Pincho en un periodicucho de la Entretela la noticia sobre una mujer que se ha quemado a lo bonzo en un banco como protesta; pero debo esperar, porque lo primero en salirme es el anuncio animado de un banco.¿Lo habrán hecho aposta? No creo. Pero, de todas formas, la publicidad le ha estropeado el numerito a la dos veces pobre (por desgraciada y por saqueada) mujer. Vivimos en una sociedad donde la publicidad lo es todo; hasta te epitafia en la eternidad electrónica.
Es el defecto del capitalismo: todo él es interferencia, ruido, rock, contaminación; produce demasiada basura; no solo basura material, sino basura humana, gente consumible o que en sí misma es basura y hace basura de los demás. Incluso produce Féisbuk y otras malolientes peyoridades. Los inventores de la democracia estaban tan hartos de ese régimen de cosas y de la publicidad que expelían sus políticos que establecieron, por higiene, el ostracismo, la expulsión del país para el político que daba más la lata. Con semejante medida, seguro que Berlusconi, el gran corruptor, de mayores y de menores, se habría ido a tomar por el ángulo oscuro... o por el reverso tenebroso de la fuerza (que esto lo leen no ya posrománticos lectores de Larmig y malsanos intérpretes de Rachmaninoff, sino cierta especie semifriki de pádawans). Todos querrían hacerse oír en el mercadillo goebbelsiano de la opinión, y mejor que sea así, pero yo no impondría el ostracismo para quien venda el pescado más alto y sonoro, aunque sí un impuesto brutal y disuasorio. El derecho al silencio debía ser un derecho humano; los ingleses, que fueron tan educados, lo escribieron: el undécimo mandamiento es "no molestarás" (al menos sin no haber sido presentado). El primero debía haber sido "no mentirás" (cuando la Iglesia le ha reservado tan bajo lugar en el Decálogo, es que no debe merecer mucho crédito, ni siquiera en sus cuentas). La publicidad nos devora lo mismo que el otoboke Guzuta a Packman, el pajarito que comía migajas de pan electrónico.
Por cierto que dicen por ahí que el Papa ha dimitido. ¿Cómo? ¿Su Santidad Gregorio XVIII dimitir de la Santa Iglesia Católica Palmariana? Eso no se puede tolerar: fundemos un Vaticano nuevo aprovechando la Torre Gorda de Miguelturra, una especie de Taj Mahal donde "la mejilla del cielo lloró una lágrima". Claro está que enseguida vendrían los aprovechados buscando canonjías, sinecuras, prestameras, congruas, diezmos, primicias, prebendas y viles empleíllos con rentas de arzobispo toledano. Como dice la seguidilla manchega:
Si la torre gorda
fuese de azúcar,
estarían los churriegos
chupa que chupa.
Porque fama de aprovechados la tuvieron desde que los pintó Cervantes en la ínsula Barataria (es una broma); el alcalaíno, de familia cordobesa, odiaba La Mancha con toda su alma; su mayor creación, sin duda, es la figura típica, clásica, modélica, del gilipollas manchego: el bachiller Sansón Carrasco, todo un "licenciado". Debían levantarle una estatua, como a Maritornes y al Ventero; pero no caerá esa breva.
Es usted demasiado severo ...la globalización no deja de ser una paradoja evolutiva en cuanto se autoaniquila en su propio flujo. Piense que tras la negatividad está el flujo positivo en continuo movimiento reflexionándose a sí mismo tras la basura.
ResponderEliminar