domingo, 13 de abril de 2025

La poesía de las locuciones idiomáticas

 La poesía de las locuciones idiomáticas, en JotDown, por Juan Bonilla:

He escrito en Google, convenientemente encerrada entre comillas, la frase «la poesía de las locuciones idiomáticas» y no hay ninguna entrada, así que esa es la primera razón para titular este texto así, aun teniendo en cuenta el inconveniente de que no sabe uno qué cosa sea la poesía —desde luego ninguna de las definiciones del Diccionario dice nada que nos sirva sobre ella— y, si tuviera que jugar a definirla, terminaría recurriendo a la socorrida ocurrencia de san Agustín cuando quiso hablar de qué cosa era el tiempo: «Si me preguntan por ella, no sé lo que es; si no me preguntan, sí lo sé». 

En efecto, por dejarse llevar por la vaguedad, tiene uno aprendido que poesía es una presencia —o una sustancia, o incluso, si se quiere rebajar su misterio y dotarla de materialidad, un ingrediente, como el humor, que a veces beatifica ciertos momentos y a veces no viene a cuento— que se reconoce cuando la tiene uno ante sí (y ese tenerla ante sí puede acontecer en una película o también en un espectáculo callejero, claro, aunque, raramente, en un libro de poemas), pero que, una vez difuminada, no hay modo de encogerla para que quepa en una definición satisfactoria. No aceptará uno en ningún caso que la poesía sea solo un género literario ni, colmo de los horrores, «idealidad, lirismo, cualidad que suscita un hondo sentimiento de belleza, manifiesta o no por medio del lenguaje». Todas las acepciones que juntan nuestros académicos en el Diccionario de la lengua española apenas ofrecen una cartografía muy elemental de la polisemia que extiende el concepto.

La parte final de la definición mentada deja claro que la poesía no es solo un arte verbal, ni los poemas, los únicos vehículos para trasladarla desde un emisor hasta un receptor. Se da a entender que tanta poesía puede encontrarse en un campo de fútbol como en el último premio Loewe: como la belleza, como la fotogenia, como el miedo, la poesía puede estar en cualquier parte, sin que para alzarla y producirla como sensación sea necesario el lenguaje. Pero, para no complicarnos mucho la vida, quedémonos en aquella zona de la poesía —o de lo poético— que solo se produce como caso del lenguaje. Aquella que a Juan de Mairena le hizo pedirle a un alumno que pusiera en lenguaje poético la frase burocrática y pedante: «Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa», y que el alumno, para procurarse su sobresaliente, tradujo como «lo que pasa en la calle». Importa decir que Antonio Machado nos previene contra la tentación de considerar el lenguaje poético como un lenguaje especializado —como pueda serlo el lenguaje científico, o sea, un lenguaje que solo a los entendidos es capaz de decirles algo, incluso de conmoverlos, pues seguro que conmueve E = √[(mc²)²+(pc)²] a quien comprenda lo que se está expresando, lo que desvela esa sucesión de signos que a la inmensa mayoría será incapaz de tocarle una fibra—. Machado trataba de salvar a la poesía de los especialistas, librarla del gueto y del pedestal. La poesía se hace con las palabras habituales, no necesita subirse al trono del lenguaje especializado —no es un lenguaje especializado por mucho que la propia Academia hable de un lenguaje poético y lo utilice para definir algunas palabras como níveo, de la que se nos entera que «en lenguaje poético, relativo a la nieve», sin que se sepa si ahí lenguaje poético puede sustituirse simplemente por bonito—. 

Lo que caracteriza a un lenguaje especializado, gremial, es que pretende dejar fuera a quien no pertenezca al gremio, y haber sido tomada como un lenguaje especializado le ha hecho más daño a la poesía que la infinidad de malos poemas que se han escrito. Unas veces se la tomaba como una simple modalidad del acertijo, que consistía en que el poeta, mediante metáfora, expresaba una cosa supliéndola por otra: «Su luna de pergamino / Preciosa tocando viene…», donde luna de pergamino es pandereta, y sanseacabó el misterio. Otras veces se jugaba a la falsa hondura: es decir, para expresar lo inexpresable no cabía más remedio que producir artefactos incomprensibles.

Las únicas metáforas eficaces son aquellas que no se pueden intercambiar por un objeto cualquiera, es decir, las que se emplean porque no queda más remedio, porque no hay otra forma de decir lo que se quiere decir, porque aquello que se expresa es abstracto y no produciría la menor emoción si se pronunciara con una abstracción que necesita de la figuración para al menos susurrar algo, pintar una estampa. «La noche es interminable cuando se apoya en los enfermos / y hay barcos que solo buscan ser mirados para poder hundirse tranquilos». (Pongo este ejemplo porque me suspendieron un examen una vez por decir que no tenía ni idea de qué querían significar esos versos, pero me figuraba que daban cuenta de una angustia muy grande que aquejaba al poeta y en cualquier caso lo había expresado tan bien que no los iba a olvidar en mi vida. Me pusieron un cero, yo creo que muy injustamente. En mi instituto no se valoraba la sinceridad). En ninguna parte ha demostrado nadie que, en su momento oportuno, colocado en su sitio y después de una serie de recursos retóricos empleados para causar un efecto determinado, «me cago en tu puta madre» no sea muchísimo más poético que «las ondas del azur que conducen a la aurora». 

Todo esto venía a cuento de las locuciones idiomáticas, que son expresiones fijas formadas por palabras que pierden el significado que tienen fuera de esas locuciones. Así, en la locución «Cogerlo con las manos en la masa», ninguna de las palabras que la componen tiene un significado literal (a no ser que se presente uno en una tahona a las cinco de la mañana buscando al panadero, claro) y la locución ha servido para señalar el momento en que se descubre a alguien cometiendo lo que sea —mayormente un delito, pero también puede ser un adulterio, en cuyo caso creo que coger, manos y masa estarían cerca de su significado literal—. Irse por las ramas, bailar con la más fea, subirse por las paredes, con la soga al cuello…, el español abunda en estas locuciones, algunas de las cuales tienen claramente fijada su partida de nacimiento. «Estar a la cuarta pregunta» es de raíz jurídica, pues para fichar a los detenidos se les preguntaba nombre, edad, profesión y rentas, y evitaban la última de las preguntas para no ser embargados; «tirar la toalla» procede del boxeo, pues un entrenador arroja una toalla al ring para indicar que su púgil se rinde; «entrar a saco», evidentemente, se relaciona con la costumbre militar de saquear los poblados conquistados, para lo cual los jefes permitían a sus soldados que metieran en un saco todo lo que se les antojara llevarse.

Otras muchas esperan a que su etimólogo nos saque de dudas. No hay un diccionario de locuciones idiomáticas que indague en el nacimiento de cada una, y los que hay —o los que yo he llegado a ver, como el meritorio pero insuficiente Diccionario de locuciones idiomáticas del español actual, de Inmaculada Penadés— tienen el indiscutible valor de apilar locuciones y explicarlas, pero no van más allá. Está el Diccionario fraseológico documentado del español actual, de Manuel Seco, Olga Andrés y Gabino Ramos, que espiga locuciones y modismos del Diccionario de la lengua española. Otros muchos se dedican más bien a traducir a otros idiomas las locuciones que se listan, buscando las equivalencias oportunas. Creo que es un trabajo que está por hacer. En cualquier caso, hoy mismo vemos nacer locuciones que quizá consigan nadar el tiempo y colarse en la lengua futura —por ejemplo, «pasar pantalla», que al parecer es de las pocas cosas valiosas que ha producido el procés independentista—, aunque con la lengua nunca se sabe qué expresiones perdurarán y cuáles necesitarán de filólogo que en nota a pie de página nos aclare su sentido y deduzca su procedencia.

La mayoría de las locuciones, por expresivas que resulten y hasta graciosas —en Perú, para quien está un poco trastornado se dice «le falta un jugador»—, no son más que formulaciones idóneas que aprovechan lo que sea —las broncas tabernarias donde se desenvainaban armas para dar con «entre la espada y la pared», o el derecho de pernada que permitía al señor feudal pasar la primera noche con la recién casada, y, para expresarlo, colocaba una cornamenta de ciervo en la puerta del nuevo matrimonio, de donde viene «poner los cuernos», aunque esta locución también puede tener su origen en la mitología griega, cuando Pasifae, entregada al rey Minos, mantuvo amores con un toro blanco para parir al Minotauro—. A veces, su rotundidad no esconde su misteriosa genialidad: «quedarse con alguien», con el significado de engañarlo. «Me dijo que me daban el premio seguro y se quedó conmigo». ¡Se quedó conmigo, no como en el «Me quedo contigo» de Los Chunguitos!

No es de extrañar que algunos estudiantes extranjeros quieran tirarse por la ventana cuando tratan de entender algunas de las expresiones de nuestro idioma (se ha viralizado un vídeo en el que un norteamericano «se hace la picha un lío» a causa del modo que tenemos en español de referirnos a la temperatura; le resulta incomprensible que utilicemos el verbo tener para el frío o el calor, pero también el verbo ser, el verbo estar y el verbo hacer). Aunque de vez en cuando, como por otra parte es condición de la poesía —como es condición de toda cumbre ser excepcional, pues, si todo fuera cumbre, la cumbre entera sería llano—, se produce, no se sabe ni cuándo ni cómo ni por qué, algún hallazgo eminentemente poético. Álvarez de Miranda llama a la locución «voy a irme yendo», que tan a menudo se utiliza para avisar de que uno se queda donde está, pero se acerca la hora de marcharse, «pequeño prodigio», cosa que sin duda es: utiliza tres veces seguidas el verbo ir para en el fondo sugerir que, de momento, nos quedamos. Parece una definición de «estar vivos», como si quienquiera que fuese el primero que la empleó hubiese sabido condensar así lo que hacemos todos de continuo: un ir irse yendo. «La muerte me desgasta, incesante», decía Borges. Si yo pusiera ese verso en un examen y me encontrara con un alumno que me dijese «aquí el poeta nos dice que va a irse yendo», le pondría un diez irremediable. De ahí que tenga uno por casos de auténtica poesía popular —de hecho, las muestras más breves y compactas de poesía popular de las que se tiene noticia— algunas locuciones idiomáticas a las que no les echamos cuenta por haberse camuflado en el lenguaje ordinario. 

Cumpliendo la elocuente regla de la poesía popular, esas locuciones, además, no tienen autor ni propietario: al revés que el dinero público, que, según aseguraba aquella mandataria, no era de nadie, la poesía popular es de todos, tan de todos es que ha ido variando conforme pasaban las generaciones y admite todo tipo de intervenciones. No hay premio mayor para un poeta que conseguir colar unos versos en ese caudal. La última vez que escuché la maravillosa copla de Manuel Machado: «Tu calle ya no es tu calle, / que es una calle cualquiera, / camino de cualquier parte», quien la decía la variaba: «Mi calle ya no es mi calle. / Es una calle cualquiera, / camino de cualquier parte», transformando el poema de desamor en un poema sobre la identidad. En otra ocasión oí a alguien citar malamente el verso del Eclesiastés: «No hay nada nuevo bajo el sol» como «No hay nada viejo bajo el sol», mejorándolo claramente, pues, si el primero nos dice que ya todo ha pasado y, en consecuencia, estamos constantemente condenados a la repetición, el segundo celebra que nunca ha pasado nada, que el mundo está constantemente naciendo y, por tanto, todo es nuevo siempre. (Tanto lo mejoraba que, sin saberlo, estaba citando un verso de Borges: «No hay nada antiguo bajo el sol», que a su vez versionaba el verso de alguien que he olvidado).

Alguien tuvo que ser el primero en decir cada una de las locuciones idiomáticas que enriquecen nuestra lengua —y enloquecen a los extranjeros que tratan de aprenderla—, otros debieron ser los primeros en repetirlas, nos han llegado vueltas ya lenguaje sedimentado, pero basta detener un momento la atención en ellas para apreciar el resplandor de la poesía que guardan. «Quitar las tapaderas del sentido», por ejemplo, se utiliza en Andalucía occidental para decir de algo que es espectacular o inolvidable: «Este arroz quita las tapaderas del sentido» o bien «Milena Sidorova quita las tapaderas del sentido» (es curioso que en esta zona del mundo se utilice tan a menudo la negación para agigantar la afirmación, el «por supuesto que sí» se dice «no ni ná», pero de algo que «quita las tapaderas del sentido» se dice también que «no se puede aguantar», o sea, lo que la expresión niega es en realidad una afirmación categórica, se expresa justo lo contrario de lo que se dice: no solo se puede aguantar sino que da mucho gusto aguantarlo). La imagen es portentosa, pues el sentido acumula en su singular todos los sentidos —el arroz, no solo el gusto; la danza de Sidorova, no solo la vista— y queda encerrado en algún utensilio cuya tapadera impide que se nos derrame con frecuencia y solo lo excepcional logre obrar el milagro, de donde se diría que sentido está cerca ahí de conceptos más altos, quizá alma. Lo que parece evidente es que quien fuera el primero en utilizarla o los primeros en repetirla para colarla en el caudal del habla común estaban, aun sin ser conscientes de ello, realizando una operación puramente poética, como también quien, con una capacidad de síntesis que ignoran todos los filósofos, fue capaz de dar con la fórmula «haciendo tiempo» para expresar la espera. Basta fijarse un poco en ella para quedar cegados por su resplandor poético. ¡Hacer tiempo!, como si eso fuese posible, como si vivir no consistiera precisamente en que el tiempo nos vaya deshaciendo. Está además la maravilla de utilizar una expresión que ya tiene un significado propio —«Hace tiempo que no voy al fútbol»— para agigantarla con otro completamente distinto.

