Iban casi empatadas en la votación pública limón, gamusino y república, pero cuando los del Instituto Cervantes vieron que avanzaba esta última palabra, empezaron a hablar de problemas técnicos y demás... Qué narices de problemas técnicos ni qué niño muerto, todos sabemos que los problemas que ofrece esta palabra son otros. Como en el siglo XIX, ni más ni menos, cuando la escribió en 1821 y en su El Zurriago Félix Mejía, llamándola duende y acompañándola de la expresión apotropaica ¡dulcísimo nombre de Jesús!
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