Una película de terror que he visto a través de la televisión por cable de ONO. Se funda en un relato del espabilado Stephen King; he leído mucho de él; es un escritor irregular, pero con buenas ideas, y posee aciertos tan evidentes como La hora del vampiro, que luego titularon El misterio de Salem's Lot. Como sus ideas suelen ser buenas, en cine rinde mucho, sobre todo si son dirigidas por directores inspirados. Sin embargo, por cuestiones de estilo y lenguaje, prefiero los relatos de fantasmas de Montague R. James o incluso los de palabras tan suntuosas de Lovecraft, por no mencionar a Poe.
La película está bien interpretada por uno de mis actores favoritos, John Cusack. También hay un papelito para Samuel L. Jackson, pero es el primero el que carga con casi toda la interpretación. El director no es uno de esos americanos precipitados y obsesionados con la elipsis, sino alguien con las virtud clásica de la paciencia, Mikael Håfström. La película, pues, se va armando de tensión poco a poco y se beneficia además de las unidades dramáticas de acción, tiempo y lugar, a lo que habría que añadir pocos personajes, por lo que logra concentrar puntos de alto dramatismo, con ayuda de falsos finales anticlímax. Se ve que el autor ha perseguido, en busca del contraste con lo real, una cierta falta de esquematismo: véase, por ejemplo, la forma tan veraz de examinar el correo que tiene Cusack; eso se percibe también en algunos detalles del guion. Es cierto que existen golpes de efecto que parecen de relleno, como la escena de la hija, pero ahí la elipsis refleja el deseo de olvidar el dolor de Cusack. El director, especialista en el género, logra crear claustrofobia y logra trascenderlo un poco captando la angustia existencial de la soledad en las grandes urbes. Me gusta, al respecto, la inquietante escena de la ventaja espejo del rascacielos. También es desasosegante el humano que hace de rata muerta circulando por el aire acondicionado. En fin, un rato bien pasado, si uno no estuviera ya curado de espantos y lobregueces. Por cierto, ese hotel tan poco parecido al Overlook, el Dolphin, es un juego con la palabra Delfin en español: del Fin.
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