No voy a multiplicar ejemplos. Bastaría con citar alguno más: «estar sembrado», «ganarse la vida» o «buscarse la vida» —que hasta se sustantivó en buscavidas, que, aunque parezca el nombre de una profesión dedicada a salvar gente en peligro, como socorrista o bombero, no lo es—. Lo importante, al fin y al cabo, es aquello de Nietzsche: «Prestad atención». Ahí está todo el secreto. Basta prestar atención, detenerse ante algunas locuciones idiomáticas de nuestra lengua que utilizamos corrientemente, observar cómo están compuestas, preguntarse cómo nacieron, cómo sería la criatura a la que se le ocurrió y en qué circunstancias, cómo se fue extendiendo, enlazando unas generaciones con otras, para ver que, de vez en cuando, de manera excepcional por supuesto, como le corresponde por ley a la poesía, en algunas de ellas, las menos sin duda, crece la esencia de lo que no sabemos definir pero sí sabemos que es radiantemente poético si lleva razón Francisco Rico —y lleva razón en su imponente Tratado general de literatura, que consta de la friolera de cuatro páginas— y «todo poema es un objeto verbal forjado para extenderse en la memoria».

El extenso léxico meteorológico del español

 El léxico meteorológico del español, en JotDown, por Francisco J. Tapiador:

El español que hablamos en Castilla es tan amplio que cuenta con un vocabulario meteorológico propio; uno que pocas personas manejan ya, sobre todo en las ciudades. Aparte del conocido localismo de «nublo» por «nublado» (que usó Tirso de Molina), hay un centenar largo de palabras que convendría recordar, no solo porque son parte de nuestro patrimonio cultural, sino porque son bellísimas. Algunas son deformaciones vulgares (como atronar por tronar), pero hay también términos precisos, nacidos de que los hablantes han matizado un fenómeno tras su observación habitual en la naturaleza. 

Hay elecciones que traslucen mucha finura. Es el caso de cencío, que es como se llama al viento húmedo que proviene no de cualquier lugar, sino de una masa de agua, como un río o una laguna. No aparece así en el diccionario de la RAE, pero su uso está documentado en la literatura y figura en el Diccionario del Castellano Tradicional, que adelanto que recoge casi todas las palabras que voy a tratar en esta pieza. El cencío es parecido al relente, pero relente se usa más para cuando es de noche. 

Aneblarse (o anieblarse) es —se puede deducir— cubrirse de niebla. Sucede como con atronar, que es una variante surgida del nivel socioeconómico de los hablantes (marcas «diastráticas» en lingüística). Si la niebla se congela, cencella y cae una cencellada, que es algo muy bonito de ver, sobre todo en las noches de luna llena, porque parece que cae despacio un fino polvo de diamante. Barbazar es llover cuando la humedad relativa es muy alta y hay condensación. A la lluvia o a la niebla meona (o resmeona, que también se dice), se le dice también barciona. La raíz de ambas palabra es barba, porque en esos días en que hay tanta humedad que se supone que se condensa en los pelos de la cara. A la niebla meona en Burgos y Palencia se le llama carama, o caramada si es un poco más intensa y se pega a las plantas. No confundir con la escarcha, que es sólida. En Zamora, a lo mismo, a la barciona, se le llama cenceño. Estas son formas «diatópicas», es decir, variantes por el origen geográfico de los hablantes. 

El cielo aborregado es el que tiene esos cúmulos de buen tiempo. Luego, cuando hay nubes tipo estrato, de poco espesor, se habla de celaje, que es una palabra preciosa, al introducir en el ámbito celeste la palabra encaje. El término evoca un encaje de nubes en el cielo. 

Hay más de una decena de palabras para referirse a los cielos nublados, amaneceres o atardeceres, algunas de las cuales son más conocidas, como arrebol, esas nubes rojas que aparecen en el horizonte debidas a la dispersión de Rayleigh. Luego está un cielo amarañado, cuando hay nubes generadas por ondas de montaña (esas nubes que son como rodillos, largas y paralelas, alternando con claros). A los rodillos, individualmente, se las llama maraños. Si el sol se pone entre nubes a eso en castellano se le llama contrapantojo, aunque esa palabra no estén el diccionario de la RAE. Hay otra palabra para lo mismo: entrebarda (o entrebardo), pero desconozco (no he encontrado) la diferencia de matiz entre ambas.

Cuando el sol se oculta tras las nubes, el nombre depende de si se le ve con posibilidades de volver a aparecer, o no. En el último caso se dice que se arruga. Si no que tenemos un candilazo (cuando logra salir). Un anublajo es un grupo pequeño y compacto de nubes. Un cielo nocturno cubierto por nubes blancas se dice que está amartinado. El aguasol es cuando está cayendo un chubasco pero hay sol. Llover con sol, vaya. 

A veces se lee que hay lenguas, como la japonesa o la inuit («esquimal» para la generación X), que disponen un montón de palabras para la nieve, mientras que nosotros solo tenemos unas pocas. En realidad, hay una cantidad notable, solo que no las usamos. Hay una palabra para copo de nieve que casi nadie usa: falampo. También están falepa, falispa, farrapera, faliscosa o farrapo para referirse a diferentes formas de nevar. Cada palabra tiene sus matices: la falispa es nieve muy fina en ráfagas, mientras que la farrapera es nieve que es casi agua, y faliscosa la nieve que no se pega. Naturalmente esas efes en su origen fueron haches que se aspiraron, y como a mí halispa me suena mil veces mejor y es más evocadora y étima que falispa, la uso en el ámbito en el que puedo inventar palabras: la literatura. Otra palabra en el ámbito de los copos de nieve es povisa, que se refiere a una nieve tan fina como la ceniza. 

Hay más. Dependiendo de cómo caiga la nieve, se le llama de una u otra manera. Así, cuando cae poca nieve pero con viento fuerte, se dice que cellisca, o que cirria. Si la nieve es poca, de copos pequeños, cisquea o zurrusquea. Si cae con agua, es aguanieve. Si el aguanieve va con viento, entonces es también cellisca. Nevar con copos gruesos y lentos es trapear. Al montoncito de nieve que se acumula frente a una puerta o ventana se le llama vero. A la nieve caída que es plana y resbala se le llama nidio. Cuando la nieve se derrite, decimos que blandea, o que se amorosa, que es una arrebatadora expresión pronominal. A la humedad generada por el rocío se le llama de forma parecida, amorío, también quizá porque el agua es un recurso escaso en Castilla y recibirla al amanecer del cielo, una bendición. Y cuando, al fundirse la nieve, se ve la tierra debajo, se dije que terrece o terreña

Hay un caso especial y muy interesante. Se trata de la palabra aguachona, la nieve blanda o con mucha agua. Resulta que hay un término inglés, muy usado por los que nos dedicamos al estudio de la atmósfera, que es «graupel». Se suele decir que no tiene traducción al español, sin saber que aguachona es la palabra perfecta (y así la he usado en mis libros de física). A lo contrario, la nieve seca, muy fina, en polvo, se le llama espelde. Si es superfina, meros cristales de hielo, se le llama aspesura o asperura

Los carámbanos de hielo, por su parte, también exhiben un despliegue léxico notable. Son localismos, pero nada impide usarlos: asador, churro, pinganillo, cirrión, chupitel, cirio, chuzo, candelita (o candelito), caramelo, cerrión, calamoco, o chupito. Hay muchas palabras donde elegir para evitar sonsonetes o buscar efectos rítmicos o musicales en la prosa. E incluso pueden servir para introducir ambiguedades si así lo desea el escritor, puesto que calambrón puede ser un carámbano o la escarcha

Llover tiene varios sinónimos, como abrocar, brocar, brucar o embrocar. Cada uno de ellos se refiere a un tipo concreto de forma de llover en un sitio. La razada es la lluvia fina que cae lentamente. Chuciar es llover poco, pero con gotas frías. Lo de las gotas frías o cálidas es una realidad física, y depende de si la lluvia es convectiva o estratiforme (también hay, por cierto, lágrimas cálidas y frías, como se lee en La Ilíada). Burrifero es lluvia leve y breve, mezclada con viento. Aguamarina es llovizna. Otra variante del chirimiri, sirimiri, orbayo o calabobos es, en Castilla, bernizo. Barciar es llover de esa manera, con poca intensidad, al igual que aguarrada o aguarradilla. Barbaza o barbuza es cuando llueve así, poco, y además está nublado y el ambiente húmedo (también vienen de barba). Orbayo, por cierto, se usa en Castilla no solo para lluvia ligera sino también para el rocío. 

Atizar es llover con fuerza. Barrumbada un chaparrón fuerte (uno débil y corto, un borrasco). Zamarra es una lluvia torrencial, de llover a cántaros (e.g. Zamarramala, pueblo de Segovia), lo que también se conoce como andaluviar (deformación probable de «diluviar»). Zaraza, muy parecido a zamarra, es una granizada intensa. Si no es fuerte, es zarazo, en masculino. Al granizo también se le llama cantaleo (o predisco / pedrisco, que es una palabra más habitual). Apedrear es granizar, pero esta es evidente. A los relámpagos (las descargas eléctricas entre nubes; los rayos son entre las nubes y el suelo) se les ha llamado en toda la vida en Castilla culebrillas o culebrinas.

Tenemos también palabras para cuando el agua de lluvia salpica: chaspingar o enchaguazar. Si forma burbujas al caer, hace foroles o forolas. Si la burbuja es pequeña, se les llama gargulito o gorgorito (más común). Cuando el agua escurre de los tejados tras la nieve, se dice que esculla. Si un río o un regato se congela, se engaza.

Al aire frío se le llama ris (la expresión «hace un ris…» es de uso corriente para indicar que hace mucho frío). El viento (aire en movimiento) frío tiene variantes sobre la misma idea: baruje, baruji, beruje, biruje o biruji. Las dos últimas palabras se aplican al frío aunque no haga viento (son por tanto sinónimas de ris). El viento que ruge, bufa. Algarazo es lluvia con viento. Cuando te refugias de una tormenta, te agarimas. Cuando deja de llover, albancia. El sol que calienta el cuerpo, caldea

A la helada con mucha escarcha (o engrama) se le llama helada blanca. Si no genera escarcha, helada negra (que es más destructiva para las plantas). Una helada fuerte es una garama, sardinera, carama, garduña, jabarda, carpanta, pelona o peluca. Si una helada sigue a otra anterior se dice que es una empalmada. Si la escarcha tiene forma de ramas, se dice encaramada o ligada. La notable cantidad de palabras para la escarcha es natural en un clima continenal como el castellano, en cuyos inviernos es habitual. Hay incluso una palabra para la escarcha en las ramas de los árboles: cerceñada. Hay palabras para escarcha o rocío, sin distinguir entre ambos, como pruina o rosada.

Arbayada ha quedado como sinónimo de rocío, al menos en Zamora, en la frontera con Portugal (es, de hecho, un lusismo). Los sinónimos son estupendos para no tener que repetirse al escribir, pero es que esta palabra, quizá de raíz árabe, es bonita, aunque bayada sea «blanco» en aquel idioma (el término sería más apropiado, quizá, para la escarcha). 

Estas palabras ya no se escuchan en el habla corriente, al menos en las ciudades, pero forman parte de la cultura española y son un patrimonio que enriquece a la prosa y a la poesía. Son bonitas y muchas de ellas también eúfonicas; suenan bien. La posibilidad de encapsular en una sola palabra un concepto o una ristra de palabras, como sucede con cencío, aporta precisión y economía al lenguaje. Dos valores amenazados, pero a proteger. Este léxico es patrimonio inmaterial de la humanidad. 

La etimología tiene mucho que decir al respecto de estas palabras. Así por ejemplo, la raíz nebh- (nube; la bh es un fonema labial, de efe griega, la ϕ) del indoeuropeo nos ha dejado «niebla» y «nimbo» (un tipo de nube). En sánscrito la idea de nube, de nebuloso, de niebla, derivó en nábhas; a nabah en avéstico, nem en irlandés antiguo, nef en córnico, nebul en alto alemán antiguo, nifol en anglosajón, nebo en eslavo antiguo eclesiástico, y nebis en hetita. En latín nebula, naturalmente, y de ahí a nuestras nube y niebla. Al estudio de las nubes se le llama nefología y no nebulología, por algo.

