Siento mucha afinidad con Leopardi; reconozco mi desánimo en él, salvadas las distancias que ofrece la obra de un genio como el italiano y la de un profe de pueblo como yo. Acaban de enterrar a Baltasar Porcel, cuya lápida en la Wikipedia he adecentado un poco, pues no ponía casi nada sobre su biografía; ahora aparece más humano. Su viuda ha leído Le Ricordanze, Los recuerdos, donde Leopardi evoca su niñez y juventud en Recanati. Hay un pasaje que describe perfectamente mi estado de espíritu actual. Es este:
Né mi diceva il cor che l'età verde
sarei dannato a consumare in questo
natio borgo selvaggio, intra una gente
zotica, vil; cui nomi strani, e spesso
argomento di riso e di trastullo,
son dottrina e saper; che m'odia e fugge,
per invidia non già, che non mi tiene
maggior di sé, ma perché tale estima
ch'io mi tenga in cor mio, sebben di fuori
apersona giammai non ne fo segno.
Qui passo gli anni, abbandonato, occulto,
senz'amor, senza vita; ed aspro a forza
tra lo stuol dè malevoli divengo:
qui di pietà mi spoglio e di virtudi,
e sprezzator degli uomini mi rendo,
per la greggia ch'ho appresso: e intanto vola
il caro tempo giovanil; più caro
che la fama e l'allor, più che la pura
luce del giorno, e lo spirar: ti perdo
senza un diletto, inutilmente, in questo
soggiorno disumano, intra gli affanni,
o dell'arida vita unico fiore.
Intentaré traducirlo con mi pobre italiano sacado de la escueta Gramática italiana de Savini y Bruno:
No me decía el corazón que la edad verde
estaría condenado a consumir en este
natal burgo agreste, entre una gente
grosera y vil, para quien nombres raros
y argumentos de risa y pasatiempo
son doctrina y saber, que me odia y huye
no por envidia, pues no me tiene
por superior a sí, sino porque está segura
de que me tengo por tal, aunque de esto
a nadie di jamás la menor muestra.
Los años paso abandonado, oculto,
sin amor y sin vida, y me he tornado
agrio en la cuadrilla de malévolos;
de piedad me despojo y de virtudes
y despreciador me siento de los hombres
por esta grey que me ronda, en tanto
vuela la juventud, más cara
que el laurel y la fama, que el aire en los pulmones
y que la pura luz del día: te pierdo
sin siquiera un goce, para nada, en esta
inhumana habitación, entre trabajos,
única flor del yermo de la vida.
Este fiore (en italiano flor es masculino) me semeja la de su postrera A la retama, flor del desierto que fue su último poema, y sólo aparece en ediciones muy posteriores, traducida por Unamuno, o Die blaue Blume, la imposible rosa azul de Novalis que representa todo lo que persiguen los poetas del Romanticismo como nuevos lotófagos, y que intentó traspasar a su violeta Enrique Gil y Carrasco, "melancólica y perdida", en cuyo cáliz se encuentra "la hermandad de la desdicha". O como esa pequeña que queda del huerto de almendros ¿eran almendros? en los Sueños de Akira Kurosawa. Muy poco, pero algo después de todo. La flor de la poesía, que brota de esa età verde. La infancia es la patria del poeta, decía Rilke.
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