martes, 8 de mayo de 2012

Los siete pecados capitales de la Educación


Copiado de Fray Josepho de la Tarima (José Aguilar Jurado), "Los siete pecados capitales de la educación española":

1º.- La comprensividad

Ya saben: ese viejo y desacreditado invento, nacido del prejuicio ideológico, de que los alumnos se agrupen en las clases no por capacidad ni interés en el estudio, sino simplemente por edad.

Si todo por ventura queredes que fracase,
xuntad los aplicados con mançebos sin base,
faziendo que el alumno más listo se retrase
e acabe egual que el último mastuerzo de la clase.

2º.- El paternalismo

La permisividad y la falta de rigor provocan que la cacareada “enseñanza al alcance de todos” se quede en mero aparcamiento de niños y adolescentes, que acaban la ESO con unos títulos perfectamente inútiles que no responden a una formación y a unos conocimientos reales.

Un moço al que aprobaron en Quarto de la ESO
fuesse a coger el título, que staba bien impreso,
e luego, tras tomallo, usábalo al regreso
pora envolver con él un bocata de queso.

3º.- La impunidad

La indisciplina, con la que resulta imposible enseñar, es un cáncer en muchos centros educativos. Amparados en el sacrosanto “derecho a la educación”, muchos adolescentes martirizan a sus compañeros y a sus profesores, pues saben que la máxima sanción que se les puede imponer, en el peor de los casos, es cambiarlos de instituto, lo cual no les preocupa lo más mínimo.

Si encuentra el profesor en clase grand pendençia
e manda que se callen sin aver obediençia
e non puede impartir con calma la doçençia,
ha de acopiar, por uebos, mansedumbre e paçiençia.

4º.- El pedagogismo

Las paparruchas de una pedagogía infausta sostienen el entramado de la legislación educativa socialista. Los pedabobos, una casta inepta y alejadísima de la realidad docente, son los que parten el bacalao en la enseñanza española desde la implantación de la LOGSE.

Funesto personage que agora catalogo,
que nunqua gasta tiza, pues es mui demagogo;
de lo que ignora fabla con grande desahogo:
guardat vos, profesores, del psicopedagogo.

5º.- El esnobismo tecnológico

Eso que llaman TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) es el nuevo becerro de oro de la enseñanza. Algunas comunidades regalan —con nuestro dinero— carísimos ordenadores portátiles e instalan a troche y moche modernísimas pizarras digitales y redes wifi, como si la tecnología pudiera remediar unos males que están en otro lado.

Antaño s’aprendía con libreta e con Bic;
agora les regalan un portátil muy chic;
non hay tontos de faba, sino tontos de TIC:
sin ratón que les faga en sus cerebros clic.

6º.- El provincianismo

En España para acometer cualquier reforma profunda se hace indispensable que el Estado recupere las competencias educativas. Pero no es solo una cuestión legal, sino de contenidos y de enfoque de la enseñanza: el aldeanismo autonómico —cuando no municipal— achata, parcela y jibariza los conocimientos.

Otrora los saberes eran universales;
agora del terruño que habitas non te sales,
ca imperan dieçisiete sistemas regionales
que solo en la burriçie consienten ser eguales.

7º.- La burocracia

El papeleo inútil es el último de los siete pecados. Memorias, informes, programaciones, partes, circulares, planes de centro, expedientes, boletines, estadillos, actas... ahogan a los profesores y los apartan de la letra impresa que verdaderamente debería guiarlos, que es la de los libros.

En la enseñanza hodierna descuella otra desgraçia,
baldía e fatigosa, llamada burocraçia:
una infernal criatura que come e non se saçia,
que abate al profesor e crea ineficaçia.

3 comentarios:

  1. Los siete imbéciles que tenemos que soportar en nuestra educación (I)

    Compuesto por Ciruelo Inteligente de la Última Fila

    1 Los salvadores

    Ya saben: quienes pretenden arreglarnos los problemas con el conocimiento fragmentado e idealizado, de apenas unas horas diarias durante un curso lectivo. Quienes repiten clichés que les sirvieron en alguna ocasión, sin saber que quien lo hacía bien era el alumnado.

    Si queréis arreglarme
    las cañerías,
    estudiad fontanería.
    Si deseáis éxito
    ver en mi vida,
    buscadme dentro de seis lustros,
    cuando en Marbella
    venda toneladas de grifa
    y el banco,
    por ser ahorrador,
    me regale una vajilla.