Seguro que el lector conocen muchas otras palabras usadas para referirse a los fenómenos meteorológicos y los meteoros, algunas de las cuales serán locales, o incluso propias de familias concretas. Miguel Delibes empleó unas cuentas en sus obras. Son riqueza, y que sigan vivas depende de que los escritores las empleemos en periódicos, revistas culturales, novelas, ensayos y poemas, pero también de que las usemos más en la vida corriente. No olvidemos la cantidad de palabras castellanas y manchegas que han llegado a nosotros gracias a que Cervantes las recogió (o acuñó) en su Quijote

Usar estas palabras no es, en absoluto, viejuno. Todo lo contrario. Nada más vanguardista y necesario que los escritores erosionando poco a poco la gramática, siguiendo el feliz símil de Ortega. Mediante ese proceso, el viento se irá llevando los estratos blandos que el tiempo ha ido dejando sobre el lenguaje, dejándonos la roca viva sobre la que asienta, que no es otra que la estructura de la comunicación humana en un medio concreto.

Adenda

En el primer borrador de este artículo escribí «No sé cuántas palabras habrá en japonés para la familia léxica de la nieve, pero en español también tenemos una cuantas». Luego me di cuenta de que vivo en el 2025, y que no tengo por qué regodearme en mi ignorancia ni siquiera por motivos retóricos, así que me puse a buscar. Me ahorraré los ideogramas que, aunque preciosos, no podrían ocultar que, por más que sean de origen chino (el sistema de escritura kanji, que junto con el hiranaga y el katakana permiten crear palabras en japonés), yo no sé japonés y mi chino es básico. 

Por lo que parece, la palabra nieve en japonés se traslitera como yuki. El ideograma es el mismo que en chino, 雪 (xuě). El graupel es koriyuki. Se puede fantasear con que es otra palabra y que por eso la cultura japonesa es más fina que la nuestra en la apreciación estética de los cielos, pero koriyuki es un compuesto de kori, hielo, y yuki, nieve. Nosotros tenemos «aguanieve», y podríamos tener hielonieve, pero la lengua fue por otro sitio y en vez de un término que suena al vocabulario C de la neolengua orweliana, acabamos con aguachona, mucho más bonito. Otros ideogramas que parecen conceptos nuevos, pero que son compuestos de yuki, son: yukidaruma, yukigassen, yukiguni, yuki-no-kessho, yukiusagi, yuki-onna, yukidoke-mizu. Respectivamente, muñeco de nieve, pelea de bolas de nieve, país de nevadas (una región concreta de Japón), cristales de nieve, montón de nieve, mujer de la nieve (personaje tan folclórico como la niña de la curva), y amorosarse (el agua de deshielo). Luego está konayuki, que es nieve en polvo. Es decir, la halispa que decía arriba. La nieve fresca se dice shinsetsu, pero el kanji, de dos caracteres, incluye al de nieve y significa, literalmente, nueva-nieve. No nos constaría nada inventar neonieve, pero ya tenemos espelde. Otra palabra japonesa, más en la línea del castellano de crear palabras diferentes en vez de compuestos, es mizore, que es la llovizna helada y que tiene la connotación poética de atmósfera melancólica. Es nuestra cencella, en realidad. Otras palabras con el kanji que remiten a la nieve son nadare (avalancha), sekkei (paisaje nevado), y yumifumi (caminar por la nieve).

Para concluir, no es que no tengamos palabras en español para los matices y cosas de la nieve y en general del tiempo. Tenemos muchas, pero no las usamos. Delibes buscaba encontrar la palabra exacta para describir cada cosa del mundo. Ese es el espíritu. De hecho, vero es un término más preciso que yukiusagi, montón de nieve (literalmente, nieve-conejo, por la forma). Nuestro vero se refiere específicamente al montoncito delante de puertas y ventanas, aunque nada impide que lo podamos aplicar, por extensión, a cualquier otro

sábado, 12 de abril de 2025

Entrevista a la historietista Purita Campos

 Purita Campos: «Estar en Bruguera era extenuante, te pagaban muy poco y te hacían trabajar mucho», en JotDown, por Fran G. Matute

Ya lo dijo Javier Pérez Andújar en su célebre pregón de la Mercè: Purita Campos (Barcelona, 1937) ha dibujado «las historias más leídas en todo nuestro mundo», aquellas que narraban la vida de una adolescente llamada Patty en el Londres de principios de los setenta, y que pronto se convirtieron en un éxito internacional.

Patty’s World comenzó a publicarse en España en 1974 con el nombre de Esther y su mundo, una serie que sigue hoy vigente gracias a las numerosas reediciones y a una inteligente actualización del personaje, ya en su cuarentena. En sus años de esplendor, la serie llegó a vender cuatrocientos mil ejemplares semanales, una cifra impensable para cualquier publicación de hoy día.

Al margen de su labor como dibujante de cómic, Purita Campos fue también una pionera del diseño de moda en la Barcelona de la gauche divine. Creadora incansable, con su trabajo ha hecho feliz a muchas lectoras (y lectores) en todo el mundo, que aún hoy la siguen recordando desde el cariño. El mismo que desde aquí le profesamos, agradeciéndole el tiempo (y, nos consta también, el esfuerzo) dedicado para la realización de esta entrevista. Sirva la misma como sincero homenaje a su figura.

¿Escuchaste el último pregón de la Mercè, a cargo del escritor Javier Pérez Andújar?

No, porque hace ya dos años que vivo en Madrid y estoy un tanto desapegada de la vida de allí, pero sí que lo leí al día siguiente en el periódico. Y me hizo mucha ilusión que me nombrara.

Pérez Andújar hizo de paso una reivindicación de las mujeres que trabajaron en el mundo de la historieta.

Me pareció muy pertinente esa reivindicación porque nosotras trabajamos mucho entonces, y me da la sensación de que hoy día le importamos un pito a la gente [risas].

¿Cuándo empiezas a interesarte por el dibujo?

El dibujo es algo que me atraía desde pequeña. De todos modos, yo siempre me he sentido muy atraída por el mundo del arte, de la farándula, eso de cantar y bailar… Cuando venía gente a casa mis padres siempre me decían: «Canta aquello, canta lo otro». Al principio me daba mucha vergüenza, aunque fueran amigos o familiares, pero después ya me ponía y cantaba y bailaba, y todos: «¡Oh, qué bien lo hace!» [risas].

Lo primero que estudié fue en la Lonja, la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona, donde hice todos los cursos. Después hice Bellas Artes. También quise ser actriz y fui al Instituto del Teatro. Me salió un papel, ¿eh? Uno pequeñito, nada del otro mundo. Pero lo de ser actriz lo tuve que dejar porque, claro, si trabajabas en el teatro solías volver muy tarde a casa y mis padres no me dejaron continuar con aquello.

¿Te gustaban los cómics de pequeña?

Claro. Me gustaba mucho Hugo Pratt, era un favorito mío. ¿Sabes que lo conocí en un salón del cómic? Era muy bueno, un clásico. Estaba allí firmando, yo también, y… ¿puedo decir la verdad? Fue un estúpido conmigo [risas]. Me acerqué toda ilusionada, y le dije: «¡Hugo Pratt!». Y me respondió: «Io non sono Hugo Pratt», y se largó. Se ve que se pensaba que yo era una fan, que lo era, pero también era una autora que estaba allí firmando con él. Yo eso no lo hubiera hecho nunca, que me venga una chica o un chico todo ilusionado… Fue un imbécil. Eso no se hace.

¿En qué momento entras en contacto con el mundo de la historieta?

Yo nunca quise ser dibujante de cómics, no lo había pensado nunca. Quería hacer otras cosas, tenía otras ideas, quería dedicarme a la moda. Mi madre era modista y gracias a ella aprendí el oficio. Hacía unos modelos muy bonitos, tenía mucha imaginación para hacer modelos y lo mío era la moda. Pero mi hermano conocía a Manolo Vázquez —vamos, lo conoció en un bar—, y este se enteró de que yo dibujaba, y le dijo: «Dile a tu hermana que se pase mañana por la editorial y que pregunte por mí. Le atenderemos». Entonces me fui al día siguiente con mis modelitos de moda, con lo que yo tenía hecho, me presenté en la editorial Bruguera y les dije que venía en nombre de Manolo Vázquez, que había quedado con él. Y Víctor Mora, que fue quien me recibió, me dijo: «¡Pero si Manolo Vázquez no viene por aquí nunca!» [risas].

Vázquez siempre tuvo fama de vago.

Mucho, mucho. Era una cosa increíble. Yo me presenté allí sin saber nada. Entonces Víctor Mora, cuando vio los dibujos, que ya digo eran de moda, me dijo: «Si quieres puedes pasar mañana mismo y vas haciendo cosas». Y al día siguiente ya empecé a hacer allí dibujitos, poca cosa, nada importante.

Empezaste a trabajar en Bruguera a finales de los años cincuenta, siendo muy joven. ¿Cómo era trabajar allí? 

Estar en Bruguera era extenuante, te pagaban muy poco y te hacían trabajar mucho. Lo que pasa es que los dibujantes somos muy buenas personas y nos conformamos con poco [risas]. Todos nos quejábamos de lo mal que pagaban, pero es lo que había.

En tus comienzos participaste en revistas femeninas como Dalia, Sissi, Blanca o Celia.

Sí, revistas que eran una chorrada, la verdad [risas]. Ahora que las recuerdo… Pero es lo que había entonces. Era otra época, y la diferencia con ahora es enorme. En ese aspecto hemos mejorado mucho.

También colaboraste en la revista Can Can, donde coincidieron todos los grandes de la historieta: Peñarroya, Conti, Cifré, Escobar… ¿Los llegaste a conocer?

Sí, claro, los conocí a todos. Ahora no sé qué ha sido de ellos, me imagino que habrán muerto, ¿no? Han pasado tantos años… Escobar era muy serio. Me acuerdo también de Víctor Mora, claro, y de Armonía Rodríguez, que era su mujer. Allí trabajaba mucha gente, y había gente muy buena.

Y luego estaba Vázquez. Te cuento una anécdota suya: a Vázquez lo metieron en la cárcel, no me acuerdo por qué pero sería seguramente por no pagar a alguien, así que seguro que lo encerraron con razón. Entonces en la editorial le llevaban el trabajo a la celda, para que lo hiciera allí, para que terminara allí las viñetas [risas]. Ibáñez también estaba. Él es muy bueno, y su fama es merecida, pero Vázquez era mejor. Vázquez era el mejor de todos. Ibáñez era muy formal, una persona estupenda a quien le tengo mucho cariño. Era muy trabajador, siempre estaba trabajando.

Muchos le han criticado que trabajara tanto, porque ponía en evidencia a los demás.

Sí, sí. Era increíble. Además era muy rápido, iba a cien por hora. No sé si ahora será millonario, puede que sí. Su mujer creo que le lleva la comida a la mesa de dibujo. Pues mira, me parece muy bien, porque yo creo que para él eso no es trabajar. A mí también me gusta mucho estar aquí sentada dibujando, pero bueno, de vez en cuando hay que hacer otras cosas, ver la tele, salir, ir al cine…

Ibáñez también se ha quejado mucho del trato en Bruguera. Por ejemplo, que nunca recibió royalties por sus creaciones.

Ni yo, yo nunca vi un duro por ese concepto. Y luego además se quedaban con los originales, no los devolvían. Y es una pena, porque entonces no se le daba ningún valor a los dibujos, pero ahora, con el tiempo, digo yo que una cosa que se hizo hace cuarenta años algo valdrá, ¿no?

En 1971 te cambia la vida: te contratan para dibujar una historieta británica llamada Patty’s World. ¿Cómo es que se fijaron en ti?

Todo fue por mediación de la editorial Bruguera. Me contactaron a través de una agencia llamada Creaciones Editoriales, que estaba en Inglaterra y la dirigía Luis Llorente. Me dijeron que iba a empezar a dibujar para una historieta británica y, la verdad, aquello me hizo mucha ilusión. Pensé que a lo mejor así iba a tener trabajo fijo para por lo menos un año o así, y me duró la cosa veinte [risas]. Veinte años haciendo Patty’s World. De hecho, cuando Bruguera quebró, yo seguí haciendo el personaje a través de la agencia de Luis Llorente.

¿Trabajabas desde España o desde Reino Unido?

Estuve en Londres una temporada, sí. Pero la mayoría del tiempo lo pasé en España.

¿Te mandaban los guiones traducidos?

No, los mandaban sin traducir. Y aquí los traducían en la agencia. Mi hijo Paco también tradujo muchos, y así se ganaba unas pesetillas.

Me imagino que conociste a Philip Douglas, el guionista de la serie.

Sí, claro que lo conocí. Era muy majo. Tengo por ahí algunas fotos con él, en Londres, que nos hicimos en casa de Luis Llorente. Era muy tímido. Pero las personas cuando saben mucho a veces son tímidas, y luego hay otras que no saben nada y van por ahí… Eso suele pasar, y Philip Douglas era así, un sabio tímido.

