viernes, 8 de enero de 2010

Arte


Mi insuperable desgana, o spleen, si prefieren, me hace pasar por alto algunas cosas que exigen el respeto y la estimación que toda buena obra merece o merecería. Así es el caso en películas como Fotografiando hadas (Photographing Fairies, 1997) de Nick Willing, que es una maravilla, o esa otra gran película de los Cohen, Barton Fink, que es la más sabia y kafkiana de su pintoresco repertorio, en el que abundan los huevos de pascua sin eclosionar; ya semeja antigua, pero de ella aún no he dicho nada. Me resigno a admitir que gozo advirtiendo a la (escasa) gente interesada, tan desganada como yo, que existen cosas que uno no debe o debería perderse, de que el arte es todavía algo que justifica la existencia de estar vivo (quizá haya otro tipo de existencias, pero qué coño importan ahora). Uno tiene complejo de muerto, si es que tal cosa es posible, y a veces su memoria es la de tal. Debería desesperarme, gritar o disfrutar de la vida; debería, pero no lo hago, quizá porque no sé cómo hacerlo. Quién fuera un Hamann.

1 comentario:

  1. Creación

    Arte es creación, que no copia. La percepción de ella genera conmoción, eso es lo interesante, sentirse vivo. Y mediante parte del arte lo logramos.

    Respecto a los Cohen, disiento, me quedo con Fargo, tal vez Muerte entre la flores, por sabias y de kafka al que solo conozco por terceros, no sé qué decir, tal vez O Brother. Conste que no me disgustó Barton Fink.

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