jueves, 13 de diciembre de 2007

Aborto

Estoy contra el aborto, pero también contra que se persiga a las mujeres que lo practican, como sería deseo de algunos fanáticos. También considero que nadie puede definir muy bien qué es un ser humano. Por mí, un ser humano podría ser hasta un animal o una cosa, pues procuro respetar a los animales y a las cosas, a estos últimos sobre todo porque son los más humildes, soportan todo el peso y errores de la sociedad antes que cualquier otro y sirven fielmente a seres que la suerte, o una distribución aleatoria de la eternidad, ha querido que estén por encima de ellos.

Creo firmemente que el interés de la especie humana es superior al interés individual y que sobre todo no hay nada bueno en un aborto; si algo conozco de la naturaleza humana, creo que esta es la frase con la que más me identifico. Deseo el bien de mis semejantes y por eso, y no por otra cosa, estoy contra el aborto. Dicho esto, admito (a mucha gente le cuesta admitirlo) que pueda existir gente que no piensa como yo y que no desea bien a sus semejantes ni a sí mismo; de hecho, es la postura predominante: si todos fuésemos buenos, no habría necesidad de policías, ni de políticos, ni habría embarazos indeseados y rechazados, ni gente que abortara. Pero yo pertenezco a los que privilegian el derecho natural (a pesar de lo cruel que es muchas veces la naturaleza) sobre el derecho positivo o consuetudinario; soy, por así decir, un romántico. Estimo que el estado, si verdaderamente lo es, debería acoger a esos chicos deshauciados, muchos de ellos engendros de prostitutas, y educarlos con garantías, o que la iglesia, que hasta hace bien poco enterraba fuera de sagrado a los hijos no bautizados, debería acogerlos y educarlos como ha venido haciendo hasta hoy si su madre desea entregarlos a su custodia. Debería haber una ONG que se encargara de eso.


Hay una hermosa película sobre el aborto, Las normas de la casa de la sidra. Una mujer violada o embarazada por su padre no debería tener durante toda su vida el recuerdo de semejante transgresión a su lado, pero tampoco debería perder el derecho a asumir las consecuencias buenas, aunque indeseadas, de semejantes actos de barbarie; por eso el aborto me parece en esos casos la peor solución, aunque es una solución. Por otra parte, en el caso que corra riesgo la vida de la madre, la decisión ha de recaer sobre la madre, y lo que ella decida será inapelable. En el caso de que el feto pueda correr peligro de estar seriamente dañado, la experiencia, y no es poco informado lo que voy a decir, me indica que muchas veces los médicos se suelen equivocar y que siempre el juicio de muchos médicos es mejor que el de uno. En todo caso, si se demuestra que el nacido fuera un tarado sin apenas conciencia humana que no pudiera alcanzar la felicidad y que, más bien, impidiera conseguir la felicidad a los demás, ha de ofrecerse la alternativa de educar a esas personas en instituciones especializadas o dejar la decisión a cargo de la madre, y sería decisión inapelable salvo por ella misma.

Queda el criterio del aborto en caso de que corra peligro la salud mental de la madre. Eso de salud mental nadie sabe muy bien lo que es, y hasta que no se defina, creo que es lo más generoso para la especie humana dar como única alternativa la adopción y ponérselo fácil a las mujeres que tengan que dar este paso.

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