¿Te sorprendía que un hombre pudiera captar con tanta sutileza el mundo de una adolescente?

Claro que me sorprendía, y se lo pregunté. Y él me confesó que todas las ideas se las daba su mujer [risas]. Es verdad, ¿eh? Todas. Él imaginaba las situaciones y tal, pero todas las ideas eran de su mujer, de cuando era pequeña, de las cosas que le habían pasado y tal. Y fíjate.

¿Tuvo la serie éxito desde sus inicios?

Sí, tuvo bastante éxito desde el comienzo. Si no, no se habrían planteado traducirlo a otras lenguas. El guion es que tenía mucha gracia, a mí me gustaba mucho.

Tengo entendido que en Reino Unido se publicó al principio en blanco y negro.

Sí, es verdad, pero es que entonces se publicaba poco en color. En Reino Unido se publicaba dentro de una revista que se llamaba Princess Tina. Yo los mandaba sin colorear, y cuando ya se empezó a publicar en color en Reino Unido lo coloreaban ellos allí. Yo los estuve coloreando una temporada, y se notaba, quedaban más bonitos, pero no era lo habitual.

No sé si me queda por ahí algún dibujo original… [se pone a buscar en su archivador]. He trabajado tanto, he hecho tantos originales que no podría guardarlos todos. De todas formas, la mayoría están destruidos. Yo he podido recuperar muy pocos. Menudos desgraciados… Mira [nos enseña un retrato original de Esther fechado en 1978]: ese gorrito no se lo he podido poner yo porque es horroroso [risas]. Se lo pondrían allí en Londres.

Patty’s World llega a España en 1974, publicado dentro de la revista Lily, con el nombre de Esther y su mundo. ¿No era una historieta demasiado moderna para lo que se estaba cociendo por aquí?

Sí, y precisamente por eso tuvo éxito. A ver, en Inglaterra también era un personaje moderno, pero es que aquí, al pensarse que era una revista para niñas, la censura no se dio cuenta de que la historieta llevaba dentro más cosas.

¿No tuviste ningún problema con la censura?

Sí, bueno, alguna cosa tuve que retocar. Me decían que Esther iba muy escotada, que si la faldita era muy corta… Tonterías.

Es que dibujabas a Esther muy sexy.

Sí, claro, pero era también muy recatada. Juanito, su novio, también era muy guapo, y salían juntos y tal y cual, y pasaban cosas, lógicamente. Rita, su amiga, también era muy guapa.

Doreen, en cambio, no era muy guapa.

No. Doreen era envidiosa, gorda y mala [risas].

Te cebaste un poco con ese personaje, ¿no crees?

¡Fue muy divertido! Como era muy envidiosa pensé: «La haré gorda». Y le puse gafas [risas]. Oye, yo también llevo gafas, ¿eh? Pero bueno, era otra cosa.

Esther y su mundo era una historieta que leían muchos hombres a escondidas.

A mí eso me lo han confesado muchos hombres, que la leían a escondidas, en el baño. Le cogían la revista a sus hermanas, y se escondían porque no querían que se supiese que la estaban leyendo. Esto me lo han dicho en los salones del cómic, cuando he estado allí firmando. Es que el guión de Esther tenía mucho interés. No era un guion de nenas, no. Había interés de verdad en las historias. El mundo adolescente estaba enmarcado dentro de ciertos dramas familiares, tenía mucha enjundia.

Por el éxito tan brutal que tuvo, ¿crees que de alguna forma ese personaje supuso un patrón de comportamiento para las jóvenes españolas?

Tanto como un patrón de comportamiento no sé, pero sí que se produjo una gran identificación con los personajes. Me escribían muchas cartas a la editorial, cartas de lectoras que me contaban que tenían una amiga que era como Doreen, que le había hecho lo mismo que salía en tal historieta… La verdad es que fue una época muy bonita.

El otro día me contaron una anécdota terrible: la de una amiga a la que su madre le recortaba aquellas viñetas que consideraba inapropiadas para su edad.

Madre mía, cómo vivíamos entonces. Pero si Esther era de lo más… [risas].

¿Por qué aquí se llamó Esther y no Patty?

Porque al señor director de Bruguera le gustaba el nombre de Esther y no hubo más que hacer. En aquella época mandaba todo el mundo menos el que tenía que mandar. Patty era un nombre estupendo. Era un nombre inglés, vale, pero se podría haber llamado «Pati», por ejemplo. Pues no: «Esther».

¿Tenías en cuenta a la hora de realizar el dibujo que el personaje era británico?

Sí, lo tenía muy en cuenta. Por eso gustaba tanto en Inglaterra, porque el dibujo captaba muy bien sus modas. Antes de empezar fuimos allí, hicimos fotos de todo. Mi marido se trajo un montón de regalos para el niño: coches de bombero, taxis, cabinas telefónicas, que luego utilizaba yo para hacer los dibujos. Estaba todo muy bien ambientado. En Inglaterra nunca se dieron cuenta que el dibujo lo hacía una española.

He visto que tienes ahí un cuadro enorme con Esther y sus amigas cruzando el paso de cebra de Abbey Road.

Ese es un dibujo especial que no salió en ninguna historieta. Se hicieron algunos pósteres con él. De hecho tengo uno hecho en tela puesto encima del cabecero de mi cama. Ese que ves ahí es el original. Yo he sido muy fan de los Beatles. A mí la música me ha gustado siempre muchísimo. Mi favorito era Ray Charles. A Ray Charles lo he visto en directo dos veces. En Barcelona. Estaba en primera fila. ¡Qué bueno! Era genial. Iba mucho al Jamboree a ver los conciertos, porque para mí el jazz ha sido una cosa muy importante. Allí vi a Quincy Jones. Charlie Parker me encantaba. También Miles Davis, al que he visto en directo. Me llevaba a mi hijo a ver esos conciertos, fíjate. A veces me pongo música para dibujar, a veces. Elvis también me gusta mucho. ¿A quién no le gusta Elvis? Es que pones a Elvis y vuelas.

¿Cuáles dirías que han sido tus principales influencias?

Yo he admirado a muchos dibujantes, como Badía Camps o Jesús Blasco, pero no creo que hayan sido una influencia en mi obra. Antes había unos dibujantes muy buenos. Yo les copiaba cuando era más joven, me encantaba imitar sus dibujos.

¿Te inspiraste en algún rostro famoso para crear a Esther?

No, realmente no. Los dibujantes nos hacemos un poco a nosotros mismos, pero lo hacemos sin querer. No es que yo me mirase y dijese: «Me voy a dibujar». También tenía a mi hermana por ahí, que tiene diez años menos que yo, y seguro que cogí algo de ella, y cosas de mi familia. Pero de una forma inconsciente. Ibáñez, por ejemplo, se hace mucho él. El Rompetechos es él. Lo ha dicho muchas veces.

El éxito de la serie en todo el mundo fue tremendo. He leído que en España hubo tiradas semanales de entre trescientos y cuatrocientos mil ejemplares.

Se vendió como rosquillas, y yo no vi ni un duro. ¡Qué cara tenían esos señores!

Vendías más que Ibáñez.

Sí, es verdad, pero Ibáñez ahora sigue vendiendo, él se ha mantenido mejor. ¿Sabes lo que pasa? Que los tebeos a los niños se los compraban sus padres. En concreto, el padre. El padre era quien decidía al final lo que se leía en casa y, claro, el padre no compraba Esther y su mundo a las niñas. Las niñas se lo tenían que comprar luego con su dinero, con su paga, o se lo tenía que comprar la madre, que no era una cosa tan habitual. Entonces es lógico que a la larga Ibáñez vendiera más de Mortadelo que yo de Esther.

En 1988 la serie de Esther se cancela. ¿Por qué?

Bruguera quebró en 1986, pero yo seguí publicando la serie un año más, por lo menos, en la revista Pecosa, de la editorial MC. Pero también quebró esta editorial, y ya pensé que tras casi veinte años lo mismo había que dedicarse a otra cosa.

¿Y a qué te dedicaste?

Cuando acabó la serie monté un estudio en el paseo de San Gervasio de Barcelona, donde estuve dando clases de dibujo y pintura. Y fíjate qué cosas, Juan Bruguera vivía al lado, pero yo no lo sabía. Y al final me hice muy amiga de él, porque, claro, venía, me explicaba sus cosas, sus batallitas de lo que había pasado con la editorial y todo esto. Entonces ya no era mi jefe, éramos solo dos conocidos.

También te dedicaste al diseño de ropa.

Sí, pero eso fue al principio, antes de hacer Patty’s World. Yo empecé en el mundo de la moda muy joven, haciendo figurines, editados en papel y tal. Mi madre era modista y yo de pequeña, cuando salía del colegio, me iba a trabajar a su taller. Allí planchaba o hacía cualquier cosa. Así aprendí el oficio, a cortar patrones y cosas así.

Y lo que hice con el tiempo fue abrir una tienda en el paseo de Gracia donde vendía mis propios diseños. Te hablo del año 1967 o 1968, y tuve entonces muchos clientes de la gauche divine: Margit Kocsis, por ejemplo, la modelo que iba desnuda a caballo en el anuncio aquél; Leopoldo Pomés, el fotógrafo de Barcelona, que era vecino del paseo de San Gervasio, venía también mucho. Yo hacía entonces unos diseños muy parecidos a los que luego haría Paco Rabanne, con cueros unidos por diferentes arandelas de hierro, y cosas así. Se me ocurrió, por ejemplo, hacer un conjunto que no estuviera cosido, que estuviera todo unido con tachuelas. Tenía unas maquinas que me lo hacían, me hacían agujeritos en la tela como los que llevan los cinturones, y luego lo unía todo con anillas, por aquí por los laterales del traje. Era una cosa muy punky antes de que lo llamáramos así. Me encantaba inventarme aquellas cosas. Tita Cervera, que entonces era la mujer de Lex Barker, el que hizo de Tarzán, venía mucho a comprar a la tienda.

Siempre quise vender por toda España lo que yo hacía, porque tenía mucho éxito, y además lo hacía a un precio muy rebajado, con telas que no eran muy caras. Al final esta idea que siempre tuve la llevó a la práctica Amancio Ortega. Él ha hecho lo que yo quería hacer. Mi madre, me acuerdo, me decía entonces: «No, no. La moda hay que hacerla para sitios muy elegantes, que es donde está el dinero». Y yo le decía: «No, mamá. Hay que hacerla para todo el mundo, para que vaya todo el mundo elegante, pero que no sea caro. Hay que utilizar un material bueno pero que sea más barato». ¡Tenía la misma idea que Amancio Ortega! Y cuando vi que él la llevaba a la práctica me dio una rabia… [risas].

Toda esta pasión por la moda se refleja mucho en tus dibujos.

Claro, claro. Lo que no me dejaron hacer en la realidad lo metí ya en la historieta.

Por ejemplo, en Jana, otro de tus personajes más recordados, se notaba mucho la influencia de la moda.

Es que era una modelo. Era un personaje con mucho glamur. Jana era pelirroja, muy seductora. El guion de esa historieta era de un holandés llamado Andres Brandt. Yo iba entonces de vez en cuando a Holanda para hablar con él. Antes viajaba mucho: iba a Londres, a Bélgica… Ahora no, ahora estoy siempre aquí metida.

Tras el éxito de Esther y su mundo llegaron otras creaciones tuyas, como la citada Jana o Gina. ¿No eran todas un poco un intento por replicar el éxito de Patty’s World?

Sí, es verdad. Se llamaban además todas muy parecidas, porque Jana en Holanda se llamaba Tina. Yo misma las confundo ya. Tina, Gina… luego recuerdo que hice a la Dulce Carolina, que era una niña, una tira cómica. Creo que tengo por ahí los originales. La llamé así, Sweet Caroline, como la canción de Neil Diamond [la canta].

Gina fue un personaje creado a medias con tu marido, Paco Ortega. ¿Cómo se lleva eso de trabajar codo a codo con tu pareja?

Bien, porque él es muy bueno. Yo no tanto [risas]. Trabajábamos aquí en casa, cada uno con su mesa. Paco hacía el guion, en un folio. Lo que nosotros llamábamos el guionet, que era un poco la distribución de la historieta en forma de sketches, por así decirlo. Cuando ya tenía eso listo cogía las páginas, hacía la distribución de las viñetas y pasaba a lápiz todas las figuras, los fondos, las cosas más técnicas como los coches y tal. Eso lo hacía Paco, y yo luego pasaba todo a tinta, con pincel, y hacía también las caras y los vestidos de los personajes. Si luego yo quería hacer una viñeta más grande, pues borraba lo que había dibujado mi marido a lápiz, o lo ampliaba. Se trabajaba así muy bien.

