"Lo que la mayoría de las gentes llaman paz no es más que un nombre y en realidad hay por naturaleza una guerra perpetua y no declarada de cada ciudad contra todas las demás… ¿Y acaso siendo eso verdad de las ciudades con respecto a otras ciudades lo es también de una aldea contra otra aldea y una casa respecto a otra casa y de un hombre respecto a otro hombre …y uno mismo con respecto a si mismo ha de considerarse también como enemigo?"
La respuesta de Clinias a su compañero ateniense es sobrecogedora: "Todos los hombres son pública o privadamente enemigo de todos los demás y cada uno también enemigo de sí mismo." (I,626a2,ss.)
La respuesta de Clinias a su compañero ateniense es sobrecogedora: "Todos los hombres son pública o privadamente enemigo de todos los demás y cada uno también enemigo de sí mismo." (I,626a2,ss.)
Este pasaje heraclitiano tiene mucha aplicación al De utriusque Fortunae de Petrarca y el prólogo de La Celestina que inspira, incluso a la última frase de Quevedo, poco antes de morir: "Hay cosas que sólo son un nombre y una figura".
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