domingo, 25 de enero de 2009

El matrimonio, John Milton, el comercio inglés y Satanás

Hay que ver cómo son los ingleses; incluso Daniel Defoe creía que la literatura era "una de las ramas más florecientes de la industria inglesa". Algo por el estilo son las relaciones del famoso poeta John Milton con las mujeres. ¿Lo hizo Milton por algo tan poético como "el amor"? Desde que dejó a su Leonor romana no es que le sedujeran mucho. Veamos; matrimonió con una tal Mary Powell de 17 abriles, hija de un tal Richard Powell, juez de paz de Forest-Hill, en Oxfordhsire, a quien el padre de John había prestado 500 libras que nunca le quiso devolver; para saldar la deuda, el muy cuco le entregó a su hija al heredero de su acreedor; pero como la chavala sostenía (o esa fue la causa que esgrimió) las convicciones estuardistas de su progenitor, no pasó ni un mes cuando "avergonzada por haber dado su mano a un republicano", abandonó el domicilio conyugal para no volver. (Milton era tan puritano que continuó siendo partidario a machamartillo del lord protector Oliver Cromwell cuando todo el país ardía ya en alabanzas de Carlos II, por pura rebeldía, cabezonería y espíritu de contradicción). El poeta, muy cabreado con las hijas de Eva, escribió entonces La doctrina y la disciplina del divorcio, un ensayito que le supuso enconados ataques, de los que respondió con su Aeropagítica, Tetrachordon y Colasterion, en defensa de la libertad de opinión, en especial de la suya. En el primero de esos escritos dice aquello tan famoso de:

Matar a un hombre es matar una criatura racional; matar un libro es matar la razón, es matar la inmortalidad más bien que la vida. Las revoluciones de los tiempos suelen no recobrar una verdad desestimada por cuya falta naciones enteras sufren eternamente.

Pero la chica se había congraciado ya con el poeta: "Ella se arrojó llorosa a los pies de su marido, confesando sus yerros y Milton perdonó a la pecadora", con lo que Milton escribió La reconciliación de Adán y Eva. Un día a Mary le dio por abandonar este mundo dejándole tres hijas y Milton se fue a buscar otra mujer para que las atendiera; casi cuatro años luego se casó con Catalina Woodcock de Hackeney, que falleció al año, y vuelta a buscar novia, una tal Isabel Minshul. Ya sereno, se puso a escribir su Paraíso perdido e inmediatamente El Paraíso recobrado, cuando ya tenía 50 añazos. Sus hijas lo engañaban y le vendían secretamente los libros, ya que la tenaz rebeldía a ganarse el sustento con un cargo estuardista les hacía ser muy pobres, por lo que se quejaba diciendo que no era querido ni por ellas ni por ninguna mujer y llegó a decir el muy machista que "la mujer está hecha solamente para la obediencia y al hombre para la rebelión", que se había quedado ciego. También es verdad que el verdadero protagonista de su poema, su Satán, el envidioso del hombre, el que dijo non serviam!, una especie de Cromwell contra el derecho divino del supremo rey, es muy parecido a él. Las hijas de Milton, al terminar cada día el dictado de El Paraíso perdido, le leyeron todo de nuevo y anotaron sus correcciones... pero si eran tan fiables como decía su padre, bien es posible que metieran la pata alguna vez a propósito, y bien le estaba merecido al muy cabezón del padre. El poema quedó impreso en un sótano porque no le dieron imprimatur, y el pobre poeta murió sólo, marginado en una Inglaterra monárquica, despreciando puestos muy remunerados sólo por defender su independencia y su republicanismo fanático, en ese infierno en que veía convertida su Inglaterra.

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