En aquella época era muy común que los dibujantes o guionistas utilizaran un seudónimo anglosajón. Tu marido, de hecho, firmó Gina como Frank Elliott. Tú sin embargo siempre has firmado con tu nombre.

Sí, yo he firmado siempre con mi nombre, bien como Purita Campos o como P.C. Pero no era ninguna reivindicación de ningún tipo. Es que empecé a firmar así y ya no me lo iba a quitar. Los que firmaban con esos seudónimos lo hacían para quedar un poco en el anonimato, y así poder luego enterarse de lo que decían sobre ti, porque poca gente sabía quién estaba detrás de esos nombres [risas].

Hiciste una de las primeras versiones ilustradas de Heidi.

Mira, ahí la tengo [nos enseña un ejemplar antiguo]. La hice en 1973, para la colección Historias de Color. Mi versión es anterior a la del cómic manga, ¿eh? Además, yo nunca entendí que ellos la hicieran pequeña, morena y con el pelo corto. Si era suiza, la niña tendría que ser alta, rubia y con el pelo largo, ¿no? Como la dibujé yo. El manga es horroroso. No me gusta nada. Algunos están bien, los ves y dices: «Este sabía dibujar». Pero normalmente el manga está muy mal dibujado [risas].

¿Qué nos puedes contar de ese trabajo de restauración que has estado haciendo de las viñetas originales de Esther y su mundo?

Cuando Glénat decidió rescatar la serie de Esther y su mundo se dieron cuenta de que no había material original, no había tampoco fotolitos. El material se supone que lo tenía que tener la editorial inglesa, pero no se sabe bien si lo destruyeron o lo vendieron en un mercado secundario. Entonces para reeditar la obra lo que hubo que hacer es encontrar toda la publicación en papel y fotocopiarla en color. No sé ahora muy bien cómo fue la técnica, pero el caso es que pasaron el papel del cómic original a una hoja de cartón, como de cartulina, y sobre esas versiones yo hice el trabajo de restauración, por así llamarlo, porque había viñetas que no tenían la calidad suficiente.

Tengo que decir que Glénat se portó muy bien conmigo. Me pagó ese trabajo y a parte los derechos, cosa que Bruguera no había hecho nunca. Glénat apostó mucho por esa reedición, hasta el punto de que fueron los únicos que reconocieron el derecho moral que yo tenía sobre Esther y su mundo. Contrato no tenía, porque nunca firmé nada, así que registramos el personaje a mi nombre, como si fuera una marca, y cuando firmamos con Glénat tuvimos que contactar con los herederos de la editorial inglesa que publicó en su día Patty’s World, cuyos derechos los tiene ahora Time Warner. Ellos nos dijeron que no podíamos publicar nada sin su consentimiento, que ni se nos ocurriera. Nosotros, claro, tan pequeños, no nos planteamos litigar contra Time Warner, pero Glénat dijo que sí, que ellos querían publicar la serie en cualquier caso. Así que en el contrato que firmamos con ellos hay una cláusula en la que asumen el riesgo en caso de que Time Warner demande la edición.

Eso fue en 2006, cuando vuelve Esther al cómic, de la mano de Carlos Portela, con una tirada de doscientos mil ejemplares, una cifra de locura para los tiempos que corren.

Sí, sí. Glénat apostó muy fuerte por esta recuperación. Eso hay que agradecérselo a Joan Navarro, su director.

¿Cómo aparece Portela en tu vida?

Carlos Portela era uno de esos chiquillos que te decía antes que leían Esther y su mundo a escondidas. Lo conocí en el Salón del Cómic de A Coruña. Él era el subdirector, y me invitó. Allí me reencontré con las fans de Esther que ya habían crecido. Me sorprendió mucho ver las colas que tenía. Yo había perdido el contacto con mis lectoras porque tras el cierre de Bruguera, como te he contado, me dediqué a otras cosas. E incluso durante la época de mayor fama de Esther tampoco había tantas ferias del libros, ni salones del cómic, como ahora, ni se hacía el marketing así, organizando firmas. Se vendían trescientos mil ejemplares de la revista Lily, pero no existía luego ese fenómeno del contacto con el autor. Y ya digo, en aquel salón del cómic me reencontré con mis fans de toda la vida, que ya eran mayores, y al ver el éxito de mi convocatoria surgió la idea de recuperar al personaje. Y buscando al guionista perfecto, a través de Antonio Martín, dieron con Carlos Portela. Desde el primer momento hubo mucho feeling entre nosotros, y así es como Carlos se ha convertido en el guionista de las nuevas aventuras de Esther.

De nuevo un hombre narrando la vida de Esther.

Pues es verdad, no lo había pensado, pero ahora sí te puedo decir que es Carlos quien ha escrito las historias, no su mujer [risas].

De todos modos, Carlos ya no está por Esther, porque lo han contratado en la tele y ahora escribe los guiones de Velvet, la serie. Cuando lo conocí tenía una ilusión tremenda por recuperar a Esther, pero ahora lo llamo y no me coge el teléfono [risas]. Lo digo de broma, ¿eh? Carlos sigue muy metido, ha escrito luego dos novelas sobre el personaje: Esther cumple cuarenta y La elección de Esther, que salió el año pasado.

¿Por qué se opta por la novela como formato para seguir narrando las historias de Esther?

Eso fue una idea que tuvo Belén Bermejo, la editora de Espasa. Ella vio ahí un mercado y se aproximó a Carlos y a mí, y nos lo propuso. Entonces Carlos, dentro de la planificación que tiene de Esther, porque él ya lo tiene todo en la cabeza, el desarrollo de los personajes y tal, el cómo van a acabar las historias en el cómic, vio que había como una especie de huecos en los que se podían desarrollar otro tipo de historias, y de ahí surgen las dos novelas que se han escrito. Digamos que son complementarias a los nuevos cómics.

Tras haber vendido millones de historietas, ver como tu principal creación sigue vigente y haber recibido la Medalla de Oro de las Bellas Artes, ¿te sientes reconocida?

Sí, en cierto modo, sí. Es normal, el tiempo pasa, salen nuevas historias, pero es lógico que algo que ha tenido mucho éxito se valore ahora de otra forma. Creo que las historias de Esther no han envejecido, creo que se pueden leer ahora y no se ven anticuadas. Y por eso creo que han aguantado el paso del tiempo.

Mira, tengo por ahí un retrato con la reina de España. Cuando me vio Letizia, salió corriendo y me abrazó, porque ella había sido una de mis lectoras de pequeña. Fue muy cariñosa. Y el rey también, ¿eh? Bueno, entonces era el príncipe. Él es muy amable también. Muy majos los dos. Y hace poco me llamó el exalcalde de A Coruña, Paco Vázquez, para pedirme un dibujo de Esther para su hija, que ya es mayor, ¿eh? Debe ser de tu edad, pero bueno. Se ve que todavía gusta, sí.

Si hasta te han puesto una calle en Getafe.

Es verdad. Pero la crisis acabó con la calle. Al alcalde de Getafe le gustaba mucho Esther y su mundo e hizo una feria del cómic y me invitó. Y como había que ampliar una zona urbana a las nuevas calles les puso el nombre de dibujantes de cómic: Jan, Carlos Giménez… no recuerdo de quién más. Pero con la crisis aquella zona creo que no se ha terminado. Es una calle inexistente en la que solo existe la placa [risas].

Tengo entendido que Vázquez te dijo una vez que no te tendrías que haber metido a dibujante, que te hubiera ido mejor en un burdel.

Es cierto. En aquella época yo era muy mona, la verdad, no estaba mal, y Vázquez pretendía así lanzarme un piropo, fíjate. Siempre he sido muy tímida, y en aquel momento no supe qué decirle, pero ahora le podría decir que se equivocaba. Que claramente se equivocó [risas].

Anglicismos de Puerto de Santa María

 En la Bahía de Cádiz, en el marco del Jerez, en el propio Puerto de Santa María, existe una serie de corrientes lingüísticas que han influido en el habla local por mor del mundo del negocio marítimo y de las bodegas. La frase inglesa look and do it, es decir, estar vigilante, estar atento: estar al liquindói

Viene de los muelles, de estar vigilando la carga para que ningún gañán o marinero distrajera mercancía que debía llegar a su destino correctamente. Aunque otros lo traducen por "mira y hazlo".

Briján. Aunque la frase concretamente el contexto sería "sabe más que Briján". Hay dos teorías sobre quién era el tal Briján / Brian. Que era un arquitecto inglés que vino a construir alguna de las bodegas del Puerto de Santa María y sabía mucho de ecuaciones y fórmulas y otra la de un dependiente de una tienda de ultramarinos que engañaba con el peso y el paisanaje se guiñaba y decía que había que estar atento porque iba a engañar con el peso.

El candié es una bebida reconstituyente que se le daba a los niños como un aporte extra de energía. Viene de Candy and eggs, azúcar y huevo. Con vino dulce o moscatel, una yema de huevo y azúcar servía para dar a los niños cuando salían del baño en la playa, o para abrir las ganas de comer. 

Dar el jele, es decir, hello. Saludar.

Chiribitas está compuesta de dos bebidas inglesas sherry and bitter, una mezcla que hacían los ingleses, de donde viene que cuando se emborrachaban echaban chiribitas por los ojos. 

Chumino o chomino. Cuando los ingleses llegaban a nuestros muelles para hacer la carga y descarga de mercancías, las prostitutas se apresuraban al puerto para mostrar su mercancía y ofrecer su servicio. Los marineros ingleses querían ver esa mercancía y la forma de decirlo en su idioma era show me now es decir "enséñamelo ahora" ante lo cual las prostitutas levantaban su falda y mostraban esa mercancía que ha quedado como una forma coloquial en esta zona de llamar al órgano sexual femenino.

Guachisnái? Esta es la forma de llamar a un extranjero porque el extranjero, habitualmente inglés, solía preguntar What is your name?, es decir, cuál es tu nombre y el que hacía esa

Guachimán, el watchman o vigilante. Otra vez volvemos al mundo de los muelles y de las bodegas: la mercancía era depositada en los muelles y había un vigilante, un watchman que era la persona que se dedicaba también a controlar a estar al liquindoi.

Jersey, así llamamos en el puerto de Santa María a los chalecos de lana con manga larga.

Las mejores películas británicas de todos los tiempos.

Hay por ahí un par de listas de las cien mejores películas británicas, pero yo he seleccionado algunas entre ellas, 24 que me parecen las mejores.

El tercer hombre (1949) de Carol Reed;

Lawrence de Arabia (1962) de David Lean;

Kes (1969) de Ken Loach;

El caso Winslow (1948) y La versión Browning, (1951) de  Anthony Asquith;

1917, de Sam Mendes;

Las zapatillas rojas (1948) de Powell y Pressburger;

Trainspotting (1996) y Steve Jobs (2015), de Danny Boyle;

La vida de Brian (1979), de Terry Jones;

Un hombre para la eternidad (1966), de Fred Zinnemann;

Becket (1964), de Peter Grenville;

El archivo Ipcress (1965), de Sidney J. Furie;

Blow Up (1966), de Michelangelo Antonioni;

Hamlet (1948), de Laurence Olivier;

La naranja mecánica (1971), de Stanley Kubrick;

Excalibur (1981) de John Boorman;

El expreso de medianoche (1978) y The Wall (1982) de Alan Parker;

Los duelistas (1977) de Ridley Scott;

El ansia (1983), de Tony Scott;

Interstellar (2014) de Christopher Nolan;

Al final de la escalera (1980), de Peter Medak;

El gran Gatsby (1974), de Jack Clayton;

Dangerous liaisons (1988), de Stephen Frears.

lunes, 7 de abril de 2025

Kant

 ¿Cuál es la filosofía de Immanuel Kant? ¿Qué hace que Kant sea importante? Según Frederick M. Dolan, de la Univ. de Berkeley, en Quora:

Hay muchas maneras de responder a esta pregunta. Una razón es que parte de lo que hace grandes a los grandes filósofos después de Kant son las diferentes percepciones y problemas que encontraron en Kant, y lo que hicieron al respecto. "¿Qué hace a Kant importante?" es una pregunta filosófica, no solo una pregunta factual e histórica.

Pero me arriesgaré a hacer un comentario general de todos modos.

La importancia de Kant es haber transformado la empresa de la filosofía en sí misma, convirtiendo lo que habían sido cuestiones ontológicas en epistemológicas. Lo que habían sido preguntas sobre el mundo se convirtieron en preguntas sobre la mente. Lo que se había visto como rasgos de la realidad objetiva - espacio, tiempo y causalidad, por ejemplo - se veían ahora como elementos mentales que estructuraban toda la experiencia posible. La metafísica - el intento de dar cuenta de la naturaleza última de la realidad tal y como es en sí misma, independientemente de cómo nos parezca - se convirtió en el análisis de las condiciones necesarias de inteligibilidad.

