miércoles, 5 de enero de 2011

Buenos, malos y cuñados.

Quien haya padecido so el poder de su cuñado sabrá qué es, más o menos, un malo de película; las virtudes de mi cuñado son pocas; que yo sepa, dos: primero, dejar anoréxico un hermoso jamón pata negra nada más regalado (a mí) por otra persona, que no él (que me ha regalado un hermoso... cuchillo jamonero), y beberse mi whisky; lo que me molesta no es que se lo beba, eso me da igual, ya que soy abstemio -el whisky me lo regalaron, también-, sino que lo haga sin pedírmelo y a hurtadillas, como lo del jamón, que tenga tan mal gusto -su marca es Dyk, quien sabe si de garrafa reciclado- y que encima mi suegra lo elogie como ejemplo de férrea voluntad en dietética, como si no estuviera obligado, que no se considera, por su penúltimo infarto. ¿Pues no es esta piraña la que se ha pelado enterito un jamón ibérico que yo todavía no he ni siquiera probado? ¿No es el que se ha bebido, saltándose toda precaución médica, un tercio de mi whisky, antes de que le diera salida por el fregadero, que lo prefiero? Estos son algunos de los males que producen los cuñados, aparte de soplarte los cedés sin avisar (¿por qué no lo hace con los libros, que de esos me sobran?), hacer chistes horrendos, hacernos madrugar quedándose hasta las tantas de la noche y otras faenas varias.

Todo esto viene a cuenta de la clasificación por la AFI de la lista de los cien mejores malos y héroes del cine. De entre los treinta primeros, yo me quedo con con Gregory Peck (Aticus Finch), Humphrey Bogart (Rick Blaine, Philip Marlowe), Gary Cooper (Will Kane), Henry Fonda (Jurado número 8 y Tom Joad) , Al Pacino (Serpico) y Liam Neeson (Schindler); entre las mujeres, Sally Field (Norma Rae), Geena Davis y Susan Sarandon (Thelma y Louise), Frances MacDormand (Marge, la de Fargo) . Y uno añadiría a uno de quien nadie se acuerda, curiosamente (o no tan curiosamente, porque no es un triunfador): al Tim Robbins de Cadena perpetua.

Entre los malos, uno pondría en primer lugar a Kevin Spacey (el John Doe de Seven), de quien nadie se acuerda, y reflexiona sobre que muchos de ellos son cosas, máquinas o medio máquinas. En la lista uno echa de menos a Galactus, uno que pasa hambre de verdad; a Sauron sin lentilla, a Freddy Kruger, que lo debe pasar muy mal cuando se rasca, a Magneto, que hay que alejar de las cintas, al Duende verde, al señor Burns, a los Borg, al Fumador, al coronel Kurz, a JR Ewing, a Falconetti, a la Reina Roja, a Mística, a Fénix y, último pero no menos importante, al cariñoso Dennis Hooper (Frank Booth).

Pero, entre los elegidos, por supuesto, a Anthony Hopkins (Hannibal Lecter y otro del que no se acuerda nadie, el mago y ventrilocuo Corky Whiters), Darth Vader, Malcolm NcDowell (Alex Delarge, el de La naranja mecánica) Robert de Niro (Max Cady), Hal 9000, Charles Laughton (todos los malos que hizo), Orson Welles (Harry Lime), y Robert Mitchum (Harry Powell, Max Cady etc.); entre las mujeres, primerísima, insuperable, Glen Close (Atracción fatal, Las amistades peligrosas, etc), seguida de cerca por Cathy Bates (enfermera Annie Wilkes en Misery), Linda Blair (niña de El Exorcista) y otra enfermera, Louise Fletcher, la de Alguien voló sobre El nido del cuco. Las enfermeras y las niñeras, uno no sabe por qué, dan mucho juego como malas; debe ser porque uno las asocia con lo bueno y lo maternal, inevitablemente.

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