miércoles, 9 de julio de 2008

La nariz de Darwin

Leí con atención hace años la Autobiografía de Darwin en uno de esos libritos de euro de la colección Alianza Cien. Me llamaron la atención varias cosas, por ejemplo los retratos de grandes científicos, especialmente del gran geólogo Lyell; las disputas sobre la esclavitud con el capitán Fitzroy, su tremenda, decreciente y al fin nula afición a la caza... pero sobre todo la gran modestia e ingenuidad del gran científico, quien sólo se consideraba un frenético coleccionista de todo tipo de especímenes, y la anécdota sobre su nariz. Cuenta que el capitán Fitzroy estuvo a punto de rechazar su propuesta de embarque en el Beagle porque era muy devoto de las doctrinas fisiognómicas de Lavater y la nariz de Darwin no le parecía adecuada para un viaje tan largo. ¡Ja ja! ¡Que la nariz de Darwin estuvo a punto de retrasar la evolución de la ciencia! Eso es como el principio histórico de la nariz de Cleopatra, que por lo visto cambió la historia: algo completamente en contra de la evolución. Los Pokemon se reirían mucho.

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