Kant comparó su logro con la revolución copernicana. Copérnico fue capaz de explicar los movimientos de los cuerpos celestes reemplazando la suposición de que la Tierra estaba en reposo por la suposición de que se movía alrededor del Sol. Análogamente, Kant fue capaz de explicar nuestro conocimiento del mundo objetivo reemplazando la suposición de que la experiencia está moldeada por la realidad con la suposición de que la realidad está moldeada por la experiencia. En ambos casos hubo una revolución en el punto de vista.

Kant agudizó y profundizó un conjunto de preguntas que tienen que ver con lo que es posible saber, cómo podemos saber que sabemos algo, y qué es lo que sabemos cuando sabemos algo. Al hacerlo, descartó la posibilidad de adquirir conocimiento de algunas cosas que a los seres humanos les preocupan mucho, como la existencia y la naturaleza de Dios y el alma. Sugirió que el alcance de nuestro conocimiento está íntimamente relacionado con sus límites, y que sin estos límites no podría haber ningún conocimiento en absoluto.

El conocimiento, dijo Kant, está limitado a los posibles objetos de la experiencia, y la experiencia a su vez está moldeada por nuestras facultades y habilidades cognitivas. Si pensamos en lo que implican estas observaciones, resulta que no tiene sentido decir que podemos tener conocimiento de la realidad tal como es, independientemente de nuestras mentes.

El mundo consiste en cosas en el espacio y el tiempo que cambian de manera ordenada y determinada causalmente. Estas cosas están inmediata e innegablemente presentes, y características como su volumen y peso y la capacidad de afectarse y ser afectados por otros claramente les pertenecen. Pero ocupar el espacio y cambiar mientras persiste en el tiempo son también condiciones de la inteligibilidad de la experiencia, y nos pertenecen. Las cosas y eventos que encontramos están "ahí fuera" haciendo lo que hacen; pero al mismo tiempo es imposible entenderlos excepto como objetos de experiencia dependientes de la mente.

Kant razonó que para tener una experiencia inteligible hay ciertos conceptos, como el mencionado espacio, tiempo y causalidad, de los que no podemos prescindir. Sin ellos, nos sería imposible aprehender los objetos. ¿Pero de dónde vienen estos conceptos y formas? No de observar las cosas en el mundo e inferir o generalizar sobre ellas, ya que para poder observar las cosas en absoluto es necesario que ya tengamos los conceptos y formas en nuestro poder.

Por ejemplo, el concepto de causalidad indica que dos eventos están necesariamente conectados. Pero como señaló David Hume, no observamos nada parecido a la "necesidad" en el mundo; lo que vemos es que un tipo de evento está regularmente correlacionado con otro tipo de evento. Los eventos pueden estar correlacionados, sin embargo, sin que exista una relación causal entre ellos: el día es invariablemente seguido por la noche, pero la noche no es causada por el día. Para que podamos percibir que un evento es causado por otro - que una bola de billar en reposo se mueve cuando es golpeada por la bola blanca, por ejemplo - debemos poseer el concepto de una conexión necesaria. Y como no podríamos haber adquirido este concepto por medio de la experiencia - siendo una condición de la experiencia - su fuente debe estar en nosotros.

Esto se aplica a cada característica de la realidad objetiva que podemos conocer. Consideremos lo que implica percibir una rosa, quizás en un jarrón sobre una mesa en la sala de estar. La vemos a una cierta distancia de nosotros y de otros objetos en la mesa y en la habitación. Percibimos su forma, color, olor y, si la cogemos, su textura y peso. Podemos observarlo sistemáticamente e identificar sus partes y sus funciones, aprehendiendo así que es el órgano reproductor de una planta. Con un estudio más profundo podemos entender sus componentes químicos y atómicos.

Parte de lo que implica la percepción de los rasgos que he enumerado depende de los sentidos y parte de ello depende de la mente. Si preguntamos qué idea podemos formar de una rosa que no hace referencia a ninguna de las dos, la rosa tal como es, independientemente de cómo nos parezca, la respuesta es que no podemos hacerlo. Puede ser irresistible asumir que existe algún tipo de objeto independiente que nos hace percibir la rosa tal como la percibimos, pero afirmar cómo sería tal entidad sin apelar a algún tipo de experiencia que pudiéramos tener es simplemente imposible. Los rasgos que definen una rosa, en lo que a nosotros respecta, dependen de la mente, como todo lo demás que podemos conocer.

Kant también aclaró lo que significa y lo que no significa decir que los objetos de conocimiento son dependientes de la mente - que solo podemos adquirir el conocimiento de las cosas tal como se nos presentan. Decir que algo es una "apariencia", para Kant, no significa que sea irreal. Kant no es un idealista en el sentido de que sostiene que lo que tomamos como objetos físicos son en realidad ideas no físicas. Las apariencias son tan reales como las experimentamos.

Esta observación sugiere otra forma de poner el logro de Kant. Tradicionalmente, los metafísicos habían debatido si la naturaleza última de la realidad era física o mental. Los esfuerzos por reducir una a la otra eran notoriamente infructuosos, y el debate parecía irresoluble. Kant resolvió el problema localizando tanto lo físico como lo mental en la experiencia. En lugar de determinar la naturaleza última de la realidad, la tarea de la filosofía es analizar, comprender y determinar los límites de las capacidades perceptivas y cognitivas que estructuran la experiencia de los objetos, ya sea física o mental.

La revolución copernicana de Kant en la filosofía tuvo un impacto en virtualmente todos los grandes filósofos hasta el día de hoy. Gracias a Kant, la inteligibilidad se convirtió en el tema y problema central de la filosofía. Pensadores tan diferentes entre sí como Hegel, Wittgenstein y Davidson, e incluso críticos de la tradición filosófica como Nietzsche y Heidegger, son inconcebibles sin Kant en la medida en que creen que entender cómo damos sentido al mundo es la clave para entender el mundo y nuestro lugar en él.

Religión

De Quora:

¿La religión ha hecho más bien o más mal en la historia?

La religión ha tenido un impacto complejo y multifacético en la historia de la humanidad, y es difícil hacer una evaluación definitiva de si ha hecho más bien que mal. Aquí hay algunos puntos clave a considerar:

Impactos positivos:

* Moralidad y ética: Las religiones han proporcionado marcos morales y éticos que han influido en el comportamiento humano y la formación de sociedades.

* Comunidad y solidaridad: Las religiones han fomentado un sentido de comunidad y solidaridad entre sus seguidores, brindando apoyo social y emocional.

* Arte y cultura: Las religiones han inspirado algunas de las mayores obras de arte, música y literatura de la historia.

* Servicios sociales: A lo largo de la historia, las instituciones religiosas han proporcionado servicios sociales como educación, atención médica y ayuda a los necesitados.

* Inspiración y esperanza: La religión a menudo proporciona inspiración, esperanza y consuelo a las personas en tiempos difíciles.

Impactos negativos:

* Guerras y violencia: La religión ha sido utilizada para justificar guerras, violencia y persecución a lo largo de la historia.

* Intolerancia y discriminación: La religión ha sido utilizada para justificar la intolerancia, la discriminación y la opresión de grupos minoritarios.

* Obstrucción del progreso: En algunos casos, las religiones han obstaculizado el progreso científico y social al oponerse a nuevas ideas y descubrimientos.

* Abuso de poder: Las instituciones religiosas a veces han abusado de su poder y autoridad, explotando y oprimiendo a sus seguidores.

Conclusión:

* El impacto de la religión en la historia es complejo y varía según el contexto histórico, cultural y geográfico.

* Es importante evitar generalizaciones y reconocer que las religiones han tenido tanto impactos positivos como negativos.

* Es importante mencionar que la religión como tal, no es la que genera los impactos negativos, si no la interpretación que algunas personas le dan a esta.

En última instancia, la cuestión de si la religión ha hecho más bien que mal es una cuestión de perspectiva y valores personales.

Carta del abuelo de Trump, deportado de Alemania por sin papeles

 Un periódico alemán ha publicado una carta del abuelo de Donald Trump, en la que le ruega a las autoridades de ese país que no lo deporten. La carta, escrita a mano originalmente en alemán, fue traducida y publicada por Harper’s y es un ejemplo perfecto de las vueltas que puede dar la vida y de cómo, a veces, la historia nos recuerda quiénes somos y que gracias a ciertas políticas, activismo y medidas sociales actualmente podemos disfrutar de ciertos derechos (que podemos perder).

Esperamos que el recuerdo de esta carta sirva a Donald Trump para repensar su política de inmigración y de deportaciones.

Friedrich Trumpf (apellido que posteriormente acabaría derivando en Trump) emigró a EE.UU. desde Alemania con solo 16 años. El nuevo presidente nunca ha querido hablar de este capítulo familiar y ahora sabemos por qué. Hizo fortuna con hoteles y restaurantes que funcionaron como prostíbulos durante la fiebre del oro.

Primero emigró a los 16 años a los Estados Unidos desde el pueblo bávaro de Kallstadt en el imperio alemán de 1885. Lo hizo de forma ilegal, ya que su objetivo era evitar el servicio militar obligatorio (curiosamente, lo mismo que hizo Trump para evitar ir a la guerra de Vietnam).

Esa huida causó que perdiera su ciudadanía alemana y consiguiera la estadounidense. Regresó a su país natal a principios del siglo XX, pero fue fichado para deportación debido a sus antecedentes. Tampoco deja de ser irónico que a los habitantes del pueblecito natal de su abuelo se les conozca cariñosamente como Brulljesmacher, una palabra que en el dialecto bávaro significa "fanfarrones".

En medio de las polémicas deportaciones de la nueva administración Trump, que separa familias obligando a padres y madres a exiliarse, resurge con ironía esta histórica carta de su abuelo mostrando un dolor similar. La carta es un ruego al príncipe Leopold de Bavaria, quien por aquel entonces gobernaba Kallstadt, para no ser deportado de nuevo a los Estados Unidos.

La carta no funcionó y el abuelo de Trump se vio obligado a regresar a los EE. UU. Os dejamos una traducción para que podáis entender qué motivos argumentó:

Los emigrantes, por Friedrich Trumpf:

 ¡Serenísimo y poderosísimo Príncipe Regente! ¡El más gracioso regente y señor!

Nací en Kallstadt el 14 de marzo de 1869. Mis padres eran trabajadores de los viñedos, honestos y piadosos. Ellos me condujeron estrictamente hacia todo lo que es bueno con diligencia y piedad, a asistir regularmente a la escuela y a la iglesia, a la completa obediencia de la autoridad.

Después de mi confirmación en 1882, aprendí el oficio de barbero. Emigré en 1885, cuando cumplí 16 años. En América llevé mi negocio con diligencia, discreción y prudencia. La bendición de Dios estaba conmigo, y me volví rico. Obtuve la ciudadanía estadounidense en 1892. En 1902 conocí a mi esposa. Tristemente, ella no podía tolerar el clima de Nueva York, así que por eso regresé con mi adorada familia a Kallstadt.

El pueblo me recibió con gusto como un ciudadano capaz y productivo. Mi anciana madre estaba feliz de ver a su hijo y a su nuera, así como a su nieta; ella sabe que cuidaré de ella cuando sea mayor. Pero fuimos abatidos como por un rayo con la noticia de que el Ministerio Real del Estado ha decidido que debemos dejar nuestra residencia en el reino de Bavaria. Quedamos paralizados, nuestra familia sufre una terrible ansiedad y mi amada hija ha caído enferma.

¿Por qué deberíamos ser deportados? Esto es muy, muy difícil para una familia. ¿Qué pensarán nuestros conciudadanos si personas honestas son tratadas así? Sin contar además las grandes pérdidas materiales que sufriremos. Quisiera volver a ser un ciudadano bávaro de nuevo.

En esta situación urgente, no tengo otro recurso que volver los ojos a nuestro adorado, noble, sabio, y justo señor, nuestro gobernante, altísima excelencia, que ha llorado muchas lágrimas, que ha gobernado tan benéfica y justamente y amado dulcemente con la más humilde petición de que tenga piedad y permita a su siervo quedarse en el gracioso reino de Bavaria.

Caprichos del destino: a Friederich Trumpf le impidieron regresar a su Alemania natal. Tuvo que quedarse, contra su voluntad, en Estados Unidos. ¡Quién lo iba a decir…!

Epigrama de John Steinbeck

 Las cosas que admiramos en los seres humanos: la bondad y la generosidad, la franqueza, la honestidad, la comprensión y el sentimiento son los concomitantes del fracaso en nuestro sistema.

Y los rasgos que detestamos, la agudeza, la avaricia, la codicia, la mezquindad, el egoísmo y el interés propio son los rasgos del éxito.

Y mientras los seres humanos admiran la calidad del primero, aman el producto del segundo.

