Tras acabar el maratón de preparar a mi hija Ana Isabel para la selectividad, esta mañana me he encontrado tan optimista que por poco me meto en la cama y mando llamar al médico; deben de ser cosas de mi sistema inmunitario, que andaba irritado y sobrestimulado por estos últimos días. Por fin puedo volver a revisar mi edición de Juan Calderón y las correcciones que amablemente me ha hecho Manuel de León, quien ha escrito una reseña que me ha puesto muy colorado, en el sentido positivo que tiene la expresión, el de ruborizarse; ahora que caigo, de eso vendrá mi felicidad de esta mañana. Hay que avisar a Alcañiz, qué hay sobre la edición de mi biografía de Félix Mejía, con cedé incluido, que va con pie de plomo y que tengo abandonada, quizá por lo harto que estoy del personaje; más ilusión me hacen tres proyectos que tengo en mente para estas vacaciones, antes de que me operen. Tres libros, aunque pasará lo de siempre, que sólo podré acabar uno y dejaré otros dos a medias. Tengo el proyecto de irme a Navarra a consultar un archivo al que ha ido a parar una impresionante cantidad de literatura manchega del XIX, y seguramente me llevaré a la familia, aunque Paloma se irá un tiempo a Almería.
En primer lugar, mi edición de las fábulas de Iriarte y Samaniego. Conozco bien la lengua de ese siglo, pero el tema es engañosamente simple. Hay muchos que menosprecian estos textos, pero sólo hay que mirar la Aesopica de Ben Edwin Perry y los trabajos del llorado Francisco Martín García para apercibir el ancho de banda que se está manejando. Por suerte ya hay mucho terreno despejado, pero la parte en la que voy a innovar más va a ser la didáctica; quiero plantear unos ejercicios fundados en las progymnasmata retóricas para desarrollar la redacción escolar y los valores, reactualizando así la antañona retórica que servía a los antiguos para aprender redacción, fundamentalmente escritos oratorios. Adaptando los catorce ejercicios clásicos a la pedagogía actual puede realizarse algo no poco útil en la rama de la escritura y en otros aspectos colaterales. Por demás, es una pena que no hayan de leerse sus escritos eróticos, tan divertidos.
En segundo lugar, mi Historia de la literatura manchega. Todavía estoy vacilando si hacerla obra colectiva o no; me estoy resolviendo por lo segundo, habida cuenta de lo que cuesta coordinar obras así, de lo poco que te lo agradecen y de los desiguales resultados que emanan de las obras colectivas. Podría darle un buen empujón este año escribiendo algunos capítulos que acompañen al que ya tengo hecho, que, por cierto, necesita ya una urgente reactualización, o al menos elaborando borradores. Por lo menos servirá para levantar polvareda y picar a algunos orgullos poco justificados, reactivando este muerto campo de estudios en la región.
Por último, la edición del Jicotencal de mi sobado Félix Mejía; es un proyecto que tengo a medias, que abandono y retomo de vez en cuando. Los demás, a causa de su escaso, al menos por el momento, interés pecuniario, los aparcaré haciendo lo que hago hasta ahora, acumular materiales y notas para que, cuando emprenda su redacción definitiva, lo único que tenga que poner sea la dispositio y la elocutio.
Ha vuelto Ana Isabel contenta de su primer encontronazo con la selectividad. Le ha caído un texto divulgativo científico-técnico, el español de América y el siglo XVIII. Todo se lo tenía bien preparado, aunque imagino que algunos de los que se han encontrado con esta última pregunta habrán salido ligeramente furiosos.
En primer lugar, mi edición de las fábulas de Iriarte y Samaniego. Conozco bien la lengua de ese siglo, pero el tema es engañosamente simple. Hay muchos que menosprecian estos textos, pero sólo hay que mirar la Aesopica de Ben Edwin Perry y los trabajos del llorado Francisco Martín García para apercibir el ancho de banda que se está manejando. Por suerte ya hay mucho terreno despejado, pero la parte en la que voy a innovar más va a ser la didáctica; quiero plantear unos ejercicios fundados en las progymnasmata retóricas para desarrollar la redacción escolar y los valores, reactualizando así la antañona retórica que servía a los antiguos para aprender redacción, fundamentalmente escritos oratorios. Adaptando los catorce ejercicios clásicos a la pedagogía actual puede realizarse algo no poco útil en la rama de la escritura y en otros aspectos colaterales. Por demás, es una pena que no hayan de leerse sus escritos eróticos, tan divertidos.
En segundo lugar, mi Historia de la literatura manchega. Todavía estoy vacilando si hacerla obra colectiva o no; me estoy resolviendo por lo segundo, habida cuenta de lo que cuesta coordinar obras así, de lo poco que te lo agradecen y de los desiguales resultados que emanan de las obras colectivas. Podría darle un buen empujón este año escribiendo algunos capítulos que acompañen al que ya tengo hecho, que, por cierto, necesita ya una urgente reactualización, o al menos elaborando borradores. Por lo menos servirá para levantar polvareda y picar a algunos orgullos poco justificados, reactivando este muerto campo de estudios en la región.
Por último, la edición del Jicotencal de mi sobado Félix Mejía; es un proyecto que tengo a medias, que abandono y retomo de vez en cuando. Los demás, a causa de su escaso, al menos por el momento, interés pecuniario, los aparcaré haciendo lo que hago hasta ahora, acumular materiales y notas para que, cuando emprenda su redacción definitiva, lo único que tenga que poner sea la dispositio y la elocutio.
Ha vuelto Ana Isabel contenta de su primer encontronazo con la selectividad. Le ha caído un texto divulgativo científico-técnico, el español de América y el siglo XVIII. Todo se lo tenía bien preparado, aunque imagino que algunos de los que se han encontrado con esta última pregunta habrán salido ligeramente furiosos.
Lo mío, lo nuestro
ResponderEliminarHe ahí una frontera interior que, en ocasiones, dificulta mi interacción con el mundo. Lo mío puede ser vuestro, imagino, pero no me devolvieron la cuchara y eso sabiendo que era prestada.
Con la reforma laboral, tres cuartas partes de frontera interior. ¿Hasta qué punto podemos permitir que los poderosos, por serlo, puedan devaluar la fuerza de trabajo sin capacitación o por mejor decir sin capacidad de presión? ¿hasta qué punto permitir que el pillo, la pícara, se cuelgue de la protección social para sacar dinero de la vertiente más desprendida del poder?
Volver a lo mío, es salir de lo suyo, que no es igual que ir a lo suyo, que se dice en tercera persona y normalmente en femenino. De todas formas, yo también aspiro seguir a la mía y más de un viaje tengo pendiente. Espero poderte decir algo, y otra cosa, cuida la salud.