Estas disquisiciones interesantes, reunidas durante un momento de descanso en la batalla, se prolongan todavía unos párrafos más, pero Grossman se olvida o juzga prudente olvidar -en aquellas fechas todavía no era el desengañado del credo comunista- otras dos causas. La primera, que Stalin había cursado una orden personal de fusilar de inmediato al soldado que retrocediera sin recibir previamente orden de hacerlo. (De modo parecido sostuvo Pétain la moral de combate de la tropa francesa en las trincheras de Bélgica durante la primera guerra). La segunda, el hecho psicológico de que la lucha contra el invasor, y contra un invasor tan cruel y despiadado, era la ocasión de los rusos para reconciliarse con la patria, aparcando el conocimiento de lo que ésta venía haciendo con ellos.
domingo, 10 de enero de 2010
El precio del valor
De El País:
A Vasili Grossman (autor de Vida y destino) le admiran las hazañas heroicas de las que es testigo y siente curiosidad por el origen de tanto valor. "Unos dicen que la valentía es el olvido de sí mismo, y que esto sobreviene con el combate. Otros cuentan que al realizar hazañas heroicas sintieron un miedo inenarrable y que solamente la fuerza de voluntad y su capacidad para saber dominarse les conminó a levantar la cabeza e ir al encuentro de la muerte. Otros sostienen: 'Soy valiente porque tengo la convicción de que no me matarán'. El capitán Koslov... me decía que él, por el contrario, es valiente porque está convencido de que han de matarlo y por eso le da lo mismo morir hoy que mañana. Muchos consideran que el origen de la valentía es la costumbre... La mayoría piensa que es el sentimiento del deber, el odio al enemigo... Otros dicen que son valientes porque creen que en el combate les están observando sus amigos, sus parientes, sus novias...".
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Alternancia
ResponderEliminarEn mi caso hay contradicciones: capaz de incursiones valientes, casi temerarias, también peco, en ocasiones, de una prudencia exagerada (dear prudence que decía Lennon), lo que impide un juicio rápido.
Respecto al frente ruso del 41-45, ya decía Tsun-Zu que al enemigo hay que dejarle una salida, pues si se ve entre la espada y la pared luchara por su vida y entonces es más peligroso. La suerte de los que se rindieron en Kiev y otras bolsas durante la primera fase de la ofensiva, jugó un papel determinante en la decisición de cada miembro del ejército rojo de pelear hasta el final, como en Estalingrado. Así, los ucranianos, los blancos y los rojos descontentos, entre otros potenciales disidentes de Stalin, tomaron una elección, preferían la vida a la muerte a manos de los nazis.
La cuestión parece ser un juego y su planteamiento. ¿hay cosas que perder o las hay que ganar? En el primer caso la prudencia suele imponerse, en el segundo cabe arriesgar.