domingo, 1 de abril de 2012

Penitentes

Desde mi balcón tengo una vista inmejorable a la plazuela de la Merced, donde se levanta la estatua que representa a un penitente, con su capucha de capirote y todo. Yo sé quién se esconde debajo, y lo voy a decir: un hermano del escultor, porque tiene polidactilia, seis dedos en cada mano, como la propia estatua. Pero lo que suelo observar a menudo es a turistas anglosajones o nórdicos bastante perplejos preguntándose qué coño representa la estatua, porque no han oído hablar nunca de Semana Santa; las especulaciones llegan a mis oídos: "¿Un monumento a Harry Potter? ¿A Merlín? ¿A la secta Wicca? ¿A los Caraconos?"


Pero la semana santa en mi caso es terrible, porque todas las procesiones tienen a gala rodear mi casa y no terminan nunca de tocar la corneta, el tambor, cantar saetas y hacer ruido. No necesito ver procesiones, todas vienen a verme a mí. Hasta los fotógrafos se pelean por tener un puesto en mis ventanas.


Mañana marcho a Madrid a ver libros y a buscar inspiraciones para mi novela sobre El Danés. Si alguien quiere verme, estaré por allí, probablemente por la Costanilla de los desamparados.

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