                                            John Steinbeck, novelista, premio Nobel (27 de febrero de 1902-1968)

IG nobel de educación médica

 Hay que añadir a varios españoles:

Educación médica : Jair Bolsonaro de Brasil, Boris Johnson del Reino Unido, Narendra Modi de la India, Andrés Manuel López Obrador de México, Alexander Lukashenko de Bielorrusia, Donald Trump de los Estados Unidos, Recep Tayyip Erdoğan de Turquía, Vladimir Putin de Rusia y Gurbanguly Berdimuhamedow de Turkmenistán, por usar la pandemia viral de COVID-19 para enseñar al mundo que los políticos pueden tener un efecto más inmediato en la vida y la muerte que las pandemias, los científicos y los médicos. El anuncio señaló que esta es la segunda vez que Lukashenko gana el premio (la primera vez fue en 2013 ).

Michael Sheen encuentra un procedimiento para exonerar a 900 personas en bancarrota

 El actor Michael Sheen libera a 900 personas de sus deudas, El País, Madrid - 5 mar 2025

El intérprete creó una empresa de compra de deuda en la que invirtió más de 100.000 euros y consiguió multiplicar por diez esa cantidad para ayudar a la gente. Contará la historia en un documental con el objetivo de revelar cómo bancos y compañías financieras se benefician de las personas más vulnerables

El actor Michael Sheen (Gales, 56 años) ha conseguido liberar a 900 personas de sus deudas, que en total ascendían a un millón de libras (1.195.835 euros, al cambio actual). Y lo ha hecho gracias a una empresa de compra de deuda que él mismo creó con una inversión inicial de 100.000 libras (unos 120.000 euros). Así se muestra en el avance del documental, de una hora de duración, Michael Sheen’s Secret Million Pound Giveaway (El regalo secreto de un millón de libras de Michael Sheen, en castellano), que se estrenará este 10 de marzo en el medio británico Channel 4.

Sheen ha explicado que el objetivo del programa es revelar cómo bancos y compañías financieras se benefician de las personas más vulnerables de la sociedad, como ha contado en una entrevista en la cadena británica BBC. El actor de series como Masters of Sex ha explicado que no tenía 100.000 libras para desperdiciar, así que buscaba un proyecto efectivo. El actor explica que las deudas de las personas se agruparon en paquetes y que, a través de la empresa de compra de deuda, compró luego esos paquetes a un precio más bajo. A pesar de que el dinero que deben las personas sigue siendo el mismo, las empresas que poseen la deuda pueden venderlas después por cada vez menos dinero.

‘The Baldwins’

Esto dicen las (malas) críticas sobre la serie de Alec Baldwin y su familia: de un fallido lavado de imagen del actor a unos hijos malcriados.

Sheen confiesa que el sistema le pareció “extraño” y al principio no tenía idea de cómo funcionaba, pero le pareció una buena idea. La empresa no fue creada a su nombre, y asegura que tampoco conocía la identidad de las personas de las que pagaba las deudas, solo sabía dónde vivían y el tipo de deuda que era. “Nunca sabré quiénes son. Todavía no sé quiénes son”, declaró el británico en la entrevista.

También relató que durante la realización del documental, el proceso se volvió mucho más complicado de lo previsto. “Pensé que solo trabajaría en esto durante unas pocas semanas o un mes o algo así, y se convirtieron en dos años, porque tuvimos que hacerlo en secreto”, explicó a la BBC. Sheen añadió que crear la empresa le llevó tanto tiempo que en un momento sintió que no iba a tener éxito. Pero esas dudas se disiparon tras un encuentro con una mujer en un café de Port Talbot (Gales), en el cual ella le contó la historia de algunos trabajadores de la fábrica de acero local que lloraban porque habían perdido sus empleos. “La mujer que trabajaba en el café en el que estábamos filmando [el documental] me contó la historia de que había hombres sentados en cada mesa llorando, que estaban perdiendo sus empleos”, dijo. “Y entonces pensé: ‘¿Qué puedo hacer para ayudar?”.

El documental se va a estrenar cinco meses después de que se cerrara el último horno que quedaba en Port Talbot, lo que puso fin al método tradicional de fabricación de acero en el sur de Gales. Por ello, el mayor fabricante de acero del Reino Unido, Tata Steel, anunció que se eliminarían 2.800 puestos de trabajo. Sheen considera que debido al “estigma” que rodea al hecho de hablar de dinero, algunas personas incluso puede que ni siquiera se den cuenta de que sus deudas han sido saldadas, e instó a las personas a revisar sus cuentas.

El protagonista de películas como La reina (2006) o El desafío: Frost contra Nixon (2008), y secundario en Medianoche en París, Tron: Legacy o La saga Crepúsculo: Luna Nueva, se definió en 2021 como un actor sin ánimo de lucro y vendió dos de sus casas para que se pudiera celebrar la Copa Mundial de Personas sin Hogar en Cardiff. Desde entonces, según ha contado, dona todo lo que gana en sus trabajos como actor, y en el pasado se ha posicionado en contra de la extrema derecha, llegando a decir que tenía que haber una resistencia contra ese “fascismo emergente”. Llegó a haber rumores de que iba a cambiar la interpretación por la política. Lo desmintió, sigue combinando la interpretación con sus inquietudes políticas.

Carismas o dones divinos y metáfora paulina del cuerpo y la cabeza

 1 Corintios 12

Reina-Valera 1960

Dones espirituales

12 No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales. 2 Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos. 3 Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.

4 Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. 5 Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. 6 Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. 7 Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. 8 Porque a este es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; 9 a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. 10 A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. 11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.

12 Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. 13 Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.

14 Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. 15 Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? 16 Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? 17 Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? 18 Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. 19 Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? 20 Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. 21 Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. 22 Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; 23 y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a estos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. 24 Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, 25 para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. 26 De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.

27 Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. 28 Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas. 29 ¿Son todos apóstoles?, ¿son todos profetas?, ¿todos maestros?, ¿hacen todos milagros? 30 ¿Tienen todos dones de sanidad?, ¿hablan todos lenguas?, ¿interpretan todos? 31 Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente.

Plantas rupícolas

 Las plantas rupícolas, indispensables de la flora urbana en ciudades y pueblos, en El País, por Eduardo Barba, Madrid - 02 feb 2025

Esta especie, entre las que se incluyen las cimbalarias y las parietarias, adora todo lo escarpado, disfruta con la verticalidad y crece casi sin sustrato. En algunas regiones europeas, se consumen en ensalada y se emplean por sus propiedades medicinales, pero quizás el uso más curioso tiene que ver con su cualidad como limpiadora de objetos de vidrio

“Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son, esta es mi insignia y mi blasón”, reza uno de los lemas que hablan de la fundación de la ciudad de Madrid, hace unos cuantos siglos. Cada parte de esta sentencia dicta los orígenes de la urbe: el agua, abundante en sus arroyos y el subsuelo, y su defensa gracias a unas murallas edificadas con sílex, piedra de la que saltan chispas al impactar sobre ellas cualquier proyectil que se lanzara. Al agua y a la roca habría que añadir que muchos de los actuales muros de sus innumerables construcciones tienen una compañía orgánica de lo más bella, en forma de pequeñas plantas. Y esto no solo ocurre en Madrid, sino por toda la geografía española, ya sea Cádiz, Talavera de la Reina o Luesia.

Las especies rupícolas —plantas que crecen sobre paredes rocosas o de ladrillo— adoran todo lo escarpado y disfrutan con la verticalidad que les ofrecen los muros. Por ello, son parte indispensable de la flora urbana de ciudades y pueblos. Son, en fin, un atractivo más cuando se camina por sus calles. De hecho, son tan sugerentes que enamoran a algunos de sus habitantes hasta el punto de dedicarles libros, como en el caso de dos pequeñas y valiosas publicaciones: Plantas de nuestros muros, aceras y alcorques, de Álvaro Izuzquiza o La ciudad donde las piedras florecen, de José Antonio Díaz Peromingo.

Precisamente, este último autor comenta: “Con diferencia, las plantas más abundantes en los muros de Santiago de Compostela en los meses de invierno son las cimbalarias (Cymbalaria muralis) y las parietarias (Parietaria judaica)”. Esta última lleva inserto en su nombre su gusto por las paredes, ya que su apelativo deriva del latín parietis (pared, en castellano). Además, es prima de las ortigas (Urtica spp.), con las que comparte familia, la de las urticáceas. Y si bien la parietaria no pica cuando se la toca, sí que produce molestias a una parte de la población, al tener un polen muy alergénico. Como la planta se poliniza a través del aire, y no por insectos —su polinización se denomina anemófila—, se produce una gran cantidad de polen. Para favorecer esta dispersión, es decir, para conseguir que una mínima parte de él llegue a los órganos femeninos de otra planta y así fecundar sus óvulos, la parietaria ha ideado un mecanismo explosivo muy ingenioso: sus estambres —los órganos productores del polen— están doblados y se abren desperezándose violentamente para generar una pequeña nube de polen de lo más curiosa. En una mañana cálida se puede observar este fenómeno tan teatral si se tiene paciencia para reposar al lado de alguna de estas plantas.

Esta especie recibe muchos nombres vernáculos, como el de albahaquilla, por el ligero parecido de sus hojas con la albahaca (Ocimum basilicum), aunque diste mucho de ella por su interés como planta culinaria. Sin embargo, la oruga de la mariposa vanesa (Vanessa atalanta) no opina lo mismo: la devora con fruición y no parece importarle que toda la planta esté recubierta de una fina vellosidad, desde sus tallos rojizos hasta las hojas. Este insecto, una belleza alada, es habitual en los jardines, por lo que la parietaria también contribuye a la biodiversidad animal tan necesaria en una ciudad.

El ser humano también le encontró utilidad a la parietaria. En algunas regiones europeas se consumen sus brotes tiernos en ensalada y se emplea esta planta, por sus propiedades medicinales, para tratar afecciones de todo tipo, como el reuma o inflamaciones del aparato urinario. Pero, quizás, el uso más curioso tiene que ver con su cualidad como limpiadora de objetos de vidrio. Esto es algo que se documenta desde la Edad Media en fuentes árabes de la región de Palestina y de Siria, donde se utilizaban sus tallos y hojas para tal fin: se sumergía la planta con agua en los cacharros de vidrio, para después agitar la mezcla y dejar el recipiente brillante.

Sorprende ver a la parietaria crecer tenaz en mínimas grietas, sin casi sustrato y, si lo tiene, suele ser una tierra casi inerte y pobre, fruto de la meteorización de la roca, del cemento y del ladrillo. Pero ella estará ahí con sus raíces fibrosas y extremadamente exploradoras, dándolo todo por agarrarse y prosperar. Es seguro que esta planta no aparecerá nunca en una lista de las más llamativas o hermosas que se puedan encontrar, pero pinta de verde muros olvidados y con su clorofila contribuye a ajardinar las calles urbanas.

No soy de aquí ni soy de allá.

Facundo Cabral y Jorge Cafrune, canción "No soy de aquí ni soy de allá".



Me gusta el Sol, Alicia y las palomas

el buen cigarro y las malas señoras

saltar paredes y abrir las ventanas

y, cuando lloro, una mujer.


Me gusta el vino tanto como las flores

y los conejos, pero no los tractores;

y el pan casero y la voz de Dolores

y el mar mojándome los pies.


No soy de aquí ni soy de allá,

no tengo edad ni porvenir

y ser feliz

es mi color de identidad.


Me gusta estar tirado

siempre en la arena

en mi matungo

perseguir a Manuela

por todo el tiempo,

para ver las estrellas

con la María en el trigal.


No soy de aquí ni soy de allá.

No tengo edad ni porvenir

y ser feliz es mi color de identidad...


Versión de un recital de Cabral del año 1983.

viernes, 4 de abril de 2025

Entrevista con Manuela Carmena con motivo de sus memorias

 Manuela Carmena, jurista: “Me llevé una desilusión, creía que los activistas eran los más indicados para la política”, entrevista de Puerto Berna González en El País, 29 mar 2025 

La exalcaldesa de Madrid publica sus memorias. Dice que algunos de los que fueron sus compañeros de viaje en la llamada nueva política no sabían ceder ni escuchar a otros

Manuela Carmena, la mujer que representó la esperanza de la nueva política como alcaldesa de Madrid entre 2015 y 2019, ha escrito unas memorias tan francas como su verbo libre y sin tapujos, que jamás se plegó a los argumentarios. Imaginar la vida. Cuatro décadas transformando lo público (Península) recoge su obsesión por llegar a las personas y ser útil más allá de la burocracia. Y también la carrera de obstáculos en que se convirtió el Ayuntamiento de la capital y el propio espacio de la izquierda. Aquí no hay contemplaciones.

Nacida en Madrid hace 81 años, Carmena participó de joven en movimientos estudiantiles, fue abogada laboralista y más tarde magistrada y jueza antes de recalar en la política. Ha escrito cinco libros en los que aporta su visión sobre los partidos, sus recomendaciones para las generaciones que vienen , y también ha publicado uno de cuentos para niños. Nos recibe en su propia casa con sus proverbiales magdalenas recién horneadas y el café caliente. Se muestra jovial y activa, tanto para explicarnos el secreto de las grandes azaleas de su jardín como para hablar de los fracasos y decepciones que vivió en la nueva política. Sin olvidar enseñarnos con entusiasmo las muñecas de trapo que tejen presos en su proyecto Zapatelas. Por si queremos hacer un regalo.

