En España las familias con dinero suelen mandar a sus hijos a estudiar a centros privados. Por el contrario en la República Checa, aquellos que no pueden acceder a la educación pública por carecer de “méritos intelectuales” deberán asistir a la privada. Ambos casos fomentan el elitismo pero de signo contrario: el de España es el elitismo que da el dinero heredado, mientras que el de Chequia es el elitismo de la inteligencia y del esfuerzo. Grosso modo podríamos decir que España es una “ plutocracia educativa” mientras que Chequia más bien parece una “ meritocracia“.
En España se favorece que se reproduzcan las estructuras heredadas de poder mientras que en Chequia se intenta que todo el que se esfuerce, incluidos los que cuentan con menos recursos económicos, disfruten de la mejor educación posible para favorecer el ascenso social. Eso sí, quieren disfrutar de la educación pero, ante todo, de las compañías: las familias, tanto en un país como en otro, no buscan a los mejores profesores sino a los compañeros y amigos apropiados para sus hijos. Perdonen la generalización: quienes controlarán las estructuras del poder en las décadas venideras están ahora en la privada española y en la pública checa.
En mi país el hijo del obrero que se esfuerza, trabaja y estudia suele tener la misma recompensa que el hijo de familia acomodada que no da palo al agua. En Chequia a estos últimos se les invita a irse a un privado para que los que quieren estudiar lo hagan gratuitamente y con las mejores prestaciones sin suponer un lastre para las arcas del Estado.
Creo que la República Checa mantiene mejor el principio de “igualdad de oportunidades” mientras que en España con el “todos somos iguales” quizá estemos condenando de por vida a su estrato social a quien bien podría ascender si el sistema fuera más justo. Los utópicos hacen un flaco favor a los sujetos de sus utopías.
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