueden medir conductas y parámetros fisiológicos para saber qué siente un animal, si bien estas mediciones son ”muy complejas y muy difíciles”. En esta línea, Nicholas H. Dodman, de la Universidad de Tufts (en Boston) explicaba a Mic que ha visto animales con trastornos de ansiedad, fobias, trastornos obsesivo compulsivos e incluso autismo.
Teniendo en cuenta todo esto, Ibáñez es aún más contundente. En su opinión “sí podemos hablar de suicidio, ya que hay animales que se quitan voluntariamente la vida”. Incluso apunta que “es muy probable no solo que estos animales deseen morir, sino también que vivan esta situación de forma más natural y menos traumática”. Eso sí, admite que todo esto es, en gran medida, especulación. A fin de cuentas, “no podemos conversar con un perro”.
Y entonces, ¿qué pasa con Morgan?
En cuanto a la orca Morgan, Ibáñez recuerda que en estos casos, a pesar de que “los cuidadores ponen todo de su parte para que los animales estén bien cuidados”, vivir en cautividad es causa de problemas, tanto físicos como psicológicos.
De Miguel añade que tanto por esto como por su sordera, la orca podría estar “a disgusto y estresada”, pero para saberlo a ciencia cierta habría que hacer pruebas, por ejemplo, midiendo sus niveles de cortisol.
Eso sí, también recuerda que es cierto que “los cetáceos varan en estado natural, como dice el comunicado de Loro Parque. Lo hacen por ejemplo para cazar focas o a modo de juego, lo que a su vez es un ejercicio para aprender a cazar”.
Es un caso, apuntan ambos, complejo, sobre todo porque incluso aunque quedara claro que Morgan lo está pasando mal, no parece que liberar a la orca sea una solución factible.
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