Pregunta. Ha sido abogada laboralista, jueza y política. Y en todas las facetas que narran se respira una crítica profunda contra la burocracia. Como un teléfono escacharrado. ¿Es el peor mal que ha encontrado?

Respuesta. Me he encontrado que en algo tan precioso como lo público nos atamos las manos, nos ponemos un solo guante en las dos, las dejamos apresadas y no podemos hacer lo que deberíamos, que es tan necesario y fascinante. Si consigues quitar el guante es maravilloso, pero la Administración está llena de gente con las manos metidas en uno solo.

P. En el libro lamenta todo lo que intenté y no pude hacer en el Ayuntamiento. ¿Cree que sembró algo, al menos?

R. Sembré que hay que hacer las cosas de otra manera, con empatía, rompiendo los moldes rígidos y teniendo otra actitud de escucha. Eso fue mayor que los éxitos.

P. Intentó revertir algunas externalizaciones. ¿Cree que la privatización ha perjudicado los servicios públicos?

R. Sin duda. Ha generado una política muy preocupante y es que la Administración se ha convertido en un organismo de control, en lugar de gestión. Y la Administración no es buena en eso. Los funcionarios no son las personas más indicadas para preparar contratos porque tampoco saben hacerlo sin conocer la realidad; se hacen en las oficinas tirando de los anteriores y no con la mirada puesta en su finalidad. En los pliegos de lo público se dicen unas tonterías…

P. Como jueza que fue, ¿la justicia está hoy más politizada?

R. Yo creo que sí. La enorme polarización y la incapacidad de llegar a acuerdos está alimentando el afán de defender cada uno a los suyos, de ver con las gafas de los suyos. Eso está contagiondo la justicia y es muy grave, claro.

P. ¿Se refiere a casos como el de Begoña Gómez o el fiscal general del Estado?

R. Sin duda. Y hay más cosas. Hay que reflexionar sobre la formación de determinados perfiles, sobre el cuarto turno. El juez Peinado [que instruye la causa contra Begoña Gómez] era secretario del Ayuntamiento y no sé hasta qué punto una profesión administrativa puede resultar exitosa para algo tan complejo como es juzgar. Ello supone analizar, escuchar, observar, valorar. El juez debe tener capacidad de percibir los hechos siempre con un respeto enorme a la presunción de inocencia, y yo eso lo echo de menos en instrucciones como la del juez Peinado.

P. ¿Esa burbuja es nueva o ya existía?

R. La judicatura siempre ha estado muy en la burbuja, muy encerrada. Es gente que tiene mucho trabajo y poca posibilidad de ir al cine, de leer, de presenciar cosas, de conocer a otras personas que no tienen nada que ver, de hablar, de comprobar lo que significa la vulnerabilidad, conocer los barrios, las miserias de los inmigrantes. Siempre se ha movido en un nivel muy del papel, no de las caras ni de las personas. Y ahora además se ha tratado de una polarización tremenda en la que cada uno ve solo lo que quiere ver.

P. Usted vivió el franquismo, ¿cómo explica el auge de la ultraderecha hoy?

R. Es un fracaso de las actitudes democráticas. No hemos sabido cuidar la democracia. Yo salí muy preocupada del Ayuntamiento. La oposición hace lo imposible para que el que está en el poder no pueda gobernar y eso no puede ser. Tenemos que buscar medios para trabajar juntos, eso es la democracia. Yo no me quedé en la oposición porque no me apetecía nada y porque no estoy de acuerdo con cómo se hace. Hemos convertido la política en un afán desmedido por quitar al que está en el poder, por impedir que haga algo o lograr que lo haga lo peor posible. Cuántas veces he oído al amigo Almeida reconocer: “Lo hiciste muy bien”. Pero te lo dice cuando no lo oye nadie, es una hipocresía.

Se necesita un cambio en la sociedad: sigan valorándose los principios masculinos de autoridad

P. ¿Le pesa la engaño con la política?

R. No, pero la decepción que produce la democracia por no cuidarla ha hecho que muchos jóvenes miren hacia gobiernos autoritarios. Hemos convertido la democracia en procesos de enfrentamiento dialéctico absolutamente ajenos a la gestión pública.

P. Cuenta que cuando el espacio de Podemos le ofreció la candidatura a la Alcaldía en 2015 , se sintió como si fuera un trofeo. Que si la hubieran conocido de verdad no se lo habrían propuesto.

R. Entonces Esperanza Aguirre iba a volver a presentarse y sentí que no podíamos dejarles siempre el sitio a ellos. Y acepté. Pero pronto me di cuenta de que no tenían ni idea de quién era yo, veían que yo era una roja conocida, pero no sabían cómo era.

P. ¿Si la hubieran conocido no la habrían fichado?

R. Exactamente.

P. Describe lo poco que le gustaron las capillitas que se encontraron en Podemos.

R. Era una gente muy maja, pero muy politizada, y eso me hizo pensar. Antes creía que los activistas eran los más indicados para la política, pero me di cuenta de que no. Me llevé una desilusión. Tenían tan claros los objetivos finales que estos nunca debían desdibujarse en la gestión. Vi una gran dificultad para pactar, para ceder, para ver a los demás. Y eso me produjo inquietud. No pensaba que me iba a pasar, pero el activismo sectariza mucho.

P. Afirma que les pudo la gestión de su parcela, sus camarillas.

R. Les pudo el compromiso de no desviarse de presupuestos que muchas veces no eran correctos. A lo mejor eran deseables, pero no correctos, el activismo escucha muy poco a los otros. No cabía el acuerdo, la mediación. Tengo un respeto enorme por el activismo, pero encontré que no estaba preparado para reformar las estructuras.

P. ¿Cuál es la enfermedad de la izquierda?

R. La izquierda ha vivido un tiempo muy nítido cuando era la representante de la clase obrera. Surgió como tal. Los partidos comunistas y socialistas hicieron algo grandioso que fue dar protagonismo a quienes no eran nadie, a desgraciados que de pronto fueron protagonistas. Eso ha sido extraordinario y ha cambiado el mundo, pero esa identificación ha desaparecido , ya no hay clase obrera como había a finales del siglo XIX y principios del XX. Ahora hay mucha más complejidad, desniveles de desigualdad entre unos países y otros, sectores de inmigración que no están recogidos en la clase obrera, clases medias diferentes y ricos inmensos. Es un panorama nuevo y la izquierda está desorientada. Lo mismo apoya a los verdes que a todas las posibles singularidades de lo sexual, lo binario, no binario, lo que sea y lo contrario. Vive un desconcierto grande y esa representación está atomizada.

P. ¿Y qué puedo hacer?

R. Lo más importante: el objetivo y porvenir de la izquierda no puede ser otro que la igualdad. ¿Cómo? Defendiendo a machamartillo una democracia absolutamente igualitaria, seguir incrementando las cotas de igualdad que habíamos tenido hasta los años ochenta. Ese revival negativo que vivimos desde entonces ha coincidido con el debilitamiento y el descuido de la democracia. Hay que volver a reforzarla. Llenar la sociedad de ella para dar pasos hacia la igualdad.

P. Este era el discurso de Podemos, Más Madrid, Sumar… ¿Por qué implosionó?

R. Por el instrumento. Tú puedes tener el discurso y el instrumento que debes servir para profundizar la democracia. Pero si lo utilizas para consolidar tu posición porque entiendes equivocadamente que la manera de profundizar la democracia es consolidar tu posición: error. La democracia no se consigue así sino muchas veces quedándose fuera, en una oposición blanda que se pueda impregnar de otras realidades. Se siguió el esquema de partido, y todos sus movimientos al generar instrumentos que iban en contra de lo que exigía la democracia la han perjudicado.

P. ¿Por instrumento entiende los partidos que se formaron?

R. Sí, y también la manera de entenderlos. Cuando estuve en el Ayuntamiento, Podemos contrató un camión enorme para exhibir las caras de todos los corruptos. ¡Qué horror! ¿Cómo se les ocurrió hacer eso? Tremendo. Cómo es posible que quien quería fomentar la democracia hiciera algo que no ayuda: señalar, desprestigiar en lugar de intentar analizar y entender. Quería consolidar su posición pensando que era la manera de fortalecer la democracia y no, no se fortalece así sino entendiéndola como una conversación constante. Lo que pasó es que inmediatamente lo hizo Hazte Oír, la extrema derecha, pero empezó Podemos.

P. ¿Le sorprendieron las denuncias contra Errejón ?

R. Me decepcionaron, pero sobre todo me sorprendieron muchísimo. Y me hizo pensar hasta qué punto cuando nos centramos tanto en lo político descuidamos lo personal. No creo que se pueda hacer buena política si no cuidas a los tuyos; la política no es un sacrificio, es una profesión como otra en la que ser cuidador de los tuyos te ayuda.

El castigado [con una orden de alejamiento] es un malo, un cabrón, un maltratador, pero es un ser humano

P. ¿Tiene esperanzas en Sumar?

R. La tengo en singularidades, en gente estupenda que hay por ahí, en profesionales que piensan en su comunidad. Existen y cada vez más, pero necesitan luz, que no les tapen los otros, los que están metidos en política de verdad, que no se dan cuenta de que lo están haciendo mal y que la gente no quiere eso.

P. ¿Hasta qué punto culpa a Pablo Iglesias de lo que ocurrió?

R. Supongo que sí, él estaba entre aquellos cuya esencia fue fijar su propia posición. Eso no ayuda a la democracia.

P. ¿La nueva política fracasó?

R. Sí, dio más importancia a los posicionamientos para hacerla que a hacerla. Es un poco absurdo, pero es como si te empeñas en ir de vacaciones: planificas tanto que no disfrutas, has estado planificando. Se te ha olvidado que lo importante era hacer la nueva política, no posicionarte para hacerla.

P. ¿Es peor la politización de la justicia o la judicialización de la política que vivimos?

R. Las dos cosas son malísimas, pero en las dos hay soluciones. La judicialización de la política es un dispar, pero es razonable que haya control de la Administración por parte de la judicatura. No como se hace hoy, como un abracadabra; el control judicial de la Administración pública está enfermo por cómo se lleva a cabo. Y la politización de la justicia es desastrosa, implica que hay un sector importante de quien debería tener una visión completa que la tiene parcial.

P. ¿Cómo valora la involución machista que vivimos?

R. Por una parte es esperanzadora. El feminismo no podía triunfar si no se modificaban estructuras en la relación entre hombres y mujeres. En el sexo, por ejemplo, se ha avanzado muy poco. El sexo de las mujeres no es igual al de los hombres y no hemos sabido cambiarlo. Las chicas jóvenes me dicen que ellos siguen siendo los que toman la iniciativa. Seguimos pensando que el sexo es la penetración. Cuando yo era joven se hablaba muchísimo más de esas cosas, del clítoris, etcétera, había programas de sexo en la tele, libros, pero ahora ya no se habla. ¿Las chicas disfrutan realmente de las relaciones sexuales con los chicos? ¿Cuánto se dejan llevar por lo que ellos dicen? ¿El acto sexual se diseña con la visión masculina? Yo no oigo ese discurso, no está, y si no se modifica, seguirán dominadas por la manera masculina de practicarlo. Eso falta. Segundo: las estructuras de la familia siguen siendo las mismas, hay que buscarlas más abiertas, más ágiles. La media naranja es mentira, nadie es media naranja, somos todos naranjas independientes y es difícil acoplarnos en un mismo espacio, hay que pensar otro tipo de relación amistosa y familiar, pero no basada en medias naranjas. Y tres: también se necesita un cambio en la sociedad: siguen valorándose los principios masculinos de autoridad. Cuando hablas de la necesidad de quererse, entenderse, sonreírse, abrazarse… la gente se queda sorprendida. Todo eso hay que cambiarlo, y mientras no cambie se hay muchos desajustes.

P. ¿Hasta qué punto la justicia puede siempre actuar en casos como el de Mouliaá, Hermoso, Vermut… ¿Cómo resolverlos?

R. La justicia no es ahí el lugar adecuado. Necesitamos hacer mucha más mediación, más actitud previa a la justicia. Algo muy negativo es que todos los convenios internacionales han dicho que en violencia de género no puede haber mediación, y es un error, es necesario. No digo que no tenga que haber castigo, pero este debe ser más flexible, generar sanciones más adecuadas que nos enriquezcan en lugar de que nos enfrenten. Cuando se obliga a un hombre a dejar el domicilio porque puede ser un peligro para una mujer, algo razonable y necesario, alguien debería encargarse de ese hombre al que dejamos en la calle. Lo peor en el castigo es la indiferencia. Perdona, es un ser humano y vamos a intentar que no se desmorone. Cuando era jueza vivió una experiencia tremenda, eché de su casa a un tío, no quedaba más remedio, ya los dos días se suicidó. El castigado es un malo, un cabrón, un maltratador, pero es un ser humano.