Sí, porque existen dos. El primero es El hombre invisible, (1897), de H. G. Wells; el segundo, El hombre invisible (1952), de Ralph Ellison. Y las dos son obras maestras, aunque el primero habla sobre la invisibilidad física y el segundo de la invisibilidad psíquica.
El hombre invisible de Wells es un loco que acaba perdiendo la chaveta; realmente no posee otro interés que el de los detalles que desasosiegan y atormentan al pobre portagonista, que va perdiendo su identidad y confundiéndose con un Dios también invisible. El segundo, escrito por un negro, sí que posee mayor interés, sobre todo en la actualidad, porque refleja un fenómeno bastante común, la marginación, el ninguneo que sufre un negro sin nombre en la sociedad norteamericana; y si hablamos de la norteamericana, podemos decir de cualquier parte, también de España. De los méritos de los demás no se suele hablar, por eso en esta sociedad sólo triunfan los que más se autopregonan, no necesariamente los que más valen, sino los que más se ven; como dice la seguidilla de Félix Mejía,
Vivimos en un tiempo
tan miserable,
que si uno no se alaba,
no hay quien lo alabe
Y el pobre protagonista no se ve, no luce, porque es oscuro, aunque sólo por el color de su piel. Y experimenta todas las formas de segregación que existen. Y la más importante: la ignorancia de los sentimientos y del valor de la palabra para romper todas las soledades y cadenas que nosotros mismos nos hemos puesto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario