martes, 8 de abril de 2008

La profesión del insulto

Hay unas cuantas profesiones que se ven siempre envueltas en el insulto, la polémica y la descalificación, que reciben siempre los golpes y el desprecio del gran público. Los políticos, los fulbolistas, los toreros... los profesores. Al profesor le insultan diariamente en clase y cuando sale de clase; se le insulta en casa y fuera de casa, cuando está presente y cuando no lo está (esos tíos con dos meses de vacaciones...) etcétera. Se olvidan de que ha tenido que estudiar una carrera y superar una oposición. Que tiene que repetir todos los días lo mismo, pero en peores condiciones. Que tiene que aguantar más horas al día a los hijos de uno que los propios padres. Pero la diferencia entre las otras profesiones insultadas y la de profesor es una mayor y más notoria: el profesor no está tan bien retribuido como un futbolista, un torero o un político. De ahí su resentimiento, su desgana, su falta de vocación por la enseñanza, sus deseos de dejarlo si encuentra otra profesión. El profesor no vota ya en las elecciones, porque todos los políticos le parecen igual de malos y mediocres. Al profesor no le gusta el fútbol, como a la mayoría de los alumnos (¡vaya una profesión, dar patadas! La suya es recibirlas y no darlas). Al profesor no le entusiasma tampoco la salvajada de los toros, que le recuerdan sus propias banderillas, puyazos, burlas y burladeros. El profesor es, a fin de cuentas, un amargado.

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