sábado, 24 de marzo de 2012

Cosas veredes....

Hace poco, algunos espeluznados han tenido el horror de asistir (uno no asiste, pues no resiste, a esa clase de espectá-culos, pero le han enterado los medios de adocenamiento, masificación y paletización de humanos) a un formidable y espantoso hecho acaecido ante las cámaras (aguas mayores o mierdas en castellano clásico), a todo un hápax periodístico: Mercedes Milá, cancamusa fósil de periodo paleomoderniense, "haciendo un calvo", id est, enseñando el culo (los glúteos, diría una señorita más amilanada que ella), lo que ha movido la voz a ello debida a expresar lo que titulo, pretexto para este arti-culo, con perdón por la rima. Y es que existen numerosas expresiones apócrifas que se atribuyen al Don Quijote y a su autor, que dicen podría ser un tal Miguel de Cervantes (pues, si no estamos siquiera seguros de que haya nacido en Alcalá de Henares, aunque lo jurara ante escribano en la llamada Declaración de Argel, es más, si ni el presunto autor llegaba a conocer el nombre de su héroe o su solar o lunar de hidalguía, ¿por qué vamos a estarlo de que lo escribiera, si él mismo nos dice que un tal Miguel de Cervantes, personaje de su libro con quien se confunde, posiblemente uno de sus homónimos de Alcázar o Consuegra, no hizo sino adaptarlo fundándose en una traducción al castellano, hecha por un morisco, de una historia quia sabe si ficticia debida al agareno Hamete Benengeli, quizá pseudónimo de Avellaneda, complementada por otros testimonios nada fidedignos, como los misteriosos Anales de La Mancha, que hay quien atribuye al cura Pero Pérez, hombre docto, graduado en Sigüenza, de estirpe tan popular como pregona su apellido, pero que he identificado como uno de mis, qué casualidad, antepasados por parte de Adán?)


Una de esas frases falsas es, por ejemplo, "ladran, luego cabalgamos"; otra, "es mejor el camino que la posada", otra, que "con la iglesia hemos topado", que en realidad es "con la iglesia hemos dado", y, tal vez la más ignota, es "cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras", que procede en realidad de un romance del ciclo cidiano y se pone en boca de Alfonso VI. Este propone a Rodrigo Díaz conquistar Cuenca, y el héroe contesta: "Antes que a guerra vayades, / sosegad las vuesas tierras: / muchos males han venido / por los reyes que se ausentan / y apenas han calentado / la corona en la cabeza..."; es más, el Cid disputa insolentemente con el abad de San Pedro de Cardeña Bermudo y el monarca lo ataja: "Calledes, -le dijo el rey-, / en mal hora, que no en buena: / acordarsevos debía / de la jura y la ballesta; / ¡cosas tenedes, el Çid, / que farán fablar las piedras, / pues por cualquier niñería / facéis campaña la iglesia!". De tenedes a veredes sólo hay una variante, algo común en el Romancero, y ya tenemos la frase hecha.

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