No tengo el gusto de ver a los jefes invitar a un café si no es estrictamete necesario para que se diga que no son jefes, sino seres humanos.
No tengo el gusto de ver a los catarriberas acercarse a la gente que lo pasa mal y/o está mal retribuida.
No tengo el gusto de enseñar; lo tuve y lo he perdido en alguna de las esquinas de la reforma educativa.
No tengo el gusto de ver recompensados los esfuerzos por mejorar de los profesores y así tampoco es de extrañar que los alumnos no quieran mejorar.
No tengo el gusto de creer en Dios; las religiones se encargarían de estropearlo todo.
No tengo el gusto de tener una casa en propiedad y que pueda calentar suficientemente para no tener frío.
No tengo el gusto de recibir cada semana cartas de mi banquero, quien por lo visto es el único que se acuerda de mí y me ama.
No tengo el gusto de tener amigos; no hemos sido presentados o, si lo hemos sido, qué más da. Sólo se puede tener un amigo entero, como dice don Juan Manuel.
No tengo el gusto de ir de vacaciones para pedir luego unas vacaciones por lo vacaciones que han sido las vacaciones.
No tengo el gusto de ver la tele, escuchar la radio o hablar de fútbol o de política.
No tengo el gusto de sentarme en un sillón.
No tengo el gusto de vivir en otro mundo que no sea en el de la palabra escrita.
No tengo el gusto de sentirme a gusto en ninguna parte ni con ninguna persona.
Y es que tengo, sin duda, muy mal gusto.
No tengo el gusto de ver a los catarriberas acercarse a la gente que lo pasa mal y/o está mal retribuida.
No tengo el gusto de enseñar; lo tuve y lo he perdido en alguna de las esquinas de la reforma educativa.
No tengo el gusto de ver recompensados los esfuerzos por mejorar de los profesores y así tampoco es de extrañar que los alumnos no quieran mejorar.
No tengo el gusto de creer en Dios; las religiones se encargarían de estropearlo todo.
No tengo el gusto de tener una casa en propiedad y que pueda calentar suficientemente para no tener frío.
No tengo el gusto de recibir cada semana cartas de mi banquero, quien por lo visto es el único que se acuerda de mí y me ama.
No tengo el gusto de tener amigos; no hemos sido presentados o, si lo hemos sido, qué más da. Sólo se puede tener un amigo entero, como dice don Juan Manuel.
No tengo el gusto de ir de vacaciones para pedir luego unas vacaciones por lo vacaciones que han sido las vacaciones.
No tengo el gusto de ver la tele, escuchar la radio o hablar de fútbol o de política.
No tengo el gusto de sentarme en un sillón.
No tengo el gusto de vivir en otro mundo que no sea en el de la palabra escrita.
No tengo el gusto de sentirme a gusto en ninguna parte ni con ninguna persona.
Y es que tengo, sin duda, muy mal gusto.
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