    Yo soy listo,
    me encontré con Paco,
    que jamás leyó un libro,
    pero tenía buenos contactos.

    2. Los rigoristas

    Llegan puntuales y comienzan con un ritual donde, desde luego, los oficiantes son ellos. Nosotros debemos aceptar el papel de adeptos, los dioses son unas cosas llamadas ciencias. A decir verdad, mientras dura la ilusión, es divertido: perseguimos juntos a los herejes. Pero basta un momento, un destello de humanidad, para fallar: caído en desgracia, adquieres el punto de vista del perseguido, y, repudias la misa y el pan.

    Encuadrados levantaban
    el brazo al sol,
    para hacer la cruz.
    Los más altos delante,
    atrás los más bajos.
    Máximo, el profesor,
    disfrutaba de unos cachorros
    capaces de hincar los dientes
    en vagos y resabiados,
    pero irresolutos en el amor.

    Yo soy listo,
    me encontré con Paco,
    que jamás leyó un libro,
    pero tenía buenos contactos.

    3 Los severos

    Son esos que ponen las cosas claras desde el primer día. No soporto esto, nadie puede, o la versión positiva, todos podrán, quien quiera puede. Con los años, como los sargentos chusqueros se hacen quisquillosos, cuando no se dan al alcohol, irremisiblemente acaban quemados al ver la tropa. No hay dos clases iguales y todas las clases igual.

    Por tocar el culo a una zagala,
    lo corrió a hostias por el pasillo.
    No porque fuera grave la falta,
    sino porque lo hizo en su cara
    y la osadía tiene un precio.

    Yo soy listo,
    me encontré con Paco,
    que jamás leyó un libro,
    pero tenía buenos contactos.

    4 Los hechos a sí mismos

    Son estrafalarios y sinceros, tanto que se declaran ácratas, siendo funcionarios. Se les ve el plumero cuando salen de paseo o digresión fantaseada: les gustaría más ser alumnos perpetuos.

    Si te dicen:
    por ahí.
    Mira los pasos,
    no creas con las juntillas.
    Hacer lo que yo digo, más no lo que yo hago.

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  2. Los siete imbéciles que tenemos que soportar en nuestra educación (II)

    5 Los nostálgicos

    Aunque no se aprende nada se les coge cariño, son como el abuelo rememorando los edificios desaparecidos. El alumnado toma entonces una posición de ventaja, ya está juzgado. Lo nimio, cualquier cosa, te ancla al recuerdo de aquel, tan vívido para el nostálgico que incluso te cambia el nombre.

    Norbeto es nombre antiguo,
    pero el maestro
    no deja de recordarlo.
    -Hubo una vez un chico,
    así como tú,
    capaz de levantar
    una oveja al peso.
    -Pero ya no hay ovejas maestro,
    hace tiempo que cerraron la cañada.
    Qué dices Pero, ¿no recuerdas a Norberto?

    Yo soy listo,
    me encontré con Paco,
    que jamás leyó un libro,
    pero tenía buenos contactos.


    6 Los cavernícolas

    Para éstos arreglar el mundo es tarea estúpida. Algo deterministas, prefieren perecer en el holocausto nuclear, que manifestarse en la calle. Para qué hacer nada, deben pensar, si el alumnado hará lo que le venga en gana, y, así pasan los años. Nosotros procuramos no molestar su melancolía y así pasan los días.

    No entendió la palabra diversidad,
    dinamismo se le quedó en el redaño,
    si lo digo igual le da un pasmo:
    bajito, despacio...
    mul-ti-cul-tu-ra-li-dad.
    Oh, no le dio el pasmo,
    pero he suspendido el año.

    Yo soy listo,
    me encontré con Paco,
    que jamás leyó un libro,
    pero tenía buenos contactos.

    7 Los apañados

    Autosuficientes, son capaces de tener estadillos con los colores y el número de los lápices que contiene el aula. Si muestras capacidad de mayordomo, tienes de notable en adelante, como seas manirroto, lo tienes claro, reza a San Jodete. Esa capacidad de organizarse debe secar alguna neurona de la sensibilidad, porque suelen mostrarse impasibles.

    -Si lo tenía aquí, lo juro.
    -No me creo una palabra.

    Yo soy listo,
    me encontré con Paco,
    que jamás leyó un libro,
    pero tenía buenos contactos.

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  3. Espero lo rías ¿la sátira es hereditaria?

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