miércoles, 6 de enero de 2010

Literatura

Decía Antonio Gala que la poesía no tiene forma, sino que adopta la del recipiente que la contiene; puede haber poesía así no sólo en el lenguaje, sino en el cine, en las plantas, en los animales, en las personas, en los lugares, en las cosas. Casi más que poesía podríamos decir arte o misterio. En estos tiempos eso es más cierto; hay novelas gráficas, hay aventuras gráficas que poseen mucha literatura encima, así como algunas series de televisión, que, desde que los guionistas de Hollywood consiguieron su gran reforma sindical, han sufrido una gran evolución a mejor y pueden servir para predicar literatura, como Dexter o Mad men. Recuerdo, en el campo de las aventuras gráficas, primera historia de Gabriel Knight, que al acabarla te dejaba con la sensación de haber vivido y conocido toda Nueva Orleáns como la palma de tu mano, o las famosas tan divertidas de Larry en el país de las lagarteranas, y algunas otras de Sherlock Holmes, con su lenguaje decimonónico, etcétera; Por otra parte, muchos videojuegos crean grandes atmósferas. A veces se encuentra más poesía en un rincón electrónico que en unos renglones mal redactados; sin embargo, la lírica cuenta con otras armas que no pueden ofrecerse sino en otro producto, la palabra. A eso nos agarramos todavía.

Algo parecido ocurre con Dios. A veces no se lo reconoce cuando lo tienes al lado, cuando adopta la forma de un animal, de una planta o, mucho más raramente, de una persona de edad escasa o demasiada.

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