miércoles, 21 de enero de 2009

Qué murria

Hoy me he levantado asaz deprimido y no poco deprimente. Ni siquiera con la venlafaxina he podido sobreponerme a una desgana abrumadora, a un sentimiento de impotencia y cansancio viscerales, a la sensación de que el cielo es una lápida sepulcral y uno tan sólo un gusano más entre todos los que corrompen este pútrido mundo. No hay flores que puedan aromar el pestazo maestoso, desmayado y a vómito del mundo y su descomposición, entre los garbanzos de los rosarios, las coronas funerarias despenachadas y mugrientas y el olor dulzón de la grasa cadaverina. Y yo, que lo reflejo y asumo, parezco el protagonista de un cuadro de Valdés Leal.

Habrá síntomas positivos, seguro, pero qué bien se esconden. La entropía y la falta de entusiasmo han terminado por agrietar mi armadura, infliltrar la mierda en mi espíritu e inficionar pestilentemente mis ganas de proseguir este tinglado. Soy un actor que no cree en su papel, una voz que salmodia a oscuras, un títere que no sabe bailar, una rata que escarba en la basura para abrigarse del frío, un ruido hueco en una cañería nocturna, una larva de oruga devorada por las hormigas, un feto muerto con una aguja de punto en la cabeza.

Afuera la gente come y caga y se roza con fruición, haciendo saltar la chispa del enstusiasmo que todavía les brinda algún amor por los genes. La inmortalidad de la carne, ese fuego, les hace tener hijos, y la mortalidad del espíritu, sospechada más que afirmada, les hace enviar a tomar por culo la idea de que sus hijos puedan heredar alguna cosa suya que no sea el entusiasmo por el Real Madrid o la pelota en general, algo poco definitorio y trascendente, por demás. Además, y tal y como van las cosas, lo más probable es que terminen por heredar sus deudas.

Yo aquí tricoto unas palabras desilusionadas y busco excusas para consistir un día más, y otro, y otro hasta que se acabe el entusiasmo. Unas excusas tan débiles, "engaños", que decía Garcilaso, que eran "menester hacerlos cada día". La imposibilidad de que vuelvan los recuerdos con la misma intensidad que si estuvieran vivos; la necesidad de garantizar a los otros que puedan tener esos mismos recuerdos; la necesidad de construir algo que el tiempo se encargará de destruir...


He buscado en Internet la cita que hago de memoria de Garcilaso; pertenece a su Elegía II a Boscán:

Sólo sostiene la esperanza mía
un tan débil engaño, que de nuevo
es menester hacelle cada día,

y si no le fabrico y le renuevo,
da consigo en el suelo mi esperanza
tanto que en vano a levantalla pruebo.


Estos versos de Garcilaso mi memoria los asociaba a este soneto de Quevedo, que refunde otro muy famoso de Aldana:

SALMO XXVI

Después de tantos ratos mal gastados,
tantas obscuras noches mal dormidas;
después de tantas quejas repetidas,
tantos suspiros tristes derramados;

Después de tantos gustos mal logrados
y tantas justas penas merecidas;
después de tantas lágrimas perdidas
y tantos pasos sin concierto dados,

sólo se queda entre las manos mías
de un engaño tan vil conocimiento,
acompañado de esperanzas frías.

Y vengo a conocer que, en el contento
del mundo, compra el alma en tales días,
con gran trabajo, su arrepentimiento.

El soneto de Aldana es este:

En fin, en fin, tras tanto andar muriendo,
tras tanto varïar vida y destino,
tras tanto de uno en otro desatino
pensar todo apretar, nada cogiendo,

tras tanto acá y allá yendo y viniendo,
cual sin aliento inútil peregrino,
¡oh Dios!, tras tanto errar del buen camino,
yo mismo de mi mal ministro siendo,

hallo, en fin, que ser muerto en la memoria
del mundo es lo mejor que en él se asconde,
pues es la paga dél muerte y olvido,

y en un rincón vivir con la vitoria
de sí, puesto el querer tan sólo adonde
es premio el mismo Dios de lo servido.

1 comentario:

  1. Estimado Ángel, estoy seguro de que todo pasa, y de que podrás encontrar en tu entorno los factores que te hagan "reviscolar", que dicen en esta tierra y que se vincula con la capacidad que tiene el fuego para reavivarse.

    El trabajo realizado, te habrá supuesto un considerable esfuerzo, más el resultado es encomiable y más que digno. Quero decir que cuando alguien se vacía se siente vacío.

    Lo estoy leyendo y, aunque hay personajes que no me interesan, lo leeré hasta el final, sin duda. Por cierto, fé de erratas: en el folio 12, en la cita 15, se te ha deslizado un "deis" en lugar de un evidente "seis" que el corrector ha obviado, pues entiende que ambas palabras son correctas. A mí, acostumbrado a trabajar las palabras como si fueran tipos que se alternan y se tiran cuando se usan demasiado, me fascina tu pulcritud y también el esmero en dejar cada cosa en su sitio, donde debe estar, como diría el X Conde de Aranda. Es lo que produce la gran falla de mi personalidad, el caos. Algo que el propio Aranda desaprobó en su día y hoy mismo desaprobaría.

    Carlos

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