Estar dormido o estar despierto; el que se empeña en morir o el que se empeña en vivir, como quería Erich Fromm. El ¿qué hacer? de Tolstoy y el quehacer del humilde trabajador cada mañana.
Es más inteligente tomar partido por una opción, cualquiera que esta sea, que por ninguna; el que toma partido habrá alguna vez que pruebe si sus ideas son correctas y habrá alguna vez que gane, porque "lo único que sabemos de la suerte es que debe cambiar", como dijo el tahúr de su Francis Bret Harte, que se topó con una racha de mala suerte en la empinada sierra donde está su tumba; también lo dijo, con su argumento de la apuesta, todo un experto en probabilidades como Blas Pascal. Sólo los partidarios del quehacer cotidiano, los apolíticos, los que no se meten en nada, los que no se afilian, los que ni atacan ni defienden en el baloncesto de la vida, son las víctimas del juego y de los jugadores, los espectadores, las víctimas de los experimentos de los que apuestan, los que sufren su audacia y su drama. Es la pura verdad. El porcentaje de muertos de todas las guerras civiles que fueron muertos por la mera arbitrariedad, por la mera colateralidad, por la mera estupidez humana de quienes insisten en apostar las vidas de otros para quedarse luego con todo el beneficio, porque, beneficio, como decíamos anteriormente, siempre lo hay para el que apuesta al juego de la vida, antes o después.
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