miércoles, 2 de julio de 2008
Celuloide emocional
Al igual que en la música determinados pasajes tienen la virtud de provocarme escalofríos, siempre los mismos, los oiga como los oiga, algunos pasajes en ciertas películas y series de tv, no necesariamente obras maestras, me emocionan. La mujer submarina en el coche, la escena del ático y el tránsito del río en La noche del cazador; en El color púrpura, de Spielberg, la escena del beso o el blues Hey, sister, entre otras; algunas secuencias de La versión Browning, pero la antigua en blanco y negro de los años cincuenta; el paso firme de Sean Young, la muerte vidriosa, la juguetería de Sebastian, la famosa confesión del replicante en Blade Runner; el teatro de las sombras o el final seguro de El año que vivimos peligrosamente; los sueños de Fresas Salvajes de Bergman y las conversaciones del caballero y del escudero en El séptimo sello; el horror de la cara que se borra y cae en la desoladísima Inteligencia artificial.; los Cristos de cabaret y los desfiles de La naranja mecánica; los soldados en la zanja de Objetivo birmania; el estanco de Smoke; el agujero de bomba de Sin novedad en el frente; los duelos y entierros de Río rojo; el taxista finlandés de Noche en la tierra; el ruido de los árboles en Blow up; la madre muerta en el camión de Las uvas de la ira; las palabras del comienzo y la cara de Gregory Peck ante el escupitajo en Matar a un ruiseñor; y tantos otros....
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