Pedid y se os dará, dice la Biblia. Es verdad: a cualquiera que se pone a pedir siempre le dan algo. La gente es generosa con los extraños, incluso aunque desconfíe de ellos; a veces lo que hace es sobornarlos para que se larguen a otra parte. Se les paga por obtener un seguro, no por amor al prójimo, sino por desconfianza hacia él. El dinero, pues, es una forma de obtener seguridad y la limosna una forma de que el pueblo no se levante en armas, y bien lo sabían los revolucionarios marxistas. Todas las religiones predican la limosna, porque crea estabilidad social: hace al que no tiene nada tener algo para no tener que arrancarlo por la fuerza. Si lo pide, no tendrá que robarlo.
La iglesia pide sus emolumentos. Sus diezmos y primicias, claro está, que ahora quieren llamar impuesto religioso. Pues tiene todo el derecho, habida cuenta del bien social que hace y de la inestabilidad social que impide. Hay que financiar a la iglesia, pero la iglesia también debería financiarse internamente de la manera que puede y no quiere hacer.
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