ENTREVISTA: MARIO BUNGE Filósofo y físico
"Las frases de Heidegger son las propias de un esquizofrénico"
El País, IGNACIO VIDAL-FOLCH - Barcelona - 04/04/2008
El filósofo y físico Mario Bunge (Buenos Aires, 1919), profesor de Filosofía en la McGill University de Montreal, Canadá, y premio Príncipe de Asturias en 1982, pronunció el lunes una conferencia en el Paraninfo de la Universidad de Barcelona, invitado por la Fundación Ernest Lluch. Precisamente estos días la editorial Gedisa publica el primer volumen de los ocho que conforman la obra maestra de Bunge, su Tratado de filosofía, escrito originariamente en inglés, como todos sus libros.
Llega el primer volumen de su obra maestra, 'Tratado de filosofía'
"Hay que educar a la gente desde la escuela instándola a no endeudarse"
Bunge postula la aplicación del método científico al campo de la reflexión filosófica y se ha distinguido en su beligerancia contra las seudociencias -entre las que incluye al psicoanálisis y la homeopatía- y ha combatido corrientes filosóficas como el existencialismo, el posmodernismo y la hermenéutica.
Pregunta. ¿Qué le parece más reprochable de esas escuelas?
Respuesta. Por ejemplo, Heidegger tiene todo un libro sobre El ser y el tiempo. ¿Y qué dice sobre el ser? "El ser es ello mismo". ¿Qué significa? ¡Nada! Pero la gente como no lo entiende piensa que debe ser algo muy profundo. Vea cómo define el tiempo: "Es la maduración de la temporalidad". ¿Qué significa eso? Las frases de Heidegger son las propias de un esquizofrénico. Se llama esquizofacia. Es un desorden típico del esquizofrénico avanzado.
P. ¿Usted cree que Heidegger era un esquizofrénico?
R. No, era un pillo que se aprovechó de la tradición académica alemana según la cual lo incomprensible es profundo. Y por supuesto adoptó el irracionalismo y atacó a la ciencia porque cuanto más estúpida sea la gente tanto mejor se la puede manejar desde arriba. Por esto es por lo que Heidegger es el filósofo de Hitler, su protegido. Pero al mismo tiempo su seudofilosofía es tan abstrusa que no podía ser popular. De modo que al pueblo se le da una ideología crasa, del suelo, lo telúrico, la sangre, la raza. Y para la élite, fenomenología, existencialismo, esas cosas abstrusas que nadie entiende pero si usted dice que no entiende, pasa por tonto. Si quiere hacer carrera académica tiene que tratar de imitar a estos pillos, de lo contrario, se queda atrás...
La conferencia de Bunge en Barcelona trató sobre el estudio de los problemas desde el enfoque complejo, sistemista, que postula, es decir: desde la consideración de que todas las cosas son o un sistema o parte de un sistema; y que para estudiarlas hay que comprender cuatro elementos: su composición, su entorno, su estructura y su mecanismo. "Los objetos, lejos de ser simples, o de estar aislados, son siempre sistema o parte de un sistema", explica. "Por eso tratar de entenderlos desde un punto de vista sectorial o, por el contrario, demasiado global, es condenarse al error, como aquella conductora que se lamentaba de que su coche funcionaba muy bien, pero, por algún oscuro motivo, se atascaba en el tráfico".
Bunge señala que, aunque cualquier científico sabe que para comprender un objeto hay que estudiar los citados cuatro elementos, ningún diccionario filosófico, salvo el suyo, incorpora conceptos como sistema, y que eso explica que la filosofía de hoy vaya a la zaga de la ciencia y que cada filósofo sea o individualista o globalista: "Los unos ven los árboles, pero se les escapa el bosque; los otros ven el bosque, pero no los árboles".
P. ¿Por qué critica usted la idea, tanto marxista como burguesa, y difundida en el sentido común, de que la economía es el asunto principal para el bienestar de las sociedades?
R. Como decía Stuart Mill, ningún problema económico tiene una solución puramente económica. Los grandes problemas son multifacéticos y no pueden ser arreglados solamente por políticos ni por economistas. Fíjese usted en la recesión norteamericana. ¿Causada por qué? Primero, por el hábito de consumir sin fijarse en la deuda. Y un problema político: la regulación de las tasas de interés era tan baja que permitió que la gente se endeudase por encima de su posibilidad de reembolsar su deuda. El norteamericano medio debe a su tarjeta de crédito, de promedio, 10.000 dólares. Casi todo lo que ha adquirido, casa, auto, nevera, etcétera, lo ha hecho a crédito. El presidente del Banco Central, ¿a qué recurre? Para desintoxicar, introduce más tóxico; es decir, está disminuyendo el tipo de interés para que la gente pueda pedir más dinero prestado. Empeora la situación. Es completamente suicida. ¡Y ésos son los presuntamente grandes economistas! No se dan cuenta de que se trata de un problema complejo. Hay que educar a la gente desde la escuela instándola a no endeudarse innecesariamente, que no tenga tarjetas de crédito, o sólo una. El único que vio esto claro fue el presidente Carter, que dijo: "No adquieran tarjetas de crédito, bajen la calefacción, consuman menos". Fue una de las razones por lo que no le reeligieron, porque eso va contra las costumbres norteamericanas.
El interés de Bunge por la política como fenómeno sistémico ha centrado su último libro, Filosofía política. Un tomo "bastante grueso en el que me ocupo de la filosofía política, que me parece se halla en bastante mal estado porque ha estado en manos de ideólogos, muy poca gente científica, como Maquiavelo. Maquiavelo tiene mala fama por ser un técnico inescrupuloso, pero como estudioso del sistema político fue el primer científico, siguiendo a Aristóteles".
P. En su conferencia parecía que su criticismo hacia la deriva de los grandes problemas de la humanidad apuntaba también motivos para el optimismo...
R. Un indicio positivo es el hecho de que exista medio millón de ONG volcadas, por lo menos en teoría, al bien común. Desarrollan un papel importante en países avanzados y también en algunos subdesarrollados, como la India, que está llena de cooperativas y de organizaciones de voluntarios. No digo que sea suficiente, pero cumplen un paso muy importante entre el individuo y la empresa privada. Yo tengo alguna experiencia sobre esto: en el año 38 ayudé a organizar la Universidad Obrera Argentina. Llegó a tener 1.000 alumnos. Funcionó cinco años y luego fue clausurada por el Gobierno dictatorial del 43. Lo que más molesta a una dictadura son precisamente las iniciativas individuales y colectivas que no están gobernadas ni por el gobierno ni por la empresa. Lo primero que muere con una dictadura son las organizaciones no gubernamentales.
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