miércoles, 17 de octubre de 2007

La venganza de Perandrés

Lo cuenta un jesuita en una carta, y lo traigo como ejemplo de carpetovetonismo sádico:

    Remato con un capítulo de una carta que se escribió de San Clemente en la Mancha a 18 de Diciembre, en que dice:


     «Lo que hay por acá de nuevo es que ha resucitado Perandrés, el bandolero, junto a Cuenca, con una brava cuadrilla; y el dicho, sabiendo que un médico de dicha ciudad andaba instando y persuadiendo al señor obispo para que procurase remediar los daños que causaba Perandrés y los de su cuadrilla, de consulta de todos enviaron un bandolero vestido de serrano con una mula diciéndole al médico que un cura de un lugar allí cerca estaba malo, que rogaba a su merced le fuese a curar.

    Fue el médico y a tres leguas de Cuenca le salieron 40 bandoleros. El hombre, en cuanto hombre, se turbó sobremanera; llegáronse a él, y preguntáronle si era el médico Fulano. Respondió que sí, y como estaba tan turbado y descolorido, llegose uno de los bandoleros a él y díjole:

    «Señor mío; esa color no trae contenta;  yo soy también médico у ше parece está vmd. malo; sírvase de darme el pulso»

    Dióselo y, arqueando las cejas y volviendo la cabeza a un lado y a otro con grande suspensión, dijo:


    «Vmd. está tan malo que no le doy de vida seis horas»

    Después de esto llegó otro motejando al primero y diciendo no sabía cuál era su mano derecha ni conocía de pulso; que él se lo quería tomar al señor doctor y, diciendo y haciendo, pidióselo, y el pobre médico dióselo, y haciendo fiesta del primero, como dando a entender lo poco que alcanzaba, dijo:

    «Ni aun tres horas tiene el señor doctor de vida»

    Llegó el tercero, que era hombre de más edad, y llamando a los otros médicos de poquito y sin experiencia, le hizo bajar de la mula y que se sosegase y tuviese buen ánimo, que él le diría si era de peligro su mal. Tomole el pulso y díjole que no le daba hora y media de vida, pero que él tenía hecha una medicina con que podía ser escapase y, diciendo esto, dijo a unas mujeres, que venían en su compañía y andaban con ellos, que le trujesen la ayuda que tenía hecha para el señor doctor, y ellas le trujeron una grandísima punta de toro llena de pólvora y, desnudándole en cueros al pobre médico, se la pusieron donde se suelen poner las medicinas, y pegándole fuego le volaron y mataron.

    Con este género de muerte tan cruel dieron cabo del pobre médico, que ha hecho grande compasión a todos los que lo han sabido. Contolo en casa el señor Inquisidor de Cuenca y cura de este lugar, que está aquí estas Pascuas»


    Esto la carta; entretenida fue la burla, a no ser tan costosa. No ha venido de Rosas aviso a S. M. de lo de Cadaqués, y así ya se duda del suceso. Acá se ha contado uno que tuvo en esa ciudad el señor Cardenal con sus ordenantes. Adiós, que guarde a V. R. De diciembre 29 de 1643. Sebastián González.

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