lunes, 31 de octubre de 2011

El callejón del gato.


Si Grecia es una tragedia (probablemente el Áyax, de Sófocles, furioso porque le han quitado la armadura económica que le correspondía y lo han dejado en pelotas praxitelianas) España es "un trágico sainete", como escribió Bécquer (quizá El maldito dinero, de Carlos Arniches): a nadie, salvo al 21,9%, le duelen esos cinco millones de parados que hasta el profeta más tonto (por ejemplo yo), veía venir; me niego a creer que la Shoemaker & Cleavage Ass. (perdón por la obscenidad) no lo sospechara siquiera. Los políticos españoles lo retuercen todo hasta el punto de que sólo es posible captar su sentido trágico con estética sistemáticamente deformada. Toda España es Callejón del Gato y un Valle-Inclán de lágrimas. Y todavía algunos seguimos contándole los pies al gato de la crisis (que algunos nunca creyeron liebre); sólo cabe esperar, a quienes tenemos la desgracia de padecer a estos tristes políticos, que no agoten sus siete vidas, ni que Europa quiera echarnos las dos más que tienen allí; pero difícilmente podrá ser: al gato le gusta tanto la casa que no quiere salir, está tan encerrado como el de Schrödinger y difícilmente podrán desahuciarlo: los poderosos y banqueros no quieren que se le vea la cola, que trae mucha, cuanto más el plumero, tan real que parece de pavo real. Esa gente merece que se la coman las Euménides.

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